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Indice

Introducción
1. Alemanes
2. Armenios
3. Austríacos
4. Belgas
5. Checoslovacos
6. Croatas
7. Dinamarqueses
8. Escoceses
9. Españoles
10. Estadounidenses
11. Franceses
12. Galeses
13. Griegos
14. Holandeses
15. Ingleses
16. Irlandeses
17. Italianos
18. Polacos
19. Portugueses
20. Rumanos
21. Rusos
22. Turcos
23. Ucranios
24. Varios
25. Apéndice


Introducción

La biografía es la historia de una vida individual. Dryden, quien usó la palabra por primera vez, la definió como "historia de las vidas de los hombres particulares". Esta especie literaria se circunscribe al trayecto que va del nacimiento a la muerte del biografiado, y a la reputación que deja tras de sí. El interés central es una personalidad, a la que todos los otros temas se subordinan.
Gosse definió la biografía como "el retrato mas fidedigno de un alma y sus aventuras a traves de la vida"; a criterio de Andre Maurois, uno de los más talentosos biógrafos modernos, en ella se combinan ciencia, historia y ficción.
El primer impulso que llevó a escribir biografías fue el deseo de exaltar para ejemplo publico, las vidas y los caracteres de personas ilustres, a fin de señalar las virtudes que debian ser emuladas e indicar los vicios que debian aborrecerse; esta fue la intención de Plutarco, el primer gran biógrafo. Plutarco fue un filósofo griego que vivió en Roma durante el siglo I de nuestra era; el comparó los grandes hombres de Grecia con sus equivalentes romanos, en cuarenta y seis vidas paralelas.
El genero, cultivado por Suetonio, Vasari y Stephan Zweig, es parte de la historiografía y, como tal, arroja luz sobre el pasado. "A los ojos de un biógrafo -comentan Wellek y Warren- (el protagonista) es simplemente otro hombre, cuyo desenvolvimiento moral e intelectual, carrera social y vida emocional pueden reconstruirse y valorarse por referencia a normas sacadas, por lo común, a algún sistema ético o codigo de moral".
Confirman la relación existente entre biografia e historia las pautas que deben tenerse en cuenta al elaborar una obra:. al igual que el historiador, el biógrafo. ha de reunir el material -cartas, documentos, testimonios orales- y luego examinarlo, a fin de comprobar su autenticidad; del mismo modo, deberá analizar la secuencia cronológica, la presentación de los hechos, la selección que inevitablemente deberá efectuar.
Dos ensayistas, Exequiel Cesar Ortega y Alfonso Reyes, se refirieron a este tema; sus consideraciones nos ayudaran a comprender con mas claridad las caracteristicas del genero.
Para Ortega, la aparición de la biografía es anterior a la de la historia de la sociedad; la atención se puso en la individualidad antes que en el grupo humano. El ensayista coincide con Wellek y Warren cuando afirma que el biógrafo mira al hombre desde distintos angulos, según su epoca y los canones eticos vigentes en ella; lo que es innegable, según podemos comprobar, es la constante preocupación que la Humanidad ha evidenciado y sigue evidenciando por este tipo de obras.
Siempre esta presente en el biógrafo el deseo de presentar un modelo, un ejemplo; cuando una personalidad sobresale en un area de la cultura, surgen inmediatamente los interrogantes, la avidez por conocer sobre su vida, sobre aspectos recónditos de su gesta. El individuo que se destaca pertenece, según Ortega, al dominio comun; la comunidad desea saber, y es aquí cuando cumple su tarea el biógrafo.
Estudiando cuanto encuentra a su alcance, se internará en ese alma para brindarla, lo mas honestamente posible, a sus lectores, pero ya no nos encontramos en los tiempos de los dioses y de los heroes: la perspectiva ha de ser humana. No se tratara de un predestinado, sino de un ser semejante a tantos otros, con sus virtudes y su tesón; esta imagen cotidiana, en contacto con la realidad, hará que el biografiado nos resulte mas cercano a nosotros, aun en la inmensidad de sus logros.
Mucho tiene en comun con las afirmaciones de Alfonso Reyes cuanto comenta Ortega; Reyes observaba, como Ortega, que los biografiados hercúleos y distantes cedían su lugar a hombres de carne y hueso, signados por su tiempo. Pero -censura- no debe caerse en el defecto opuesto; en muchas nuevas biografías observamos al heroe excesivamente minimizado, ,restandole sus verdaderos meritos.
Es interesante ahondar en aspectos desconocidos de una personalidad, mas no quiere ello decir que se deban poner sobre el tapete sus rarezas, sus comportamientos a veces mezquinos, sus excentricidades. A fuerza de colocar al biografiado a nuestro mismo nivel, se crea la sensación de que era demasiado corriente, indigno de la fama que mereció; la frase de Reyes es rotunda: "Y la voz del pueblo es la voz de Dios: la fama sabe bien lo que hace".
De la experiencia de la inmigración surgieron muchos libros. Algunos autores eligieron la ficción para expresarse; otros, en cambio, prefirieron las biografías. Ellos escribieron sobre personas cuyas vidas les parecía interesante dar a conocer. No se trata ya de presentar sus propias vivencias del fenómeno de la inmigración –aunque muchos de ellos descienden de inmigrantes-, sino de evocar la azarosa existencia de quienes llegaban a una tierra con esperanza, pero también con desazón y temor.
En este trabajo me refiero a algunas de las biografías que dan a conocer aspectos de este fenómeno social en la Argentina, entre 1810 y 1960.

