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AUTOBIOGRAFIA: LA EXPERIENCIA PERSONAL EN LA ELABORACION LITERARIA

La palabra “autobiografía” es –a criterio de Juan Corominas- una voz de creación reciente; como tal, no figura en el Diccionario de S. de Covarrubias. La Real Academia Española define al término como “Vida de una persona escrita por ella misma” (2). En el Diccionario etimológico Español e Hispánico, tiene la acepción de “biografía de uno mismo” (3). El significado, como vemos, es idéntico: trátase de toda obra en la que el autor vuelca, explícitamente, su experiencia personal.
Arthur Melville Clark, colaborador de la Collier’s Encyclopedia, define así el vocablo: “una forma de biografía en la cual el tema es también el autor; está escrita generalmente en primera persona y abarca la mayor parte o una parte importante de la vida del autor. La autobiografía ha existido, en un sentido, desde la antigüedad, pero la palabra en sí no fue acuñada hasta 1809 por Robert Southey” (4).
La autobiografía –nos dice- está escrita en primera persona. En el Diccionario de la Revista de Occidente se hace una salvedad: no toda obra escrita en esta forma puede ser considerada autobiográfica; muchas veces, la primera persona es “mero artificio”, como en el caso del Libro de Buen Amor. Paralelamente, encontramos obras en las que “el autor da noticia de sí mismo veladamente, actuando como personaje distinto o reflejando con sentido impersonal sus más íntimas experiencias” (5).El elemento autobiográfico se da independientemente de la forma elegida por el autor para la expresión literaria.
El crítico Wolfgang Kayser sostiene que el asunto de una obra literaria puede ser de muy variada índole, puede surgir de las fuentes más diversas. Hasta el siglo XVIII, las fuentes eran principalmente literarias; en el siglo XIX comenzó a tenerse en cuenta, para la creación de novelas históricas, otra clase de escritos, como los diarios, biografías, etc.
Otras fuentes se presentan ante nosotros: episodios leídos en periódicos, narraciones orales, el folklore. Pero, en ciertos casos, el asunto no viene al poeta como un factor externo reelaborable, sino que surge del seno mismo de su alma. Entonces, comprobamos que “la propia observación y la vivencia personal han proporcionado el asunto al poeta” (6).
Arnold Hauser (7) y Wolfgang Kayser coinciden en señalar una “privatización” del ámbito del creador. El escritor ya no se encuentra ante auditorios, como sus antepasados; se convierte en un narrador personal que escribe para sus lectores. Los personajes, como consecuencia, dejan de ser “portadores de mundo” para convertirse en “personas privadas”; el mundo narrativo se particulariza. Las relaciones entre creador y recipiendario cambian totalmente; el lector recibe como confidente las palabras del autor, que se dirige a él en una forma directa. Estas transformaciones posibilitan, obviamente, el desarrollo de una literatura de marcado tono intimista. Surgen así las confesiones, memorias, diarios personales, los relatos autobiográficos, obras todas en las que la psicología del autor es el centro del que irradian los diferentes elementos.
Afirma Wolfgang Kayser que la autobiografía pertenece al grupo de las novelas de personaje –recordamos su ya tradicional división en novelas de espacio, acontecimiento y personaje-; el autor comienza a corporizarse con sus vivencias, su pasado, su momento actual, convertidos en materia narrativa. Ya no se recurre a un personaje de ficción, o éste, creación imaginaria, enmascara al propio creador.
Se ha señalado la aproximación existente entre lo autobiográfico y las efusiones líricas. En la lírica –sostiene Guillermo Ara- se realiza una “aproximación que inmoviliza el instante y niega por ello el tiempo” (8); nos encontramos ante un presente cristalizado ya definitivamente. La lírica, por otra parte, no sitúa los hechos en el espacio y en el tiempo; ésta es una diferencia fundamental con las manifestaciones autobiográficas, donde el parámetro espaciotemporal nunca es olvidado y actúa, por lo general, como agente estructurador del relato. Lírica y autobiografía, exteriorizaciones de una misma intimidad, se distinguen –afirma el estudioso- por esta diferente atención prodigada al momento y al ámbito.

La memoria
Tiene papel fundamental en la evocación del pasado la maravillosa facultad de la memoria. En el octavo capítulo de sus Confesiones, San Agustín la define como una de las “potencias del alma”; caracterizada por almacenar todas las cosas que a ella han llegado a través de los sentidos, de acuerdo al órgano o conducto por el que se han introducido. Presente, pasado y futuro se encuentran –nos dice San Agustín- en su memoria: el presente, a través de las vivencias actuales que son instantáneamente incorporadas; el futuro, bajo el aspecto de ilaciones sobre sucesos venideros, y el pasado –tema que nos interesa particularmente- es una fuente inagotable de rememoraciones. El escribe: Allí también me encuentro yo a mí mismo, me acuerdo de mí y de lo que hice, y en qué tiempo y en qué lugar lo hice, y en qué disposición y circunstancias me hallaba cuando lo hice” (9).
El autor no duda de la veracidad del material suministrado por su memoria. Esta es una actitud que cambiará posteriormente, ya que el escritor se preguntará hasta qué punto lo que está recordando se revive tal como fue experimentado. Se habla actualmente de una memoria que recrea, que vuelve a forjar el acontecimiento, pero iluminado por la luz del presente del evocador. El episodio que se relata, entonces, diferirá sensiblemente del que aconteciera en aquella circunstancia.
En el caso particular de la autobiografía como manifestación literaria, el problema se agrava, ya que, junto a esta confusa evocación, aparece la personalidad del autor esforzándose, muchas veces inconscientemente, por dotarla de rasgos interesantes de los que quizás carece. La memoria se caracteriza –comenta el doctor Ara- por obrar subrepticiamente, agregando y quitando; hace entrar en los hechos del pasado “circunstancias ajenas a la voluntad reminiscente”.
Muchas veces, el autor puede caer en el enmascaramiento, en el deseo de relatar una vida que no pudo vivir. En este caso, nos encontramos ante un verdadero “testimonio de los soñado”, en el que el escritor, aún sin intención de hacerlo, desfigura la realidad hasta tornarla un relato ajeno a su propia existencia, pero vinculado a ella, precisamente, por ser la encarnación de sus más preciados anhelos.

La autobiografía en la Argentina
El género autobiográfico ha sido ampliamente cultivado en nuestro país. Las primeras manifestaciones se remontan a los períodos iniciales de la literatura argentina, en los que ese tipo de creación obedecía a un intento de autojustificación. Entre estas obras recordamos las autobiografías de Manuel Belgrano, Gervasio Antonio Posadas y Manuel A. Pueyrredón. Todas ellas están signadas por el deseo de realizar una obra para la posteridad; son escritas pensando en el juicio de las generaciones venideras.
En Sarmiento encontramos una clara intención autobiográfica, explicitada en sus libros Mi defensa y, más precisamente, en Recuerdos de provincia. Este último “inicia una manera de observar lo argentino a través de la propia experiencia” (10). Esta “autobiografía no es ni continuación ni repetición de Mi defensa. En Recuerdos, dedicado por su autor a ‘mis compatriotas’, compone un alegato en defensa propia, sin duda, pero en él aparece la preocupación de prestigiar su linaje, su moralidad sin tacha y su patriotismo. La síntesis del libro es, de hecho, un cuadro genealógico, aunque Sarmiento no disimule ni oculte cuanto puede haber en él de menesteroso. La imagen quiere ser convincente: un hombre de bien que nace junto con la patria y que junto a ella vive todas sus vicisitudes” (11).
La generación del 80 también se interesó en el género autobiográfico; merced a esta inquietud han llegado a nosotros testimonios como los de Miguel Cané, Eduardo Wilde y Lucio V. Mansilla. En la literatura finisecular se evidencia el gran auge que cobró la evocación de lo cotidiano; ya no se tratará de gestas heroicas, sino de la vida de un grupo social, deseoso de mostrarse en su intimidad. “La sensación de fracaso generacional que busca en la evasión y el rescate del pasado donde sus autores se sintieron seguros o importantes, ha sido señalada por algunos críticos como causa de esta profusión de autobiografías del ochenta -escribe Susana Zanetti. Las memorias de Wilde o de Mansilla nacen al final de sus vidas y pueden permitir un doble rescate, en cuanto a la infancia o juventud lejana y en cuanto a momentos más felices o brillantes” (12).
En Juvenilia, Miguel Cané evoca su ingreso a la enseñanza media, poco después de la muerte de su padre: “He dicho ya que mis primeros días de colegio fueron de desolación para mi alma. La tristeza no me abandonaba y las repetidas visitas de mi madre, a la que rogaba con el acento de la desesperación que me sacara de allí, y que sólo me contestaba con su llanto silencioso sin dejarse doblegar en su resolución, aumentaban aún mis amarguras” (13).”Pagés Larraya ha señalado que ‘no fue éste de Cané el único relato de experiencias colegiales de nuestra literatura, ni el único libro argentino con el título de Juvenilia. Fue, sí, el que logró traducir con más felicidad motivos presentes en casi todos los escritores en casi todos los escritores de su época. Acaso su éxito resultó de una síntesis: Cané consiguió la Juvenilia de las juvenilias’ ” (14).
En Aguas abajo (15), Eduardo Wilde, enmascarado tras el pequeño Boris, recrea con una indudable visión adulta la pintoresca vida en la ciudad boliviana de Tupiza, donde conoció los sinsabores del destierro. “Aunque escrita en tercera persona y ocultándose escasamente bajo el nombre de Boris –el protagonista-, Wilde ha volcado en Aguas abajo todos los intereses y características de su original personalidad” (16).
Cuando escribe sus memorias, en París, en 1904, Lucio V. Mansilla persigue un objetivo que define con estas palabras: “He querido escribir la vida de un niño, comentando lo indispensable, tratando de ser lo menos difuso posible al perfilar situaciones de familia, sociales, personales, a fin de no fatigar la atención del lector; esforzándome por último en vivificar el gran cuadro pintoresco, animado, siempre interesante, del país que fue en otra edad la Patria amada; que me ha hecho lo que soy” (17). Guillermo Ara, prologuista de una de las ediciones, destaca que el propósito de Mansilla lo lleva “a pintar con su imagen la imagen del tiempo que ha vivido según lo revelado por los propios sentimientos, sin desdeñar el testimonio de sus contemporáneos; a mostrar la sociedad, los hombres, las ideas y las costumbres a fin de reconstruir el pasado, cosa ‘de grandísima enseñanza –afirma- en unos pueblos donde, por desgracia, se piensa poco por cuenta propia’ ” (18).
En estas obras podemos advertir la profunda ligazón que existe entre la interioridad del ser humano y el ambiente en que se desarrolla; las luchas políticas, el exilio, la pobreza, son algunas de las facetas que asoman en la narración, a menudo risueña.
Ya en nuestro tiempo, numerosos autores nos han brindado textos que los cuentan como personajes. Joaquín Gómez Bas, un hombre vinculado espiritualmente al grupo de Boedo, escribió La comparsa (19). El protagonista, Calixto Ribas, oriundo de la “zona maloliente de la ciudad de Avellaneda”, se propone escribir el relato de su vida. Para ello, recurrirá a Joaquín Gómez Bas, quien lo asesorará constantemente, provocando no pocas veces la ira del incipiente autobiógrafo. El autor, como vemos, se desdobla en dos personajes: Calixto y él mismo. A través de esta dualidad se irán exponiendo numerosos puntos de una teoría poética ejemplificada, por parte del propio Gómez Bas, en su obra Barrio Gris.
La clase alta no es vista con buenos ojos por este autor de convicciones tan disímiles; a lo largo de la obra observamos los juicios lapidarios que lanza contra los miembros de la elite. Un claro ejemplo de esta actitud son las páginas en que realiza la evocación de Marichela, una mujer de alcurnia que trata de paliar con la compañía de Calixto la angustia de su desgraciada existencia. En otra oportunidad, califica a los aristócratas de “mequetrefes de plata y apellido”.
Sus amistades no son trigo limpio; Calixto es uno de los pocos que viven de su trabajo en ese mundo marginado. Lo rodean asesinos, vulgares carteristas, prostitutas, en fin, todo cuanto pueda imaginarse en ese ámbito. Al finalizar el libro, el autor realiza una valoración del grupo humano allí presentado; confiesa no haber despreciado a ninguno de estos seres. La novela surge como un todo coherente, en el que un hombre, inmerso en un determinado ambiente, lo analiza con la misma claridad con que otros escritores analizaron la clase alta, aunque quizás con un matiz afectivo mucho mayor.
La experiencia personal se manifiesta en la obra de Manuel Mujica Laínez (20) en dos formas. Una primera manifestación, que denominaremos explícita, es aquella en la que el autor comenta sucesos que lo tienen por protagonista y así lo indica. Las obras en que se advierte este rasgo son –a nuestro criterio- Estampas de Buenos Aires, Cecil, Los porteños y Placeres y fatigas de los viajes.
En otro grupo de novelas, sin embargo, el autor describe atmósferas y personajes a los que estuvo estrechamente vinculado, sin especificar que la fuente directa de la narración es su propia experiencia personal. En este tipo de obras se ocupa, fundamentalmente, de la aristocracia en decadencia. La autobiografía implícita subyace en las novelas más significativas de nuestro autor sobre tema nacional –Los ídolos, Los viajeros, La casa, Invitados en “El Paraíso”- y también en Sergio.
Hay un tercer grupo de obras, las realizadas en colaboración con el fotógrafo Aldo Sessa, donde –generalmente sin referencia a la vida del autor- se tratan temas evidentemente autobiográficos. Ellas se ocupan de la ciudad natal –Letra e imagen de Buenos Aires, Más letras e imágenes de Buenos Aires, Nuestra Buenos Aires-; de una prestigiosa institución porteña –Jockey Club, un siglo- y del Teatro Colón, cuya inauguración evocara en una de sus biografías gauchescas –Vida y gloria del Teatro Colón. La autobiografía surge, más que en el tratamiento de los temas, en la elección de los mismos. El Jockey Club y el Teatro Colón son, por otra parte, temas autobiográficos, en la medida en que encarnan los valores e ideales de una clase
Muchos escritores evocaron su infancia. Además de los ya mencionados Sarmiento, Cané, Wilde, Mansilla y Mujica Láinez, se refirieron a estos años Jorge Vocos Lescano, Domingo Bravo, Abelardo Arias, María de Villarino, María Rosa Oliver, Norah Lange y Vicente Barbieri, entre otros. En sus obras observamos una intención evocadora que revivirá momentos alegres y amargos, con la indudable certeza de que unos y otros los han llevado a un presente desde el cual los recuerdan con añoranza. La ominosa necesidad de no morir del todo, la soledad lejos de la tierra natal, el afán de rescatar un tiempo mejor, fueron algunas de las motivaciones que dieron origen a libros de esta índole.
Norah Lange evocó momentos de su vida en las obras Los dos retratos, Personas en la sala (21) y Cuadernos de infancia (22). En esta última, el espacio tiene una importancia fundamental: a la existencia feliz en Mendoza se contrapone una vida de apagada tristeza que tiene como escenario la casa de la calle Tronador, a la que se trasladan cuando muere el padre. La narradora permanece ajena, dentro de sus posibilidades, a los hechos que comenta; no se describe con mayores detalles físicos o psicológicos. Tanto ella como sus hermanas aparecen como un grupo muy alejado de los adultos. La obra se caracteriza por un elemento que no se encuentra con frecuencia: el sexo de la narradora aparece como un factor capital en el relato, sobre todo en lo atinente a las transformaciones físicas que entraña la pubertad.
Junto a esta atención a los procesos físicos –cuya ignorancia es sorprendente-, encontramos una fina intuición de las actividades de la conciencia. Norah Lange se caracteriza por evocar minuciosamente las sensaciones, los pesares, las alegrías que acompañan el crecimiento de las adolescentes. La atmósfera de la obra se halla caracterizada por la tristeza, el temor, la obsesión de la muerte –recordemos el episodio de los sombreros-; en esa bruma se destacan, tímidamente, los fulgores de hechos nimios plenos de belleza.
La obra de Vicente Barbieri, El río distante (23), presenta algunos puntos en común con las de Lange. Un hombre enfermo recuerda su infancia y, como es lógico, la ve con tintes nostálgicos. El río es aquí un elemento simbólico a la vez que una realidad concreta: es el río Salado, pero recuerda también al lejano país de la infancia. La acción se desarrolla en “La azotea”, casa de José María. El niño evidencia una singular afición por la naturaleza; observa con admirada atención al hornero, se lamenta por la cruel muerte de Sultán. Las palabras tienen para él una realidad tan estrechamente vinculada a los elementos que evocan que le resulta imposible desligarlas de la vital existencia de la naturaleza. Así, los vocablos “acequias” y “acueductos” le resultan agradables, pues cree reconocer en ellos el rumor del agua cuando corre.
Tiene singular importancia en la evocación el papel desempeñado por la literatura en el desarrollo emocional del niño. Lo encontramos abocado a la lectura de Corazón, de cuentos españoles, del Martín Fierro. La obra de Hernández suscita en el niño y sus compañeros el deseo de representar sus episodios más importantes; esta dramatización se encuentra evocada con gran cariño.
A diferencia de lo que sucede en la evocaciones de Norah Lange –quien sólo se ocupa de sus sirvientes y preceptores-, en la obra de Barbieri tienen relevancia las caracterizaciones de los personajes del lugar: el herrero, el misterioso Juan Sebastián Rivero, Fortunato. El episodio de Rivero marca –a criterio de Angela Blanco Amores de Pagella- la aproximación entre biografía y leyenda, ya que José María sostiene que las cuerdas de la guitarra se cortan en el momento exacto de la muerte de ese ser tan singular (24).

Algunas de las autobiografías de infancia argentinas fueron escritas por inmigrantes o por sus descendientes (25). Escribieron esta clase de obras Syria Poletti (“El tren de medianoche”), Ernesto Sábato (“La memoria de la tierra”), María Esther Podestá (Desde ya y sin interrupciones), Alberto Gerchunoff (“Autobiografía”), Maria Arcuschín (De Ucrania a Basavilbaso), Rosalía de Flichmann (Rojos y Blancos. Ucrania), Baldomero Fernández Moreno (La patria desconocida), Fernando de Querejazu (El pequeño obispo), Raúl G. Fernández Otero (Ausencias, presencias y sueños), María Rosa Lojo (Canción perdida en Buenos Aires al oeste) y Gladys Onega (Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la pampa gringa), entre otros.
Syria Poletti evocó su infancia en “El tren de medianoche” (26), “un fragmento de vida real convertido en ficción: el episodio clave de mi existencia y el punto de arranque de toda mi obra. En ese instante, momento en que mi madre me dejó para reunirse con mi padre en tierras de América, nace el drama y la rebeldía, pero también la revelación de la soledad y su misterio. Fue como si de pronto se hubiesen abierto las compuertas de la vida adulta, y al mismo tiempo, asomara la certeza de otro llamado. Al irse, mi madre respondía a un llamado ineludible. Yo también, con el tiempo, respondería a un llamado” (27).
Gladys Onega escribió Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la pampa gringa (28) convencida de que “todos tenemos derecho a escribir nuestra historia”, como ella expresó en un reportaje (29). Su historia se inicia en Acebal, provincia de Santa Fe, donde nace en 1930, y continúa en Rosario, ciudad a la que se mudan en 1939. Sus primeros años transcurren en el seno de una familia integrada por un gallego tan esforzado y ahorrativo como autoritario; una criolla apasionada por la hija mayor, la lectura y la costura; y dos hermanos, que acaparan la atención que la pequeña reclamará para sí. Junto a ellos encontramos la familia de la casa da pena –los gallegos que quedaron en su tierra-, los parientes gallegos que emigraron y los parientes criollos de la madre, y los inmigrantes –en su mayoría italianos- que viven en el pueblo.
Al igual que muchos de nuestros escritores, Baldomero Fernández Moreno evocó sus años de infancia, una edad escindida, en su caso particular, entre dos tierras, Argentina y España. En el prólogo a sus memorias, que llevan por título La patria desconocida, el escritor se refiere a la relación de las mismas con sus dos patrias, y deslinda la incidencia que España y la Argentina tienen en ellas: “Son páginas, pues, españolas por el recuerdo que las informa, argentinas por la mano que las trazó. Por eso este libro cobra un sentido vernáculo, americano. Y todo aquello en medio del suspirar por mi patria, por curiosidad, por exotismo, por poesía naciente, y, lo que es lo cierto, por indefinible amor hacia ella” (30).
Fernando de Querejazu publicó en 1986 El pequeño obispo (31), una novela “absolutamente autobiográfica, aunque parezca un disparate lo que ocurre allí”. El 10 de febrero de 1926 llegó a América el hidroavión Plus Ultra, piloteado por Ramón Franco, concretando así una proeza histórica. Ese mismo día, en un pueblo de inmigrantes de la provincia de Córdoba, veía la luz el protagonista de esta novela. Sus padre, de origen español, lo llamaron Fernando en homenaje a la isla Fernando de Noronha, en la que se produjo el aterrizaje.
En sus páginas autobiográficas, Alberto Gerchunoff se describe a sí mismo vestido a la usanza de la nueva tierra: “como todos los mozos de la colonia, tenía yo aspecto de gaucho. Vestía amplia bombacha, chambergo aludo y bota con espuela sonante. Del borrén de mi silla pendía el lazo de luciente argolla y en mi cintura, junto al cuchillo, colgaban las boleadoras” (32).
María Arcuschín escribió De Ucrania a Basavilbaso (33) obra en la que rinde homenaje a sus antepasados y a quienes llegaron a América en busca de un futuro mejor, al tiempo que narra su propia vida en el seno de la colectividad judía entrerriana.
Rosalía de Flichmann es la autora de Rojos y blancos. Ucrania (34), obra en la que evoca su infancia, en la que la amargura era una realidad cotidiana. Las persecuciones, la revolución, la guerra civil, las violaciones y los asesinatos –a los que se suman las inundaciones y el tifus- son el cuadro con el que Rosalía debe enfrentarse a muy corta edad. Agobiada por la tristeza, la niña piensa en el padre, al que no ve desde hace años. Después de muchos trámites, emigran para reencontrarse con él. Por fin, llegan a Mendoza. Ha comenzado para Rosalía “una larga vida en la Argentina, una vida plena y feliz”.
.....
En las obras de estos autores observamos sendas evocaciones del pasado personal. Estas son sólo algunas de las diferentes formas que puede asumir el recuerdo en escritores tan vinculados entre sí por el contexto histórico y nacional, pero tan diferentes por su extracción social y las metas que los impulsan.
La experiencia personal ha suscitado en ellos la necesidad de plasmar una creación que la tenga como tema principal y el resultado ha sido, a todas luces, la expresión de una peculiar posición ante la vida.

Notas
(1) Material proveniente de la Tesis de Licenciatura “Manuel Mujica Láinez, la experiencia personal en la elaboración literaria”, defendida en la Universidad de Buenos Aires ante el Tribunal integrado por el Dr. Guillermo Ara, la Doctora Teresita Frugoni de Fritzsche y la Profesora Marta Lena Paz. Incluido en Territorios de Infancia (Buenos Aires, Plus Ultra, 1994).
(2) Diccionario de la Lengua Española. Madrid, Espasa-Calpe, 1970, pág. 144.
(3) García de Diego, Vicente
(4) USA, The Crowell-Collier Publishing Company, 1965, pág. 139.
(5) Diccionario de Literatura Española. Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1972, pág. 73.
(6) Kayser, Wolfgang: Interpretación y análisis de la obra literaria. Madrid, Gredos, 1954, pág. 89.
(7) Hauser, Arnold: Historia social de la literatura y el arte. Madrid, Guadarrama, 1964.
(8) Ara, Guillermo: Vida y testimonio del escritor argentino. Trabajo inédito.
(9) Agustín, San: Confesiones. Madrid, Espasa-Calpe, 1965, pág. 207.
(10) Ara, Guillermo: Los argentinos y la literatura nacional. Estudios para una teoría de nuestra expresión. Buenos Aires, Huemul, 1966, pág. 16.
(11) Zanetti, Susana y Pontieri, Margarita B.: “El ensayo. Domingo F. Sarmiento”, en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(12) Zanetti, Susana: “La ‘prosa ligera’ y la ironía. Cané y Wilde”, en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(13) Cané, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(14) Zanetti, Susana: op. cit.
(15) Wilde, Eduardo: Aguas abajo. Buenos Aires, Huemul, 1969.
(16) Zanetti, Susana: op. cit
(17) Mansilla, Lucio V.: Mis memorias
(18) Ara, Guillermo: Prólogo a Mis memorias..
(19) Gómez Bas, Joaquín: La comparsa. Buenos Aires, Falbo Librero Editor, 1966, pág. 91.
(20) Mujica Láinez, Manuel: Cecil. Buenos Aires, Sudamericana, 1972.
Estampas de Buenos Aires. Buenos Aires, Sudamericana, 1946.
Invitados en “El Paraíso”. Buenos Aires, Sudamericana, 1957.
Jockey Club, un siglo. Buenos Aires, Cosmogonías, 1982.
La casa. Buenos Aires, Sudamericana, 1983.
Los ídolos. Buenos Aires, Sudamericana, 1983.
Los porteños. Buenos Aires, La Ciudad, 1979.
Los viajeros. Buenos Aires, Sudamericana, 1967.
Placeres y fatigas de los viajes. Buenos Aires, Sudamericana, 1983.
Sergio. Buenos Aires, Sudamericana, 1983.
Vida y gloria del Teatro Colón. Buenos Aires, Cosmogonías, 1983.
Placeres y fatigas de los viajes. Buenos Aires, Sudamericana, 1983.
(21) Lange, Norah: Personas en la sala. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(22) Lange, Norah: Cuadernos de infancia. Buenos Aires, Losada, 1979.
(23) Barbieri, Vicente: El río distante. Relatos de una infancia. Buenos Aires, Losada, 1945.
(24) Blanco Amores de Pagella, Angela: “Aproximación de dos autobiografías”. Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1968.
(25) Ver mi monografía “Inmigración: Memorias y biografías”.
(26) Varios autores: Mi mejor cuento. Buenos Aires, Orión, 1974.
(27) Fornaciari, Dora: “Reportajes periodísticos a Syria Poletti”, en Taller de imaginería. Buenos Aires, Losada, 1977.
(28) Onega; Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la pampa gringa.. Buenos Aires, Grijalbo Mondadori, 1999.
(29) Duche, Walter: “Todos tenemos derecho a escribir nuestra historia”, en La Prensa, Buenos Aires, 18 de julio de 1999.
(30) Fernández Moreno, Baldomero: La patria desconocida.
(31) Querejazu, Fernando:El pequeño obispo. Buenos Aires, Lumen, 1986.
(32) Gerchunoff, Alberto: “Autobiografía”, en Feierstein, Ricardo (selecc. y prólogo): Alberto Gerchunoff, judío y argentino. Buenos Aires, Milá 2001.
(33) Arcuschín, María: De Ucrania a Basavilbaso. Buenos Aires, Marymar, 1986.
(34) Flichmann, Rosalía de : Rojos y blancos. Ucrania. Buenos Aires, Per Abbat, 1987.



LA INFANCIA, TEMA LITERARIO

Al leer las obras de los escritores argentinos de los siglos XIX y XX y del presente, se advierte la asiduidad con que abordaron el tema de su infancia y adolescencia.
Recuerdos de Provincia es un libro que -a criterio de Guillermo Ara- "inicia una manera de observar lo argentino a traves de la propia experiencia".
La generacion del '80 tambien manifesto interes por el relato de los hechos vividos; merced a esta inquietud han llegado a nosotros testimonios como los de Miguel Cane, Lucio V. Mansilla, Lucio V. Lopez y Joaquin V. Gonzalez. En la literatura finisecular se evidencia el gran auge que cobró la evocación de lo cotidiano; ya no se tratara de gestas heroicas, sino de la vida de un grupo social, deseoso de mostrarse en su intimidad. En Juvenilia, Miguel Cane evoca su ingreso a la enseñanza media, poco despues de la muerte de su padre; Eduardo Wilde, enmascarado tras el pequeño Boris, recrea en Aguas abajo con una indudable vision adulta la pintoresca vida en la ciudad boliviana de Tupiza, donde conoció los sinsabores del destierro; en La Gran Aldea, Lucio V. López recuerda momentos fundamentales de nuestro pasado, vistos siempre desde la perspectiva del niño de inteligencia vivaz que protagoniza el relato.
Guillermo E. Hudson escribe en inglés sobre su infancia en la Argentina; titula su libro So far and long ago (Alla lejos y hace tiempo). En galés escribió sus memorias Eluned Morgan, nacida en altamar y criada en Chubut.
En estas obras podemos advertir la profunda ligazon que existe entre la interioridad del ser humano y el ambiente en que se desarrolla; las luchas políticas, el exilio, la pobreza, son algunas de las facetas que asoman en la narración, a menudo risueña.
Más tarde, autores de nuestro siglo se abocaron a la nostálgica tarea de evocar sus años de corta edad; entre estos escritores recordamos a Norah Lange -autora de Cuadernos de infancia- y Vicente Barbieri -autor de El río distante-, diestros narradores de un pasado pleno de significacion. En las obras de estos creadores percibimos un interes profundo por las vivencias del niño, mas que por las peripecias anecdóticas; la historia tiende más a evocar el suceso como fue vivido que a rescatarlo del olvido en forma objetiva. Las páginas de recuerdos de ambos escritores -fundamentalmente dedicados a la expresión lírica- se encuentran estrechamente ligadas a lo poetico, evidenciado tanto en el tratamiento del tema como en su lenguaje.
Mientras que Manuel Mujica Láinez y Marcelo Birmajer evocan sus años de niño en Buenos Aires, la infancia provinciana aparece en Ias obras de Jorge Vocos Lescano, Domingo Bravo, Abelardo Arias y María de Villarino. En la obra de Vocos, el escenario sera la tierra cordobesa; Domingo Bravo evoca su niñez santiagueña, Abelardo Arias recuerda el pasado en Mendoza y Maria de Villarino rememora sus años en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires.
La obra de Maria Rosa Oliver se destaca en el conjunto por una caracteristica singular: la parálisis, que no Ie impidió brindarnos paginas plenas de optimismo y amor por el ser humano.
Alberto Gerchunoff, Syria Poletti, Rosalía de Flichman, Abrasha Rotemberg y Luis Varela nos hablan de la infancia relacionada con paises allende el mar y con tradiciones y religiones diferentes.
Bernardo Verbitsky, María Arcuschín, Felipe Fistemberg Adler, Mito Sela, Alcides Bianchi, Baldomero Fernández Moreno, Fernando de Querejazu, Carlos Gorostiza, Raúl Fernández Otero, Gladys Onega y María Rosa Lojo, entre otros, recuerdan su niñez de hijos de inmigrantes.
Jorge Torres Zavaleta, en cambio, evoca la infancia en una familia criolla.
En todos los escritores mencionados, observamos una intencion evocadora que revive momentos alegres y amargos, con la indudable certeza de que unos y otros los han llevado a un presente desde el cual los recuerdan con añoranza.
La ominosa necesidad de no morir del todo, la soledad lejos de la tierra natal, el afan de rescatar un tiempo mejor, fueron algunas de las motivaciones que dieron origen a obras de esta indole.
Asistiremos, en el curso de los años venideros, al surgimiento de nuevas paginas autobiográficas; el escritor, aunque inmerso en el mundo, nunca dejará de mirar hacia su interior.



EL ENSAYO: DEFINICIONES E HISTORIA

En el año 1611, cuando se publica en Barcelona el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastian de Covarrubias, la principal acepción del término es la referida a los metales. “Ensayar” es verificar si el oro, plata y otros minerales son puros, y existe como oficio, el de “ensayador". Otra de las acepciones es la de embuste, de tentativa de engaño. La idea fundamental es la de prueba, tanto en estas significaciones como en la que tiene vinculación con el arte dramático; entre los comediantes, es la prueba que hacen antes de la presentación en público. Encontramos, por último, la palabra “ensayo" con el sentido de prueba en secreto de un torneo u otro ejercicio de armas. Como vemos, aún no tiene el sentido que le damos en la actualidad, en cuanto a especie literaria.
En el Diccionario de Autoridades (Madrid, 1732), "ensayo" es “inspección, reconocimiento y examen del estado de las cosas" (1). Paralelamente, sigue conservando su significado de prueba de una comedia, torneo u otro festejo. En lo que se refiere a reconocimiento, inspección y examen, ya encontramos una aproximación al concepto actual de ensayo, donde el autor se cuestiona un tema concreto. En esta misma obra, el término encierra la idea de réplica de inferior calidad; por ejemplo, Fray Luis de León, en Los Nombres de Cristo, dice que el amor humano es sombra y ensayo del amor divino.
En el siglo XX, Gili Gaya, en su Tesoro Lexicografico (Madrid, Instituto Superior de Investigaciones Cientificas, 1957) recoge las diferentes significaciones del término desde la época de Nebrija. Cabe destacar la acepción dada por Rosal en el año 1601: ensayar es examinar con astucia y agudeza, previniendo el futuro. Pero esta loable condición de vislumbrar lo que vendrá tiene una connotación negativa, ya que se lo define como un "ardid y traza maliciosa"(2), es decir, la utilización de la perspicacia al servicio de fines reprobables.
Corominas, en su Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, (Madrid, 1954, Tomo II), señala que "ensayo” proviene del latín exagium (del mismo origen que exigere y examen): acción de pesar. La primera documentación de este vocablo se halla en Gonzalo de Berceo y lo encontramos en todas las lenguas neolatinas. En latín poseía el significado de "comprobación”, del que se pasó a “prueba" e intento”.
Agrega Corominas que la acepción “obra ligera didactica y provisional”, que surge a principios del siglo XIX, es copiada del frances essai y del ingles essay. Mas adelante veremos las críticas que se efectúan a la adopción de este vocablo, calificado de “exótico” y extraño a nuestra lengua (3).
En el Diccionario general ilustrado de la lengua española (Barcelona, 1968), volvemos a encontrar las acepciones relacionadas con el metal o con la pureza de la moneda y tambien las referidas a la acción de probar. Esta obra incluye el significado literario del vocablo: "Genero literario, en prosa, de caracter didactico, que trata con brevedad de temas filosóficos, artísticos, históricos, etc."(4).
El Diccionario de la lengua española (Madrid, Real Academia Española, 1970), junto a las mencionadas acepciones referidas a los minerales y a las obras dramáticas, consigna la significación literaria del termino: “Escrito, generalmente breve, sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma materia" (5).
En el Diccionario de literatura española (Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1972), dirigido por German Bleiberg y Julian Marias, este último define al ensayo como un escrito, por lo general breve, en el que se trata un tema "Sin pretensión de agotarlo ni de aducir en su integridad las fuentes y justificaciones”. Lo califica de "genero literario moderno”, cultivado por Montaigne, Addison y Pope, entre otros. En cuanto a su utilidad, nos dice: “El ensayo tiene una aplicación insustituible como instrumento intelectual de urgencia para anticipar verdades cuya formulación rigurosamente científica no es posible de momento, por razones personales o históricas; con fines de orientación e incitación, para señalar un tema importante que podrá ser explorado en detalle por otros; y para estudiar cuestiones marginales y limitadas, fuera del torso general de una disciplina” (6).
En la Enciclopedia de las Artes (Barcelona, S/F, Tomo I), se define al ensayo como un “Escrito, generalmente monografico, que concentra el estudio de un tema para dar sugerencias, abrir polémica sobre él o dar a conocer aspectos inéditos” (7). Se lo diferencia del tratado tanto por su extensión como por su mas amplio tratamiento del tema, y podríamos agregar, también, que el tratado incluye un aparato critico explícito, no así el ensayo, calificado por Jose Ortega y Gasset como “la ciencia, menos la prueba explícita” (8). Esta enciclopedia trata asimismo el tema del ensayo en su aspecto musical y dramático.
La Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana (Bilbao, S/F, Tomo XX) señala las acepciones de la palabra en ambitos harto diversos. El significado general es el de “examen, reconocimiento, prueba”, muy semejante al que da el Diccionario de Autoridades. Pero lo que mas nos interesa es la significación de esta palabra en el ambito literario. La define como la primera producción de un escritor o de un artista, como un escrito, generalmente breve, sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma materia y como "titulo que se da a ciertas obras elementales en que sólo se trata una cuestión desde un punto de vista restringido; verbigracia; ensayo sobre la pintura, ensayo sobre el arte antiguo”.
A diferencia de lo analizado anteriormente, en esta obra se realiza un enjuiciamiento critico del termino: “Hay que observar que esta voz modernamente la usan los autores ingleses, franceses e italianos, en el sentido de ‘escrito que trata superficialmente un asunto cualquiera’, pero en buen castellano tal denominación es exótica y ajena a la pureza del idioma. La voz ENSAYO o ENSAYE limitó siempre su acepción a expresar PRUEBA, EXAMEN, INSPECCION, RECONOCIMIENTO, etc. de una cosa antes de sacarla en publico" (9).
A continuación, los autores mencionan al P. Juan Mir, quien señala como mas apropiadas las voces “bosquejo", “esbozo”, "compendio" y "proyecto".
Como conclusión, podemos decir que la acepción española de "prueba” o “tentativa" nada tiene que ver con el sentido literario que le damos, heredado de Francia e Inglaterra. Renombrados autores se ocuparán de señalarnos que el ensayo literario no es una tentativa, aunque si entraña una búsqueda.

Campo semántico del vocablo

Cuando nos preguntamos qué es un ensayo, la respuesta no surge con facilidad. Este género multiforme, difícil de definir, nos impide ceñirlo a reglas fijas. Esta impresión nuestra se ve corroborada cuando leemos las obras de los ensayistas europeos y americanos, del pasado y de la actualidad, y las vemos tan diferentes unas de otras. A pesar de este insalvable obstaculo, trataremos de señalar sus características fundamentales.
A criterio de Anderson Imbert: “el ensayo es una composición en prosa, discursiva pero artística por su riqueza en anécdotas y descripciones, lo bastante breve para que podamos leerla de una sola sentada, con un ilimitado registro de temas interpretados en todos los tonos y con entera libertad desde un punto de vista muy personal" (10).
Estamos, entonces, en condición de deslindar los principales elementos propios del ensayo: todo ensayo es una obra crítica, donde el autor se ocupa de los mas variados temas, sean éstos artísticos, históricos, sociológicos, metafísicos o de cualquier otro tipo. El estilo es personal; en el ensayo, tan afín a la poesía, el autor expresa sus sentimientos, adhiere o rechaza, censura o elogia. Como consecuencia de esto, hay en todo ensayo una fuerte carga de subjetividad. A diferencia del tratadista, el ensayista no detalla las pruebas en que se basa para hacer sus afirmaciones. Su tono es conversado, coloquial, lo que posibilita una comunicación mas fluida entre autor y lector. Este autor que dialoga se deja llevar por sus pensamientos, por sus recuerdos, y es así como encontramos copiosas digresiones. Por último, debemos reiterar la enorme libertad de que goza el ensayista para componer su obra, libertad que nos hace casi imposible la clasificación del ensayo en categorias rigidas.
Al respecto, Jaime Rest afirma: "Sin duda lo que singulariza a un drama o a un poema resulta muy evidente, pero el ensayo es escurridizo y mimético, de modo que no se ajusta con facilidad a un encuadre inequivoco. Habitualmente es un texto breve en prosa en el que prevalece la exposición de ideas mas bien que la imaginación. Pero ello no impide que Facundo o Radiografía de la pampa sean ensayos, pese a su extensión insólita; la circunstancia de que no se registren en nuestra lengua intentos de componer ensayos en verso no debe inducirnos a suponer que tampoco los haya habido en otros idiomas, pues de inmediato surge el recuerdo del inglés Alexander Pope que llevó a cabo tal experimento; y por añadidura, con el propósito de confirmar o apuntalar las ideas expuestas, a menudo los ensayistas no han vacilado en utilizar anécdotas ficticias (que acercan el procedimiento al cuento) o reales (que confunden el ensayo con la biografía y la historia” (11). El autor nos dice que el ensayo es el instrumento ideal para tratar temas que son materia de opinión, temas sobre los que no se puede dar una respuesta definitiva. Desde este punto de vista –señala-, es el medio mas adecuado para expresar juicios artisticos o literarios.
Raul H. Castagnino (12) sostiene que la confusión reinante se debe, en gran medida, a que se ha hecho un uso abusivo del vocablo para designar obras totalmente diferentes. Ante esta circunstancia, rescata un elemento comun a todos los ensayos: la amenidad. El ensayista se muestra mas deseoso de ser ameno que de ser erudito. Al logro de esta amenidad contribuye el estilo fresco y espontaneo; el autor ha trabajado conscientemente en la busqueda de este estilo que nos parece tan natural y despreocupado.
Se ha señalado, a lo largo de muchos siglos, la condición didactica del ensayo. El ensayo es didactico, basicamente, por lo que tiene de explorativo; en este tipo de obra es mucho mas importante señalar nuevos rumbos, plantear proposiciones, que llegar a soluciones concretas.
Lidia N. G. de Amarilla (13) afirma que el gran auge que tiene el ensayo en la actualidad se debe a que, agotado el gusto por las obras de argumento, la prosa necesita volcarse hacia otras especies. A esto se le suma el hecho de que la producción crítica ha aumentado considerablemente, lo que hace indispensable este tipo de trabajo. Por último, cabe destacar que público de toda edad y condición social manifiesta cada día mas interés en revistas y publicaciones periódicas; el ensayo es ideal para la difusión masiva, ya que la dispensa de aparato crítico lo vuelve agil y accesible.
Carmelo Bonet (14), catedratico, manifiesta sentirse mucho mas cómodo escribiendo ensayos que tratados. Este género le da una libertad que, de otro modo, se vería obstaculizada, tanto por la necesidad de recurrir a un aparato critico y a. un lenguaje académico, como por la convicción de que su obra sólo llegaría a doctos y especialistas.
Marcos Victoria (15) se ocupa de la personalidad del ensayista. Nos lo muestra como el improvisador, el escritor que redacta a vuelo de pluma, pero que tiene en su memoria conocimientos, paisajes, experiencias. El ensayista nos obliga a indagar, a no conformarnos, a acompañarlo en la búsqueda. Nos abre el camino hacia mundos que no habíamos sospechado. Su propósito es dejar en nosotros una inquietud que quizas mas tarde dé lugar a revelaciones. Se caracteriza por su inmersión en la propia interioridad; a diferencia del crítico, lo impulsa un movimiento centrípeto. La mayor riqueza del ensayo, su posibilidad mas fecunda, es la de ponernos en contacto con una subjetividad que se deleita en la indagación de su propio yo y de lo que lo rodea.
Nos referíamos anteriormente, cuando nos ocupábamos de las diferentes acepciones del término, a ciertos autores que sostienen que el ensayo no es el fruto de la improvisación, de la tentativa. Enrique Anderson Imbert expresa categóricamente: "Ni balbuceos ni primeros pasos fueron las paginas de Montaigne, padre del ensayo. La historia del ensayo no nos muestra un limbo de indecisos o aprendices, sino una rotunda asamblea de espíritus que se sentían seguros, ingeniosos y cabales" (16).
Por su parte, Estuardo Nuñez manifiesta la misma opinión: "La expresión ‘ensayo’ insinúa la idea de tentativa, de intento no logrado, de experiencia previa y no definitiva, de aventura intelectual imperfecta. Estas connotaciones resultan en desmedro de su vigencia y principalía actual" (17).
Cabe destacar que no hay acuerdo acerca de si las biografías deben ser consideradas o no ensayos. Lidia N. G. de Amarilla las incluye en este género literario: "Con cierta frecuencia se observa que los ensayistas contemporáneos se demoran en sus obras reflexionando, con toda suerte de digresiones, acerca de los autores que han contribuido a su propia formación intelectual. Hay cierta actitud gozosa en este intento, como si se tratara de ensayos dirigidos a la captación total de los pensamientos de aquellos autores con quienes coinciden o mantienen correspondencia" (18).
Roberto Giusti niega a la biografía condición de ensayo, a tal punto que no se ocupa de ella en un estudio sobre el tema: “Con todo, ha quedado deliberadamente fuera de esta reseña una copiosa producción impresa que entendí no cabía, tampoco juzgada con criterio muy elastico, bajo la denominación, aunque fluctuante y relativa, de ensayo. 0 ella entra en la historia del periodismo, el de ambiciones literarias o integra la obra literaria de novelistas, costumbristas, humoristas, historiadores, moralistas, filósofos y poetas como aporte marginal: crónicas de viaje, confesiones, evocaciones, recuerdos, biografías, semblanzas” (19}.

Breve sintesis histórica

El ensayo es una forma tipicamente renacentista pero -afirma Estuardo Núñez-, en obras de la Antigüedad podemos encontrar atisbos de este tipo de creación. La obra de Aristóteles, la Poética, presenta estas caracteristicas.
Los tratados, género mas culto de la Antigüedad grecolatina, pueden aproximarse al ensayo. Esto es lo que sucede con la Anabasis de Jenofonte, los Caracteres de Teofrasto y la Epistola a los Pisones de Horacio, también conocida como Arte Poética.
La critica coincide en señalar a Luciano de Samosata como el primer ensayista. Su prosa se caracteriza por la serenidad, la universalidad y la ironia. Emplea en sus escritos la forma de dialogo; este recurso, que nos parece extraño, le permitía dar múltiples opiniones sobre el tema. Despues de Platón, el dialogo pasó a ser una eficacísima herramienta didactica, y el ensayo lo vio como una forma excelente de transmitir las ideas. Luciano de Samosata trató, fundamentalmente, el tema del ocaso de los dioses, pero no por ello dejó de expresar su sentir acerca de las miserias fisicas y espirituales, acerca de las debilidades de la sociedad de su tiempo.
Marcos Victoria resume en pocas palabras las condiciones de este autor: “Inquietud en los pies y en el alma, ironia, libertad interior, erudición, originalidad como no la hubo antes, el estilo mas seductor, el mas atico de los griegos, al hablar y al escribir. Todo lo tuvo Luciano. Somos sus herederos. Con él comienza a existir el ensayo” (20).
El ensayo de Luciano asumía la forma de un diálogo en el que tomaban parte varios interlocutores. En el siglo XVI, Erasmo monologa, expresa sus ideas en un fluir ininterrumpido, poniéndolas en boca de la Locura. En los ensayos de Montaigne (1533-1592),el tono es el de una conversación intima entre el autor y el lector. El padre del ensayo escribe sobre una enorme variedad de temas, hecho este que ya no volverá a repetirse; pues sus continuadores enfocarán un aspecto restringido de una tematica que seguirá siendo amplia.
Montesquieu (1689-1755) tambien adopta el ensayo para sus Cartas Persas. Esta obra está formada por una colección de cartas que los protagonistas, dos viajeros persas, escriben a sus mujeres, sirvientes y amigos, y por las contestaciones que estos les envían. A esta correspondencia se agrega la que intercambian los sirvientes, completando asi una visión global. Este recurso, muy ameno por cierto, permite al autor deslizar sus opiniones sobre la sociedad y la cultura francesas, a menudo mediante comparaciones con las costumbres de su pais. Esto obedece a la intención didactica del autor, que intenta moralizar por medio de la satira.
La critica señala que el ensayo nació en Francia, pasó a Inglaterra y de alli regresó a su pais de origen enormemente enriquecido. El ensayo, forma proteica, se adapta perfectamente al espiritu libérrimo de los ingleses y en esa tierra ha dado grandes ensayistas. Bacon (1561-1626) y Addison (1672-1719) son sus más dignos exponentes. Bacon se ocupa de los mas profundos problemas humanos, de las cuestiones metafisicas. Addison -a quien se considera antitético al primero- prefiere los temas relacionados con su época. La temática de Bacon es variadisima, circunstancia que lo acerca a Montaigne, aunque no sabemos a ciencia cierta si lo conoció. En cuanto al estilo, en ambos autores se caracteriza por la gracia, humor, limpieza y agilidad.
Ya mas cercanos en el tiempo, debemos mencionar a Diderot, Madame de Stäel, Hipólito Taine, Ralph Waldo Emerson, T. Carlyle, Paul Valery, Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset, autores que contribuyeron a que este genero, surgido hace relativamente poco, haya alcanzado un lugar de honor en las letras.
En Sudamérica, el ensayo ha tenido enorme éxito. Estuardo Núñez señala que el ensayo hispanoamericano tiene sus raices, indudablemente, en los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega. Entre los ensayistas mas destacados podemos nombrar a Unanue, Bolivar y Andrés Bello en las épocas de la emancipación. Han sido ensayistas Sarmiento, Alberdi, Manuel Ugarte, José Enrique Rodó y, más tarde, Ricardo Rojas y Alfonso Reyes, entre otros.
El ensayo argentino, en nuestro siglo, goza de gran prestigio. Roberto F. Giusti (21) describe los ensayos de algunos autores:
Ezequiel Martinez Estrada, autor de Radiografia de la Pampa y La cabeza de Goliat, nos ha dejado escritos originales, de gran fuerza persuasiva.
Un insigne novelista, Eduardo Mallea, contribuyó con su obra al enriquecimiento de este nuevo género. En El sayal y la purpura analiza temas concernientes al ser humano en general, a la tierra o a su propia subjetividad.
En Carlos Alberto Erro encontramos un cultor del ensayo de tipo filosófico, sociológico y literario. Conocedor del pensamiento de Kierkegaard, Unamuno y Péguy, se aboca a la indagación acerca de la angustia del hombre.
El ensayo literario, cultivado por Miguel Cane, ha tenido en nuestro siglo numerosos y diestros exponentes. Entre ellos cabe destacar a Rafael Alberto Arrieta, Ricardo Saenz Hayes, Jorge Luis Borges y Victoria Ocampo. Muchos de estos autores han tenido marcada afinidad con la literatura inglesa, en la que el ensayo tiene grandes cultores.
Alberto Gerchunoff fue un gran improvisador, un agudo observador. Movido por una tendencia natural de su espiritu a la satira, redactó valiosas paginas sobre los fenómenos sociales y, en especial, sobre los argentinos.
Victoria Ocampo, fundadora y directora de la revista Sur, ha cultivado el ensayo, ocupandose de temas concernientes al espiritu y al mundo. Ha reivindicado, por medio de su obra, la posición de la mujer en la sociedad.
El ensayo critico dialogado encuentra una elogiable expresión en la obra de Carlos Obligado, La cueva del fósil, en la que el autor juzga la producción de Leopoldo Lugones, apoyándose en una vasta información literaria.
Además de los mencionados por Giusti, muchos ensayistas aportaron y siguen aportando su ingenio a las letras argentinas. Nombraremos sólo algunos de estos autores que contribuyeron al engrandecimiento del género en nuestro pais: Delfina Bunge de Galvez, Fryda Schultz de Mantovani, José Gabriel, Juan P. Ramos, Bernardo Canal Feijoó, Julio Irazusta, Guillermo Ara, Raul H. Castagnino, Julio Caillet-Bois, Delfin L. Garasa y Rodolfo Modern.

Notas
(1) S/F: en Diccionario de Autoridades. Madrid, 1732. Pag. 493.
(2) Gili Gaya: Tesoro Lexicografico. Madrid, Instituto Superior de Investigaciones Cientificas, 1957. Pag. 907.
(3) Corominas: Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana. Madrid, 1954, Tomo II. Pag. 299.
(4) S/F: Diccionario general ilustrado de la lengua española. Barcelona, 1968. Pag. 697.
(5) S/F: Diccionario de la lengua española. Madrid, Real Academia Española, 1970. Pag. 539.
(6) Marías, Julián: en Bleiberg, Germán y Marías Julian (directores): Diccionario de literatura española. Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1972. Pag. 293.
(7) SF: Enciclopedia de las artes Barcelona S/F, Tomo I, pag. 554.
(8) Ortega y Gasset, Jose: en Diccionario de Literatura Española, pág.293.
(9) SF: en Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana. Bilbao, S/F, Tomo XX. Pag. 94.
(10) Anderson Imbert, Enrique: Ensayos, Buenos Aires, 1946, pag. 123.
(11) Rest, Jaime: “Panorama del ensayo”, en Historia de la literatura argentina, Buenos Aires, CEAL, 1980. Tomo I, pag. 97.
(12) Castagnino, Raul H.: "Estructura del ensayo", en La Prensa, Buenos Aires, 23 de marzo de 1975.
(13) Amarilla, Lidia N. G. de: El ensayo literario contemporáneo, Facultad de Humanidades, La Plata, 1951.
(14) Bonet, Carmelo: Apuntaciones sobre el arte de juzgar, 1936.
(15) Victoria, Marcos: Teoría del ensayo, Buenos Aires, 1975.
(16) Anderson Imbert, Enrique: op. cit. pag. 122.
(17) Núñez, Estuardo: “Proceso y teoría del ensayo", RHM, XXXI, 1965, pag. 361.
(18) Amarilla, Lidia N. G. de: op. cit. pag. 84.
(19) Giusti, Roberto: "La crítica y el ensayo”, en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL. Tomo IV, pag. 509.
(20) Victoria, Marcos: op. cit. Pag. 26.
(21) Giusti, Roberto: op. cit.