Alemanes

Nora Ayala evoca en Mis dos abuelas. 100 años de historias (1) las vidas de Gerònima, su abuela criolla que vivía en Misiones, y la de Christina, su abuela alemana que se estableció en Trelew.
Christina es una mujer con estudio que viaja a la Argentina contratada como ama de llaves en casa de un director de un banco de su país. Ya en Adrogue, provincia de Buenos Aires, conoce a un italiano con el que se casa. Habiendo nacido los hijos, el hombre decide que lo mejor es volver a su tierra, para vivir de rentas. No imaginaba que, para ello, debería dejar aquí a una de sus hijas, que no pudo embarcar a causa de una enfermedad. Cuando el hombre, dos años después, vuelve temporariamente a la Argentina, no es a la niña a quien lleva a Italia -como le había pedido su esposa-, sino al padre, deseoso de ver su pueblo. Se avecina la guerra y el italiano hace oìdos sordos a su mujer, quien insiste en que deben regresar, quien insiste en que deben regresar, aprovechando que los hijos –salvo la menor- son argentinos.
Finalmente vuelve Christina, sin marido y con algunos de los hijos, ya que otros quedan trabajando y uno està preso por haberle pegado a un superior, durante una estadía forzada en la milicia. Comienza entonces una vida nueva para la alemana, quien, utilizando los conocimientos que traía de su tierra, además de su ingenio y esfuerzo, pone un negocio que prospera y se sobrepone a las dificultades.
Efraím Bischoff es el autor de Doctor Jacobo Wolff. Un alemán cordobés (2).
En Victoria Ocampo, escribe María Esther Vázquez:
"Delfina Bunge, a quien Victoria imploraba amistad, era una muchacha muy diferente a ella y quizá la mejor influencia posble que pudo encontrar. Tenía entonces 24 años, había nacido en la Nochebuena de 1881. Su abuelo, Carlos Augusto Bunge, descendía de una larga línea de pastores luteranos enfrascados en arduos problemas ideológicos y ocupó un lugar de relieve dentro de la colonia extranjera en la época de Rosas. Había llegado a la Argentina en 1827 con sólo 23 años. Fue miembro fundador del Club de Residentes Extranjeros, ayudó a levantar la Iglesia Luterana de Buenos Aires y actuó como Cónsul de Prusia y de los Países Bajos. Se casó con Genara Peña Lezica y de este matrimonio nacieron ocho hijos, varios de los cuales se destacaron en la política, el comercio, el campo y en las llamadas profesiones liberales.
Una de las tías paternas de Delfina, Sofía Bunge, fundó una orden religiosa femenina, lo que da a su personalidad un rasgo no habitual entre las mujeres de esa clase social de la época.
El padre de Delfina, Octavio Bunge, abogado, fue un magistrado con gran vocación y su carrera judicial culminó con el cargo de ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Se casó con María Luisa Arteaga, de origen uruguayo, y se dedicó con verdadero fervor a la educación de sus hijos, transmitiéndoles su amor por la literatura, en especial por la poesía alemana, por la música y por la naturaleza; además de inculcarles un espíritu creativo, tesonero y metódico.
En este ambiente de excepcional formación intelectual se criaron Delfina y sus hermanos varones, de los que puede decirse que fueron personas notables: Carlos Octavio, el mayor y por el cual ella sentía particular afecto y admiración, fue jurista, sociólogo y escritor de novelas y cuentos; Augusto, socialista, se dedicó a la medicina de tipo higienista, es decir preventiva; Alejandro fue ingeniero y economista de ideas avanzadas e innovadoras; Jorge, arquitecto y urbanista, fundó el balneario de Pinamar.
Delfina, de caracter introspectivo y espiritual por un lado y razonador y artístico por otro, fue alumna de la Santa Union. Allí encontró en algunas religiosas delicadeza, dedicación a la tarea educativa, aspiración a una vida de discreta perfeccion espiritual y estos modelos muy seductores para su forma de ser ofrecían un serio contraste con el de jeune fille que le ofrecia su clase social. Debió abandonar el colegio contra su voluntad; entonces comenzó a escribir un diario, en el que aprendió a dialogar consigo misma y a buscar con coraje su vocación artistica y religiosa. En algun momento de su adolescencia se planteó la posibilidad de entrar en un convento y aunque fue desechada, contribuyo a fortalecer su convicción de que pese a ser mujer y casarse, podría preservar su independencia y su creatividad" (3).
Notas
(1) Ayala, Nora: Mis dos abuelas. Buenos Aires, Vinciguerra, 1997.
(2) Bischoff, Efraím: Doctro Jacobo Wolff. Un alemán cordobés. Córdoba, Ediciones Copiar.
(3) Vázquez, María Esther: Victoria Ocampo. Buenos Aires, Planeta, 1991. 239 páginas.(Colección Mujeres Argentinas, dirigida por Félix Luna). Foto de tapa: Man Ray, 1930. Investigación y edición fotográfica: Marisel Flores, Graciela García Romero Felicitas Luna. Reproducciones: Filiberto Mugnani.

Armenios

Eduardo Bedrossian recuerda emocionado a su padre, sobreviviente del genocidio, en Hayrig (1). “Este relato –afirma Nélida Boulgourdjian- trasciende la historia personal de Hagop Bedrossian para adquirir una dimensión colectiva que involucra a todo un pueblo” (2).
Sobre la primera parte de esta historia, afirmó María Isabel Clucellas: “bajo una estructura de doble faz, Bedrossian hijo narra en primera persona la odisea paterna. A partir de los primitivos años de paz y bonanza que corresponden al siglo pasado, el autor ilustra a sus lectores sobre la vida familiar en Geben, ‘un pedazo de la historia ancestral de los armenios’. Las montañas, la aldea, las casas con paredes de piedra, el calor de las reuniones en torno al hogar presididas por un narrador ocurrente y sentencioso que contaba, educando, historias y costumbres, reviven en páginas coloridas, amenas, donde anécdotas y sucesos van tejiendo una urdimbre de sólidas y justificadas nostalgias” (3).
En “A los que se encuentran en un pozo” (4), Gustavo Bedrossian, hijo del escritor, homenajea al protagonista de las biografías, su abuelo: “Esta es una historia real, crudamente real, maravillosamente real. La situación es la siguiente: el protagonista es un adolescente que ha perdido a su familia. Hace minutos vio cómo delante de sus narices mataron a parte de su familia a palazos. A él mismo luego de golpearlo lo arrojan a un pozo donde tiran los cadáveres de los que golpean y matan pensando que está muerto. Pero él no está muerto... Siguen matando gente y tirándola encima de este muchacho. Sangre, gritos, el propio dolor, el pánico. Un pozo... un pozo donde sólo se respira muerte. ¿Qué expectativas podemos tener de este muchacho? Quizá el más optimista puede suponer que sobreviva y termine con algún tipo de enfermedad mental. ¿Sabés cómo siguió la historia? Este chico, de nacionalidad armenia, que simuló estar muerto, por la noche, cuando se fueron los turcos, pudiendo sacarse algunos cuerpos de encima, logró escapar con otros muchachos más. Un detalle para agregar: un hermano suyo que sobrevivió prefirió quedarse en el pozo para estar con una mujer que suponía era su madre. Ese muchacho se llamó Agop Bedrossian. Fue mi abuelo. Vivió más de cien años. Falleció hace poquito. Mi padre lo homenajeó a él y a su generación con dos libros: Hayrig I y Hayrig II. Pasó por mil problemas más. Pudo llegar a la Argentina. Se casó. Tuvo cinco hijos (falleciendo una de sus hijas siendo muy pequeña de un modo trágico), nueve nietos, En vida conoció a trece bisnietos (hace unos días nacieron la catorce y la quince). Siempre, siempre, siempre siguió luchando. Siempre, siempre, siempre, lo vi orando de rodillas en su idioma a Dios por él y por los demás”.

Notas
1. Bedrossian, Hagop: Hayrig. Ediciones Akian. Buenos Aires, 1991.
2. Boulgourdjián-Toufeksián, Nélida: “Los armenios en Buenos Aires” La reconstrucción de la identidad (1900-1950). Buenos Aires, Centro Armenio, 1977.
3. Clucellas, María Isabel: en La Prensa, 8 de septiembre de 1991.
4. Bedrossian, Gustavo: “A los que se encuentran en un pozo”, en www.psicorecursos.com.ar.

Austríacos

En Soy Roca, Felix Luna relata lo sucedido en 1909 en una mesa electoral, cuando se presenta como austríaco un hombre al que su aspecto y su modo de hablar “lo delataban como un bachicha recién desembarcado”. Roca le pregunta si es italiano; el inmigrante le responde que sí, y que no sabe lo que dice la libreta: “-Io non só niente.... ¡A mí me la datto don Gaetano ! ‘Don Gaetano’, Cayetano Ganghi era el árbitro de la elección, con sus roperos llenos de libretas falsificadas y sus huestes de inmigrantes analfabetos y de atorrantes dispuestos a votar cinco o seis veces en diferentes mesas” (1).
Hedy Crilla nació en Viena en 1899. “Llegó a Buenos Aires en 1940, luego de capacitarse en escuelas de su patria y de París. Bajo su dirección se formaron muchos actores y directores teatrales. Al mismo tiempo fue requerida para la puesta en escena de importantes obras, e hizo algunos trabajos para el cine. Falleció en Buenos Aires el 31 de marzo de 1984” (2).
A la vienesa, “el creciente antisemitismo de los nazis en el poder las empujó, como a tantos, al exilio: primero en París –donde vivió entre 1936 y 1940 y trabajó en teatro, radio y cine- y luego en la Argentina” (3).
Escribe Jorge Dubatti, “ ‘En la Argentina, Crilla fue la primera persona que habló de conectar al autor con sus vivencias. Cuando el estadounidense Lee Strasberg, creador del famoso Actor''s Studio de Nueva York, ofreció en nuestro medio clases públicas animadas, varios intérpretes y directores bien conocidos se sorprendieron mucho al comprobar con satisfacción, y así lo manifestaban, que eso ya lo habían aprendido, hacía años, con Hedy Crilla’. Con esta anécdota el historiador Luis Ordaz resalta el carácter precursor y la vasta influencia de Hedwig Schlichter (Viena, 1898 -Buenos Aires, 1984), la actriz, directora y pedagoga austríaca que, escapando de las garras de Hitler, llegó a la Argentina en los inicios de la Segunda Guerra Mundial y, con el nombre artístico de Hedy Crilla, cambió radicalmente la historia del teatro nacional. El testimonio de Ordaz es recogido por Cora Roca, junto con una profusa documentación, en Días de teatro: Hedy Crilla, cuya elaboración demandó ocho años de investigación. Dentro de los lineamientos tradicionales del género biográfico, el libro de Roca manifiesta —retomando palabras de Jaime Rest— "esa paciente indagación que permite reconstruir las circunstancias, el carácter y las opiniones de individuos cuya trayectoria, a su vez, nos provee de datos esenciales y nos permite llegar a conclusiones reveladoras"” (4).
Ilse Kaufmann y Helena Pardo son las autoras de La historia de Ilse, biografía de la inmigrante nacida en Viena en 1920 (5). “Los negocios florecían, y los Kaufmann regresaron a Europa, varias veces, de vacaciones. De visita: ‘Fueron los años más felices de mi vida’, suspira la dama. ‘Pero estando afuera levantaba los ojos y extrañaba el cielo argentino. Jamás vi brillar las estrellas como acá’ “, dijo a Claudio Savoia (6).