(Trabajo dirigido por el prof. Arturo Cambours Ocampo, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1983)

 

SILVINA BULLRICH: ESCRIBIR EN LA ARGENTINA

Para saber sobre la vida y la obra de Silvina Bullrich, recurrimos al Diccionario biografico de mujeres argentinas de Lily Sosa de Newton. Allí leemos que la escritora nació en Buenos Aires en 1915. Se desempeñó como profesora de Literatura Francesa en la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata y en el Instituto Frances de Estudios Superiores. Entre sus obras mencionamos La redoma del primer angel (1943), Segundo Premio Municipal de Literatura en Prosa; Bodas de cristal (1951), Un momento muy largo (1962), Primer Premio Municipal de Novela y Los pasajeros del jardin (1971), Segundo Premio Nacional. Su obra fue traducida a varios idiomas. En 1982, recibio las Palmas Academicas de Francia. Viajó por el mundo y escribió reportajes y cronicas para La Nacion. Tambien colaboró en otras publicaciones y realizo programas televisivos.
En un trabajo dedicado a estudiar la obra que las escritoras produjeron entre 1940 y 1970, las investigadoras Renata Rocco-Cuzzi e Isabel Stratta incluyen a Silvina Bullrich. Se la relaciona con el "fenomeno del bestsellerismo", esos libros "escritos con una premisa basica: la repeticion de fórmulas de exito {un poco de amor, un poco de sexo, un poco de violencia) tematizados en asuntos de rigurosa actualidad" que tienen como antecedente principal a la novela de folletín.
"Diversificados los sistemas de consagracion y los gustos literarios, ampliado cierto habito de lectura a nuevas capas de la población -en buena medida mujeres- y desarrollada la industria editorial nacional, 'los muy leidos' -que en la decada del cuarenta y cincuenta eran autores extranjeros como Vicky Baum, Pearl Buck o Virgil C.Georghiu- han pasado a ser en la del sesenta autores argentinos. Beatriz Guido, Marta Lynch, Silvina Bullrich y más recientemente autoras como Poldy Bird, comparten el exito de ventas con las traducciones de los principales best-sellers internacionales".
Cuando aun vivia la escritora -que es cuando escriben este trabajo-, Rocco-Cuzzi y Stratta la consideraban "sin lugar a dudas, la autora argentina de best-sellers por excelencia", condición que, segun demuestran, ella asumía. Recuerdan que en Escandalo bancario (1981). no hesita en afirmar: 'Considero que al argentino actual le interesan los temas económicos y a mi, legitimamente, me interesa interesar a mis lectores", enmarcando en tal declaracion la linea -escribir para el exito de mercado- hacia la cual se han ido angostando las dos anteriores en las que podia bifurcarse su producción: la de la tematica politica y la del intimismo feminista”.
Se ocupan de estas dos vertientes, a continuación: "Moralizar lo politico y desviar de los cauces de la moral tradicional a las relaciones amorosas podrian ser, esquematicamente, los dos gestos básicos que definen a cada uno de los dos grupos de novelas de esta autora que comenzó a publicar en 1943. Asi, en las inscriptas en el primero de ellos: Los burgueses, Los salvadores de la patria, La creciente, la critica es en realidad una admonicion moral a los individuos que tienen de un modo u otro la responsabilidad del ejercicio del poder. La hipocresia de una clase en la primera, la inescrupulosidad y oportunismo de los miembros del poder legislativo en la segunda y la pusilanimidad de un gobernante en la ultima, es lo que resulta cuestionado en cada caso, no la determinada accion o posicion politica. En el otro grupo, del que son representativos Bodas de Cristal (1952), Teléfono ocupado (1956), Mañana digo basta (1968), adulterios, amantes, conflictos existenciales de mujeres de la burguesía constituyen tambien un seguro pasaporte a las ventas".

La creadora y su obra

A este segundo grupo pertenece Te acordarás de Taormina, publicada en 1975, novela en la que Bullrich hace interesantes consideraciones sobre la creación. Se trata de una extensa carta que una mujer de la clase alta escribe a su hija, nacida al finalizar la Primera Guerra Mundial. La fecha de nacimiento de la escritora y la de la destinataria de la carta coinciden, asi como tambien coinciden otros datos que se van vertiendo a lo largo de las paginas. En la extensa epistola se plantea la contraposición entre la forma de vida que llevaron las mujeres en nuestro pais durante varias decadas, ejemplificada en las existencias de madre, hija y nieta, principalmente, y tambien evidenciada en otras mujeres de la familia.
A la madre, que escribe el texto, le ha nacido una hija escritora; consternada le dice: "Debes hacerte cargo de que tengo mas de ochenta años, no entiendo nada del mundo actual y soy ademas como una gallina que ha empollado un huevo de pato". La educacion que se dio a la hija y a sus hermanas, es resumida con estas palabras: “Debian casarse, tener hijos, manejar algunos criados como yo. Debian saber que la plateria tenia que ser limpiada todos los viernes, que apenas habia que almidonar las sabanas de hilo... pero pensandolo bien tampoco les enseñé eso, ni eso ni nada. Debia ser la mujer de un hombre, lo demas viene siempre por añadidura".
En cambio, contra sus expectativas, se encuentra la madre con una hija "marcada sabe Dios por qué con la aureola del exito, con una capacidad que nadie intentó desarrollar en ti, con un imprevisible y enorme pie de geisha con raíces potentes que rompe las vendas y crece hasta que su dueña puede calzar un zapato que no le estaba destinado". Y, aunque luego ira modificando su actitud, al iniciar la novela, le dice: "De haberlo yo sabido hubiera preferido verte nacer muerta como a tu unico hermano varon, te hubiera evitado esa cruz refulgente, esa corona de espinas que parece de brillantes y llevas con orgullo mientras sangras por dentro".
En esta obra vuelve a ocuparse del tema de la vocacion, que ya habia tratado en varios ensayos. "Vocacion quiere decir llamado" –recuerda-, y se refiere a lo que sucede a quienes escuchan ese llamado: "En tu pais te hacen lo mismo que les hicieron a tus demás colegas, a los que se suicidaron aunque ahora tienen estatuas o eligen sus fechas para el dia del escritor; o te hacen decir sandeces; el mas humilde empleado de banco contestaría mejor que tú al leer la transcripción de tus palabras".
En boca de la madre pone Bullrich la valoracion de la carrera de esta escritora: "Tu carencia total de frivolidad, tu desden por el pasatiempo, tu sed de inmortalidad pudieron haberte llevado por caminos menos mundanos que esos exitos literarios que te hunden ante mi sorpresa en vanidades transitorias y te alejan de esa sed insaciable de perfeccion que marcó tu vida y tu obra hasta que te descubrieron los flash de los fotógrafos con lentes deformantes, las adaptaciones cinematograficas falseando tu obra, los reportajes monotonos y rastreros, y esa etiqueta con una palabra que no sé cuando entro en el lenguaje: bestseller".
En cuanto al exito, y a la importancia del mismo en las relaciones sociales, la consideracion de la narradora no es menos amarga: "No te invitan porque tengas talento sino por el hecho fortuito de que ese talento te ha sido reconocido en la plenitud de la vida y tu popularidad te hace caer por propia gravitacion en la lista de los invitados, como cae una mosca en un papel dulce y engomado preparado para ese fin".
Al finalizar la obra, 1a hija escritora le dice a la madre agonizante: “Yo soy libre y eso cuesta caro. Cuesta soledades, calumnias, injurias, falsedades, rótulos inexactos que nos cuelgan al cuello, celos, envidias, reportajes deformados, toda una retahila de interpretaciones maliciosas, de mala fe, de un odio que se alimenta sólo en eso: en mi libertad, en lo que ellos llaman mi exito y yo mi realizacion como ser humano. Mi verdad que ellos transforman en mentira. Todo lo pago, conozco el premio y sigo adelante".
Aunque Te acordaras de Taormina no es una autobiografia explicita, como otra que escribió la autora, encontramos en esta obra a la creadora haciendo un balance de su vida, desdoblándose en dos personajes que nos hablan de las alegrias y sinsabores que conllevó escribir en la Argentina en una determinada epoca y a la luz de ciertos principios.

(LA CAPITAL, Mar del Plata, 20 de junio de 1999)

 
 

BOMARZO, UNA OPERA ARGENTINA

Novelista y cuentista relevante, Manuel Mujica Láinez estuvo vinculado al cine y al teatro, tanto como escritor como en su labor de traductor o asesor. Seguimos al respecto la cronología elaborada por Jorge Cruz, a la que incorporamos datos provenientes de nuestra investigación en archivos de teatros, museos y diarios.
La primera intervención de Mujica Lainez en el cine data del año 1945; en esta fecha colabora como asesor literario en la realización del filme Cuando en el cieIo pasen Iista. La película, dirigida por Carlos Borcosque, fue estrenada el 29 de noviembre de dicho año. En 1946 realiza la adaptación cinematográfica de Capitán Pérez, un cuento de Carlos Octavio Bunge; dirigió el filme Enrique Cahen Salaberry; se lo estrenó en el cine Monumental el 7 de febrero.
En 1981 se estrena la versión cinematográfica de tres cuentos de Misteriosa Buenos Aires, obra publicada en 1950. La pelicula fue titulada De la misteriosa Buenos Aires y reúne los cuentos “EI hambre”, "La pulsera de cascabel" y "El salón dorado". Fue estrenada el 10 de septiembre (vispera del cumpleaños del escritor) en los cines Ideal II y Grand Splendid. La dirigieron Alberto Fischerman, Ricardo Wulicher y Oscar Barney Finn. EI guión fue escrito por Ernesto Schóo y los tres directores. Luis Maria Serra compuso la musica y la protagonizaron Aldo Barbero, Eva Franco, Julia von Grolman y elenco. Este filme ganó la primera mención en el XXIII Festival Internacional de Karlovy Vary, Praga, que tuvo lugar entre el 3 y el 15 de julio de 1982.
EI aporte del autor de Los Idolos al cine no puede compararse con su importancia en el ambito teatral, en el que destaca la ópera Bomarzo, de la que nos ocuparemos mas adelante. Estuvo ligado al drama como autor y también como traductor. En 1964 se estrena Les femmes savantes de Moliere en el Teatro Comedia Nacional Argentina. En 1967, el Teatro Liceo ofrece Les fausses confidences, de Marivaux, traducido por el escritor. Un año despues, se estrena Sueño de una noche de verano de William Shakespeare, en la versión de Mujica Lainez y Guillermo Whitelow; se representó en el teatro Caminito, dirigida por Cecilio Madanes. En 1982, finalmente, se presenta Fedra, de Racine, traducida diez años antes.

Viajes a Bomarzo

Cuando se le preguntó acerca de las constantes en su obra, Manuel Mujica Lainez contestó: "Mi Buenos Aires natal y la evolución y decadencia de su vieja clase representativa; las evocaciones históricas internacionales (Bomarzo, EI unicornio, El laberinto, EI escarabajo); y el desquite, a través de la ironía, sobre la severa tarea que la historia me impuso (Cronicas reales, De milagros y de melancolías, El viaje de los siete demonios)".
María Emma Carsuzán comenta la inclinación del escritor por los temas históricos; dice que hay un "aspecto serio, profundo, de la personalidad de Mujica Lainéz que él pretende velar tras la apariencia de esa elegancia malgre tout, un poco frivola de los caballeros porteños de fin de siglo. Es el aspecto del lector asiduo, infatigable, además del de investigador de la historia y de observador estudioso de todas las manifestaciones del arte".
Jorge Cruz, autor de un interesante libro sobre Manucho nos recuerda que, en 1958, el escritor visitó por primera vez Bomarzo, cerca de Viterbo, en Italia, y quedó impresionado por el "parque de los monstruos", algo alejado del castillo que data del siglo XII. "Lo que presentí entonces y fue mi clave futura es que cada uno de esos monstruos representaba, como un símbolo, un momento de la vida del duque Orsini, que los había mandado a esculpir”, dijo a a Cruz. "En mi libro he intentado la reconstrucción novelesca de su vida, teniendo por guías a esos monstruos”.
En la novela, el duque Orsini, de catorce años, relata: “Soñé que estaba en un parque rocoso, poblado de enormes esculturas. Era el parque de Bomarzo. Yo no podia entenderlo aún, pero ése era el parque futuro de Bomarzo, mi obra peregrina. Y en medio de los monstruos, los dragones, los titanes, que emergían de la fronda, experimentaba un alivio maravilloso, Me perdía entre ellos, como en una floresta encantada y, aunque los demás temían a su ejército fantasmal, yo los amaba, amaba a mis monstruos de piedra, porque sólo rodeado por su guardia, por sus zarpas, por sus fauces, por sus colosales esqueletos agrietados, sería capaz de seguir viviendo, viviendo, viviendo eternamente".

Premios, puestas en escena

En el año 1963, Mujica Lainez recibe el Primer Premio Nacional de Literatura (1960/2) por la novela. Al año siguiente se Ie otorga, por Ia misma obra, el Premio Kennedy de Literatura (1959/63), compartido con Julio Cortázar.
No era la primera vez que recibía un premio nacional, ni sus meritos eran desconocidos para los lectores. Varios años antes, Romulo Quintana lo habia definido como un "escritor de sobresaliente jerarquia". En el diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, el 9 de junio de 1946, Manuel Galvez afirmó que se trataba de un "escritor de la nueva generacion, dotado de talento y dueño de una prosa admirable".
En 1964 se estrena la cantata Bomarzo, con música de Alberto Ginastera, en Washington. Al año siguiente, dicha cantata se presenta en el Teatro Colon, de Buenos Aires. La dirigio Maurice Le Roux, fue interpretada por el baritono Víctor de Narke y narrada por Luis Medina Castro. Dos años despues, viaja a los Estados Unidos para el estreno de la opera homonima, en el Lisner Auditorium de la Universidad George Washington, en Washington. Por ese entonces, se excluye Bomarzo del programa del Colon. Este hecho no debe haber sorprendido al escritor, quien ya aludia a esa posibilidad en su novela: "Como éstas son las memorias sinceras de un señor cautivo del Diablo y no una novela pornografica -aunque no se de qué modo las clasificara la imprevisible censura actual-", dice Orsini, al relatar un pasaje escabroso.
En 1968 -anota Cruz- Mujica Lainez realiza un nuevo viaje a los Estados Unidos para asistir al estreno de la opera en Nueva York, en el State Theatre del Lincoln Center. En el mes de mayo, Radio Excelsior emite Bomarzo, episodio radial en un capitulo de ciento veinte minutos. En ese mismo año es nombrado Comendador de la Orden al Merito, de Italia.
En abril de 1972 se estrena la opera en el Teatro Colón, interpretada por la Orquesta, Coro y Ballet Estables del Teatro. Tito Capobianco estuvo a cargo de la produccion y puesta en escena, Antonio Tauriello dirigió la orquesta; Tulio Boni, el coro; Maria Ruanova, el ballet, y Vicente La Ferla fue el director musical de escenario. La música es de Alberto Ginastera y la coreografia fue realizada por Oscar Araiz.

Deformidad, eternidad

En el protagonista de la opera encontramos ecos de un personaje que Mujica Lainez habia forjado en 1950. En "La casa cerrada (1807)", uno de los cuentos de Misteriosa Buenos Aires, un soldado se confiesa: había matado a un "ser horrible (...) Se trataba, indudablemente, de un hombre. De hombre tenia la cabeza barbuda, pero su cuerpecito diminuto era el de un niño, con excepción de las manos grandes, cubiertas de vello, obscenas".
En sus memorias, Orsini escribe: "Cuando nací, el Esculapio hogareño que tuvo a su cargo la tarea de facilitar mi ingreso en el mundo destacó una anomalia en mi espalda, provocada por Ia corvadura y desviación de mi columna vertebral hacia el lado izquierdo. Luego, al crecer y definirse mi cuerpo, se tuvo Ia certidumbre de que aquello era una giba, corcova, joroba, llámesela como se la quiera llamar -ya lo he dicho, ya lo he dicho-, deformación a la cual se sumó otra, en la pierna derecha, que me obligó a arrastrarla levemente y que el Esculapio en cuestión no pudo advertir en el primer instante".
Aunque el protagonista de la ópera no está en condiciones físicas y psicológicas tan desfavorables, algo lo aproxima a este joven de la colonia: tanto uno como el otro causan vergüenza a su familia, son motivo de oprobio para quienes debieran comprenderlos. Y algo los distancia: mientras que el "ser horrible" muere en 1807, Pier Francesco goza de vida ilimitada. Refiriendose a sus mayores y a sus hermanos, el duque exclama: "¡Y que equivocados estaban los cuatro Orsini en lo que a eso concernía, pues quién iba a sugerirles la extravagante idea inverosimil de que algun dia (ahora) yo escribiria sobre ellos, en tanto que ellos estarian muertos, bien muertos, reducidos a polvo, con cuatro siglos de muerte y de olvido encima y sin nadie mas que yo para recordarlos!".
Vida eterna Ie auguró el astrólogo; vida etema Ie ha dado Mujica Lainez en esta novela memorable.

(LA NUEVA PROVINCIA, Bahía Blanca, 1998)

ENRIQUE LARRETA Y SU DISCIPULO

Una personalidad descollante tuvo fundamental importancia en el acercamiento de Mujica Láinez a lo hispánico; nos referimos a Enrique Larreta, con quien se relacionó, en primera instancia, por motivos ajenos a la literatura. Los padres y el abuelo materno del autor de Bomarzo cultivaron la amistad del ilustre hombre de Letras. En el seno de la familia conoció Mujica Láinez al propietario de “Acelain”, así como también a Manuel Galvez.
A estos lazos se suman los que, años más tarde, el novel escritor anudaría con el ya laureado creador. Enrique Larreta presintió los frutos que surgirían de la delicada inspiración de Mujica Láinez y lo instó a alimentar esa llama. Testimonios de la afición del escritor maduro por el joven autor de veintitrés años son las cálidas líneas de dedicatoria en el retrato de Zuloaga y el soneto “Los versos”, en el que se vislumbra ya la figura del unicornio.
Poco antes de su casamiento, Mujica Láinez se mudó al petit hotel adquirido por su padre en la calle O’Higgins, a pocas cuadras de la residencia de Enrique Larreta. Juntos se los podía ver caminando por las calles de Belgrano, comentando obras de arte, recordando la historia de alguna quinta: “La gente se sienta en los bancos y en el césped. Muévense, en el calor que abochorna al follaje, los abanicos y las pantallas con caras de niñas bonitas y avisos de refrescos. Todo esto es encantador y provincial, como es provincial y encantador encontrar a Enrique Larreta en una calle silenciosa, después del almuerzo, y caminar con él algunas cuadras”.
La amistad entre ambos fue profunda, a pesar de la diferencia de edades y de lo disímil de las experiencias que a cada uno había tocado en suerte vivir. Mujica Láinez siempre subrayó, al hablar de Enrique Larreta, la superioridad del maestro con relación al discípulo, del amigo mayor con respecto al joven, y nunca deja de afirmar que no se consideraba merecedor de tamaña deferencia. Por otra parte, el autor de La gloria de Don Ramiro fue testigo en la ceremonia civil de casamiento del joven novelista; un nuevo vínculo se agrega a los anteriormente mencionados.
En el año 1938 aparece Don Galaz de Buenos Aires, dedicado a Enrique Larreta. Encontramos en esta obra una doble influencia: primeramente, en lo atinente al tema y estructura del libro y, en segundo lugar, una influencia de atmósfera, de culto por lo español, que prendió vivamente en el adolescente habituado a las culturas inglesa y francesa. Mujica Laínez nos dice que tanto Glosas Castellanas (recopilación de artículos publicados en La Nación), como su primera novela, Don Galaz...., fueron para él “academias”. Esta expresión alude al aprendizaje que se realiza en artes plásticas, copiando a los grandes maestros antes de lanzarse a la plasmación de las propias vivencias.
Según el autor, estas dos obras tuvieron capital importancia en la formación de su estilo; fueron, bajo la mirada aprobadora de Larreta, “remedo de la prosa española”. En sus obras posteriores, Mujica Láinez fue volviendo más flexible este lenguaje inicial, pero nunca llegó a escribir, como muchos de los miembros de su generación, utilizando el lunfardo o el lenguaje coloquial. Sólo en algunas de sus últimas obras (Cecil, Sergio) aparece, muy de vez en cuando, alguna palabra de nuestro hablar cotidiano. Esta etapa de influencia española fue, a nuestro criterio, fundamental en la obra de Mujica Láinez; su estilo, casi cincuenta años después, sigue evocándola.
El autor admite abiertamente la filiación de su primera novela a la obra máxima de su maestro y amigo. En una conferencia dictada en el Museo de Arte Español Enrique Larreta, él expresó: “publiqué en aquellos años un pequeño volumen, Don Galaz de Buenos Aires, tan pariente, en su modestia, del esplendor de La gloria, que yo soñé, con ilusión vana, que sería algo así como su porteña hechura”.
La influencia de Larreta fue vastísima; abarca tanto el acercamiento a los español como la utilización de los tan mentados cuadernos de tapa dura. El autor modernista le enseñó, también, a rescatar los vocablos antiguos que, merced a la capacidad expresiva de los mismos, se vuelven irremplazables.
El legado deLarreta se evidencia, fundamentalmente, en la primera obra de Mujica Láinez, pero muchos elementos, lejos de ser utilizados circunstancialmente, se incorporan en forma definitiva, por ser la manifestación de su propio modo de sentir la creación y por estar íntimamente relacionados con su educación y con la clase social a la que tanto Larreta como el joven escritor pertenecían.
Tiene capital importancia en la influencia de Larreta todo aquello referido al movimiento modernista. Este movimiento, surgido en Latinoamérica a fines del siglo XIX, se caracterizó por un profundo subjetivismo, que lleva al autor a evocar, veladamente o no, experiencias personales. La acción de ambas novelas transcurre en un espacio familiar al autor, pues en él se ha desarrollado gran parte de su existencia: Avila, en lo que respecta a Larreta, y Buenos Aires, en lo que respecta a Mujica Láinez.
Es característica del modernismo –según R. A. Borello, la tendencia esteticista. Esta se encuentra profusamente ilustrada en ambas obras. De Larreta aprendió Mujica Láinez el difícil arte de describir objetos suntuarios –mármoles, porcelanas, bronces- y también de él proviene la predilección por los ambientes aristocráticos, lujosos, que en muchos casos se hallan afeados por la pobreza y la decrepitud. Es también modernista la preferencia por lo exótico, tanto en su aspecto fantástico –elfos, ninfas y hadas pueblan las obras de Manucho a lo largo de toda su trayectoria, como en lo relacionado con lo oriental; la mora Aixa en la obra de Larreta y el cuarto japonés en La casa así lo demuestran.
En Don Galaz de Buenos Aires se perfila ya el autor de los años posteriores; nos llaman la atención, principalmente, la ironía y el sarcasmo que caracterizarán su obra de madurez. Si bien en Larreta se evidencia la censura de los vicios y defectos de la sociedad, la crítica se hace en un tono acerbo, solemne, especialmente en los pasajes referidos a la morbosidad con que el pueblo se deleita durante las ejecuciones, en Toledo. Mujica Láinez, en cambio, satiriza; su crítica está revestida de una cierta comicidad. Son ilustrativos al respecto los juicios del autor sobre el poder y sobre el clero en la ciudad virreinal. Su ironía se evidencia en la caracterización del héroe –o antihéroe-, tan diferente de la realizada por Larreta.
El tema de lo sobrenatural, tan caro a nuestro autor, aparece en la obra de Larreta; así como también la afición a la heráldica y la constante alusión al arte en sus múltiples manifestaciones. Un rasgo aproxima particularmente a maestro y discípulo: el orgullo de la clara sangre patricia, declarado reiteradamente en ambas obras. En Don Ramiro aparece vinculado al problema del origen impuro; en Don Galaz... es el punto de partida para las burlas del autor sobre el linaje de los Bracamonte y sus desesperados intentos de figurar.
Quizás por una extraña coincidencia, el castillo en que transcurre la acción de la obra de Larreta perteneció a la familia de los Mujica, a la rama abulense: los Mujica Dávila y Bracamonte. Este último es el apellido de uno de os conjurados en La gloria de Don Ramiro y es, también, el de Galaz. Un nuevo punto de contacto, esta vez extraliterario, une a los dos autores.
A partir de lo expuesto podrá observarse que muchos rasgos aproximan a los dos escritores, aunque Mujica Láinez confirió importantes variantes Mujica Láinez a una misma materia narrativa. En sus toques originales, en su peculiar forma de narrar, advertimos que el discípulo admiró la obra del maestro, y se inspiró en ella, pero sin dejar que tal inspiración anulara sus propias intuiciones de novel escritor.

(Pregón, Jujuy)


MANUEL MUJICA LAINEZ, BIOGRAFO

Manuel Mujica Láinez escribió Miguel Cané padre, Vida de Aniceto el Gallo y Vida de Anastasio el Pollo, tres biografías extraordinariamente amenas. Ha incluido en estas páginas agudas observaciones de crítica literaria y llegó, inclusive, a tomar partido por sus biografiados cuando consideró injustas las acusaciones que se les hacían.
El protagonista de cada una de estas obras, lejos de ser una efigie estatuaria, es un hombre de carne y hueso, con sus alegrías y sufrimientos. Mujica Láinez se acerca a estos personajes y los analiza con una óptica familiar, cariñosa, plena de admiración. Esta familiaridad, sin embargo, no lo hace caer en un exceso censurado por Alfonso Reyes, quien sostiene que “a fuerza de ser amenas, sencillas y cotidianas, como si fueran hechas por quien hubiera tratado de cerca al personaje (algunas biografías) lo exhiben con demasiada frecuencia en mangas de camisa, ‘en pantuflas’ “ (1).
En cuanto a la documentación, Mujica Láinez cita constantemente qué documentos está manejando y quién los tiene en su poder en el momento en que está redactando la obra. Merece destacarse el interés que el autor demuestra tanto por las pintura de sus biografiados cuanto por sus fotografías; a lo largo de sus libros hace referencia a los retratos de los personajes, los incluye, detallando cuidadosamente su procedencia, y los describe, haciendo a partir de ellos, inferencias de tipo psicológico.