Notas
1. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires, Sudamericana, 1989.
2. Varios autores: Enciclopedia visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarín, 2002.
3. Saavedra, Guillermo: “Vida en escena”, en La Nación, Buenos Aires, 28 de enero de 2001.
4. Dubatti, Jorge: “LA VIDA DE HEDY CRILLA El alma en escena”, Clarín, 11 de marzo de 2001.
5. Kaufmann, Ilse y Pardo, Helena: La historia de Ilse.
6. Savoia, Claudio: “Las dos vidas de Ilse”, en Clarín Viva, 18 de agosto de 2002.

Belgas

Polidoro Segers, el primer médico en Tierra del Fuego, nació en Gante en 1852; falleció en la Argentina en 1917.
En “Polidoro Segers, el primer médico de Tierra del Fuego” (1), Raúl Agustín Entraigas escribe la biografía del belga que llegó a la Argentina en el siglo XIX.
Notas
1. Entraigas, Raúl Agustín; “Polidoro Segers, el primer médico de Tierra del Fuego”, en Museo del Fin del Mundo. Biblioteca Virtual, www.tierradelfuego.org.ar.

Checoslovacos

En la “Biografía de Oskar Schindler”, escribe Jose Javier Pérez García: “Nace en 1908 y muere en 1974. Industrial alemán cuya actuación salvó la vida de numerosos judíos durante el nazismo. Nació en Zwittau, en los Sudetes (Checoslovaquia). Estudió ingeniería y sirvió en el ejército checoslovaco antes de convertirse en director de ventas de un fabricante de productos eléctricos. En 1939, fue espía para los alemanes durante sus viajes a Polonia, y en octubre se trasladó a Cracovia para dirigir una fábrica de productos esmaltados, que se convirtió en el lugar donde llevó a cabo su labor humanitaria, que comenzó cuando el gheto de Cracovia fue destruido (1943) y se construyó un campo de concentración local. En 1944, Schindler logró, mediante sobornos, que su fábrica y sus trabajadores fueran trasladados a Checoslovaquia, y no a Auschwitz. Después de la guerra, dirigió un rancho en Argentina (1949-1957), quebró y regresó a Alemania. En 1961 fue invitado a Israel, donde recibió la Cruz del Mérito en 1966 y una pensión del Estado en 1968. La novela de Thomas Keneally, El arca de Schindler (1982), fue llevada al cine con el título de La lista de Schindler, en 1994 por el director Steven Spielberg, y obtuvo los premios Oscar más importantes, entre otros al mejor director y a la mejor película en ese año, dando a conocer las actividades de este héroe de guerra a un público mucho más numeroso” (1)
El protagoniza Las memorias de Oskar Schindler, libro de Erika Rosenberg (2).
Notas
1. www.alipso.com
2. Rosenberg, Erika: Las memorias de Oskar Schindler. Distal.

Croatas

Chuny Anzorreguy escribió El ángel del capitán. Biografía del capitán croata Miro Kovacic (1). El biografiado, emigrado a la Argentina a mediados del siglo pasado, nació en 1914. Kovacic evoca con nostalgia su niñez en Zagreb y la educación que le dio su madre. Padeció la guerra; ansiaba la paz. Un amigo le sugiere dirigirse al Instituto Croata de Cirilo y Método. Allí, se entera de que “Un país sudamericano había puesto a disposición del Instituto diez mil visas para los croatas que las necesitaran. No a los largos trámites. No a las profundas investigaciones. No al interminable papelerío”. Cuanto más se informan, más se entusiasman. A fines del 47, la familia integrada por el capitán, su esposa y la hija de la mujer, llega a América. A pesar del optimismo, el primer tiempo “fue difícil”. Se daban cuenta de que, sin saber castellano, no podrían trabajar. Más tarde, la situación mejora, hasta que el croata llega a tener su propia empresa. El libro, minuciosa y profusamente documentado, nos permite conocer, a través de una personalidad relevante, a un pueblo que brindó su aporte al “mosaico de colectividades” que es hoy la Argentina.
En Mis dos abuelas. 100 años de historias, de Nora Ayala, aparece el botero Mihanovich, que llegaría a ser un poderoso empresario.
En 1868, dos inmigrantes conversan: “-Eugenio, estuve pensando en una cosa que podemos hacer –dijo Nicolás, el compañero de cuarto-. Los barcos que llegan a este puerto de Buenos Aires no pueden arrimar al muelle, que por otra parte es muy precario, y mi idea es comprar un bote para trasladar a la gente. Los que hay son pocos, viejos e inseguros, y quién te dice que no sea ése el camino para hacer una pequeña fortuna, ésa que soñamos en el barco que nos trajo de Europa. He visto un bote que podríamos comprar con los pocos ahorros que tenemos entre los dos. Yo, de eso entiendo porque en mi país, mis parientes siempre fueron marinos”.
“Eugenio se quedó un rato pensativo. Allá en Bagnasco había quedado Irene con el pequeño César, hacía casi un año, y las calles de Buenos Aires no estaban empedradas con monedas de oro. Tampoco la fortuna esperaba a los muchachos jóvenes como él, con muchas ganas de trabajar. Hasta ahora, privándose hasta de lo indispensable, sólo había juntado unos pocos pesos que no le alcanzaban para traer a Irene y el bebé. La estadía enla pobre pensión de La Boca, que había imaginado breve, se había prolongado, y amigos, sólo tenía a ése que había conocido en la tercera clase del ‘Conte Biancamano’, que también venía solo y que al igual que Eugenio soñaba con traer a su familia, aunque en su caso, soltero, se tratara de sus padres y hermanos que habían quedado en Doli, un pequeño pueblo de Yugoeslavia. (...) Eugenio Gemesio había venido para ‘hacerse la América’ y confiaba que lo lograría, ya se vería cómo. Con el compañero de pensión seguirían siendo amigos, pero socios, no. La propuesta de remar con Mihanovich no le interesaba” (2).

Notas
1. Anzorreguy, Chuny: El ángel del capitán. Biografía del capitán croata Miro Kovacic. Buenos Aires, Corregidor, 1996.
2. Ayala, Nora: Mis dos abuelas. Buenos Aires, Vinciguerra, 1997.

Dinamarqueses

Acerca de las preceptoras de Victoria Ocampo, escribe María Esther Vázquez: "Vitola fue la que insistió en darle una educación lo más esmerada posible; buscó a Mademoiselle Alexandrine Bonnemason, que era 'un pozo de ciencia' y fue quien enseñó a Victoria y Angélica literatura, historia, religión y matemáticas en francés. Mademoiselle era más temida que querida y libró un verdadero combate con Victoria para disciplinar su natural regalón y perezoso de niña mimada. 'Este combate singular tuvo lugar entre mis ocho y mis diez años. Cuando tuve veinte, Mademoiselle continuaba ejerciendo la dictadura en casa y ponía cara a la pared a mi hermana más chica, Silvina. Yo acababa de escapar a su mandato. Aparte de lo que nos enseñó... no me pareció merecer su reputación de un pozo de ciencia cuando estuve en edad de juzgarla' ". Para la lengua inglesa tuvieron como preceptora a Miss Kate Ellis, 'un ángel de bondad', cuya actitud era muy diferente a la severa de Mademoiselle. Pero mucho más terrible fue Miss Kraus, una dinamarquesa que las inició en el misterio de la ciencia del piano y que podía llegar, si se impacientaba, a la violencia física con sus alumnas" (1).
Notas
1. Vázquez, María Esther: Victoria Ocampo. Buenos Aires, Planeta, 1991. 239 páginas.(Colección Mujeres Argentinas, dirigida por Félix Luna). Foto de tapa: Man Ray, 1930. Investigación y edición fotográfica: Marisel Flores, Graciela García Romero Felicitas Luna. Reproducciones: Filiberto Mugnani.

Escoceses

Alicia Jurado escribió El escocés errante (1), obra acerca de la que comenta Rubén Loza Aguerrebere:
"Miembro de una familia noble escocesa, Robert Cunninghame Graham nació en 1852 y murió, por azar, en Buenos Aires, en 1936. Fue un viajero incansable. Hacia 1870, llegó a Buenos Aires. Hizo dos viajes a caballo al Paraguay; allí conoció las misiones jesuíticas en ruinas y sobre ellas escribió La Arcadia perdida.
Se estableció en la Argentina en una estancia en Sauce Chico. Saqueado por los indios más de una vez, salvó su vida y volvió, empobrecido, a Europa. En París se casó con Gabrielle. Se marcharon a Texas y México, donde no les fue bien. En Inglaterra una vez más, se instaló en Glasgow, donde frecuentó a Hudson, Conrad, Oscar Wilde, William Morris y Bernard Shaw. Los dos últimos, lo estimularon a militar en política; como don Roberto era un tribuno destacado, en 1887, obtuvo una banca en el Parlamento. Luego luchó por un parlamento en Escocia; fue fundador, con Keith Hardie, del Partido Laborista Escocés. Se alejó de la política. Enviudó. Volvió a recorrer el mundo.
Durante la Primera Guerra Mundial, con la misión de comprar caballos para su Gobierno, volvió a la Argentina. Y retornó en 1936 para conocer dos célebres caballos criollos, "Mancha" y "Gato", propiedad de un entrañable amigo suyo. Ese año, octogenario, murió en Buenos Aires y los dos caballitos criollos acompañaron el cortejo fúnebre. Enterrado en Escocia, en su tumba, además de las fechas de nacimiento y muerte, se estampó el dibujo de su marca de hacienda entrerriana.
Dandy, resero gaucho, guía de carretas en Texas, maestro de esgrima en México, don Roberto (como le decían habitualmente) conoció las dos Américas y África del Norte. Sentía atracción por el peligro y por las causas perdidas. Fue también un diestro jinete y un narrador amenísimo, irónico y punzante, y entre otros libros, escribió Los caballos de la conquista y La conquista del Río de la Plata. Pero, de todos modos, como observó Sir John Lavery, 'la obra maestra de Cunninghame Graham fue él mismo' " (2).

Notas
1 Jurado, Alicia: El escocés errante. Emecé, Buenos Aires.
2 Loza Aguerrebere, Rubén: "RESEÑAS. El escocés inquieto", en La ilustración Liberal Revista española y americana, Nº 12.
http://www.libertaddigital.com:83/

Españoles

Asturianos 

En Soy Roca, biografía escrita por Félix Luna, el protagonista se refiere al pionero asturiano José Menéndez: “Cuando íbamos llegando a Ushuaia me llamaron la atención, en cierto punto de la costa, rebaños de ovejas y construcciones muy prolijas entre macizos de flores y espacios de césped; me dijeron que era la estancia de Thomas Bridges, el pastor anglicano que anteriormente había estado a cargo de la Misión en la isla; en 1886 renunció a su puesto y se vino a Buenos Aires a solicitar tierras allí. (...) Bridges había fallecido meses antes pero su estancia era la mejor de la isla, superando en actividad a la que había establecido al norte, en Río Grande, el asturiano José Menéndez. (...) Después visitamos los campamenteos de los indios yaganes y onas que trabajaban en el establecimiento. Al menos aquí no se los perseguía, como había hecho aquel aventurero rumano Julio Popper, que en tiempos de mi concuñado instaló un lavadero de oro en el norte de la isla, y como también lo hacían, según los rumores que había escuchado,algunos capataces de Menéndez” (1).
Rubén Benítez escribió Los dones del tiempo (2), libro en el que narra la vida de la asturiana Cecilia Caramallo. En esta biografía novelada, América aparece como el destino soñado, que desconcierta a los extranjeros con su forma de entender la vida y las distancias. Para un portugués, para una asturiana, las distancias son enormes; la cantidad de ganado - tanta que debe dormir a la intemperie- resulta asombrosa. Son realidades difíciles de aceptar para quienes vienen acostumbrados a lo exiguo, a lo mínimo. De ahí la reacción de la protagonista cuando ve que tiran comida; piensa qué hubieran hecho en su aldea con aquello que derrochaban los argentinos. En Bahía Blanca, en Pelicurá, se desarrolla la acción y esta circunstancia la vuelve de especial interés para quienes habitan la ciudad y para quienes, desde cualquier parte del mundo, quieran saber sobre la forma de vida de los inmigrantes en ese punto de la Argentina. Benítez aporta datos sobre la vida de portugueses, asturianos, escoceses, e ingleses en la provincia de Buenos Aires a partir de fines del siglo pasado y hasta nuestros días, en que la anciana, al volante, espanta a transeúntes y automovilistas.
La vida de su madre es el tema que Jorge Fernández Díaz eligió para su libro. Mamá (3) cuenta la historia de Carmen, una asturiana de quince años que, en 1947, viaja hacia América. Aquí la esperan sus tíos, con los que vivirá haciendo las veces de hija adoptiva y criada. Luego vendrá la discriminación en la escuela, el honor de llevar la bandera a pesar de todo, el trabajo, el casamiento con otro asturiano, los hijos, los nietos, y las reuniones con las amigas españolas en un patio de comidas porteño. También llegará la tristeza de ver partir a una paisana de vuelta a España, y comprobar que esa mujer -así como de joven sintió nostalgia de la tierra que dejaba-, a los setenta y dos años, siente nostalgia de la Argentina.
La narración, estructurada en capítulos con nombres de los personajes, surge del reportaje que Jorge Fernández Díaz, director de la revista Noticias, efectuó a su madre durante más de cincuenta horas; “Comencé a garabatear frases e ideas sobre su azarosa biografía en un cuaderno Rivadavia de tapa dura cuando me contó que hacía lagrimear a su psiquiatra”, escribe el hijo.
Ese dolor de la inmigrante, y su fe en el futuro, que la hizo salir adelante en un mundo en el que poco apoyo tenía, son homenajeados por Fernández Díaz en una obra que nos hace sentir admiración por esta mujer que logró tanto contando sólo con su tenacidad.
Susana Degoy es la autora de Niní Marshall, La máscara prodigiosa (4), biografía de la actriz hija de asturianos. Degoy afirmó: “De la mano de Niní, los argentinos nos reímos de nosotros mismos, de la prepotencia y la cursilería, de la mezquindad y la picardía. También de su mano aprendimos a respetar la melancolía y los caprichos de los abuelos inmigrantes” (5).
Niní Marshall es también la protagonista de dos biografías aparecidas recientemente: “Los festejos por los 100 años que cumpliría Niní Marshall este 1° de junio incluyen dos libros biográficos (...) Las biografías que aparecen en estos días son ¡Niní está viva!, de la periodista Patricia Narváez (...) Cuenta con materiales inéditos del archivo familiar de Angelita Abregó, hija de la actriz (...) Por otra parte se publica Niní Marshall. El humor como refugio, de Marily Contreras” (6).