Miguel Cané padre

Mujica Láinez sorprende gratamente con estas tres obras; han pasado seis años ya de Glosas castellanas; el autor ha perfeccionado su manejo de la lengua y ha crecido en lecturas y experiencias. Abandonando por un tiempo la temática europea, se dedica en 1942 a narrar la vida de uno de sus antepasados, el padre del autor de Juvenilia.
En una conferencia sobre Cané hijo, recuerda al primer Cané de la literatura argentina: “Si remontamos su estirpe, aprenderemos que detrás de su padre, el romántico típico, el literato enamorado de Byron y de Manzoni, loco por Italia, empinan sus cabezas funcionarios rivadavianos y coloniales y estancieros cuyos caserones del desierto se levantan con reciedumbre de fortín para contener al indígena” (2).
El novelista describe a su biografiado, indaga, revela facetas íntimas de su personalidad, siempre con gran cariño y admiración. Dice de él “Era un dilettante cuya conversación encerraba siempre un dato ignorado, algo imprevisto, que descubría perspectivas ante el interlocutor”. Muestra al protagonista formando parte de una generación: “Los muchachos anhelosos que participan del movimiento renovador y que, con una saña que es fruto de la urgencia de destruir para construir, fustigan a la madre patria, no olvidan ni un segundo los lazos candentes que los unen a la España joven”. Junto a estos jóvenes pasa Migue Cané las veladas en la casa de la calle Balcarce, sede de la Asociación de Estudios Históricos y Sociales, que fundara en 1832.
Para pintar una época crítica en la historia del país, Mujica Láinez evoca momentos de la existencia de su biografiado, realizando, por otra parte, breves reseñas de sus trabajos. Hay dos artículos de Cané muy importantes, en lo que concierne a reflejo de época: “Buenos Aires y sus alrededores” y el artículo sobre Agustina Rosas de Mansilla. Mediante el recurso de insertar en el relato pasajes de las obras de Cané, el autor logra una mayor verosimilitud en la narración, ya que no es él quien opina, quien juzga la tiranía de Rosas, sino un hombre inmerso en esa aciaga realidad.
Sobre el último de los trabajos mencionados, escribe el biógrafo: “Todo el artículo, que es un técnico cuadro de costumbres, muestra, paso a paso, cómo Don Juan Manuel no vacilaba en emplear y en sacrificar a sus allegados más íntimos para obtener el triunfo de tal o cual plan político, y cómo Doña Agustina Rosas fue, dentro de esa máquina silenciosa y potente, una de las ruedas más eficaces, merced a su hermosura”.
La labor literaria del biografiado también es objeto del interés del académico. Al finalizar la recorrida a través de una literatura para muchos desconocida, nos deja esta reflexión: “antes del autor de Juvenilia, hemos tenido en su padre un sabroso precursor de su ingenio feliz” (3).
La crítica coincide en destacar el intenso y cuidadoso trabajo de investigación efectuado por Mujica Láinez; esta particularidad, tan elogiada por los entendidos, halla su culminación en las dos biografías posteriores. La lectura de los cuadernos de apuntes manuscritos –que pueden consultarse en el “Museo de Motivos Argentinos José Hernández”- permite formarse una idea cabal de la minuciosa labor realizada por el autor: hay en ellos cartas pidiendo información a corresponsales de nuestro país y del extranjero, en castellano y en inglés, retratos, en fin, todo el material que contribuye a que una obra tenga un elevado nivel histórico. Mujica hace referencia a esta intensa búsqueda, ya que define a Miguel Cané padre como una biografía “formada en gran parte sobre la base de documentos inéditos” (4).

Vida de Aniceto el Gallo

En 1943 aparece esta obra, la primera de las dos biografías gauchescas. En un reportaje, el autor narra en qué circunstancias surgió la idea de escribir esta obra: “Es raro que yo haya escrito estas biografías, pero son el resultado de la familia. Hay una carta de Hilario Ascasubi a uno de mis parientes, Rufino Varela... La carta, muy nostálgica, estaba escrita en París y me tentó a estudiar el personaje, del que no tenía la menor idea” (5).
El autor, impactado por la personalidad de Ascasubi, comienza la investigación: “cuando fui al Museo Histórico –donde me atendió Alejo González Garaño, que fue muy amable conmigo- encontré un baúl lleno de cartas de Ascasubi donadas por la familia y que nadie había visto nunca. Yo las clasifiqué y estudié. También recorrí los periódicos de la época. Tenía la amistad de Elisa Peña, que heredó de Enrique Peña la famosa colección de periódicos que ella completó. Yo iba a su casa a estudiar”.
El Académico sostiene que la falta de datos sobre el nacimiento del poeta otorga a la obra un carácter que se adecua perfectamente al de Ascasubi: “El relato de la vida de Hilario Ascasubi comienza con un sabor de antigua leyenda criolla. Ni él mismo, con haber sido tan diablo para estas cosas, pudo haber inventado nada mejor... Aquellos elementos que, en la puerta de otra biografía seria, pudieran parecer antojadizos, son, por el contrario, en las que abren las de la vida de Ascasubi, los más adecuados”, afirma (6).
Al finalizar el segundo capítulo, advierte al lector que la narración cambiará de rumbo; ahora ya dispone de material, de documentación en la que basarse. Al ser distintas las fuentes, distinta será también la pintura del personaje: “Con este capítulo termina un período de la existencia de Hilario Ascasubi, aquel que, por más alejado de nosotros está también más cerca de la fantasía. Dejaremos aquí a un legendario personaje, desasido de la tierra, confundido en el recuerdo con otros héroes que inventara la imaginación popular. El que nos espera más allá y con quien proseguiremos el camino hasta dar fin a este volumen, es un hombre de carne y hueso”.
Para Mujica Láinez, el verdadero protagonista es el que está sustentado en testimonios; ése es –a su criterio- el auténtico Ascasubi, que nada tiene que ver con el niño nacido bajo una carreta en Fraile Muerto, en circunstancias aún desconocidas.
José González Carbalho destaca el sentimiento del autor hacia su biografiado; hay –según el crítico- una evidente simpatía y una constante intención de resaltar las virtudes y justificar los defectos: La simpatía que el autor del libro experimenta por su héroe es transportada a cada una de las palabras, con matices de piedad y ternura, de comprensión de las virtudes y los errores, de lirismo nacido de episodios memorables –el del sauce de la tumba de Musset, por ejemplo-, de delicada ironía ante el hoy incomprensible romanticismo de ciertos sucesos” (7).
El contexto histórico se vuelve poco menos que protagonista en momentos como los de la inminente caída de Rosas; el fervor patriótico inflama el espíritu del hombre que contribuyó con su pluma, su dinero y su valentía, al engrandecimiento de la patria. Escribe el biógrafo: Puso su pluma al servicio de la causa generosa que entonces simbolizaba el señor de San José y a pesar de que el carácter violento y zumbón del general le hizo sufrir no pocos disgustos y humillaciones, galopó a su vera en los cruciales momentos que provocarían el derrumbe de Rosas”.
Esta biografía y la que le siguió son el resultado del encuentro del autor de Glosas castellanas con lo autóctono; la poesía gauchesca aparece valorizada y, a través de estas obras, cobra una nueva significación dentro de nuestro patrimonio cultural. Así lo comenta Alberto Franco: “Mujica Láinez, que siente y conoce la realidad argentina, ha dado en esta obra (como en otra anterior: la biografía de Miguel Cané padre) un retazo vivo de la historia de un siglo que, a pesar de sus errores y sus increíbles ingenuidades, ha permitido que enraizaran en él los principios de la nacionalidad. Mérito es éste que debe ser destacado, en tiempos en que gana el éxito la prosa foránea y la literatura sensacionalista, que están pidiendo, hace tiempo, un sosegate” (8).
Como consecuencia de su labor de investigación, Manuel Mujica Láinez se halla capacitado para dilucidar cuestiones de tipo histórico o literario; tal es lo que sucede con el famoso “Canto al triunfo de Ayacucho”. El biógrafo sostiene que este poema no ha sido encontrado por ninguno de los autores que lo citan: Ricardo Rojas, Miguel Solá, Atilio Cornejo, Julio César Luzzatto y otros importantes investigadores. Esto lo lleva a afirmar que “dado el tono de toda la producción literaria conocida de Ascasubi –invariablemente fiel a la manera gauchesca- el misterioso canto se nos presentaría como un ensayo juvenil, como un ingenuo sacrificio en el altar de la moda estética entonces imperante y que regía con autoridad de pontífice don Juan Cruz Varela, flanqueado por engoladas musas de perfil seudoclásico y de clámide ítalo-francesa. Ello, en el supuesto caso de que el tal himno haya existido alguna vez, cosa que no creemos”.
Como vemos, nuestro autor, entonces, reúne en sí al escritor y al estudioso, al poeta y al investigador. Realiza, también, crítica literaria. A propósito de “El Truquiflor”, poema incluido en el cuarto número de “El gaucho en campaña”, señala: “En el último se incluyó ‘El Truquiflor’, romance que, como solía hacerlo con sus versos, el poeta atribuyó a un personaje inexistente, en esta ocasión a un soldado oriental del ejército de Rivera. Plantea ahí, jocosamente, la situación del momento, como si fuera una partida de truco”.
Después de Caseros, Ascasubi combate a Urquiza por medio del periódico Aniceto el gallo. Mujica Láinez ve en este personaje algunos rasgos autobiográficos: bajo el atuendo campesino de Aniceto, Ascasubi nos deja entrever atisbos de su pasada existencia”.
El biógrafo convertido en crítico literario se ocupa de la obra maestra de Hilario Ascasubi: “El coronel Ascasubi reconstruye con la pluma febril el paisaje de sus años idos, de sus correrías en los ejércitos, de sus payadas en los montes frondosos. Se nos dirá que Santos Vega adolece de muchos defectos... pero es un poema que, si no estuviera compuesto ya, habría que componerlo, y en esa misma forma, improvisando, azuzando los versos como si fueran una tropilla huraña, porque es un poema imprescindible en la evolución de nuestra literatura”.
Hay en la obra referencias a dos poetas gauchescos: el maestro y el discípulo. De Bartolomé Hidalgo dice Mujica: “si bien es cierto que don Hilario algo le debe a don Bartolomé, es cierto también que presto sobrepasó al modelo y que la importancia de su obra le coloca en otro plano”. A poco tiempo de morir su hija, Ascasubi descubre a Estanislao del Campo: “Por ese entonces estrechó una amistad nueva que debió consolarle en parte, pues le mostraba que el árbol por él plantado daba frutos de lozanía en la obra de otro poeta... La nueva generación reconocía así al maestro por boca del poeta que, nueve años después, con su Fausto, agregaría un título auténtico a nuestro patrimonio literario”.
El lenguaje con que está escrita la biografía es muy cuidado, sin artificios, pero tampoco vulgar. El poeta se entromete en la labor del biógrafo, confiriéndole a la obra una belleza que la aleja de la clásica frialdad del género. Manuel Gálvez advirtió la perfección de la prosa de Mujica Láinez, a quien califica como “escrito de la nueva generación, dotado de talento y dueño de una prosa admirable” (9).
Es necesario destacar que el biógrafo hace gala de una encomiable discreción al tratar temas delicados. La obra recoge, es cierto, datos de la más diversa índole, pero todo ellos son seleccionados por el biógrafo, que no vacila en silenciar hechos demasiado íntimos.

Vida de Anastasio el Pollo

La evocación de Estanislao del Campo fue escrita a instancias de Alvaro Melián Lafinur, quien improvisó esta décima en la cena en que festejaban el galardón otorgado a Vida de Aniceto el Gallo: “Su libro en que con primor/ habla de Aniceto el Gallo/ merece, amigazo, el fallo/ que le ha dao tan justo honor./ Yo deseo con ardor/ que siga largando el rollo/ y se acuerde de este criollo,/ para pintar su figura/ con la misma galanura./ Soy de usté, Anastasio el Pollo” (10).
Mujica no desoyó el pedido y el fruto es la biografía a la que nos referimos. En una entrevista, habló de las fuentes de la obra: “Con Del Campo no tenía nada especial, salvo una carta larga que le escribió Juan Cruz Varela (hijo) analizando su obra con mucha inteligencia” (11).
Al igual que en las dos obras anteriores, el marco histórico tiene fundamental importancia. Dada la cercanía de las fechas, los tres relatos se desarrollan en parte bajo la tiranía de Rosas. En Vida de Anastasio el Pollo es Estanislao, niño, quien sufre por la persecución política de su padre: El odio a Rosas templaba el corazón del niño. El había tenido que acurrucarse junto a su madre, mientras el coronel se batía. Conocía mejor que ningún otro la angustia dramática de una familia unitaria, aislada en la ciudad del Restaurador: el pregón insultante de los serenos; el galope de la Mazorca; los degüellos cuyos detalles se susurraban”.
En el año 1856 aparece la novela Camila o la virtud triunfante, firmada con las iniciales E. Del C. El biógrafo estudió concienzudamente la obra, y encontró una serie de elementos que podrían indicar a Del Campo como el autor, pero, por considerar insuficientes esos datos, deja pendiente la cuestión.
Años después aparecerá, entre las variadas influencias de Del Campo, la poesía de un hombre con quien tendría una relación muy estrecha, “Había, entre todos, un poeta popular que prefería. Pero no era un gaucho, aunque los comprendía como nadie. Era un coronel payador que se llamaba don Hilario Ascasubi y que tenía una historia curiosa, casi una leyenda”.
Poco falta ya para el Fausto. El 11 de agosto canta en el Teatro Colón la soprano Emmy La Grúa; el día 14, Los Debates incluye un poema que anuncia la obra maestra de Estanislao Del Campo. De él dice el biógrafo: “La misma fluidez, la misma destreza, caracterizan al poema del catorce de agosto, que marca una fecha significativa en la cronología de Del Campo. Angel J. Battistessa, descubridor del mismo, lo denomina con acierto ‘prefiguración de Fausto’. Efectivamente, esa extensa composición –son veintitrés estrofas- contiene el primer atisbo de la idea que desarrolló con maestría nueve años más tarde, en 1866, en su relato inmortal. Se titula “Carta de Anastacio (sic) el Pollo sobre el beneficio de la Sra. La Grúa”.
Sobre el Fausto, escribe Mujica Láinez: “fue una meraviglia, una pequeña maravilla que sigue entusiasmándonos y sorprendiéndonos por su lozano verdor entre la farragosa producción literaria de su época, como si en medio de un ramo de flores artificiales erizadas de alambres duros, de aquellas que tanto gustaban, descubriéramos, escondida, una flor de ceibo con los pétalos mojados de rocío”.

Estas biografías –en especial las dos últimas- han significado un hito en la evolución literaria del Académico. “De la prolija revisión de documentos y periódicos del pasado, para escribir las vidas de Miguel Cané (padre), de Hilario Ascasubi y Estanislao del Campo, de la preparación de sus vocabularios gauchescos y de los modos argentinos, proviene –afirma María Ema Carsuzán- ese instrumento lingüístico propio que le hará juzgarse maduro para emprender la obra de imaginación” (12).
Hemos querido dar a conocer una faceta diferente del autor de Bomarzo. La obra de ficción de Mujica Láinez ha eclipsado, con su gran belleza, estos trabajos tempranos que, sin embargo, permiten adivinar en ellos al talentoso autor de obras incomparables.

Notas
(1) Reyes, Alfonso: La experiencia literaria. Buenos Aires, 1969.
(2) Mujica Láinez, Manuel: “Miguel Cané”. Dirección General de Cultura, Ministerio de Educación y Justicia, 1957, pág. 18.
(3) Mujica Láinez, Manuel: Miguel Cané padre.
(4) Sáenz Quesada, María: “Inventé mitos porteños”, en Clarín, Buenos Aires, 10 de enero de 1980.
(5) Mujica Láinez, Manuel: Vida de Aniceto el Gallo. Buenos Aires, 1943, pág. 7.
(6) González Carbalho, José: “Libros y autores. Vida de Aniceto el Gallo”, en Crítica, Buenos Aires, 12 de marzo de 1944.
(7) Franco, Alberto (segpun M. M. L.: “Libros” en Lyra, Buenos Aires, Abril de 1944.
(8) Gálvez, Manuel: “El género literario de la Biografía, en la Literatura”, en La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 9 de junio de 1946.
(9) Mujica Láinez, Manuel: Vida de Anastasio el Pollo. Buenos Aires, 1948, pág. 7.
(10) Sáenz Quesada, María: op. cit
(11) Mujica Láinez, Manuel: .
(12) Carsuzán, María Emma: Manuel Mujica Láinez. Ediciones Culturales Argentinas, Biblioteca del Sesquicentenario, Serie “Argentinos en las Letras”, Ministerio de Cultura y Educación, Buenos Aires, 1962.


EL PASADO EN LAS NOVELAS

Presente y pasado se alternan en la recordación de los sucesos en obras como Los viajeros, Los ídolos y La casa. En la primera, el protagonista narrará hechos relacionados con su infancia y adolescencia. El relato termina con el incendio de “Los Miradores”, acaecido cuatro años antes del momento en que Miguel inicia su narración.
Lo encontramos en una pieza del hotel del pueblo, desde cuya terraza puede divisar las ruinas de su antiguo hogar. Decidido a evocar los momentos más importantes de su vida, una duda lo asalta: ¿cuál será la forma indicada?, ¿Cuáles los personajes fundamentales? El pasado acude caótico a su encuentro; es -según el narrador- un “puzzle” que debe armar. Entre las incontables piezas que lo formarán se distinguen las relevantes y las que no lo son tanto. El narrador se encuentra ante el problema de desconocer cuáles revisten mayor significación: “Todas las reminiscencias creen que son imprescindibles, y ni yo mismo estoy en condiciones de establecer ahora, al comienzo, cuáles resultarán verdaderamente necesarias, mientras las siento merodear en torno de mi silla, en este cuarto de hotel, como sombras susurrantes” (1).
Finalmente, su relato comienza con la evocación de un incidente: la noche en que el Tío Baltasar lo hizo entrar, junto a Simón, en el invernáculo. Este hecho quedó indeleblemente marcado en la mente del adolescente y es el que dará lugar a la descripción de personajes y situaciones. A partir de él, como de un abanico que se despliega, surgirán los actores del relato: Baltasar, la mujer con quien estaba, los otros tíos, los padres de Simón.
Al analizar el papel de la memoria en la expresión autobiográfica, Cassirer indica que nos hallamos ante una “memoria simbólica”, que reconstruye a la vez que recuerda. Mujica Láinez va más allá con su concepción. Asigna a la evocación un carácter fantasioso, similar al de una pintura antigua, llegando a señalar que la aventura del invernáculo, lejos de ser un recuerdo, puede haberse compuesto en su mente. Esta impresión se debe, en parte, a lo extraño del escenario en que se desarrollara el episodio y, también, a lo distante en el tiempo que se encuentra esa época de adolescencia.
Advertimos contínuamente en las obras una acción del narrador sobre los recuerdos, los analiza y comenta desde su presente. Es así como un mismo incidente puede suscitar diferentes estados de ánimo, en diferentes momentos, en el espíritu del protagonista: “Claro que yo no pensaba precisamente en estas cosas con la melancólica lucidez que ahora me asiste” (2).
En Los ídolos, el narrador asume idéntica postura frente a su pasado. Es mayor que Miguel en el momento en que inicia el primero de los relatos. Los dos restantes no pertenecen a la misma época; son redactados con algunos años de diferencia entre sí y con respecto al primero. El protagonista, afamado médico e investigador, recuerda su vida desde la infancia hasta su despedida –quizás definitiva- de la familia de Gustavo.
En un pasaje de la obra, el narrador alude a la imagen que se forjara de Duma cuando adolescente y a la que, ya adulto, le parece más legítima. Vemos nuevamente una oposición entre presente y pasado, el hombre escrutador desmenuza las vivencias del adolescente: “Años después, al evocar esa revelación decepcionante, la juzgué bajo otra luz, movido tal vez por el afán e disculpar a Duma y de recobrar lo que Duma representó para mí en mi adolescencia” (3).
El presente siempre aparece como un puerto calmo en el que el narrador, aunque melancólico, goza de una serenidad y una lucidez que le permiten comprender qué sucedió y cuáles fueron sus verdaderas causas. El pasado es visto como un momento de dolor, de asimilación de experiencias que decantarán sólo años más tarde. El presente otorga, junto a la tristeza ante lo irrecuperable, una profunda sabiduría. Las manifestaciones de esta peculiar forma de encarar el relato se reiteran: “Pensé así años más tarde, pero el día del descubrimiento no tuve a qué asirme para no zozobrar” (4). “Sentimientos confusos, encontrados, que sólo en parte logro analizar hoy, con la paciencia de un médico que se inclina sobre el recuerdo del muchachito a menudo atormentado que fui, me embargaban” (5).
En el último relato de Los ídolos, el autor realiza un cuestionamiento sobre la memoria y la autenticidad con que ésta nos brinda las escenas que deseamos actualizar en nuestra mente. ¿No habrá una labor del sujeto sobre el episodio que se está recordando?, ¿seremos objetivos al retrotraernos al pasado? Es indudable, a nuestro criterio, que el individuo opera sobre los recuerdos, que los evoca añadiéndoles, imperceptiblemente, elementos propios de experiencias posteriores.
En La casa encontramos dos niveles temporales: un pasado lejano –que se extiende desde las primeras épocas de la mansión hasta el momento en que ésta queda abandonada- y un presente, unos pocos meses, lapso en que se efectúa la demolición. La casa, protagonista del relato, sabe que se acerca su fin, y anhela rescatar lo que vio durante sesenta y ocho años de vida.
Su perspectiva presenta, al igual que en los dos libros antes mencionados, una lucidez y una serenidad ausentes en sus épocas de “juventud”. Estas épocas –que se caracterizaban, en el caso de los protagonistas de Los viajeros y Los ídolos, por la inexperiencia- están signadas por la frivolidad: “Yo era entonces muy joven y -¿por qué negarlo?- bastante frívola. Me encantaba que me adornaran, que me decoraran” (6).
Pero en otra obra encontramos un elemento novedoso, que no se halla en las mencionadas anteriormente: la protagonista relata sabiendo que morirá en muy poco tiempo. Quizás sea esta circunstancia la que confiere a la narración un tono tan diferente. La casa relata en sus postreros momentos, a medida que su vida se va apagando, y, a menudo, apresurada por terminar de contar antes de que los albañiles terminen con ella.
El relato, entonces, goza de la clarividencia que surge de la proximidad del fin y, en segundo término, de la distancia que separa a la narradora de los hechos que evoca. La protagonista es consciente de su destino, pero también la abruma su longevidad: ha visto demasiadas cosas, ha encerrado muchos pecados, sólo quiere descansar. El desgaste que agobia a la mansión repercute, también, en la facultad de recordar: “Estoy vieja y fatigada y me voy a morir... Me cuesta recordar en ciertas ocasiones, mientras que en otras las imágenes se alzan de mi pasado, íntegras y vibrantes...” (7).
Hemos visto, tomando como ejemplo estos pocos fragmentos, cómo el pasado se convierte para Mujica Láinez en materia susceptible de ser examinada, al mismo tiempo que evocada. El narrador se ubica ante los hechos con su visión de madurez. Generalmente, a esta perspectiva adulta la acompaña la evocación del hecho tal como fue vivenciado cuando acaeció; pero es el narrador en el momento presente quien le confiere, con su distante objetividad, verdadera esencia a lo recordado.

(Publicado en El Tiempo, Azul)


RETRATISTA DE LA DECADENCIA

Muchas de las obras de Manuel Mujica Láinez describen un mundo aristocrático, que ha vivido épocas de gran esplendor y que se halla en decadencia. Los poseedores de las grandes fincas y estancias de otros tiempos se hallan sumidos en la indigencia, abandonados por sus antiguas amistades. El novelista emplea diversos registros para caracterizar a la clase alta decadente. Generalmente, presenta un narrador omnisciente que censura ciertas actitudes pero que, en otras oportunidades, parece participar de los prejuicios de los personajes.
El relato también puede estar a cargo de un personaje vinculado a la élite, pero que no comparte sus convencionalismos, como Miguel Ryski. Otras veces, el narrador no pertenece a la misma clase social; tal es el caso del narrador de Los ídolos, que se acerca a ese microcosmos y logra comprenderlo, y el de la bibliotecaria Celsa Tognola, que nos hace sonreír con su fantástica interpretación de la realidad.
En Los ídolos, el autor se refiere a la vida que llevan los personajes, un vida estéril y absurda. El tiempo pasa sin que ellos logren asumir los cambios que acarrea en sus fortunas y en sus personas. Los vemos abocados, con un empecinamiento tenaz, a tareas que se eternizan sin llegar a una culminación; o que la alcanzan cuando ya carece de sentido. Así, vemos al tío Sebastián redactando su Jehanne, una biografía novelada que no merece -según el narrador- el esfuerzo que demandó. La familia de Sebastián no quiere admitir la futilidad del trabajo de tantos años; no puede ser mala una obra a la que se ha dedicado toda una vida. Parte de su resistencia se debe, también, a que esperan que esa edición palie, en alguna medida, sus apuros económicos.
Otro ejemplo de esta forma peculiar de encarar la existencia es el bordado del tapiz de Bayeux. Estefanía y Leonor, sobrinas de Tía Duma, pasan años enteros en esa labor, destinada a adornar uno de los señoriales muros del castillo. Cuando la finalizan, ya no tiene sentido. Han tenido que abandonar la lujosa mansión y trasladarse a la casona del barrio del Sur, aquella donde fuera velado Sebastián, y, para desplegar esa obra colosal, deben atravesar varios ambientes y recorrer un patio. Habían dedicado su vida a copiar un tapiz cuya reproducción se podía hallar con facilidad en cualquier libro sobre arte; el bordado, ya concluido, reposa en el desván, entre trastos y muebles en desuso.
Algo semejante sucede con Trinidad, sobrina de las bordadoras, quien dedica su vida a retratar, en delicadas miniaturas, a todos los integrantes de la familia.

Moral y destrucción
¿A qué se debe esta decadencia? La respuesta no surge unívoca de los textos analizados. Puede provenir de las mutaciones de la fortuna, de los cambios en la idiosincrasia de la nación, del constante empuje del progreso.
Podríamos observar el proceso desde un punto de vista cuasi biológico: la clase alta vivió un período de esplendor, a principio de siglo, y luego, paulatinamente, se ha derrumbado.
Dejemos que sea el mismo autor quien nos responda. En la primera página de La casa, mansión simbólica que fenece, encontramos la explicación, a nuestro criterio, más acertada: “La huella de los pecados que aquí se cometieron ha quedado en mí, ensuciándome, corrompiéndome, quitándome poco a poco, habitación a habitación, todo lo que contuve de gracia, de belleza, de brillo”.
La decadencia es el fruto de una determinada posición ante la vida. Es la consecuencia de excesos, falsedades, ambiciones. Encontramos aquí una concepción moral que entraña una dura crítica. Las penurias económicas son una de las tantas formas en que el fantasma del aniquilamiento se revela a los personajes. En ellos se advierte una constante: sus ansias de figurar, su incapacidad para admitir abiertamente una catástrofe monetaria, cuyas consecuencias sufren. Este rasgo se advierte en Duma y sus sobrinas, en Baltasar y Brandini, en Gustavo, en María Luisa.
Otro aspecto de la decadencia es el que puede observarse en los cuerpos, en los objetos. La pintura más lograda de la decadencia física es la que en Los ídolos Mujica Láinez hace de Duma: “Era el resto de un naufragio, ‘une épave’ como hubiera dicho ella, refiriéndose, por cierto, a cualquier otra”. La anciana Duma, agobiada por los estragos que el tiempo produce en ella, deja de ver a su amante; deja de mirarse en los espejos al cruzar la sala. En sus últimos momentos, recurre al pasado como un modo de paliar la amargura que le causa verse vieja, sin un peso, abandonada por quienes la adulaban. Se tiñe, se peina, usa los costosos vestidos de antaño, pero su aspecto ya no despierta admiración, sólo lástima.
La idea del fuego está íntimamente consustanciada con el destino de la familia que protagoniza la saga. Se remonta a sus orígenes, pues se halla presente en el blasón: “La torre ardiendo... Yo la había visto en una piedra incrustada sobre la chimenea del ‘hall’, en el castillo, recuerda el narrador. Esta descripción corresponde casi exactamente a una carta del Tarot español: el n° XVI del Arcano Mayor, “La torre”. Este naipe simboliza la miseria, la bancarrota. Conociendo la afición a lo esotérico del autor, no creemos hallarnos ante una coincidencia. Por otra parte, sabemos que el novelista ha imaginado este escudo para su “saga”; el blasón no presenta, de ninguna manera, semejanza con el de los Mujica Láinez.
Este elemento es –a nuestro criterio- simbólico: encierra la idea de purgación, de purificación. El fuego es la única fuerza capaz de eliminar de las almas de los personajes las máculas del pecado. Pero, simboliza también el pecado mismo, como en lo que respecta a Duma, a Gustavo.
Este tema está presente en la obra máxima de Enrique Larreta, a quien tanto admirara Mujica Láinez. En un pasaje de La gloria de Don Ramiro, leemos: “Comprendió entonces la virtud santa del fuego, la destrucción sin igual de la hoguera, que no dejaba sino un negro amasijo repelente” .
Es probable que Mujica Láinez haya buscado deliberadamente dar esta imagen, la de un elemento que deteriora absolutamente. El fuego del pecado, del castigo, es fruto de la decadencia –causa de la instalación de la destilería en los campos de “Los Miradores”-; nada tiene que ver con aquel quemarse en la bravura, en la arrogancia, que caracterizó a las primeras generaciones de ese linaje que llega a su fin.