Catalanes

En Pérez Celis, mi padre, María José Gabin señala a Juan Batlle Planas como uno de los profesores del biografiado (7).
“Fray Salvador Solá Vilalta ofm, Retazos de su vida y de su ingenio” es un relato testimonial del Padre Fray Pedro Audet Fabré, del convento franciscano de Río Cuarto, en el que se unen vivencias y circunstancias especiales de la fructífera vida y obra del recordado Fray Solá, constructor del actual templo de san Francisco Solano, que ganara a través de sus visitas por una extensa región, innumerables amigos y colaboradores que lo siguen recordando con respeto y admiración.
A través de diez breves capítulos el autor recorre los primeros años de Fray Solá, su ingreso a la Orden de san Francisco y más tarde, el arribo a la Argentina y los lugares y trabajos previos a su llegada a Río Cuarto, convocado ante el derrumbe
del antiguo templo. Las anécdotas se suceden en medio de los trabajos y las idas y venidas de este verdadero personaje que logró levantar el que es hoy uno delos templos más grandes de la región, a partir de la constancia, el buen humor, la conquista de innumerables colaboradores que encontró en el campo y en la ciudad, aún de lugares alejados como los de San Luis y la Pampa; luego, sus años en la portería y su imprevisto final.
El autor, R. P. Fray Pedro Audet Fabré, compartió con Fray Solá los juegos de la niñez en el sitio natal de Vic, en Barcelona, y luego, la vocación que los llevó a vestir el hábito de la Orden Franciscana, así como en los últimos años, ya en el convento de Río Cuarto, la extraordinaria obra del nuevo templo a la que Fray Solá dedicó más de quince años de trabajos y trajines.
Ha escrito con verdadero afecto estas páginas, entrelazando recuerdos y vivencias con una excelente memoria y no poca experiencia, con sus ya celebrados 85 años de edad. Es una figura relevante del franciscanismo local, con casi cuarenta años de residencia en nuestro país; durante veinte años fue párroco de El Palomar; desempeñó cargos de importancia como el de Definidor Provincial, Custodio de la Comisaría de Río Cuarto y La Pampa y luego, Presidente de la Federación Franciscana Argentina, entidad ésta antecesora de la actual Provincia San Francisco Solano.
Se encuentra en Río Cuarto desde 1995; actualmente es asistente espiritual de la Fraternidad Inmaculada Concepción, de la Orden Franciscana Seglar, de Banda Norte y miembro y asesor de otras instituciones de apostolado. Se destaca también su dedicación a la dirección espiritual y a la predicación. El Padre Pedro Audet ha preparado con mucho esmero estas sencillas páginas, que sin duda serán bien recibidas por las innumerables personas que conocieron y siguen recordando a Fray Solá, constructor de iglesias y muy carismático Hermano franciscano.
En la biografía, se afirma: “Fray Salvador Solá nació en Ripoll, España, el 4 de enero de 1911; su verdadero nombre es Pedro Solá Vilalta, pero al ingresar a la orden de San Francisco cambió su nombre por el que se lo conoció. (...) ‘Ciudadano Ilustre’ de Río Cuarto, y una de las figuras más preclaras del franciscanismo en el último medio siglo, ha ingresado con la fuerza de sus obras, en el capítulo de la historia Regional que cierra con el propio siglo que le tocó vivir, una de las páginas más edificantes por el propio testimonio de vida que desde la sencillez, la humildad, la alegría en el servicio, la fe que le hizo mover y de su entrega. Si bien Fray Solá será siempre recordado por esta obra magnífica del templo, es cierto que mostró una personalidad que le hizo ganar la admiración de cuantos le trataron y conocieron. Dotes espirituales que le consagraron como legítimo " Ciudadano Ilustre ", reconocimiento que le fuera otorgado por el Honorable Concejo Deliberante el 27 de setiembre de 1995, por Ordenanza 816 / 94 ; también " por su ejemplo de honradez y sacrificio " fue distinguido el 22 de octubre de 1997 con el premio a la Excelencia, por el Instituto Argentino de la Excelencia. Junto a estos públicos reconocimientos, está el de la gente. Que le recuerda enhebrando sus rosarios con cuentas de las propias plantas que él mismo cultivaba, su espíritu alegre y servicial, su fidelidad a la iglesia y al espíritu franciscano de pobreza y humildad, al entero servicio de los demás” ().

Gallegos 

Manuel Castro es el autor de la biografía de Manuel Dopazo. En ese trabajo, escribe: “La llegada de una compañía de zarzuela a Buenos aires que ofreciera Maruxa, requería la presencia de un gaitero. Manuel Dopazo era el elegido. Su actividad artística lo hizo llevar la gaita al Teatro Colón que es a lo máximo a lo que se puede aspirar. Fue la noche del 12 de octubre de 1930 estando presente en esa ocasión el Presidente de la República Argentina, don Hipólito Yrigoyen. Dopazo y sus músicos también recorrieron Brasil y Uruguay. Participó en la película ‘Cándida’ con la famosísima Niní Marshall y en ‘La calle junto a la luna’ con Marisa Ibáñez Menta y Juan Carlos Thorry. Además de ser un eximio ejecutante, Dopazo fabricaba gaitas, generalmente para vender y fue aquí en Buenos Aires donde aprendió a tornear. Manuel Dopazo vivió de la gaita y mantuvo una familia de once hijos. Fue el único que pudo hacer eso, otros gaiteros tenían otros trabajos. Soldaba las gaitas con plata, soplando y eso lo llevó a la tumba” (8).
Félix Luna evoca, en Soy Roca, a Gumersindo García, mayordomo del presidente, hombre que, de a poco, fue ascendiendo desde su primitiva ocupación de mucamo, gracias a su bonhomía y fidelidad. En esa biografía novelada, afirma el protagonista: “Si pienso bien la cosa, hablando de amigos tendría que decir que el mejor que tengo hoy es Gumersindo García. Varias veces lo he mencionado y conviene ahora que aclare quién es. Gumersindo es gallego y entró a trabajar en mi casa de la calle San Martín cuando recién me instalé allí, en los finales de mi primera presidencia. Tenía entonces 28 años. A fuerza de honradez y fidelidad, fue ocupando una posición muy diferente a la de su original oficio de mucamo; hoy es mi hombre de confianza, el que manda y resuelve, el que se ocupa de mi dinero y mi bienestar. (...) Cuando los alborotos por la unificación de la deuda, después que yo me acostaba tiraba un jergón en la puerta de mi dormitorio para pasar la noche allí, armado con un revólver. Yo me he dejado ganar poco a poco por este hombre que es el arquetipo de la lealtad y el servicio prestado con cariño y devoción. Hace unos días me mostró su tesoro más preciado: un puñado de cartas que le he ido escribiendo a través de los años. Noté que son bastantes: creo que es la persona a la que me he dirigido epistolarmente con más asiduidad. (...) Es curiosa esta parábola que ha dado Gumersindo y lo ha convertido en mi confidente. La vida política me acostumbró a no entregarme demasiado, cuidar mis palabras y administrar mis sentimientos. (...) Con Gumersindo es distinto: está dotado de inteligencia natural, después de un cuarto de siglo de convivencia conoce mis cosas mejor que yo, y no tiene ningún interés que no esté asociado a mi persona. Sé que algunos de los que me rodean –incluso mis hijas- critican esta confianza que brindo a quien, después de todo, es un servidor. Sin embargo, yo encuentro en Gumersindo todas las cualidades que permiten hacerlo depositario de lo más escondido y reservado, en la seguridad que jamás traicionará la fe que he puesto en él. Y no dudo que Margarita y él serán los que me lloren con más sinceridad cuando abandone este mundo” (9).
En Pérez Celis, mi padre, María José Gabin escribe acerca de su abuelo materno (10).