(Publicado en Napenay)


ANGELES DE MANUCHO

Una lluviosa tarde de abril me dirigí al Museo Fernandez Blanco, en Buenos Aires, para visitar esta muestra que tanto habia esperado, declarada de interés nacional por la Secretaria de Cultura y Comunicaciones de la Presidencia de la Nacion, y de interés cultural por la Secretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Me pareció excelente, tanto por lo que se exhibe, como por el talento con el que el material ha sido presentado. El proyecto, concebido como un homenaje a Manuel Mujica Láinez y a su ciudad natal, cuenta con el diseño gráfico del Estudio Shakespear-Veiga, las fotografias de Raul Shakespear y la seleccion de textos manuscritos de Mujica Láinez realizada por Silvia Páez. Refleja una relación acerca de la que afirma Orlando Barone: «Raul Shakespear anudó con él un vinculo estético en el cual él creaba y diseñaba las imagenes y Mujica Láinez las ilustraba con sus textos. Así nace el libro Angeles de Manucho, editado por Sudamericana y una de sus últimas herencias literarias».
Una gran foto de un angel, tomada en Pompeya en 1972, nos da la bienvenida. La recorrida se inicia con la exhibicion de los cuadernos de infancia y las cartas que Manucho enviaba a su familia durante los viajes. Junto a estos testimonios, se yergue el caballo de calesita que estaba en la peluquería de Harrods, al que recordó en sus ultimos años.
Otras vitrinas muestran manuscritos de los libros, cartas del escritor ya adulto, primeras ediciones, naipes dibujados, la traduccion al vasco de El viaje de los siete demonios, el gorro de tweed con el que se describió en Cecil, su monóculo, un par de bastones, y algunas obras de arte que pertenecieron a su colección.
Un televisor instalado frente a unas decenas de sillas negras nos ofrece videos sobre el académico, mientras que diversos eventos se realizan a lo largo de las semanas en que la muestra permanece abierta al publico.
Multitud de angeles puebla las paredes. Los hay de Congreso, San Telmo y Barracas; de Recoleta, Almagro y Mataderos. Junto a ellos Mujica Láinez esta presente en dos fotos que le tomó Shakespear y en el retrato a lapiz sobre papel que realizó en 1983 Patricio López Mendez.
«Fue en homenaje a Buenos Aires como se inició el proyecto. Hoy, con Angeles de Manucho, se homenajea también al escritor, porque estos angeles pertenecieron a una ciudad que Mujica Lainez evocó y fue viendo desaparecer»

(EL TIEMPO, Azul, 21 de mayo de 2000)

El 14 de diciembre ultimo falleció en Buenos Aires

SILVINA OCAMPO: LA BUSQUEDA DE LA ESENCIA

EI surgimiento de la vocación artística puede evidenciarse en las formas mas diversas: a veces, el autor no encuentra su modo de expresión, se mueve vacilante entre diversas artes sin lIegar a identificarse plenamente con ninguna de ellas. Esto es lo que Ie sucedía a Silvina Ocampo cuando sintió que necesitaba expresarse esteticamente; dotada para la plastica y las letras, "dibujaba lo que no podia escribir y escribía lo que no podia dibujar". Finalmente, optó por la ficción, y así comenzó un largo camino que Ie deparó innumerables satisfacciones.
En el año 1937 publicó Viaje olvidado, que inauguró una época de la narrativa femenina argentina. Le siguieron, entre otros, Espacios métricos (1945), Las invitadas (1961) y Amarillo celeste (1972). Su obra abarca poesia, cuento y teatro. Entre los autores que mas gravitaron en su concepción artística, recordaba a William Shakespeare, Ronsard, Kafka y John Donne; sus primeros escritos fueron redactados en ingles, frances o castellano, indistintamente, aunque en nuestro idioma no se sentia tan suelta como en los anteriores.
La evocamos a partir de los cuentos de un libro suyo de 1987, titulado Y así sucesivamente, compuesto por veintitrés textos sobre muy variados asuntos. Sin embargo, hay algo que los unifica: la autora efectua en ellos -a nuestro entender- una indagación acerca de la esencia misma del ser humano, de aquello que permanece oculto. AI presentarlo con otra carnadura, puede hacernos pensar en un relato fantástico, mas no se trata de un hecho sobrenatural, sino de la develación de la interioridad del hombre.
Veamos, por ejemplo, el cuento titulado "EI rival". "Tenia los ojos, mas bien dicho Ias pupilas, cuadradas, la boca triangular, una sola ceja para los dos ojos", así describe el narrador testigo a un misterioso personaje, con quien compartirá momentos alucinantes. Su proceder era incomprensible; encerrado en un mutismo tenaz, reaIiza junto con el narrador y una mujer un largo viaje por el pais. Llamaba Ia atención en éI su firme oposición a la caza, afición que consideraba por demas sádica. En Misiones se produce un incidente: el personaje desaparece. Inutil es esperar su regreso, se ha perdido en la inmensidad de la selva. Horas mas tarde, el narrador advierte un jaguar; "avanzaba como avanza el agua, sinuosamente. Lo primero que vi fueron sus ojos, las pupilas cuadradas".
"Sabanas de tierra" es una narración en la que asistimos a Ia consustanciación de un hombre con lo que él mas ama. Es de subrayar -en lodos los cuentos, pero muy especialmente en éste- Ia riqueza de imagenes forjadas por Silvina Ocampo para transmitir una idea Su literatura tiene mucho de dibujo, de colores vividos ensambIándose. EL cuento esta protagonizado por un jardinero que se vuelve parte del paisaje; notemos la belleza de Ias frases que describen este singular momento: "EI jardinero sintió su mano abrirse adentro de la tierra, bebiendo agua. Subía el agua lentamente por su brazo hasta el corazón. Entonces se acostó entre infinitas sabanas de tierra. Se sintió crecer con muchas cabelleras y brazos verdes".
Cuando Ie preguntaron cuáles eran los temas constantes que definían su obra, la escritora señaló "el amor, el tiempo, la confusión de sentimientos, complicaciones en las relaciones humanas". Hay otros temas -comentó- que no quisiera abordar. pero que vienen inevitablemente a su encuentro: "Los de la venganza, de los celos, del dominio de un ser sobre otro ser, el engaño, la naturaleza".
El tema de la venganza aparece en el primer relato del volumen. "lnauguración del monumento" refiere las vidas de dos chicos criados en el mismo pueblo. Domingo Alopex y el general Drangulsus. La historia comienza en el momento en que Alopex asiste a la inauguración de la estatua con su hijita de cinco años. Al comenzar la narración encontramos un elemento anticipatorio, pues uno de los presentes afirma: "Con esta estatua va a suceder lo mismo que con la de Mitys en Argos. ¿Lo recuerda? La estatua de Mitys mató aI hombre que lo habia asesinado".
"La pista de hielo y fuego" nos habla de la incomunicación en la pareja. Tan estériles durante el matrimonio como lo fueron en el noviazgo, los dialogos se suceden, dejando en los interlocutores una sensación de vacio, de falta de sentido. Ante Ia imposibilidad de establecer un vínculo cierto, marido y mujer deciden dedicarse a su profesión sin abandonarla un instante, esperando que la muerte los libere de tan angustiosa situación.
Una fantástica cura para este problema se encuentra en el cuento titulado "EI sombrero metamórfico", un mágico sombrero que podia solucionar todos los inconvenientes. "Se dijo que bastaba probarse una vez el sombrero para lograr la cura de una sinusitis. de una angina o de un glaucoma. Tambien se dijo que curaba los males de amor; conseguía enamorar a quien se lo probara, si miraba en el espejo una fotografía del elegido".
Estos son algunos de Ios cuentos que nos dejó Silvina Ocampo. Tanto en ellos como en los restantes advertimos una preocupación por el ser humano -su innegable protagonista-, un afán de dilucidar los motivos de las reacciones a veces inesperadas, de colocar bajo la lupa hechos aparentemente cotidianos, pero que nos revelan en nuestra mas desnuda soledad.

(EL TIEMPO, Azul, 2 de enero de 1994)

REFERENCIAS A LAS ZONAS DEL LITORAL Y EL NORDESTE EN LA ODA A LOS GANADOS Y LAS MIESES DE LEOPOLDO LUGONES


El autor

Nació en Villa de María, departamento de Río Seco, Córdoba, el 13 de junio de 1874, "en el seno de una familia cordobesa de antiguo linaje". En la capital de su provincia se inicia en el periodismo. Llega a Buenos Aires en 1896, donde trabaja como empleado de correos. En 1897 colabora en La Montaña, junto a José Ingenieros y en La Biblioteca.
A partir de 1900, se desempeña como inspector de enseñanza media y, posteriormente, como director de la Biblioteca Nacional de Maestros. Trabajó como redactor del diario La Nación, cargo que le permitió viajar a Europa en varias oportunidades.
Escribió La guerra gaucha (1905), Las horas doradas (1922) y Poemas solariegos (1927), entre otras obras.
A criterio de Guillermo Ara, "el modernismo tuvo en la Argentina su expresión más cabal y representativa en Leopoldo Lugones. Su nombre y su obra constituyen un hito importante, no sólo en la historia del modernismo latinoamericano, al que en parte exceden, sino en la de la lírica total del continente. (...) El modernismo, escuela o movimiento dentro del cual se inscribe gran parte del verso y la prosa artística de Lugones, se define por su evidente tendencia a la solución formal de los problemas estéticos. Partiendo de los antecedentes de Gutiérrez Nájera, Asunción Silva, Julián del Casal y Martí, concreta aspiraciones en el Azul de Rubén Darío (1888), y desarrolla ese fermento de disconformismo y reacción contra el romanticismo trasnochado y contra la lengua española en cuanto significa estatismo o impermeabilidad frente a los cambios culturales y científicos".
El 18 de febrero de 1938 se suicidó en un cuarto del recreo El Tropezón, en una isla del Tigre.

La Oda

En Lugones resuenan los ecos de la poesía rubendariana; en su obra se evidencian los nuevos rumbos que el poeta nicargüense iluminara para la creación literaria universal..
En 1910, rinde homenaje a la Patria con las Odas Seculares, entre las cuales se incluye la Oda a los ganados y las mieses. En esas composiciones –dice Ara-, "se reconocen huellas helénicas y de Virgilio; pero también voces americanas ya clásicas: Andrés Bello y Manuel de Lavardén, pero la elaboración de los motivos, la riqueza verbal, la emoción propiciatoria y la dignidad de la estructura cíclica son virtudes no compartidas, del mejor Lugones".
Poniendo, como Virgilio, el verso al servicio de lo didáctico, trata en ellas, por primera vez, los temas argentinos que ya no abandonará. Ofrece "una nueva y radiante prueba de ductilidad con sus Odas Seculares, redactadas en un sostenido y amplio despliegue celebrante. (...) la ‘Oda a los ganados y las mieses’ muestra una expansión jubilosa en la exaltación de la tierra, los hombres y los frutos, sin rehuir prosaísmos certeros de cordial resonancia. Desde el diálogo pintoresco que sitúa con felicidad en su medio al criollo o al extranjero hasta el cuadro familiar a veces íntimo y conmovido de recuerdos, Lugones hace explícita una convivencia con el mundo humano, animal o de humildad biológica que sorprende por la extrema y sutil observación. Hay ternura y gracia en el diminutivo y las imágenes justas multiplican ante el lector la hirviente variedad de ese vivo universo".
El poema causa en el lector un grato asombro ante la maestría con que son utilizados los recursos expresivos. El lenguaje es en ella una materia proteica y multiforme, apta para cantar, ennobleciéndolos, los objetos más cotidianos. El uso de las palabras demuestra un enorme conocimiento del idioma, y la precisión con que describe la vida en los diferentes medios geográficos revela una vivencia, un contacto directo. El profundo amor a la Patria, traducido en imágenes nuevas, en artificios inusitados, es la causa primera de esta creación.
La oda es un prolijo catálogo de la fauna y flora regional, de los habitantes y sus actividades. Incluye también una loa a la Botánica y pasajes inundados de calidez doméstica.

Análisis

Analizaremos a continuación los versos en que el autor canta a las zonas del litoral y el nordeste argentino. Lugones canta, en primer lugar, a la civilización del árbol: la pampa. Luego se ocupa de la civilización del agua: el litoral y nordeste.

Sobre el perfil marítimo del médano
Que la expansión agrícola transforma
Alada por las ruedas de los pozos
En que es el viento acémila industriosa,
La civilización del agua surge
Con un rumor de cristalina loa

En estos seis primeros versos, cuyo hipérbaton es marcado, presenta el tema: aquellas zonas en las que la vida está determinada por la acción de las lluvias y los caudalosos ríos. Un elemento quizás prosaico, los pozos, es visto desde una perspectiva nueva. Encontramos una metáfora impura: el viento es acémila industriosa. Los seis versos están encabalgados; esto sugeriría el curso sinuoso de los ríos. La sensación auditiva presente en "rumor" suscita el recuerdo de la música suave de las aguas, de sus vaivenes vivificantes.
La naturaleza también eleva su canto tintineante, transparente, uniéndose al sentimiento del poeta con "cristalina loa".

Allá lejos, la siembra bien cuadrada,
Como un estanque verdeguea hermosa.
El plateado rocía que la suda
Un esfuerzo vital en ella evoca.
Sus eras satisfechas de abundancia
En el sonoro hectólitro desbordan,
Y la brisa estival en sus verdores
Promesas de agua dulce rememora.

Vemos otro aspecto de la zona. El agua cantarina y las incansables alas de los pozos ceden su lugar a la tierra. El autor la compara con un estanque, pues ella ha perdido su color primitivo para volverse una inmensidad verde; tal es la cantidad de vegetales que la cubren. El rocío, enaltecido con un adjetivo que lo vincula a un valioso mineral, tiene connotaciones suntuarias. Nuevas plantas surgirán de las entrañas de la tierra acudiendo al llamado de las minúsculas gotas.
En los dos últimos versos aparece un elemento de muy diferente condición: la brisa. En el cálido verano mesopotámico, ella encierra la promesa de la lluvia refrescante.
Los agentes naturales, personificados, cobran vida; el agua, el rocío, la brisa, son los personajes que actúan en este magnífico escenario.

Humedades profundas de la chacra
Que apiñan abundancia en la macolla,
Y a la noche florecen de luciérnagas,
Y en sombrío frescor asean la hoja,
Y dan porfiado vicio al yuyo loco
Con que en profundidad fértil y sorda,
Como lengua de buey la azada mezcla
Sus bocados de gleba cuando aporcan.

Ni siquiera la noche destruye la belleza de este paisaje. La tierra, alfombrada de verdor durante el día, florece al ocultarse el sol. El verbo utilizado por el poeta nos señala que hay una metáfora implícita: las luciérnagas son flores. En este grupo de versos hay una anáfora: la repetición de la conjunción "y". "Sombrío frescor" es una sinestesia, un cruce de una imagen visual con una imagen térmica.
Tanto la vegetación provechosa como la dañina se hallan presentes en la oda. El yuyo, que se entremezcla con la tierra cultivada, merece también una mención.

El esparcido zapallar del cerco
En su aspereza germinal malogra,
Al empeñoso arrastre de las guías
El asalto de ortigas y achicorias.
Con una lenta y clara luz de yema
Las grandes flores desde abajo asoman.

Aparece aquí otro vegetal dañino: la ortiga. El autor califica la luz con el adjetivo "lenta"; al utilizar este vocablo está sugiriendo, indudablemente, el crecimiento progresivo de los vegetales. En el primer verso encontramos la aliteración de "r", que anticipa la aspereza de la que se hablará en el verso siguiente. En estos versos, vemos formas opuestas de la naturaleza: la ortiga es contenida por el zapallar.

Y el rústico plantío así adornado
Tiéndese al sol, cual campesina colcha,
Que el paso del labriego desordena
Con extensas roturas de agua honda.

El autor introduce la idea de la acción del hombre sobre la naturaleza. El ser humano perturba esa placidez paradisíaca, deja su huella en la tierra feraz. Lugones pinta la naturaleza pródiga, de características similares a la de la Edad de Oro. El autor despierta en nosotros el recuerdo de un paisaje de soleada imperturbabilidad.

Vése un poco inclinada hacia delante,
La silueta del hombre que acomoda
Con las manos atrás, en la pretina,
Pausadamente su cuchilla roma.
Ya las vacas ajenas cuyo daño
Interrumpiera su merienda sobria,
Lentamente repasan el portillo
Con pata desganada y cautelosa.

Lugones presenta al habitante del lugar. Su figura adusta emana una austeridad reforzada por el adjetivo "sobria", que el autor yuxtapone al sustantivo "merienda". La descripción del hombre es exacta, minuciosa, no en lo concerniente a su figura, sino a su actitud.
En una escena de resonancias gongorinas, se ocupa de los vacunos. Al hablar de "vacas ajenas", puede referirse al ganado de una propiedad vecina o al del propietario de la tierra en que trabaja este campesino. La "pata desganada" de las vacas es una nueva manifestación de la placidez de la que habíamos hablado antes.

Localiza el impávido silencio
Un zumbido concéntrico de mosca.
En la asoleada soledad vacila
El papelito de una mariposa.
Una muñeca que ya está granando
Bajo la uña pulgar estriada y tosca,
Descubre como un nene en los pañales
Su sonrisa de leche entre las hojas.

El zumbido concéntrico de la mosca nos remite a la idea del agua, a la imagen de las ondas que se forman cuando lanzamos un guijarro. La mosca es una diminuta piedra lanzada a la quietud del aire. La mariposa, grácil y etérea, no encuentra brisas que desvíen su vuelo; vacila, la presencia humana no la alarma. La soledad es total. En los dos primeros versos hay una oposición entre el silencio y el zumbido. Pero el sonido es tan suave, un murmullo, que participa de ese silencio.

Allá, a la vera del maizal, lanzado
En finas alabardas lo que enflora,
Se ve en el algarrobo que cobija
A hombres y bueyes cuando el cielo aprontan,

Lugones menciona dos vegetales característicos de la zona: el algarrobo y el maíz. El primero desempeña un papel protector: brinda sombra a hombres y animales. En los versos precedentes, había hablado del sol; ahora muestra un refugio, un lugar donde guarecerse. Haciendo gala de gran originalidad, compara el fruto de este árbol con un arma de forma alargada: la alabarda. El poeta nos sorprende con las relaciones que crea entre los diferentes elementos. Sus imágenes son justamente ponderadas por los críticos de su época, y, también, por los de la nuestra.
Encontramos nuevamente un recurso de distanciamiento, el adverbio, que nos indica la posición del autor, que se ha ubicado en un punto desde el cual domina todo el paisaje. El medio geográfico es cantado con más minuciosidad que efusión lírica.

El nido de industriosos carpinteros
Que cala el palo con su negra boca.

El nido de los pájaros carpinteros cala la madera del algarrobo. En realidad, nosotros asociamos esta acción a los pájaros, más que al nido. Se ha desplazado el verbo; en lugar de hablar del pájaro carpintero horadando el tronco, muestra, estático cómo todo el paisaje, el trabajo concluido. El lugar permanece en absoluta quietud.

Anoche debió andar la comadreja,
Porque mucho gritaban a deshora.

Contrapuesta a la calma del momento, el autor evoca los gritos de la noche anterior. La comadreja –supone- debe haberse introducido en el nido. Este animal se alimenta de huevos y pequeñas aves; su presencia da lugar a una oposición entre gritos y quietud.
Junto a ésta, encontramos una segunda oposición: el día, asociado el orden armonioso, es contrastado con la noche, que evoca la siniestra presencia del mal.

Cerca del hombre, abajo, en una tenue
Crepitación de briznas que se rozan,
Desliza su vibrátil garabato
La lagartija en breve escapatoria.
O es quizás el conejillo de las ramas
Que acumula en ovillo de zozobra
Su timidez de chico campesino,
Y exterioriza en su desliz de bola,
La oscura redondez del agujero
De tierra erial, donde íntimo se aloja.

Hasta ahora, Lugones había cantado a la tierra cultivada. En estos versos se ocupa de la tierra erial, intocada, y de sus habitantes pequeños: la lagartija, el conejillo y, en los versos siguientes, el sapo. El poeta va dando un panorama total de la región. Ha hablado del ganado, de los vegetales útiles y dañinos, y ahora se ocupa de animales que suelen pasar desapercibidos.
La lagartija, cuyo movimiento produce un sonido suave, es presentada por medio de una sensación auditiva. El conejillo está pintado en forma diferente, hasta con cierto cariño, inclusive. Nos parece verlo, huidizo, temeroso, exhibiendo una conducta que Lugones no vacila en comparar con la del ser humano.

En tanto, bajo el haz de los canutos
Cuya delgadez frágil y sonora
Se aflauta con traslúcida terneza,
Junto a la calabaza que coloran
Jaspes y lepras de reptil sombrío,
Pasa el sapo hortelano su modorra,
Entornados los ojos y latida
De lentos pulsos su garganta rosa.

Aparece aquí un animal poco frecuente en la poesía bucólica tradicional. Es extraordinaria –a nuestro criterio- la forma en que el autor logra describirlo, con una mínima cantidad de rasgos. Las descripciones de Lugones no son exhaustivas, pero el poeta tiene el don de abstraer las características que, por sí solas, formarán una imagen vívida. Las imágenes cromáticas están utilizadas con fina intuición; el contraste del jaspe y el rosa revela, en este animal, una desusada belleza.

Conclusiones

Lugones pinta el paisaje objetivamente, no lo hace eco de sus sentimientos. Hay una distancia espiritual muy marcada entre medio geográfico y poeta; las diferentes zonas son versificadas sin que se muestre predilección por ninguna de ellas.
El medio geográfico asume un papel protagónico en la obra. Las zonas del litoral y el nordeste estaban, en el momento en que Lugones escribe la oda, en un proceso de lento desarrollo. El poeta parece contemplar la evolución gradual que se va llevando a cabo; la expansión agrícola va transformando al región y él lo celebra. Su poesía parece surgir, más que de la observación de la naturaleza, de la contemplación de la tierra roturada, de los lugares en los que el hombre ha trabajado.
El ámbito geográfico es el marco, el amplio fondo en que se darán múltiples formas de vida. A partir de la presentación de la zona, realizará una enumeración de los integrantes de la flora y fauna típica; mostrará, también, al hombre que allí vive, en sus paseos y ocupaciones. Realiza estas menciones sin perder de vista la estrecha relación entre el medio geográfico y las especies que lo pueblan.
No hay datos específicos; el autor no da el nombre de ningún río o accidente geográfico. Habla de "civilización del agua" sin definir el alcance de esta expresión; no sabemos a ciencia cierta a qué ríos se está refiriendo. Esto obedece a la intención del poeta de aunar todas las aguas en una sola fuente benefactora. Los límites geográficos se desdibujan; no se habla de una región en particular, sino de los cultivos verdegueantes y de la tierra erial.
El entusiasmo del poeta no pierde vigor a lo largo de toda la composición. Lugones parece encontrar en el ser más insignificante un motivo de asombro, una nueva razón para cantar a la Patria en el Centenario.
Las descripciones tienen una exactitud casi fotográfica, un poco impersonal, quizás, pero no por ello dejan de ser bellísimas. El constante recurso de la personificación posibilita al autor ubicar en una misma jerarquía a nimales, vegetales, al habitante y a los agentes climáticos.
El poeta conduce al lector hacia paisajes calmos, plenos de paz. Hace que nuestra tención se dirija a esa tierra surcada por grandes ríos. Las zonas del litoral y el nordeste encuentran un merecido homenaje en esta composición; sus días largos y sus noches cálidas adquieren una belleza insospechada cuando Lugones los canta.
La oda nos recuerda que, no muy lejos de la metrópoli, hay una región agreste aún. La tierra mesopotámica encierra en sus entrañas la promesa de un futuro mejor.

Bibliografía

Ara, Guillermo: "Leopoldo Lugones", en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
Borges, Jorge Luis: Leopoldo Lugones. Buenos Aires, Troquel, 1955.
Castagnino, Raúl H.: El análisis literario. Buenos Aires, Nova, 1953.
Ghiano, Juan Carlos: Lugones escritor. Buenos Aires, Raigal, 1955.
Lugones, Leopoldo: "Oda a los ganados y las mieses", en Obras Poéticas Completas. Madrid, Aguilar, 1948, pp. 444-446.
Obligado, Carlos: La cueva del fósil. Buenos Aires, La Facultad, 1927.

(Esta monografía fue presentada en la cátedra "Teoría Literaria" del Dr. Raúl Castagnino, en la Universidad de Buenos Aires, en 1981) 

Mistica en America: Luis de Tejeda

Lilia E. de Orduna afirma que la palabra mistica deriva de un vocablo griego que significa cerrar, guardar un secreto, relacionado tambien con el latin "mysterium" (misterioso).
Al definir la naturaleza y funciones de lo poético, Raul H. Castagnino se ocupa de este tema; una de las funciones –señala- es la de posibilitar la evasión de una realidad oprimente. El escape por medio de la literatura puede ser horizontal, entendiendo bajo esta denominación la fuga "de una realidad terrenal. cotidiana, a otra realidad sublimada, de conformación ideal, pero no sobrenatural"; mas existe otro tipo de evasión, que se caracteriza por ser vertical, "trascendente de lo humano y lo terreno en anhelo de aproximación a Dios. Es el éxtasis -aclara el crítico-,la contemplación mística, lograda sólo por aquellos en quienes hasta la ultima fibra del ser vibra estremecido por el amor a Dios".
En la lírica española, a la que tanto deben nuestras letras, se observa una profunda inclinación hacia la poesía religiosa; Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, son los más altos exponentes de esta poesía devota. En suelo americano, un espíritu preclaro recogió la herencia de estos místicos.
En Córdoba, en 1604, nacia Don Luis de Tejeda y Guzman. Tras haber llevado una vida en la que la destacada actuación publica se alternaba con los frecuentes escandándalos amorosos, se recluyó, orillando los sesenta años, en el convento de los dominicos; ésta fue -comenta Ricardo Figueira- una "especie de conversión despues de la cual se dedica a la vida religiosa y a la creación literaria".
De su pluma surgieron composiciones misticas y profanas; ninguna de estas ultimas se conserva, hecho que puede deberse -a criterio de Bernardo Canal Feijoo- a que Tejeda, al ingresar a la orden religiosa, las haya destruido en razón de la etapa que evocaban. Para el estudioso, la obra profana debia ser de superior calidad, ya que la poesia religiosa -sostiene- se advierte en realidad como algo constreñida por el compromiso mistico asumido por el poeta al ingresar en la orden dominica". Las composiciones que han llegado a nosotros parecen configurar un unico poema dividido en dos partes; esta obra fue hallada por Ricardo Rojas en un códice colonial, que editó en 1916 bajo el titulo de"EI Peregrino en Babilonia".

ltinerario espiritual

La primera parte de esta composición, titulada "Romance sobre su vida"; cuenta el pasado de Tejeda y Guzman hasta llegar al dia de su conversión, que ubica en la festividad de la Natividad de María (8 de septiembre) del año mil seiscientos cincuenta y ocho. En el Romance encontramos, tras un nombre de ficción, a la esposa del autor, madre de sus diez hijos; junto a ella, su amiga intima, con quien el poeta mantuvo una estrecha relación: "Mas quién creera que fue Anfrisa/ ocasión aunque no causa/ de otro mas prolijo incendio/ que al infierno me arrojaba??/ De su misma edad y prendas/ era su amiga del alma./ Lucinda, tan recogida,/ Lucinda tan encerrada".
Prosigue el lírico la narración de su turbulento pasado hasta rememorar el momento en que siente el llamado de Dios; estando frente a un monte, escucha una voz que le dice: "a que este monte que miras/ es de Dios la ciudad Santa,/ lo demas es Babilonia/ que peregrinando andas".
La segunda parte, dedicada a Maria, es totalmente diferente; una combinacion de heptasilabos y endecasilabos sustituye la cadencia del romance. "Tiempo es ya que yo agora llore y cante" comienza este segundo grupo de estrofas en que el poeta continúa su acto de contrición, buscando concretar su anhelo de perfecta unión con el Supremo.
Aunque deudor de una tradición, Luis de Tejeda y Guzman ha cultivado el genero elegido con indudable originalidad; “el primer poeta argentino” recibió una valiosisima herencia peninsular y la adaptó a su modo personal de vivenciar la religión y el arte.
Bernardo Canal Feijóo señala esta peculiaridad del autor de "El Peregrino en Babilonia": "Contrariamente a lo que ocurre en los místicos puros, el suyo es un misticismo que en ningun momento olvida el "Yo", el Yo pecador, desde luego, que en ningun momento renuncia a ninguno de sus recuerdos felices, los del pecado, y hasta se goza en proclamarlos, desde que lo hace bajo el velo poético”.
Siguiendo el sendero marcado por Fray, Luis y por San Juan de la Cruz, Tejeda implora también un acercamiento al Todopoderoso; pero éste no se realizará, como en los grandes místicos españoles, dejando de lado las vivencias terrenales. Luis de Tejeda, cuerpo y alma, presente y pasado, emprende la ascención.

(DIARIO DE CUYO, San Juan)




CRITICA BIBLIOGRAFICA


EL BREVIARIO DE LAS REFLEXIONES. Buenos Aires, el gRillo, 2005. (Ensayo).

Carolina de Grinbaum, escritora de larga y reconocida trayectoria, es autora de libros de ensayo, narrativa y poesía, entre los que mencionamos Preceptiva y prodigios en la obra de Julio Cortázar (1996), La isla se expande (1992), Mariana de la tierra (1984) y Homenaje Leopoldo Lugones (1986). Fundó y dirige la Revista de Cultura el gRillo. Como antóloga, ha compilado treinta y dos volúmenes de cuento, poesía y ensayo. Se desempeña en crítica literaria y periodismo. Colabora en periódicos, diarios y revistas nacionales y extranjeras con cuentos, poesía, notas, críticas y ensayos. Algunos de sus trabajos han sido traducidos. Dirigió e inició el Suplemento Literario de un antiguo periódico de Buenos Aires, donde reside. Dicta seminarios, da conferencias. Actúa como jurado. Conduce cursos de creación literaria para la formación de escritores. Es Directora Editorial. Formó parte de la Comisión Directiva de Gente de Letras, de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), donde dirigió los talleres de la Casa Leopoldo Lugones. Pertenece al Instituto Literario y Cultural Hispánico con sede en California. Invitada por la Fundación El Libro, da conferencias en la Feria Internacional del Libro. Ha recibido premios a nivel nacional y latinoamericano.
El volumen que comentamos reúne quinientos treinta y cinco aforismos. Los mismos surgen como respuesta al amor de su familia y a las inquietudes de la escritora. Tales compromisos con la vida y la literatura dan como resultado un librito bello y aleccionador, editado con gran cuidado. La cubierta completa el sentido austero de la obra y nos invita a adentrarnos en estas reflexiones tan ricas.
La autora es una mujer de nuestro tiempo. Sus máximas surgen del contacto con quienes la rodean, en las más diversas situaciones. Muchas de estas situaciones pueden haber sido dolorosas, pero no han dejado en ella un regusto amargo, sino, por el contrario, la tranquila sabiduría de quien entiende a los demás, y perdona.
Entre los temas que aborda, se encuentra la existencia del ser humano, enfrentado a otros seres o a hechos. De los primeros, dice la aforista que se los puede ver de diferente manera; así, será muy distinta la visión del egoísta, del altruista, la del celoso, el insignificante y el coloso. Cada uno de ellos protagoniza diversas sentencias que, reunidas, nos dan una acertada visión de la Humanidad en su conjunto, como espejos que reflejan diferentes imágenes.
La escritora se ocupa asimismo de cuestiones como la creación, la presencia de Dios, el tiempo, la muerte, siempre referidas a la condición del ser que se relaciona con ellas y que las observa desde su solitaria perspectiva.
Un género milenario como el aforismo, recibe hoy un nuevo aporte. A tantas voces, se suma la de Carolina de Grinbaum, que expresa su personal visión de la vida, desde una postura sabia y pura, en la que alguna tristeza se desvanece para transformarse en experiencia que desea transmitir a quienes la leen.

 

LA PASION AMERICANA EN LA POESIA DE RUBEN VELA, por Juana Alcira Arancibia, editora. Instituto Literario y Cultural Hispánico. Coleccion Estudios Hispanicos, dirigida por Juana Alcira Arancibia. Volumen VII. Buenos Aires, 2001. 352 paginas. 

Alberto Julian Perez recuerda que "Ruben Vela fue uno de los mas prestigiosos representantes del grupo 'Poesia Buenos Aires', que liderara en la década del cincuenta el poeta Raul Gustavo Aguirre, y al que pertenecieron, entre otros, poetas como Rodolfo Alonso y Francisco Urondo. ( ... ) Crítico literario, critico de arte, humanista, la personaiidad de Ruben Vela se destaca en sus multiples facetas. Pero por sabre todo sobresale su dimension como poeta: su amor a la imagen lirica, su respeto por la poesia, lo inc1inaron a un generoso humanismo, a una búsqueda de ideales perdurables".
Para comprender las motivaciones y raíces de su lirica, contamos ahora con el volumen compilado por Juana Arancibia, en el que ella misma y conocidos críticos del pais y el extranjero abordan la obra del santafesino, su tematica y simbologia. Asi, la editora, Delfin Leocadio Garasa, Sebastian Jorgi, Cristina Pizarro, Zoraida Gonzalez Arrili, Marta de Paris, Alberto Baeza Flores y Bella Jozef, entre otros, se ocupan de lo telúrico, la vision de las culturas premodernas, la poesia antropologica, el eros y muchos otros temas que analizaron en los poemas de este creador que -al decir de Arancibia- «muestra una profunda y amorosa adhesión al ambito circundante, lo que le permite fragmentarse en cada ser y en cada cosa, penetrarlos y dejarse penetrar por ellos hasta la consustanciacion. En su obra se desborda lo nacional y sus referencias abarcan otros puntos del continente, mostrando cómo la literatura abandona el localismo para ser expresion continental».
El volumen inc1uye una seleccion de poesias y la bibliografia consultada.

(EL TIEMPO, Azul, 14 de octubre de 2001)

 

SIETE CONTRA TEBAS, por Sebastián Jorgi. Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1997. 101 pp.

Muchas y valiosas son las voces de los poetas argentinos de nuestro tiempo. No es fácil hacer una selección de ellos, pues acuden a nuestra memoria nombres y obras, fechas y lugares.
El crítico Sebastián Jorgi, premiado por su narrativa en España y Latinoamerica, se propuso estudiar la obra de algunos poetas, y llevó a cabo este propósito en un libro que se titula Siete contra Tebas.
El lector se preguntará el por qué de ese titulo. Modesto Montecchia lo explica en el prólogo. Dice: "lndudablemente, hoy, para enfrentar a esta nueva Tebas que se alza a orillas del río inmóvil, Sebastián Jorgi ha elegido siete poetas para que traspasen las puertas de la indiferencia y el silencio a que la poesía es condenada en esta posmodernidad que como la antigua competidora de Esparta, es insensible".
El prologuista da la razón por la que estos siete creadores fueron elegidos entre los muchos que escriben lírica en nuestro país: "Siete de los muchos que hay en dura, vigorosa lucha por hacerse oir, no es una elección de merecimientos específicamente literarios. Es el reconocimiento a la batalla que por décadas, estos creadores porfiadamente libran sin otra meta que el cumplimiento de una obligación interior. Por eso mismo los ha estudiado mas que a otros con iguales o mayores meritos, tal vez. Por ello los eligió para esta aventura".
¿Qué se propone el critico? Montecchia lo expresa: "descubrir a estos forjadores silenciosos que enfrentan estoicamente ser ignorados, seguros íntimamente de que cumplen su misión y que la victoria será suya. Hay otros tenaces gladiadores que arremeten contra las mil puertas de la insensibilidad. Su lanza es la poesía. Con ella buscan trasponer las siete puertas que les corresponde de esta moderna (o posmoderna) Tebas. Su destino es fraguar la palabra. En eso están: Bajarlía, Furlan, Groppa, Leguizamón, Lema, Requeni y Vela. Y es su mejor legado".
Veamos que nos dice Jorgi de cada uno de ellos.

Juan-Jacobo Bajarlía

Bajarlia nació en Buenos Aires. Pertenece a la generación del '50 y es uno de los propulsores del movimiento invencionista. Sobre la vigencia de su obra, escribe el crítico: "Van pasando cuarenta y cinco años desde que los gnomos de la creación se instalaron en la imaginación dictadora de Juan Jacobo Bajarlía, imaginación latente que se encarga de los triunfos sobre el silencio hacia el poeta. Al polémico teórico (presencié sus batallas en varias mesas redondas de los años sesenta) autor de La polémique Reverdy-Huidobro (Bruselas, 1963, Centro International d'Etudes Poetiques) y al vidente-hacedor le decimos que su poesía sigue vigente porque es la hoguera que crepita en el rayo y el vino que electriza los limites perdidos".
"Cincuenta años de poesía pura -agrega Jorgi- que colocan a Juan-Jacobo en los podios más relevantes del espectro poético argentino, en un nivel que trasciende los caprichosos límites, aun los del Infierno".

Luis Ricardo Furlan

Al referirse a Urdimbre y resplandor del inocente, libro de este poeta porteño, el crítico afirma: "Mérito por partida doble el de Furlan: se interna en la composición tradicional del soneto y lo hace, sin esforzar la línea y el sentido de la poesía, encajando con frescura -si se permite el termino-, es decir, no forzando semánticamente la expresión sonetística".
Acerca del lenguaje que cultiva, sostiene: "Nuestro autor acuna un lenguaje atesorado en un vocabulario sutil y culto, en donde la palabra vibra con los dones expresivos de generosa hispanidad, que lo distingue de otros compañeros de la misma generación". Jorgi considera que "para entrar en el mundo poético de Luis Ricardo Furlan hay que sumergirse en el lenguaje de pura hispanidad y de no menos raigalidad hispanoamericana" .

Néstor Groppa

"Más allá de la solvencia estilística que hace de Groppa un poeta de tono elevado -dice Jorgi-, tanto por su ductilidad temática como formal y se vive con él la recreación del tiempo que se fue (mejor, creo, que se nos esta yendo), como un aprehender de lo vivido que si está, es en la memoria, como un aferrarse existencial a 'ese río de tiempo y al otro geográfico' ".
Se trata de "un poeta que vibra en la propia textura, creación vivida a pleno desde su natal Laborde de Córdoba hasta su actual San Salvador de Jujuy, porque muchas cosas fueron la poesía y porque la tierra aun le dicta su versión del tiempo”.

Pedro Leguizamón

Es el único de los siete poetas que no pertenece a la generación del '50, ya que su obra poética se encuadra en la generación del '70. Fue valorado por personalidades relevantes. Jorgi recuerda que "en una conversación -hace muchos años- con Jorge Vocos Lescano en el Pen Club de Buenos Aires, me confesó su gratísima impresión sobre la poesía de Pedro Leguizamón".
"Tremenda posición estética y asunción la de este compositor de varas medidas, en alta tonalidad donde se aparean espíritu y llanura, en donde un corazón de mil guitarras late al compás de todos los tiempos", expresa el crítico, sobre la obra del periodista marplatense nacido en Laprida.

Abel Osvaldo Lema

Nos toca referirnos a este poeta a pocos días de su deceso. La pena no nos abandona. Lema cultivó también el soneto; en la serie que ellos conforman, Jorgi "constata la capacidad creadora mas allá de la instancia compositiva de este genero aparte -el soneto - de la historia de la poesía. El nudo narrativo de los sonetos no se pierde, nada es forzado en la caja de zapatos sonetísticos, cada verso fluye con carga contundente y hondura semántica. (...) El mérito de la serie de sonetos es que Abel Osvaldo Lema no se ha conformado con la mera hechura; connotaciones y profundas verticalidades traducen el puesto del hombre en el cosmos"

Antonio Requeni

A criterio del ensayista: "Un sentimiento de complacida felicidad puede atisbarse en la poesia de Antonio Requeni, reunida en Poemas (1951-1991), antologia en la que el autor expresa la propia totalidad que enmarca 40 años de una apasionada entrega lirica".
Respecto del soneto, afirma Jorgi: "el canto sonetistico -tan vapuleado por algunos criticos y pares por su ‘anacronismo’- es en Antonio Requeni una gracil paloma que sobrevuela el parque y que se adentra en el mundo de los niños -sus hijos, tambien- en los que el poeta se ve reflejado: en el cristal profundo/ de tus ojos me vi niño/ que en ellos/ iba de nuevo descubriendo el mundo".

Ruben Vela

Jorgi se refiere a quien fuera presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, en relacion con el ambito cultural en que surge su creacion: "La preocupacion por el lenguaje ha sido el bastion de la generacion del '50 y mas precisamente, la del nucleo que convocó Raúl Gustavo Aguirre en Poesia Buenos Aires, entre los que se contaba Ruben Vela". Y es en relacion con la generacion como considera la lirica de Vela: "Frente al proceso historico, el poeta coloca al hombre en su integridad, arraigado en ordenes espirituales del Ser. No proclama la libertad formal, sino la real y concreta, la libertad como contenido mismo de la existencia del hombre. Claro, se me dirá que los problemas sociales y psicológicos recorren en cierta forma los poemas de casi todos los poetas de la decada del '50. Y nuestro poeta no escapara a su tiempo, a esas generales de la ley: la irreverencia, la rebeldia, el inconformismo. Son los tiempos del Existencialismo. Pero sí escapa estilisticamente y su postura se va tornando antropologica, bien lo dice en su estudio el poeta Alberto Baeza Flores".

"En Siete contra Tebas -dice Andres Valle-, la reflexion y el comentario estan acompañados por un buceo profundo en el alma de cada uno de los poetas, reveladores de significaciones distintivas dentro de la actual poesia argentina". Es que, ademas de su erudicion y su capacidad de trabajo, Jorgi es un lector sensible que disfruta de cuanto lee y puede enseñarlo a los demas, para que sepan quienes hacen la literatura argentina.

(LA NUEVA PROVINCIA, Bahía Blanca, 29 de octubre de 1998)
 

LA CASA DE LA LLANURA, por Jorge Torres Zavaleta. Buenos Aires, Atlántida, 1993.

Esta obra puede encuadrarse en la rica vertiente de la novela de aprendizaje. Dicho aprendizaje se da tanto en lo espiritual cuanto en lo técnico, y se encuentra profusamente ejemplificado con situaciones que parecen extraídas de la vida del autor. Obviamente, es él y no el crítico quien debe decir si los episodios que narra tienen relación con su propia existencia. Sea así o no, de todos modos, la obra literaria tiene validez por sí misma.
Martín, un joven que curiosamente lleva el mismo nombre que un niño muerto, se propone homenajear la memoria de un escritor fallecido un tiempo antes. Para ello, deberá pedir la colaboración de los allegados al creador, y deberá soportar las trabas que le pone su jefe en el diario en el que trabaja. Todo esto –la frecuentación de la obra y de los lugares en los que vivió el escritor, y la continua lucha por mantener su autonomía periodística- lo irá marcando, y le hará sentir en más de una oportunidad que sus esfuerzos son vanos. Tan vanos como la corta existencia de ese chiquito, hijo del creador, que llevaba su nombre. Las vicisitudes por las que pasa, intentando mostrar a un ambiente cultural plagado de envidia las verdaderas cualidades del escritor, dan pie a Torres Zavaleta para reflejar la experiencia de aquel que nada contra la corriente y, finalmente, es relegado a una sección menos importante del diario.
Mientras Martín trata de entender su propio lugar en el mundo, desfilan ante sus ojos los trances de una historia por todos conocida, y los momentos íntimos de una historia familiar, en la que la decadencia es tan evidente como en el diario y en la vida del escritor venerado. La conclusión a la que llega el joven –sin lugar a dudas, muy dura- es que en el tiempo en que vivimos ya no hay espacio para algunas realidades que ayer fueron de gran importancia: la casa del escritor será convertida en el centro de un country, para que no se pierda dinero, y así, se vuelve un centro de atracción turística, a gran distancia del espíritu que originalmente se había pensado para ese museo.
Sin embargo, Zavaleta no es pesimista: todas las circunstancias que marcan al protagonista le sirven para renacer con más fuerza, para enfrentar la vida con una mirada distinta, pues los tiempos han cambiado y es necesario adaptarse. Con nostalgia, con juicio crítico acertado, esta obra nos lleva por los caminos de nuestra historia, a través de personajes vívidos y plenos, que nos reflejan en toda nuestra energía y en nuestra soledad.

(el gRillo, N° 9, Buenos Aires, 1993)
 

EL OBSEQUIO DE LOS PAJAROS, por Gastón Gori. Edicion Litar, Santa Fe. 110 paginas

La obra que nos ocupa está integrada por una serie de narraciones que el autor atribuye a don Dalmacio, su amigo; de este modo, Gaston Gori hace las veces de editor, aunque -segun afirma Dalmacio- tambien ha intercalado algun cuento suyo. Cuando le pidió los originales para publicar, el escritor le preguntó: "¿Para qué quieres ese libro? ¿Existe aún alguien en el mundo que sepa cuanto cuesta al alma llegar a Ia belleza?" Este es el tema alrededor del cual giran estas paginas que, al modo de los enxiemplos, muestran una determinada actitud de vida.
Pasados ya los sesenta años de edad, don Dalmacio se pregunta sobre la existencia, sobre su pasado y el saldo que ha quedado de tantos esfuerzos; comprende entonces que es necesario hacer cosas bellas, sin sentido practico, pero que ayuden a transitar esta senda. Un dia, decide fabricar él mismo un horno; el lector podrá preguntarse -como el protagonista- por qué se le ocurrió esa idea, en la era de la técnica y de los productos envasados y anodinos. La respuesta es clara: porque había sentido el deseo de levantarlo con sus propias manos. Quizas sin saberlo, el hombre estaba estrechando vinculos con su pasado, pues el horno era igual al que construyeron sus primos campesinos, y simbolizaba eternos lazos de sangre...
"El obsequio de los pajaros" trata este mismo terna, el de las necesidades espirituales. Deseosas de hacer un regalo al zorzal, las aves no saben qué elegir, hasta que una de ellas propuso ir al monte a buscar un obsequio maravilloso; eran flores del aire, pero necesitaron tiempo para mostrar sus colores, para dejar de ser otra especie de nido. Pasados los dias, pudo verse el nido del zorzal "exhiblendo flores sonrosadas que parecian hechas de luz y del color que tienen las mejillas de las doncellas cuando se avergüenzan".
La belleza del junquillo parecía fuera de lugar en el sitio en que habia crecido; era menester cultivar algo mas practico que flores, algo que "sirviese". Con esa idea, lo arrancaron de cuajo y plantaron en su lugar útiles hortalizas: el junquillo, sin embargo, renació tímidamente. Luego, pensaron que había que hacer obras de albañileria; nuevamente el junquillo fue victima del atropello, y nuevamente, también, asomó sus verdes hojas con tenaz insistencia. Esta narración nos deja dos motivos para reflexionar: primeramente, con qué denuedo el hombre destruye todo lo que no satisface sus necesidades inmediatas, y, por otra parte, la intervención de una voluntad superior -el destino, o como quiera llamársele- que no permite que la necedad humana aniquile la belleza.
Gastón Gori plantea temas filosóficos, en cuentos protagonizados por hombres, vegetales y seres irracionales; cada uno de estos textos servirá para iluminar la existencia, volver a creer y a crear.

(LA PRENSA, Buenos Aires, 25 de febrero de 1990) 

DE LOS ANGELES DE BUENOS AIRES. Villancicos porteños, por Emilio Breda. Buenos Aires, Plus Ultra, 1986. 78 paginas.

La obra que nos ocupa fue distinguida con la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, el Premio San Gabriel de la Comisión Episcopal Argentina para los Medios de Comunicación Social, el Premio Regina de la Casa del Teatro y el Premio Santa Clara de Asis de las Ligas de Padres y Madres de Familia. Fue aprobada por el Consejo Nacional de Educación y la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires como libro de aula para el ciclo primario; el Circulo de Artes y Letras del Uruguay y la Casa Argentina en Israel -Tierra Santa- la galardonaron con sendos Diplomas de Honor.
EI maestro Sebastian Piana compuso especialmente musicas para estos villancicos, con aires de tango, milonga o candombe, según los barrios. El espectaculo "Los Villancicos Porteños de Emilio Breda" recorrió, con gran éxito de público y de critica, Estados Unidos, Mexico, Honduras, El Salvador, Costa Rica, Peru, Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil y Uruguay.
Breda presenta en este Iibro los villancicos que los diversos barrios porteños cantaban al Niño Dios en el dia de su nacimiento. La forma de esta especie quedó fijada por los poetas de los cancioneros de finales del siglo XV, y su nombre parece derivar del "villancete" de Carvajales, poeta cortesano de Alfonso V. El villancico era de temática amorosa y sólo mas tarde, a causa de la tendencia a divinizar la lírica, se pasó al tema navideño que con tanta maestria cultiva.
"Mentiría -afirma- si dijera que estos villancicos porteños son mios y que soy yo su autor. La verdad es otra. ( ... ) Estos villancicos me los han susurrado al oido esos seres invisibles y alados que guardan, silenciosamente; a mi ciudad. Por eso este libro no me pertenece. Es 'De los Angeles de Buenos Aires".
Pero estos misteriosos personajes tienen sus raices en la literatura española, a la que tanto debemos; el poeta señala como inspiradores a los "Angeles Albriciadores" de Federico Muelas y los que Rafael Alberti nos brindó en su obra "Sobre los Angeles". Han colaborado con Emilio Breda los artistas Raul Soldi y Norah Borges, que dieron concreción material a los anhelos que encarnan estos ingenuos protagonistas.
Volver a la inocencia es la necesidad mas perentoria de la agitada epoca que nos ha tocado vivir; Breda nos muestra el camino a traves de poemas sencillos y tiernos. Los angeles existen, y estan dentro de cada uno de nosotros. No lo olvidemos.

(El Tiempo, Azul, 10 de septiembre de 1989
(Tapa del libro: www.emiliobreda.com.ar)

OBRADOR, por NESTOR GROPPA Buenamontaña, Jujuy. 196 paginas

En diciembre de 1955 apareció el primer número de la revista jujeña Tarja, en la que colaboraron Manuel J, Castilla, Alvaro Yunque y Héctor Tizón, entre otros. La dirigían Mario Busignani, Jorge Calvetti, Andres Fidalgo, Nestor Groppa y el artista Medardo Pantoja, Un año antes, en Buenos Aires, se editaba el primer Iibro de Groppa, mientras el autor trabajaba en Ia escuela Sarmiento, de Tilcara; a este voIumen le siguieron Romance del tipógrafo, Postales, Cantos para. Jujuy'. Y muchas otras obras, aIgunas de Ias cuales hoy se hallan traducidas al itaIiano, inglés, checo y ruso.
. Obrador reúne poemas que giran alrededor de temas fundamentales, sobre los que se expresa eI autor en Ias páginas en prosa. Uno de estos temas es el tiempo. "EI tiempo -dice el poeta- en su representacion tangible toma la forma y el nombre de Ias cosas que poblamos eI mundo. Somos (las casas y nosotros) Ia mas cabaIita certidumbre del tiempo". En su poesia aparecerá este sentimiento, vinculado a la belleza de cuanto lo rodea: "Todos los días ando y cruzo un rio/ EI del tiempo y el geografico./ EI rio penumbroso del amanecer/ y otro, buscando el sureste".
La naturaleza es un· motivo importante en su lirica, evocada como un espectaculo cotidiano que proporciona alegria a quien se detiene a observarIa. Mirando con Ios ojos del poeta, Ilegaran a nosotros el lirio rosado, el tilo, las aves y los rios del norte de nuestro pais. Pero encontraremos tambien la ciudad, con su mercado viejo, su quiosco de revistas y su casa de venta de articulos misticos; en esa ciudad se ha afincado el poeta, llegado desde la provincia de Cordoba hace muchos años.
El volumen incluye numerosas fotografías tomadas por Groppa; las imágenes de las flores, de los libros y los espejos; las de Carlos Gardel y el paisaje norteño, nos habIan de una tierra amada, cantada por el escritor en sus poemas, a Ios que define como “deslumbramientos cautivados durante la entrega mas que total hacia este lado tormentoso (de la vida)".