Vascos

En “Florencio Constantino: Breve Biografía”, leemos: “Como en el caso de tantos otros inmigrantes que llegaron a nuestro país, Florencio Constantino emigró a América siendo muy joven para labrarse un porvenir. (...) Hijo de Antonio Constantino Sánchez, natural de Valleval, Asturias, y Antonia Carral Ruiz, santanderina de Arredondo, Mariano Florencio Constantino Carral nace en Ortuella el 9 de abril de 1868. (...) Florencio aprende con entusiasmo a tocar la “vigüela” y rápidamente agrega a su repertorio de canciones vaskas y españolas el canto de ‘aires criollos’, que lo harán conocido y apreciado en cuanta reunión festiva se dé en Bragado y aún en las manifestaciones políticas. (...) El año 1895 ha de ver a Constantino trasladado a Buenos Aires, dispuesto a ser cantante. (...) trajinó los máximos escenarios líricos del mundo. En Buenos Aires se presentó en el Teatro de la Opera, en el Teatro Odeón, en el Teatro Avenida, en el Hotel París, en el Orfeón Español, en el Centro Vasco Laurak Bat, en el Teatro Coliseo y en el Teatro Colón en varias oportunidades. Hizo actuaciones en otras ciudades como Rosario, La Plata, Bahía Blanca, Córdoba y por supuesto en Bragado. (...) murió el 16 de noviembre de 1919, solo, triste y casi olvidado. Pero con la certeza, más allá de su delirio, de que había cumplido aquel sueño de desenterrar el tesoro que llevaba en su garganta. Sus restos descansaron en el Panteón Vasco del cementerio de la ciudad de México D.F y fueron repatriados a la Argentina en 1986, donde esperan su último destino en Bragado, el pueblo de sus amores” (11).
Escribe Andrew Graham-Yooll: “Postal de Corrientes. No la avenida, sino la esquina de Batalla de Salta y San Martín, en Mercedes, provincia de Corrientes. Del caserón en esa intersección surgió una biografía, modestamente magnífica, que debería ser el libro del año. Es la historia de un hacendado correntino, José Antonio Ansola, pronto a cumplir 91 años. Nieto de vascos, sus recuerdos de vida y familiares se extienden desde la guerra contra el Paraguay (1865-1870) hasta nuestros días. (...)”
“Che patrón, el título de la crónica de este ‘hacendado de Corrientes, la provincia guaraní’, es producto de muchas horas de grabaciones y cientos de epístolas a Magdalena Capurro, una uruguaya instalada en Mercedes, interesada en el patrimonio intangible y directora de la biblioteca popular. Doña Magdalena, profesora de literatura y escritora, ha ordenado y escrito esta vida de Ansola (editada por Literature of Latin America, LOLA, un sello angloargentino de Buenos Aires, especializado en historia y botánica locales), que es una delicia, un canto a una época y a una cultura profundamente argentinas, que reúne lo rural heroico, lo noble en la política (Ansola es apasionado por el Partido Liberal y entusiasta de la Sociedad Rural) y lo europeo, la buena lectura y las cabalgatas interminables en Corrientes y el Chaco. (...)”
“Su trayectoria tiene una gran tristeza, que consigna en el libro. ‘Perdí mis campos, los que fueron de mis abuelos. Me derrotó la naturaleza, inundando, y los hombres, cobrando impuestos a las tierras bajo el agua’. Pese a esto, qué hombre, qué historia, qué hermosa tierra” (12).
Notas
1. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires, Sudamericana, 1991. Pp. 322-3.
2. Benítez, Rubén: Los dones del tiempo. Buenos Aires, GEL, 1998.
3. Fernández Díaz, Jorge: Mamá. Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
4. Degoy, Susana: Niní Marshall, La máscara prodigiosa. Manrique Zago, 1997.
5. Ulanovsky, Carlos: “Niní Marshall Genia y figura”, en La Nación Revista, Buenos Aires, 25 de mayo de 2003.
6. Noy, Fernando: “A los ‘pieses’ de la Marshall”, en Clarín, Buenos Aires, 24 de mayo de 2003.
7. Gabin, María José: Pérez Celis, mi padre. Buenos Aires, Galerna, 2007.
Audet Fabré: información enviada desde Córdoba por el investigador Eduardo Tyrrell
8. Castro, Manuel: “Manuel Dopazo”, en Viajero Celta, 1996.
9. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires, Sudamericana, 2000.
10. Gabin, María José: Pérez Celis, mi padre. Buenos Aires, Galerna, 2007.
11. S/F: “Florencio Constantino: Breve Biografía”, en Municipalidad de Bragado.
Texto y foto: http://www.bragado.gov.ar/historia/index.htm
12. Graham-Yooll, Andrew: “Desde Corrientes”, en La Nación Revista, Buenos Aires, 5 de junio de 2005.

Estadounidenses

En Soy Roca, biografía escrita por Félix Luna, el protagonista se refiere a una institutriz norteamericana: "Joaquina Arana de Torres, hija de Felipe Arana, el antiguo ministro de Rosas, era una mujer inteligente y divertida, muy mandona y muy buena, por cuya casa ha pasado –y sigue pasando- el tout Buenos Aires. Ella me cedió una de sus institutrices norteamericanas, Miss Fanny Smith, que tuvo a su cargo el manejo de mis chicas, pero además asumió como un deber indeclinable supervisarlas permanentemente” (1).
"Antes de que finalice el año 1883 y pese a los reparos de su madre, doña Dolores Malagarie, debido a la corta edad del niño (8 años), Jorge partió hacia los Estados Unidos enviado por su padre, el dentista Ralph Lamartine Newbery. Para don Ralph, el pequeño 'George' era ya todo un hombre. El propósito era que Jorge conociera a sus abuelos paternos, el doctor Edward L. Newbery y doña Rose Anne Brett Purcell, que vivían en Brooklyn, Massachusetts. Además, don Ralph era partidario de inculcar en sus hijos el valor de saber desenvolverse por sí mismos. Resueltos los últimos aprontes, Jorge viaja acompañado por mister Sthetson, un amigo íntimo de la familia.
En los Estados Unidos, además de sus abuelos, tiene tíos que lo llevan a presenciar partidos de béisbol y a pasear en trineo bajo la nieve por el Central Park. Su abuelo es un reconocido médico homeópata y su abuela, una dama aristocrática que se dedica a la pintura" (2).
En Vida y obra de W. H. Hudson, Alicia Jurado escribe acerca del descendiente de estadounidenses nacido en la Argentina (3).
Notas
1. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires, Sudamericana, 1989, p. 260.
2. Varios autores: Jorge Newbery. Buenos Aires, Editorial Planeta Argentina, 1999. 160 páginas.(Grandes protagonistas de la historia Argentina, colección dirigida por Félix Luna)
3. Jurado, Alicia: Vida y obra de W. H. Hudson. Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 1971. 274 pp., 7 láms. col. y b. y n. (Colección ensayos) 2a. ed. Buenos Aires, Emecé, 1989. 251 pp. (Biografías y memorias) www.hudsonmuseoyparque.org.ar