(LA PRENSA)



ABIERTO POR BALANCE (DE LA LITERATURA EN JUJUY Y OTRAS EXlSTENCIAS, por Nestor Groppa. Jujuy, Buenamontaña, 200 paginas.

En su ultimo libro de poemas, OBRADOR, Nestor Groppa nos habla de sí mismo. Nació en 1928 en Laborde, "uno de los tantos pueblos menores en el sureste de la provincia de Cordoba, comarca de la pampa gringa"; en 1954 apareció su primer libro, al que siguieron EN EL TIEMPO LABRADOR, POSTALES Y ALMANAQUE DE NOTAS, entre otros. Ha sido traducido al italiano, ingles, checo y ruso.
La obra que nos ocupa evoca la vida en Jujuy entre los años 1956 y 1981, enfocada desde muy diversos aspectos. Primeramente, y como ya lo indica el titulo, analiza la literatura en la provincia; es necesario diferenciar -dice Groppa- la literatura jujeña, de la literatura en Jujuy. Dejemos que él mismo nos lo aclare: "Si digo literatura jujeña me estoy ciñendo a todo cuanto pueda ser expresion literaria de gente de Jujuy. Si en cambio señalo la literatura en Jujuy, convengo solamente con la obra de un jujeño ya con un nivel de expresion que lo arroja en el oleaje de la literatura sin aditamentos.
Fundamental importancia han tenido, en este area de la cultura. las revistas literarias y el suplemento de PREGON, el diario local, dirigido (el suplemento) por el autor. "Se puede suponer, con legitimidad -afirma-, que ese diario local tuvo y tiene mucho que ver con la afloracion de escritores y entusiastas aspirantes como nunca habla acontecido en Jujuy. EI trabajo literario existía ya en la provincia. pero no tenia la trascendencia que hoy tiene; ante esta realidad, Groppa postula dos posibles causas: la falta de difusión del mismo y la importancia reciente que ha cobrado la tarea de escribir.
Entre las otras existencias aludidas en el titulo, encontramos diversas entrevistas realizadas por el autor, quien ha conversado con Felipe Esteban Arias, mecanico; Emiliano Llanes, relojero; Jose Amador, ayudante no tecnico; Luis Pellegrini, artista pintor; Jose Francisco Ortiz, decano de los impresores jujeños; Felix de Balois Leaño, guitarrero y pintor, y Barbarita Cruz, ollera (ceramista) de Purmamarca. Tanto los testimonios de las personas mencionadas como el Cronicón que nos brinda Groppa, ofrecen la posibilidad de reconstruir un pasado inmediato y, al mismo tiempo, captar el amor de los hombres por su tierra.
Hoy Jujuy es un importante centro cultural, que ha dado al país destacados escritores. El libro que comentamos constituye una de las vias por las que podremos adentrarnos en sus tradiciones y en su sed de progreso.
Muchas voces componen esta obra: la del autor, las de los entrevistados, las de los hombres comunes. que venden sus mercaderías por la calle. A estas voces, nítidas y diferentes por su timbre y sus propósitos, se suman las bellisimas fotografías tomadas por el escritor, que completan así un unico mensaje de Jujuy hacia los compatriotas.

(PROA, Diciembre 88/ Enero 89) 

TODOS RECORDARON A CASANDRA, por Antonio Aliberti. Primer Premio 20 aniversario de la Fundación Argentina para la Poesia. Fundación Argentina para la Poesia.
Buenos Aires. 1987. 58 pp.

Por supuesto, no es la mujer la única protagonista de estos bellísimos poemas, pero sí es una constante en todos. En primer lugar, recordamos a la madre, tierno refugio ante la azarosa vida cotidiana; "acariciame la frente/ no me dejes salir”, le pide. Pero la verdad lo reclama; los hijos necesitan que él se instale en su presente de una vez por todas.
La relación de pareja es evocada en "Las dos vidas”, el amor entre “dos que comparten el pan y la rutina"; en este poema aparece el ansia de no perder la individualidad, ya que asi
será mayor el aporte que cada uno hará, con sus fantasias y sus sentidos, al crecimiento mutuo.
"Ella" es la composición en que Maria Rosa Lojo, autora de la nota critica, ve tambien a la madre. Hay una vuelta a la infancia, ya que -comenta la estudiosa- "propone un viaje a contracorriente del tiempo en busca del origen, el rostro sin ultraje, la inauguración de los dias".
La figura femenina es asociada tambien a la magia del lenguaje; sólo que nombrar equivale a mentir, significa una relacion efimera con las cosas sin adentrarse en su esencia: "los ojos se refugian en una fragua/ donde silencio y vacio no han nacido". Y qué es Casandra, al fin y al cabo, sino una mujer profética que advierte sobre los peligros que·se ciernen, una mujer que en la poesia de Aliberti cobra nueva y magnifica vida.

(EL TIEMPO, Azul, 6 de marzo de 1988)

 

TIEMPO DE OPRESION, por Antonio Elio Brailovsky. Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1986. 188 páginas.

Chuquisaca, verano de 1802; un estudiante de Derecho realiza una visita al cerro de Potosi. Durante su viaje, numerosos interlocutores le relatan historias de sus vidas o de la sociedad en general. Este joven no es otro que Mariano Moreno, en su proceso de formación intelectual y espiritual. A partir de los relatos que escucha, se va formando una idea de la realidad en que está inmerso, una realidad por completo ajena a cuanto el imaginaba en su confortable casa de Buenos Aires. Las narraciones tienen un único y doloroso tema central: la politica de la Corona Española para con los indios y esclavos. El protagonista recuerda haber presenciado, teniendo sólo doce años, escenas escalofriantes, indignas de una raza tan noble.
El momento culminante del relato es la evocacion de la insurrección de Tupac Amaru, nombre adoptado por el Cacique peruano Jose Gabriel Condorcanqui, descendiente del Inca Felipe Tupac Amaru, ajusticiado por el Virrey Toledo en 1579. En boca de una de las damas patricias del Virreinato pone el autor la narracion de los padecimientos sufridos durante la hambruna de 1781, ocasionada por el sitio impuesto por los indigenas; personajes de la mas alta clase social se ven obligados a ingerir carne de caballos y mulas, en un principio, y de otros animales menos apetecibles, en las postrimerías de la epoca de aislamiento.
Entre la evocación de estos sucesos y la busqueda de un modo de servir a la Patria van transcurriendo los dias del joven estudiante. Le han dicho que no participe en la politica de su tiempo, que se dedique al Derecho Canonico, mas el no hará caso a estos consejos; los resultados de su eleccion constituyen paginas brillantes de nuestra historia.
Y, para regocijo del lector, tan rica trama va acompañada de un hábil manejo de los recursos expresivos. Brailovsky ha elegido para su novela la narración en segunda persona, consagrada por Michel Butor en La modificación. El interlocutor será siempre el mismo; un carpintero, una gitana, un abogado, se acercarán al joven. El empleo de esta tecnica produce en el lector la impresion de que el estudiante es el crisol en el que se depositan diferentes elementos que, tan sólo luego de años, fraguarán en una actitud superior.
El autor es Licenciado en Economia Politica, escritor y periodista. Se especializa en temas de Ecología y Medio Ambiente. Se desempeña como funcionario de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y como Profesor Titular de Recursos Naturales de la Argentina en la Universidad capitalina. Ha publicado Historia de las crisis argentinas (un sacrificio inútil) y Politica Ambiental de 1a Generación del 80, ensayos; un volumen de cuentos titulado Libro de las desmesuras y las novelas Identidad y El asalto al cielo.

(EL TIEMPO, Azul, 15 de noviembre de 1987)
 

PARIS BIEN VALE UNA MUSA (Memorias de mi primer viaje a Paris), por Roberto Tálice. Editorial Corregidor. Buenos Aires. 169 páginas.

La creación de una obra autobiográfica obedece a diversos impulsos, generalmente constantes en todos los autores. Los mas importantes son el afan de automostracion, el deseo de rescatar una epoca mejor -o un escenario de acontecimientos mas felices- y la necesidad de trascender. Todas estas motivaciones se encuentran en el libro de Roberto Talice, periodista, dramaturgo, escritor de numerosas obras galardonadas con los premios mas importantes de nuestro pais.
El relato evoca el viaje que el autor realizara, siendo muy joven, a Europa. No contaba con dinero para hacerlo, sólo tenia la firme conviccion de que debia ir. La empresa era arriesgada, pero Talice decia "Prefiero morirme de hambre en Paris a los veinte años, y no conocerlo en la opulencia de los cincuenta". Llevaba en su espiritu dos poderosos "males", que le hacian olvidar los riesgos: "la patologia del nomade y el morboso y contagioso virus de Paris". Sólo pensando en su incidencia podrá comprenderse la juvenil intrepidez del autor. La epoca en que se realizó el viaje no está dada con exactitud; podemos. tener una idea a partir de dos datos que proporciona el narrador; en un oportunidad, expresa que escribe "casi a los sesenta años de las vicisitudes e incidencias de mi primer viaje a Paris”; tambien comenta que llegó a Francia siendo no muy lejana la Primer Guerra Mundial. Estas afirmaciones nos permiten suponer que el viaje fue realizado alrededor de 1926.
Una vez tomada la decision de embarcar, debía conseguir, al menos, lo imprescindible para el pasaje, ya que ni con ese dinero contaba. De a poco, va redondeando la suma que le permite viajar en el "Lutetia", pero sólo hasta la ciudad de Santos, en Brasil. Cómo llegaría desde allí a Europa, era algo que ni el mismo sabia. Los amigos colaboraron con cuanto estuvo a su alcance para que el viajero estuviera bien equipado; unos le proporcionaron dinero (que le adeudaban); otro, un traje con poco uso, tarjetas de presentación, y una manta de viaje. Esta ultima era sumamente funcional, ya que, disimulado en su interior, podía transportar cuanto no entraba en la valija. Los diarios uruguayos a los que el escritor se hallaba vinculado le ofrecieron, por su parte, una determinada cantidad de dinero por nota a enviar. Con este equipaje, y mas esperanzas que realidades, se fue nuestro protagonista.
Partieron rumbo a Brasil, Tálice y un recitador al que representaría en America y Europa, dividiendose las ganancias obtenidas. En Brasil se les une Martin Arrivillaga, dilecto amigo del narrador, decidido a hacer la travesia con la mensualidad que le pasaba su madre. Como vemos, las condiciones no podian ser mas adversas, pero la voluntad de llegar a la ciudad ansiada vencía cualquier obstaculo. La primera escala, en Brasil, fue el escenario de las representaciones del recitador, que tuvieron un resultado desastroso. Lo mismo sucedio en Rio de Janeiro. Llegaron a Lisboa, donde, por un incidente trivial, se enemistan los jóvenes con el declamador y continuan viaje por su cuenta. La proxima escala es Madrid y, de allí, directo a Paris. Los pasajes se costeaban con el dinero de alguna representacion ofrecida por Heraclio Sena, el recitador, con lo que recibían por las representaciones que no se efectuaban y con lo que giraba la señora de Arrivillaga. Cuando la madre de Martin se cansó de los continuos pedidos, recurrieron a la estratagema de escribirle que el hijo sufría, en un principio, de gripe y, mas adelante, de un tumor, lo que demandaba grandes cantidades de dinero extra. La señora, afligida, se las enviaba.
La travesia es narrada como una aventura de juventud; Talice rememora sus años idos con nostalgia, pero tambien con mucha comicidad. Episodios que, tratados por otro autor, hubieran sido minimizados u obviados, son lo mas interesante de la obra. Entre ellos podemos mencionar la noche en que el protagonista fue a cenar a un restaurante frances y, al marcharse, el mozo le ayuda a ponerse el abrigo. ¡Cual no seria su sorpresa al observar que el joven, en lugar de uno, usaba tres, uno encima del otro! Es admirable, tambien, la descripcion que hace del recitador, quien, despues del incidente en Europa, no volvio a saludarlo, aunque Talice intento reanudar las relaciones tan bruscamente interrumpidas; de el nos dice: "Lo de la sobriedad y la calidad resultaron virtudes negativas para espectadores que esperaban que se hiciera de la poesia un espectaculo verbal, de musicalidad en la voz, de amplio desplazamiento de ademanes y actitudes, como lo hacia Berta Singerman con maestria y arte impares".
El arte y la cultura europeos tienen tambien un destacado lugar en la obra, aunque no son lo principal. El narrador evoca sus paseos por la bellisima ciudad de Lisboa, sus visitas a los Museos del Prado y del Louvre, su relacion con Don Jacinto Benavente, quien le brindó una cordial acogida. Estas visitas a lugares celebres se realizaron en los momentos que dejaba libre su intensa labor como corresponsal de dos diarios de su pais.
Roberto Tálice, a quien sus reconocidos meritos le significaron un importante papel dentro de nuestra cultura, evoca asi un momento importante, ya lejano, de su existencia. "Paris bien vale una musa" se lee con verdadero agrado, por la calidez de los recuerdos que la componen y por la sinceridad que el autor evidencia en cada una de las paginas. La obra continua la línea autobiografica iniciada por el creador de 100.000 ejemplares por hora (Memorias de un Redactor de "Critica", el diario de Botana)" y no será la ultima, ya que tiene en su mente muchisimos temas mas sobre los podra escribir paginas que, damos por descontado, serán tan interesantes como estas.
Completan el libro la biografia del autor y fotos tomadas durante la travesia.

(LA NUEVA PROVINCIA, Bahía Blanca, 31 de diciembre de 1986)


GARCIA LORCA visto por los poetas, por Emilio Breda y Agueda Müller (compiladores). Plus Ultra. Buenos Aires, 1986. 261 páginas.

Emilio Breda, escritor de valiosa trayectoria lírica e hitoriográfica, ha realizado una vasta tarea: reunir, en un solo volumen, cuanto Ios poetas de renombre han escrito sobre el granadino. Este trabajo, realjzado en 1983, es publicado por la editorial en la fecha en que se conmemora el cincuentenario de la muerte de Lorca, que tuvo lugar en Ia madrugada del 19 de agosto de 1936.
La obra se abre con un ensayo de Breda, que analiza la vision que del autor de Yerma tienen y tuvieron los poetas españoles, americanos y argentinos. Para el escritor, "Ia trágica muerte de Federico no es más que una excusa para que sus hermanos, los poetas, exterioricen con el canto el significado mágico y trascendente de su presencia en este rinconcito alejado y austral (casi olvidado) del cosmos que es nuestro planeta, y en particular, en las porciones de tierra firme lIamadas España y América".
A continuación, Breda presenta una antología de noventa y dos poemas, fruto de Ia pluma de ochenta creadores, que realizó en colaboración con Agueda Müller.
En general, el texto transcripto es un poema, aunque pueden encontrarse también fragmentos en prosa o con cierta resonancia dramática. Entre los españoles, cantaron a García Lorca, Rafael Alberti, Antonio Machado, Gerardo Diego, Luis Cernuda y José Carlos Gallardo. La poesía inglesa expresó su emoción en la voz de Geoffrey Parsons; los países americanos nos brindan Ia cálida evocación de Nicolás Guillen, Carlos Drummond de Andrade, Thomas Merton y Alfonso Reyes, entre otros.
La poesía argentina también se hizo eco de este dolor; Ricardo Adúriz, Julia Prilutzky Farny, Alfonsina Storni y Luis Ricardo Furlan aparecen en estas páginas.
Completan la obra los índices y las noticias biobibliográficas sobre los compiladores.

(El Tiempo, Azul, 18 de octubre de 1986)
 

EL PRIMER VIAJE, por Jorge Torres Zavaleta. Buenos Aires, Emecé, 1986.

Es la vida misma, con su variedad de situaciones, la que proporciona al autor el tema sobre el que girará su obra. Entre estos innumerables argumentos, hay algunos que se repiten a lo largo de la historia del arte, en diferentes países y épocas. Torres Zavaleta ha escrito El primer viaje, una novela sobre una travesía marítima, asunto que se ha vuelto una codiciada materia para los escritores, desde la época de Homero. “Uno de los argumentos más antiguos y universales –cometan René Wellek y Austin Warren- es, en efecto, el del Viaje, por tierra o por mar: ‘Huck Finn’, ‘Moby Dick’, ‘Pilgrim’s Progress’, Don Quijote’, ‘Papeles Póstumos del Club Pickwick’, ‘The Grapes of Wrath’ “. La obra del novelista argentino, distinguida con una mención honorífica del Premio Municipal, se inscribe dentro de esta tradición, aunque con un sentido absolutamente contemporáneo.
Sebastián, un joven compatriota nuestro, se embarca en una nave filipina. Lo motiva, no la situación de evadirse de una relación amorosa, sino el deseo de encontrar nuevos horizontes, de conocer lugares insospechados. Debía apresurarse si quería lograr su propósito, ya que un enemigo lo acechaba: “El tiempo... Sebastián le tenía miedo. Los años pasaban sin que los disfrutara. La infancia se transformaba en adolescencia, la adolescencia en juventud, morían los ancianos y envejecían los maduros y él seguía igual; pero los buenos años se acababan, pronto el tiempo saltaría sobre su espalda y le tocaría a él también madurar, envejecer y morir, como la infinitas olas que desaparecen en el mar”. Antes de que esto sucediera, el protagonista quería haber encontrado algo que diera sentido a su existencia, que justificara los años transcurridos.
Es así como inicia el viaje, un viaje que será totalmente diferente de cuanto el suponía... Una vez embarcado, superado ya el difícil momento del adiós, Sebastián se dedica a su tarea. El hecho de no poder cumplirla tan rápidamente como los demás lo hace sentir incómodo, ya que anhela ser como ellos. Por otra parte, se le hace poco menos que imposible trabar relación con sus compañeros de viaje, ya que los separan la diferencia de idioma –hablan dialectos filipinos- y la deliberada circunspección que evidencian cuando se dirigen a él. Poco a poco, estas situaciones de los primeros días se van solucionando, y Sebastián puede sentirse más a gusto, aunque está siempre presente en su espíritu la advertencia que le hicieran: “Nunca creas lo que diga un filipino. Son como chicos. Dicen cualquier cosa por hablar”.
Un incidente desagradable termina con esa relativa calma: uno de los tripulantes desea vengarse de una ofensa cometida y solicita, para ello, la colaboración de Sebastián. Ya para ese entonces, el joven había comprendido que algo sumamente extraño ocurría a bordo. Lo intrigaban las fugaces apariciones de un hombre temible, Milos, y la confusa relación que lo unía a la amante del capitán, de quien Sebastián se enamoraba cada día más. Cuando recurría a sus compañeros de viaje, ellos le decían que no podían hablar y le aconsejaban abandonar la idea de seducir a Vicky. La atmósfera del barco se tornaba opresiva; los crímenes y las desapariciones se sucedían con mayor frecuencia, sin que el protagonista pudiera encontrar una razón lógica para que así fuera. El barco ya no era la magnífica promesa que se había hecho a sí mismo, sino un lugar aciago, en el que decenas de personas se encontraban unidas por el mismo terror y el más poderoso de los odios.
Para simbolizar estas escenas, Torres Zavaleta se vale de la comparación con la selva: la forma en que viven hace que este grupo e hombres olvide su condición humana para comportarse como depredadores. Ya lo observábamos al principio cuando, al abordar el barco, el joven advierte que el capitán parece, por momentos, un ave de rapiña; en otras oportunidades se asemeja a un reptil. Y su carácter será la concentración de los defectos que asignamos a estos dos animales: “Comía con dentelladas rápidas y precisas –leemos-, hacía chasquear la lengua. Sebastián pensó en un pico monstruoso de donde asomara un brazo o una pierna”; a lo largo de la obra se va reafirmando esta impresión: mediante la presentación del personaje en diferentes actitudes pero signadas, todas ellas, por el mismo rasgo. Vicky, por el contrario, es comparada con el fuego –a ello contribuía su roja cabellera- y, reiteradamente, con una rosa: “tenía la sensación de que Vicky seguía siendo algo misterioso como el centro de una rosa, recóndito, secreto, inviolado, pleno de colores que jamás revelaría”.
El viaje narrado por Torres Zavaleta es físico, en el sentido de que el barco se desplaza hacia lugares remotos y civilizaciones desconocidas; pero también es un viaje psicológico, entendiendo por ello la experiencia del joven que se interna en las recónditas soledades del alma humana. En su propio espíritu advierte la fuerza de un amor que lo consume, que lo destruye; en el espíritu de los demás, la abyección y vileza infinitas, aunque, por otra parte, van acompañadas por tal desolación que le provocan lástima. La novela parecería tener como objetivo el análisis de cuanto sucede al personaje a medida que va develando sus incógnitas; más importante que la trama en sí es la forma en que el joven protagonista la vivencia. Por estas razones, a nuestro entender, la travesía tiene un significado hondamente actual; la importancia que, en todo libro de viajes, tiene el espacio, se esfuma, cediéndole su lugar a un tema mucho más enriquecedor: el de la condición humana frente a la adversidad.

(LA NUEVA PROVINCIA, Bahía Blanca, 21 de agosto de 1986)
 

POESIA, METAFÍSICA Y EXISTENCIA, por Julio Arístides. Buenos Aires, Editorial Agon, 1986. 380 pp.

Tiempos como los que vivimos no parecerian ser los mas indicados para que el espiritu creador fructifique; los medios de comunicacion masivos, los sobresaltos de la vida cotidiana, alejan al escritor y al potencial lector del misterioso campo de la lirica. Sin embargo, surgen incesantemente nuevos cultores del genero, de talentos desiguales, pero tenazmente dedicados a enaltecer sus vidas por medio de la poiesis, el acto creador. De estos hombres y mujeres argentinos se ocupa la obra de Aristides que, aunque dedicada al estudio de un aspecto, plantea serios interrogantes sobre cuestiones generales de la poesia y su relacion con la vida y la cultura.
El volumen está formado por una serie de ensayos y por los poemas en los que pueden advertirse las caracteristicas enunciadas por el critico; es, en resumen, un estudio y una antologia, El tema a tratar es el de las repercusiones que tuvo en nuestro pais la corriente existencialista; Aristides se ha propuesto demostrar su influencia en dos importantes generaciones poeticas, las del 40 y el 50, y en la de la década del 60, a la que considera continuadora -en lo que a postura filosófica se refiere- de las dos anteriores.
Comenta Arístides, en el preámbulo de la obra, que el criterio utilizado para seleccionar a los creadores observó tres aspectos: en primer lugar, se tomó como punto de referencia la trayectoria literaria de cada uno de ellos, y el sentido y la significación presentes en sus poemas. En una segunda instancia, la elección se efectuó entre aquellos que “denuncian en sus poemas con intensidad atisbos e intuiciones existenciales" y, por último, se los incluyó en cada generación teniendo en cuenta la fecha en que comienzan a publicar libros y no sus datos biográficos.
Antes de analizar los temas específicos, Arístides hace importantes consideraciones generales sobre el creador en sí y su función en el mundo actual, tan diferente de aquel en el que surgieron las primeras manifestaciones liricas, hace centurias. "El poeta existencial ha de hablar el lenguaje de la libertad -afirma-, no será siervo, sino hermano del hombre, y su poetizar será la constante vigilia de la palabra, heredera del Verbo que es la poesia de Dios". El escritor de nuestra epoca se halla enfrentado a circunstancias que no son positivas o negativas, sino, fundamentalmente, distintas. Se halla impulsado por la necesidad de llegar a sus semejantes; la difusion de su obra por los medios masivos podria significar un notable adelanto, pero -señala el critico- el hecho de que un poeta sea conocido no implica que sea comprendido; podemos retener muchos nombres sin llegar a penetrar jamás en su modo de pensar, en su postura vital. Otro de los cuestionamientos a que se enfrenta el creador actual es el del compromiso, ¿es valido que un poema surja a la luz de un determinado proposito partidario o ideológico? Estos planteos y muchos mas son los que preceden al tratamiento específico del Existencialismo en nuestro pais. Si los tenemos en cuenta, nos conducirán a la “poesia pensativa", que emana del “diálogo del pensar con el poetizar". Ella es la única salida posible en un tiempo en el que "ya no hay espacio para la ingenuidad poética, ni para el poeta inculto”.
A continuación, Arístides encara doce temas, a los cuales ejemplifica con obras de diferentes autores. Las ideas que sustentan cada uno de estos pequeños tratados son fruto de varios lustros de meditación sobre el asunto; el critico se remite en no pocas oportunidades a trabajos aparecidos con anterioridad a la. edicion de este libro, publicados principalmente en la desaparecida revista Euterpe. La técnica elegida para presentar cada estudio es la sucesion de párrafos independientes, que el lector podría tomar, en una primera lectura, como aforismos. Pero -nos previene Arístides- no son aforismos sino "pensamientos y reflexiones estructurados en sistema, acorde con cada asunto yen vista de una totalidad a cuya comprensión se aspira a llegar. Baja esta forma, tan original para un libro de esta indole, se analizan temas como "Verbo y palabra poetica", la relacion de la poesia con la metafisica, el tiempo, la vida cotidiana, la angustia y las vinculaciones de la lirica con la soledad, la muerte y la fe. Los poetas seleccionados, cuyos poemas se transcriben son, entre otros, Vicente Barbieri, Osvaldo Svanascini, Amelia Bagioni, Jose Isaacson, Maria Elena Walsh y Roberto Juarroz.
Por sus peculiares caracteristicas, el libro debe ser abordado con real conciencia del tema, que trata; no es una obra para una lectura rapida, ni -mucho menos- meramente recreativa. El libro de Aristides es ideal para quienes se encuentran relacionados, de una u otra forma, con la problematica de la creación lirica, Requiere, por otra parte, un minimo de conocimientos sobre Filosofia e Historia de la Literatura, sin los que la apreciacion de lo expuesto se desmerecerá en no poca medida. Pero, si no es un especialista en el tema, de todos modos podrá el lector gratificarse con la aproximación a lo mejor de la poesía de los últimos cincuenta años, seleccionada con indudable maestría.
Completan la obra las nóminas de los escritores pertenecientes a las generaciones estudiadas, la detallada blbliografia consultada por el critico y la biblografia de Arístides, que abarca tanto poesía como ensayo.

(LA NUEVA PROVINCIA, Bahía Blanca, 12 de junio de 1986)

 

LOS PINTORES MUEREN DEL CORAZON, por Germán Cáceres. Ediciones Marymar, Buenos Aires, 1985. 88 paginas.