Franceses

“La vida y obra del padre Salvaire es desde hace tiempo motivo de estudio de monseñor Dr. Juan Guillermo Durán. Apasionado y comprometido con el tema, ha emprendido una cuidadosa investigación recurriendo a archivos de distinta naturaleza para dar cuerpo a dos de los tres volúmenes dedicados a su figura”. El obispo se refirió en una entrevista a ese trabajo (1): “Para comprender un poquito estos libros que yo he dedicado al padre Salvaire, es necesario tener en cuenta esto. El primer libro de la trilogía que voy a dedicar al padre, rescatando momentos fundamentales de su vida hasta su muerte, se editó en 1998 y lleva por titulo El padre Jorge María Salvaire y la familia Lazos de Villa Nueva. Un episodio de cautivos en Leubucó y Salinas Grandes. Transcurre entre 1866, que es cuando el malón toma cautivos a doña Jacinta Rosales de Lazos y a sus cinco hijos en Villa Nueva, Córdoba, cerquita de Villa María, y son llevados a Leubucó por los ranqueles, hasta l875 cuando el padre Salvaire visita las tolderías de Namuncurá. (...) El segundo tomo se inicia con el regreso del padre a Azul en noviembre, después de un viaje de aproximadamente 23 días, cuando logra traer a tres de los hijos -uno había escapado a Bahía Blanca y después se reencuentra en Villa Nueva con su madre- y otros seis cautivos más. Allí permanece trabajando con los indios de Catriel a la espera de que Namuncurá diga sí a la invitación del misionero, porque le dijo que lo iba a pensar. El segundo tomo se llama En los Toldos de Catriel y Railef. La obra misionera del Padre Jorge María Salvaire en Azul y Bragado, y es el estudio detallado de los dos años de misión del padre Salvaire y Meister en Azul y un viaje que hizo Salvaire para misionar en los meses de julio, agosto y parte de septiembre en Bragado, en la tribu, también acantonada, del cacique José María Railef. (...) los padres Meister y Salvaire en febrero dejan Azul. Salvaire pasa a Luján otra vez en 1876, y trae el propósito de cumplir el voto que le había hecho a la Virgen cuando su vida corrió peligro en las tolderías, en su viaje de octubre, noviembre de 1875. Ante un serio peligro de muerte, prometió que si la Virgen intercedía por su vida escribiría la historia, contribuiría a la difusión del culto e intentaría construir un nuevo santuario que reemplazaría al de Lezica y Torrezuri. Ahí comienza el tercer tomo que estoy tratando de construir y que llevaría el titulo El Padre Jorge Maria Salvaire en Luján. Cura y capellán del Santuario. Ahí reconstruiremos el momento en que escribe la historia de la Virgen de Luján que publica en 1884 en dos tomos, las gestiones del padre para comenzar la construcción del nuevo santuario, su viaje a Europa para lograr la coronación pontificia de la Imagen, la colocación de la piedra fundamental del Santuario, cuando es nombrado párroco hasta su fallecimiento, el 4 de febrero de 1899. Serían tres libros que abarcarían la vida de Salvaire en la Argentina, desde su llegada, como docente, misionero y luego cura y capellán de Luján” (2).
Al Chaco llegó Alice Le Saige de la Villesbrumme, quien había nacido en Francia en 1841. “Al separarse de su marido, emigró a la Argentina con sus dos hijos varones en 1888. Obtuvo del gobierno autorización para instalarse como colonizadora en la zona de Arocena, en el Chaco, a 40 kilómetros de Resistencia, entonces población incipiente. Hizo construir una casa, que alhajó con muebles y adornos traídos de su país natal, y dedicó las tierras que le habían sido concedidas a la ganadería. Se convirtió en una figura popular por su distinción y audacia para enfrentar las dificultades de esa vida peligrosa por la proximidad de indios mocovíes. En 1895 recibió en herencia las posesiones de su marido y adquirió las tierras en concesión, más una gran extensión, mejorando sus planteles e instalaciones y convirtiendo a su establecimiento en el principal de la zona. Un día de marzo de 1899 los mocovíes atacaron la casa, matando a varios de sus ocupantes. Los demás huyeron, pero Alice recordó que en la casa quedaba un niño al que había criado y retornó para salvarlo, momento en que fue lanceada. Sus compañeros lograron recoger el cuerpo de la herida y llevarlo a casa de vecinos amigos, pero falleció algunas horas después, en ese 13 de marzo de 1899, mientras su casa y demás instalaciones eran consumidas por las llamas” (3).
En El genio de Fader, Ignacio Gutiérrez Zaldívar evoca la vida y la trayectoria del pintor nacido en Burdeos (4).

Notas
1. S/F: “Para acercarse al mundo de Salvaire”, en www.elcivismo.com.
2. Durán, Juan Guillermo: El padre Jorge María Salvaire y la familia Lazos de Villa Nueva. Un episodio de cautivos en Leubucó y Salinas Grandes, 1998.
En los Toldos de Catriel y Railef. La obra misionera del Padre Jorge María Salvaire en Azul y Bragado
El Padre Jorge Maria Salvaire en Luján. Cura y capellán del Santuario.
Foto publicada en Alcántara, Omar: "EL CAPITÁN DON RUFINO SOLANO. El azuleño que no nos contaron", http://www.hemerotecadeazul.org.ar/Programas/Solano/SolanoII.htm.
3. Sosa de Newton, Lily: Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas. Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
4. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: El genio de Fader. Buenos Aires, Zurbarán. 

Galeses

En Soy Roca, novela biográfica escrita por Félix Luna, se refiere el protagonista a un viaje que hizo en enero de 1899: “El 23 a la tarde llegamos a Puerto Madryn, que de puerto sólo tenía el nombre, y tomamos el pequeño ferrocarril que nos acercó a Trelew. Allí, en Gaiman, Rawson y el valle del Chubut, que recorrí brevemente, empecé a tomar el pulso al exotismo y rareza de la Patagonia. Era un país inesperado cuyos pobladores hablaban inglés y no acababan de convencerse que eran súbditos argentinos, gente de trabajo y tesón que habían hecho maravillas en esas desolaciones. En aquellos días la prensa batía el parche sobre un pedido formulado al Parlamento inglés por un supuesto grupo de galeses residentes en el Chubut solicitando el protectorado de la corona. Me explicaron que eran un par de excéntricos que no representaban a nadie y me pidieron algunas medidas razonables: que el gobernador hablara inglés para poder entenderse directamente, que no se hicieran ejercicios militares los domingos, que se mejoraran las comunicaciones con Buenos Aires. Me gustaron esos hijos de Gales con sus enormes barbas y su áspera franqueza. Comí las ricas tortas de la pasada Navidad, más sabrosas, me dijeron, cuanto más tiempo se guardaban; admiré el aspecto confortable de sus cabañas y terminé la visita prometiendo apresurar la construcción de escuelas en sus aldeas, lo que cumplí posteriormente” (1).

Notas
1. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires, Sudamericana, 1989.

Griegos

En su libro La cita en Buenos Aires, Saga de una gran familia sefaradí (1), Vittorio Alhadeff, “oriundo de la ciudad de Rodas, hace desfilar ante el lector diversos episodios del dominio turco y de la ocupación italiana del Dodecaneso. Pero la tremenda verdad de las guerras da paso a la crueldad del fascismo y del nazismo para cerrarse con la llegada en los años 40 a Buenos Aires, donde se refugian los últimos miembros de una familia que creyó en el trabajo y en el progreso” (2).
Alfredo M. Beranger escribió Yo, Panayotis Triposcoufis (De Grecia a la Argentina) (3).

Notas
1 Alhadeff, Vittorio: La cita en Buenos Aires, Saga de una gran familia sefaradí.
2 Malinow, Inés: “Testimonio familiar”, en La Nación, Buenos Aires, 4 de enero de 1998.