Germán Caceres, nacido en la provincia de Buenos Aires, inició su carrera literaria con la publicacion de El Checo, la Giganta y el Enano en 1974; tres años despues se editó Frankenstina, que, al igual que el primero, es un volumen de cuentos. En 1980, Santiago Rueda Editor publicó Cuentos para Mocosos y Purretes y dos años despues aparecio la primera novela, Los Silencios Prohibidos.
Como vemos, la aficion que el autor siente por la cuentistica es una constante a lo largo de su producción literaria. En su ultimo libro, Caceres se dedica una vez mas al subgenero que Edgar Alan Poe definiera con gran maestria.Once cuentos componen esta obra, editada con el apoyo economico del Fondo Nacional de las Artes; un rasgo comun las caracteriza: todas ellas son sobre tema policial. Sin menospreciar la pericia del autor en el tratamiento de intriga y personajes, lo que mas nos atrajo de estos relatos fue la forma en que se relacionan con nuestra realidad: los cuentos de Caceres tienen "su" tiempo y "sus" lugares; son decididamente argentinos, tanto por lo que describen como por la psicologia de los personajes que viven en ellos.
Me parece fascinante poder leer narraciones policiales ambientadas en la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires -San Telmo, Liniers, el barrio de Once, son los escenarios de sucesos sangrientos y misteriosos-; paralelamente, las cuentos se insertan en la realidad mucho mas amplia de la circunstancia politica y social de la decada del 80 en la Argentina.
Asi como la trama se vincula a una determinada epoca y a un espacio localizado, los personajes tambien tienen una estrecha relacion con quien los ha creado. Deliberadamente o no, la experiencia personal siempre se refleja en la creacion; la narrativa de Caceres no podía ser una excepcion a esta regla. El caso mas evidente es el del cuento titulado "Sinopsis", protagonizado por un critico de cine. En este personaje encontramos una clara manifestacion de las inclinaciones artisticas del autor, quien fue critico de cine, formó parte del movimiento cineclubistico argentina y actualmente se halla vinculado al cine independiente. En otras cuentos, en cambio, el cuentista utiliza sus conocimientos economicos; "Basta" es una historia estructurada sobre un solido conocimiento de las actividades de una empresa: el contacto del narradar con el medio comercial y bursatil se evidencia en la seguridad con que se refiere a estos temas.
Otras artes tienen cabida en la narrativa de este autor argentino, integrante de la Comision Directiva de la Sociedad Argentina de Escritores. En "Los Pintores Mueren del Corazon" es, obviamente, la plastica la expresion estetica que nuclea a diversas personalidades en estudios y exposiciones. La pasion por el jazz aparece tambien y en "Adios, Thelonius Monk", el cultor de este arte es un profesional agobiado por su precaria situacion economica; en otro de los cuentos, el aficionada al jazz debe emigrar para concretar asi su vocacion. Creemos que detras de estos personajes se encuentra el mismo autor, confiriendoles existencia a partir de sus particulares gustos y predilecciones. Pero, ademas de Caceres, hay un entorno que moldea a seres y situaciones, tornándolas inconfundiblemente caracteristicas. El protagonista de los cuentos es, indudablemente, un compatriota que ha vivido los momentos mas recientes que ha atravesado el pais; esta historia inmediata aparece como un telon de fondo para los acontecimientos forjados por la mente del escritor.
La critica social se desliza en varios cuentos; se alude, en especial, a la corrupcion de quienes dirigen las grandes empresas. En el que da nombre al volumen, la corrupcion se evidencia en un ambito en el que no deberia existir: el de los artistas. La competencia y rivalidad, la compulsiva necesidad de obtener dinero por cualquier medio, resultan poderosos acicates para gente sin escrupulos. La clientela de una imaginaria cancha de tenis da pie al autor para realizar lo que él denomina un "analisis sociologico"; aqui ya no se trata de la corrupcion reinante entre los hombres, sino de su superficialidad y torpeza. La narracion titulada "El imprevisto", por el contrario, señala una diferencia con las anteriormente citadas: el protagonista, un ladron que alardeaba de su sangre fria, llora como un chico al recordar que la mujer con quien vivia estaba muerta. La maldad no habia llegado aun a enviciar por completo a un hombre totalmente alejado de la moral.
Las narraciones me resultaron sumamente interesantes; ello se debe, fundamentalmente, a su verosimilitud. Por otra parte, el hecho de que muchas de las pesquisas sean llevadas a cabo por aficionados -un arquitecto, un psicoanalista- nos aproxima aun mas a las inquietudes del personaje; nos imaginamos, por un momento, en su lugar, planteándonos sus mismos interrogantes. Los personajes estan convenientemente trabajados, tanto en lo que respecta a su psicologia como en lo atinente al lenguaje que utilizan. German Caceres ha logrado una obra que, inscribiéndose dentro de una tradicion, se destaca con rasgos propios y se vuelve totalmente original.

(LA NUEVA PROVINCIA, 22 de septiembre de 1985) 

PROLOGOS A LA OBRA DE MI PADRE, por Mirta Arlt. Torres Agüero Editor. Buenos Aires, 1985. 202 paginas.

Escribir sobre un autor al que nos encontramos ligados afectivamente entraña un riesgo: el de dejarnos llevar por nuestros sentimientos hacia esa individualidad; pero conlleva, asimismo, el enorme privilegio de conocer mejor que nadie el tema que se está tratando, sobre todo en lo atinente a la condición autobiográfica de su obra. Cuando al conocimiento y a la profunda comprensión se une el talento critico, llegan a nuestras manos paginas como las de Mirta Arlt.
Los dieciseis prólogos que conforman el volumen, redactados entre los años 1952 y 1982, nos permiten apreciar, junto a la admiracion y el cariño filial de la autora, su idoneidad en la materia; la catedratica de literatura argentina e inglesa, la incansable lectora, acompaña a esta emocionada evocadora, renuente, en un principio, a hablar de su padre.
En las paginas de Mirta Arlt encontramos una detallada biografia del creador; nos lo describe fisica y espiritualmente, haciendo hincapie en no pocas oportunidades en sucesos risueños. La prologuista se ha propuesto, sin duda alguna, esclarecer el modo de sentir y de pensar de su padre: nos habla de sus aficiones literarias, musicales, de su postura ideológica y su convicción teológica. A esta lograda evocación se añaden párrafos de cartas enviadas por el novelista a su hija y a un amigo, testimonios que corroboran la semblanza realizada por la autora.
Nos ha parecido sumamente interesante el estudio que Mirta Arlt hace de la obra de su padre a partir de una confrontación con Jorge Luis Borges, personalidad que podríamos considerar antitetica, y es interesante, tambien, la referencia que la prologuista hace al grupo de Boedo, al que suele vincularse el nombre del creador.
Apoyan el trabajo de investigación realizado par la autora citas de relevantes estudiosos, entre ellos, recordamos a los academicos Raul H. Castagnino y A. Pages Larraya.
Preceden a los dieciseis estudios la introducción, a cargo de Omar Borré, y la bibliografia de Mirta Arlt.

(LA NUEVA PROVINCIA, Bahía Blanca, 21 de julio de 1985)


POESIA ARGENTINA CONTEMPORANEA, Tomo I, Parte Novena Fundación Argentina para la Poesía. Buenos Aires, 1984. 319 paginas.

La Fundacion Argentina para la Poesia ha emprendido una labor ingente: conformar la antologia de los poetas de nuestro pais desde sus origenes hasta la actualidad. Estos artistas seran agrupados bajo tres denominaciones: "De la Colonia al Martin Fierro", “Delimitaciones y aperturas hasta el 40", y “Poesia argentina contemporánea". Los realizadores han iniciado la tarea ocupándose del ultimo de estos tres grandes grupos, el contemporáneo, que abarca a los poetas argentinos desde la Generacion del 40 -momento fecundo para la lírica nacional- hasta nuestros dias.
La antologia ha sido diseñada siguiendo un mismo esquema; a cada autor se le ha asignado -dicen los compiladores- una misma cantidad de paginas, independientemente de la magnitud de su produccion, y se le ha pedido que él mismo seleccione los poemas. A continuacion, encontramos juicios criticos sobre cada uno de los artistas, una nota biobibliografica, y un cuestionario relacionado con las influencias, propositos y convicciones del escritor. Cuando se trata de un autor fallecido, este cuestionario es respondido mediante la inclusion de parrafos ilustradores al respecto, tomados preferentemente de su obra ensayistica. Este esquema de trabajo permite, como podemos ver, obtener una informacion clara y precisa acerca de cada poeta, y conocer, al mismo tiempo que su produccion literaria, sus ideas y motivaciones.
El volumen que hoy nos ocupa -la novena parte del tomo 1- se abre con la poesía de Maria Adela Agudo, escritora santiagueña vinculada al movimiento "La Carpa". En los versos de "Maridela" vibra la naturaleza, la peculiar hermosura de los escenarios en que transcurre la vida de la autora.
Le sigue Antonio Aliberti, poeta cuyo nombre nos es familiar merced a su labor ensayistica en un importante diario capitalino. En sus poemas podemos observar un leit~motiv: el niño; pero no es un ser abstracto, encarnación de ideales supremos; es el niño que ve en sus hijos, el que el fue en su lejana Sicilia natal. El volumen incluye su bellisima poesia "Cuestión de piel", que da titulo a un libro ganador de muchos premios, tanto en nuestro pais como en el extranjero.
Vicente Barbieri es el tercer poeta de esta antologia; entre las obras reunidas, tienen -a nuestro criterio- particular importancia “La balada del río Salado" y “Recuerdo del río Salado en esta mañana de noviembre de 1948", poemas que, considerados a la luz de su relato autobiográfico El río distante, nos ofrecen una vision compleja y abarcadora del significado que la infancia tuvo para los poetas del 40.
Bajo el seudónimo de Julio Denis, algunos, y con su firma, otros, aparecen los poemas de Julio Cortazar; la antología reúne composiciones de tematica diferente: el erotismo, la tierra añorada en el extranjero, la muerte, son el punto de partida de estas manifestaciones artisticas.
Jorge Vocos Lescano selecccionó para este volumen poemas de su autoria que abarcan el periodo comprendido entre los años 1954 y 1984; en ellos el amor por el paisaje natal es cantado con emocionada sencillez . Aparece tambien la preocupación por la rutina, que desgasta los gestos de amor, y la fascinacion de la música, la inefable magia de Brahms.
Mario Jorge de Lellis, Raul Galán, Jorge Enrique Ramponi y Roberto Themis Speroni son los autores que completan esta muestra; avalan su maestría poetica los juicios criticos de Jose Isaacson, Bernardo Canal Feijóo y Maria de Villarino, entre otros.
El libro incluye fotografías de los poetas y la nomina de los premios otorgados por la Fundación.

(LA NUEVA PROVINCIA, Bahía Blanca, 14 de julio de 1985) 

RECUENTO, por Hector Tizón. Ediciones del Sol. Buenos Aires, 1984. 168 paginas.

Doce relatos, escogidos por el autor, integran la "antologia personal" de Hector Tizon, antologia que ha sido compilada a la luz de un doble propósito: brindar a los lectores la posibilidad de disfrutar nuevamente de los cuentos mas logrados del escritor jujeño, y difundir narraciones que no conociamos, ya sea por su condicion de ineditas, o porque habian aparecido en el extranjero. En el periodo comprendido entre los años 1958 y 1962, el cuentista fue designado agregado cultural en Mejico; allí, al iniciarse la década del 60, publicó "A un costado de los. rieles", su primer libro. De este volumen, Tizón selecciono dos relatos; los restantes pertenecen a "EI Jactancioso y la Bella" y "El Traidor Venerado", salvo tres, que nunca habian sido editados.
Aunque sabemos que es innecesario ponderar, una vez mas, .las excepcionales dotes narrativas del autor, nos interesa destacar que en todos los cuentos se evidencia una cabal comprension de la psicologia del ser humano. Cada lector encuentra en la obra que llega a sus manos un aspecto que Ie resulta mas relevante, según su propia forma de aproximarse a la expresion artística; en nuestro caso, lo que nunca dejaremos de admirar en Tizon es su capacidad de penetrar en la mente humana, y la maestria -que no siempre suele acompañarla- con que describe lo que ha captado. Aun conociendo el relato -pues nos pide siempre nuevas lecturas-, "Mazariego" no deja de emocionarnos, y de apesadumbrarnos. La sensacion de soledad; de vacio, es tan agobiante que nos resulta inevitable transferirla a la condicion del hombre como tal, mas alIa de un simple caso aislado. El insensato deseo de bienes materiales en momentos en los que ya no tienen objeto, la cruda desolacion en que lo encuentra la muerte, son el amargo patrimonio de todos los seres humanos.
Por otra parte, en la antologia vemos una sostenida preocupacion por todo lo relativo al cambio, al devenir; un devenir que puede tomar la forma de un viaje del que jamas se regresara, por caminos que la falta de uso transforma en una senda estrecha; o que puede encontrar su sentido en la vuelta a los origenes, a los paisajes de la niñez. Lógicamente, un aspecto de este planteo está encarnado en el ciclo vital del hombre, regido, en algunas oportunidades, por una justicia elemental -¿sobrenatural? ¿divina?- que coloca en los platillos de su balanza hechos atinentes tanto a seres racionales como irracionales.
La recopilacion incluye fotografias y datos biograficos del autor, bibliografia de y sobre su obra y juicios criticos de destacadas personalidades. La ilustraron Roque Pronesti y, a la edad de siete años, uno de los hijos de Tizon.

(LA NUEVA PROVINCIA, 2 de junio de 1985)
 

EL SEÑOR DE LOS CUATRO VIENTOS, por Oscar Ibáñez. Buenos Aires, Plus Ultra. 287 páginas.

La novela narra la histora del Incapac de un país imaginario, denominado "La Patria". Como el mismo autor lo señala en las páginas finales, inútil es que busquemos en esta comarca las características de algunos de los países de Hispanoamérica: "La Patria" se parece en algo a cada uno de ellos; se les asemeja, pues fue concebida partiendo de la cruda realidad de un destino aciago y común.
A lo largo de la obra vemos reiterarse la preocupación del autor acerca de la posición de América y España frente al hecho de la conquista, ante el rol que le cupo a esta última, amparada por la argumentación providencialista que esgrimían quienes llegaban al Nuevo Mundo. América es el futuro, la promesa de plenitud; Europa es una tierra decadente, a la que nada ni nadie podrá apartar de su destino inexorable. España es, según Oscar Ibáñez, bendita y maldita, por lo que nos dio y por lo que nos arrebató.
Tres hijos engendró el Incapac en diferentes madres, y ninguno de ellos llegó al final de su período de gestación; sin embargo, un cuarto hijo nacerá, llamado a ser el nuevo gobernante de la nación. La maternidad tiene, en la novela, un hondo contenido simbólico: este hijo ve la luz por ser el hijo de una mestiza que une en sí misma las religiones y las costumbres españolas y aborígenes. El niño, nacido de la fusión de dos culturas, es el que está destinado a sobrevivir.
La acción se desarrolla en un ámbito conmocionado por las luchas fratricidas, por la traición y la falsía. Abundan en la obra las escenas violentas, brutales, destinadas a subrayar la inmensa agresividad que encierra ese pueblo al que es necesario convertir en nación de paz. Los hombres causan inhumanos dolores con sus actos plenos de sadismo; las mujeres, por el contrario, parecen compensar en alguna medida la crueldad de sus maridos, de sus padres. Damas de abolengo se dedican en improvisados hospitales, en los que la viruela causa decenas de muertes, a aliviar los sufrimientos de los enfermos y ofrendan, inclusive, su propia vida.
El señor de los cuatro vientos presenta una nueva nterpretación del tema de la conquista; muestra, también, el itinerario espiritual de un pueblo desgarrado que busca la justicia, guiado por el caudillo amamantado por una tigra. Estos aspectos se corporizan en el seno de una particular concepción del tiempo: el Incapac estudia el pasado, pues a través del mismo podrá conocer el futuro. Esta concepción, de remota tradición griega, nos habla de un tiempo cíclico, en el que todo regresa y vuelve a comenzar. Aun la libertad.

(LA PRENSA, Buenos Aires 17 de marzo de 1985)

 


EL HOMBRE DEL SEXTO DIA, por Jorge Torres Zavaleta. Buenos Aires, Orión, 1977.

Pocos son, a criterio de los estudiosos, los temas alrededor de los cuales gira la inspiración literaria. Pocos, pero fundamentales. Si pensamos en las ficciones, desde los albores de la Humanidad hasta nuestros días, comprobamos que se ocupan, indefectiblemente, de la vida, sus situaciones límites, el amor, el bien, el mal, el más allá... Temas, en fin, que nos inquietan con sus insondables misterios, y hacen que tratemos de encontrar explicaciones.
Estos asuntos, caros a todos los tiempos, aparecen también en la obra del cuentista argentino. Sus cuentos, reunidos en El hombre del sexto día, indagan en las profundidades del alma humana –como lo hará también su novelística- intentando llegar a la esencia misma del individuo.
Hemos elegido, en sus narraciones, tres cuestiones íntimamente relacionadas: la vida, la muerte, la ultratumba. Nos proponemos, a partir de ellas, arribar a conclusiones sobre el planteo ético del autor.
Ser y parecer, realidad y apariencia, son dualidades constantes en los planteos sobre la existencia. Cuentos como “La máscara” o “Los anteojos” nos alertan sobre esta oposición de intereses que subyace en cada uno de nosotros. En ambas narraciones, un objeto colocado en el rostro nos permitirá conocer la verdad, ya que corrige un defecto inherente a nuestra “visión”.
Durante el transcurso de la vida se observan, también, los vicios y las virtudes de los hombres; en muchos cuentos encontraremos argumentos que lo demuestran.
“Vanidad” es el relato en que se enjuicia una conducta soberbia: un pintor afirma que su mejor cuadro será el próximo; entonces, le cortan las manos. Así somos: por querer ser más, perdemos lo más preciado. Otro grave defecto –mucho peor que el anterior, si se quiere- aparece en el cuento que lleva por título “El tío Ernesto”. El tío ha vivido encerrado contra su voluntad durante muchos años. La causa de este encierro radica en una grave manía que padece: cada vez que se alimenta, se transforma en el animal ingerido. Así, sus sobrinos lo ven cacarear luego de comer pollo, saltar por toda la casa digiriendo una rana, hundir la cabeza en la pileta de lavar los platos por haberse hastiado de pescado... Esta particularidad del tío despierta pronto los viles deseos de los familiares; su maldad no tiene límites. El tío Ernesto se convierte en el hazmerreír de quienes lo rodean. Al final del cuento, el protagonista comenta: “No nos decidimos. Inés, con furia científica, pretende que experimentemos con él los efectos de una paloma. Por mi parte, me gustaría ver qué reacción le produciría una salamandra. Cristina, más romántica, propone darle un picaflor”.
La muerte se asocia, como la vida, a un objeto capaz de dominarla. En el caso de la existencia terrena, se trataba de una máscara o de los anteojos; en la muerte, el poder estribará en un traje y en un viejo reloj. La vestimenta que da título a la narración lucía mal si se la empleaba en alguna circunstancia feliz; en cambio, el traje parecía embellecerse si su dueño lo vestía para ir a un velorio. Hasta que un día, es el propio protagonista el que se desintegra dentro de la prenda. Otro tanto sucede con el reloj: nadie conocía el secreto de la longevidad de los habitantes de la casa. Sin saberlo, alguien acciona un reloj, y el tiempo, hasta entonces detenido, corre velozmente, arrastrando a todos hacia la más negra sima. “El traje” y “El reloj” son cuentos en los que la muerte aparece como algo natural, inexorable, pero lógico.
En otras narraciones, por el contrario, el desenlace surge como la consecuencia fatal de un proceder vituperable. Ejemplifican esta afirmación los relatos “Las liebres” y “Los cardos”. En ellos, los seres dañados ejecutan una justa venganza en la persona de quien tanto mal les ocasionara. En el primero de ellos, en el postrer momento, el cazador de liebres ve a numerosos animales entrelazados “que formaban un solo cazador, enorme y vengativo”. Otro tanto sucede en “Los cardos”: un hombre contrata grandes máquinas para que arrasen los vegetales que tanto lo disgustan. Ese será su fin: “Desdeñoso, triunfante, se interna en medio de los últimos cardos, riéndose, riéndose, sin advertir que las hojas le brotan del cuerpo, y los pies se transforman en raíces, y la cabeza ya empieza a convertirse en flor... Y después gritando, gritando, al oír el ruido de las máquinas que se aproximan”.
El tema del más allá, tan ligado a los anteriores, es abordado por Torres Zavaleta en el cuento titulado “El enemigo”. El autor postula la teoría de un tiempo cíclico, de hechos que se repiten, aunque con variaciones. Según sus palabras, una circunstancia se recrea, pero los personajes serán siempre los mismos: los hombres, el Hombre. Es éste también el protagonista de un cuento admirable, “Las puertas”, en el que cada ser humano recorre un trayecto hacia lo más oscuro de su alma. Este itinerario se desarrolla en el interior de la “Casa del Juicio”; a medida que uno se adentra en sus aposentos, las paredes se vuelven más rojas. Al final del camino, el pecador que expió sus culpas, exclama: “cuando las paredes se cubrieron íntegramente de sangre, una sangre de la que soy culpable, me sentí por fin libre de remordimientos, joven y feliz”.
Vida, muerte y ultratumba, son los tres estadios de la vida humana evocados por el cuentista. En cada uno de ellos advertimos una misma preocupación ética, un mismo llamado de atención. La soberbia y la crueldad destruyen la vida; pueden traducirse, asimismo, en la venganza de seres agredidos. La ultratumba, por fin, nos habla de una justicia eterna, suprahumana, en la que convergen todos los destinos.

(PREGON, Jujuy, 28 de junio de 1987)

 

LETRAS de Buenos Aires. Año 5, Nº 13. Mayo de 1985. 128 paginas.

LETRAS de Buenos Aires es una revista-libro fundada y dirigida por Victoria Pueyrredón; cuenta con el asesoramiento de Enrique Anderson Imbert, Marco Denevi y Delfin Leocadio Garasa, entre otros. Entre sus colaboradores encontramos a las mas prestigiosas figuras de la literatura nacional, quienes, por medio de trabajos ineditos, nos permiten conocer verdaderas primicias de su labor. La publicacion tiene corresponsales en todo el país, en los Estados Unidos de America, en Europa, America Latina e, inclusive, en el Medio Oriente. A diferencia de otros organos de difusion, la Direccion establece que el material recogido en el volumen puede ser publicado sin autorizacion previa, siempre que se indique la fuente de la que proviene; los responsables de la revista-libro piden, por otra parte, que se les haga llegar la publicacion en la que se reproduzca este material. Esta disposicion de la Directora nos parece importante, puesto que permite que trabajos de escritores de real jerarquia se difundan con relativa facilidad.
La publicacion se encuentra organizada en cinco secciones: Ensayos, Reportajes, Cuentos, Poesia y Libros. Nos detendremos en cada una de ellas.
Un ensayo de Eduardo Gudino Kieffer abre la seccion; en el, el autor se ocupa de la indole de la creacion literaria, a la que -siguiendo los postulados de Hanna Arendt- califica de "trabajo y accion"; se plantea, asimismo, la posicion del escritor en un momento como el que vivimos. Oscar Hermes Villordo se refiere, en el segundo de los trabajos, a la personalidad de Elva de Loizaga, poetisa desaparecida; Maria Alicia Dominguez estudia la "Presencia femenina en El Quijote", partiendo de la inefable Dulcinea -anagrama de dulcis Ane- y abarcando a todas las mujeres que rodeaban al Hidalgo. Por ultimo, la obra de H. A. Murena es analizada por Elisa Rey, en un ensayo relacionado con los temas clave y la dimension que el poeta da a la palabra.
Los reportajes fueron realizados por Antonio Requeni y Ester de Izaguirre. El primero, en calidad de secretario de Prensa de la Feria del Libro Del Autor al Lector, presentó al narrador italiano que creara "El Baron Rampante". Italo Calvino conversó con el mencionado periodista, y la publicacion recoge este dialogo. A continuacion, Requeni transcribe un reportaje que -siempre con ocasion de la Feria del Libro- realizara al poeta sovietico Eugueni Evtushenko, curiosa personalidad, calificado por su interlocutor "gran showman de la poesia", Ester de Izaguirre, en cambio, entrevistó en el extranjero a Hector Bianciotti; en su dialogo tocaron temas relacionados con la genesis de la obra literaria y su relación con la realidad.
Cinco cuentos componen el siguiente apartado, todos ellos de un nivel excelente. Enrique Anderson Imbert rinde un homenaje al profesor Luis Juan Guerrero en la narracion titulada "La Elocuencia del Robot Pentekostos"; “Morir no Duele Nada" es una patetica historia de indios y cautivas, en la que Ricardo Juan despliega toda su maestria. El tercero es un breve cuento de Adolfo Perez Zelaschi, titulado “Hugo"; las fuerzas subconscientes persiguen a hombres que las creen encarnadas en la misteriosa personalidad de quien da nombre al relato. Juan Jacobo Bajarlía narra, en su creacion; los moviles que impulsaban a Procusto y la forma en que el mismo fue victima de su lecho mortal. El quinto trabajo pertenece a Teresa Gondra, y se titula "Artifice de Bastones".
En la parte dedicada a Poesia, Nina Anghelidis-Spinedi y Carlos Spinedi realizan un estudio introductorio y la version española de obras de poetas griegos de la generacion intermedia. Los liricos elegidos son Dimitri Kalokyris, Nasos Vagenas y Kiki Dimoula, nacidos en la primera mitad de nuestro siglo.
La revista-libro cuenta tambien con una nutrida seccion bibliográfica; en ella se comentan las ultimas novedades y se las valora, orientando al lector. “Ceremonia del Diccionario", articulo firmado por el Academico Dr. Raul H. Castagnino, se ocupa de la edición del "Diccionario de la Lengua", publicado por la Real Academia Española en 1984. En este comentario, el catedrático nos brinda interesante informacion acerca de la forma en que se reúne el material lexico y de los analisis a los que se lo somete. "La Prosa, Modalidades y Usos" por Enrique Anderson Imbert, es una reseña realizada por la academica Celina Sabor de Cortazar; la revista contó con una de las ultimas colaboraciones de la investigadora y catedratica cuya desaparicion lamentamos. Ricardo Aduriz se ocupa de "Memoria Terrestre - Antologia General", recopilacion de poemas de Jorge Calvetti; el critico manifiesta su desacuerdo con ciertas pautas por las que se rigió la edicion pero exalta, indudablemente, las finas condiciones del poeta jujeño. Beatriz Alvarez comenta "Estaciones de Van Gogh", poemario del que nos ocupáramos en esta seccion, escrito por Amelia Biagioni; "Antes Hiere el Eslabón", novela de Fernando Querejazu, cuenta con la reseña de Maria Luisa Biolcati. "Gris Buenos Aires" es la obra en la que Maria Hortensia Lacau, renombrada por su actividad pedagogica en el area de Letras, se deja llevar por la imaginacion creadora; lo comenta Lily Sosa de Newton. "La Noche en la Ventana", por Alicia Morel; "Casi al Final", por Abel Calvo; "Por Amor Propio", por Jorge Beltran y "Los Perros del Paraiso", por Abel Posse; son las obras que completan esta nomina de ediciones comentadas por los colaboradores de LETRAS.
La publicacion presenta, por otra parte, un listado de los libros recibidos en la sede de la revista, consignando su autor y datos tecnicos.

(LA NUEVA PROVINCIA, Bahía Blanca, 1985)

 
 

 

 
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