Holandeses

Acerca de Jacques Witjens, escribe Ignacio Gutiérrez Zaldívar, en 1999:
“Nacido en La Haya el 11 de abril de 1881, Adrianus Hendrikus Witjens nunca sospechó que viviría cerca de la mitad de su vida en el Hemisferio Sur y a miles de kilómetros de su Holanda natal. Luego de cursar estudios de pintura desde los 14 años comienza su tarea profesional abriendo su taller a metros del museo Mauritshuis donde contemplaba diariamente el único paisaje que se conoce de Johannus Vermeer. La Escuela de La Haya tiene como característica una legión de estupendos paisajistas que trascienden el mero efecto óptico de lo que están viendo, como hacían sus contemporáneos los impresionistas franceses. Esta maravillosa escuela poco difundida intemacionalmente es el producto de una larga contemplación y de un conocimiento acabado de la naturaleza que está representando. No pintan un mero instante sino que reflejan una compenetración vivencial con aquello que transmiten en sus telas”.
“Cuando Witjens Ilega a la Argentina en 1920, lo hace recién casado con Herta María Stephan, quien estaba embarazada de Rolando el primero de sus hijos”.
“No debe extrañarnos que eligiera como lugar de residencia aquel que más le recordara a su tierra, es por eso que el Tigre fue el primer lugar que los cobijó en la Argentina. Quiso el destino que llegara en el momento de mayor apogeo de nuestro país y que viviera la década gloriosa para nuestro arte y la cultura nacional. En sus primeras exposiciones reflejaba sus vivencias de esta "nueva tierra" y el melancólico recuerdo de sus molinos y canales que había dejado allá lejos y hace tiempo... Esta es la octava retrospectiva que presentamos en tan sólo 15 años de este maravilloso artista. Me unen a 61 razones estéticas y afectivas, ya que un cuadro de Witjens fue la primera obra que compraron mis padres recién casados, y también he tenido la dicha de frecuentar a su hijo Rolando y a su mujer Marisa, quienes alimentaron mi pasión. En cada una de sus obras, Witjens nos habla de su profunda compenetración con el motivo del cuadro y nos transmite una serena inmensidad que habla de la grandeza de su espíritu y de sus obras. A los 75 años de edad fallece el 7 de diciembre de 1956. No dudo en afirmar que su contribución al Arte de los Argentinos es digna de destacar, como espero se reafirme en la presente retrospectiva” (1).

Notas
1. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: “Jacques Witjens”, en www.zurbarangaleria.com.ar. Octubre de 1999.

Ingleses

En Borges, biografìa verbal (1), Roberto Alifano escribe cuanto el escritor le dijo sobre uno de sus antepasados: “El abuelo materno de mi padre, Edward Young Haslam, editò uno de los primeros periòdicos ingleses de la Argentina, Southern Cross, y se habìa doctorado en Filosofìa y Letras en la Universidad de Heidelberg. Sus medios no le permitìan estudiar en Oxford o Cambridge, por lo que marchò a Alemania, donde obtuvo su tìtulo despuès de haber realizado todos sus cursos en latìn. Muriò en Paranà, la capital de la provincia de Entre Rìos”.
Acerca del arribo a nuestro país de la hija de Edward Haslam, la abuela inglesa, escribe Roberto Alifano: “La abuela paterna de Borges, Frances Haslam Arnett, llegò a la Argentina por una serie de curiosas circunstancias. Su ùnica hermana, mayor que ella, se habìa casado con un ingeniero ìtalojudìo, llamado Jorge Suàrez. Al fallecer su madre, los Suarez la hicieron viajar a Amèrica del Sur. Llegò a Paranà, la capital de Entre Rìos, despuès de un accidentado viaje (el barco estuvo a punto de naufragar en las costas del Brasil), a mediados de 1867. En Paranà fue donde Frances Haslam conociò al coronel Francisco Borges”.
En Soy Roca, por Félix Luna, el protagonista se refiere a un viaje que hizo en 1899: “Nos detuvimos en la desembocadura del río Santa Cruz, visité alguna estancias de los alrededores, casi todas de ingleses, y seguimos a Río Gallegos, donde me hospedé en la casa del gobernador. (...) Cuando íbamos llegando a Ushuaia me llamaron la atención, en cierto punto de la costa, rebaños de ovejas y construcciones muy prolijas entre macizos de flores y espacios de césped; me dijeron que era la estancia de Thomas Bridges, el pastor anglicano que anteriormente había estado a cargo de la Misión en la isla; en 1886 renunció a su puesto y se vino a Buenos Aires a solicitar tierras allí. Me lo presentó el senador Antonio Cambaceres y lo recomendaba calurosamente el perito Moreno. Tuve el gusto de promover, pocas semanas antes de dejar la presidencia, una ley concediéndole 20.000 hectáreas en propiedad en Harberton, a unas quince leguas de Ushuaia hacia el este. Bridges había fallecido meses antes pero su estancia era la mejor de la isla, superando en actividad a la que había establecido al norte, en Río Grande, el asturiano José Menéndez. Me dieron ganas de visitar Harberton y lo hice en el acorazado de río ‘Independencia’, más chico que el ‘Belgrano’. Allí fui recibido por la viuda del antiguo misionero y su familia. En el jardín tomamos el té con sandwiches y frutillas de la zona con crema. Fue una tarde gloriosa para Gramajo, que decía estar harto del rancho del ‘Belgrano’... Por un momento no me pareció encontrarme en el confín del mundo sino en una casa de Sussex, o más bien, de Devon-shire, de donde era oriundo Bridges. Después visitamos los campamentos de los indios yaganes y onas que trabajaban en el establecimiento. Al menos aquí no se los perseguía, como había hecho aquel aventurero rumano Julio Popper, que en tiempos de mi concuñado instaló un lavadero de oro en el norte de la isla, y como también lo hacían, según los rumores que había escuchado, algunos capataces de Menéndez” (2).
En otro pasaje, afirma: “me impresionó lo que me dijo un inglés, empleado del ferrocarril. Era el encargado de medir las tierras, una legua a cada lado de la vía, que por concesión se le había otorgado en propiedad a la empresa. En un castellano arrevesado, el gringo me contó que estaban expulsando a los pobladores que vivían en aquellos campos para venderlos en grandes fracciones una vez que la línea hubiera llegado a Córdoba. Sería un negocio enorme –me decía- y se llenaba la boca describiendo las miles de cabezas de ganado que podrían criarse allí y los millones de fanegas de trigo que se cosecharían” (3).

Notas
1 Alifano, Roberto: Borges. Biografìa verbal. Barcelona, Plaza & Janés, 1987.
2 Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires, Sudamericana, 1991, pp. 322-3.
3 Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires, Sudamericana, 1991, p. 76.

Irlandeses

Marcos Aguinis es el autor de El Combate Perpetuo: Una Biografía Admirable con Ritmo de Novela (1). El protagonista, Guillermo Brown, “ es una de las figuras decisivas de la historia argentina. Sin embargo, el trato que la historia le ha dado a menudo ha oscurecido al hombre y acartonado al prócer”.
“Este libro de Marcos Aguinis - "esta biografía con ritmo de novela", como el mismo la define - es, además, una lúcida y exitosa operación de rescate. Rescate del héroe y del personaje, puesto que el almirante Guillermo Brown aparece en toda su dimensión épica; pero también porque tal dimensión no borra ni excluye los rasgos que lo convierten en el protagonista de un libro de aventuras. Alguien, como consigna el autor, cuyas vicisitudes hubieran apasionado por igual a los novelistas del siglo diecinueve y del siglo veinte. Y que apasionarán asimismo a los lectores”.
“Redactada en tiempos difíciles, cuando la incertidumbre y el desaliento parecían volver impensable una obra de esta laya, El combate perpetuo invita a ser leída y releída como cautivante relato y también como forma de tratar la historia de un modo distinto, nunca esquemático ni maniqueo, siempre riguroso e inteligente”.
“Evoco la mezcla de entusiasmo y de miedo que me embargaban mientras escribía la vida de Guillermo Brown. Eran años de soberbia, maniqueísmo y corrupción esmeradamente disimulados con altas dosis de hipocresía. Una de las más cotizadas herramientas del encubrimiento era el culto de los héroes. Culto rígido, frío, estereotipado, que adora las apariencias. Yo quería humanizar al prócer. Devolverle carnadura, ambición, fatiga y rabia, transformando su gesta en algo verosímil, recuperando así nuestra capacidad de admiración. Quería desquitarme de los soporíferos textos que dificultaron en mi juventud el aprendizaje de la historia argentina. Proponía que, indirectamente, nos emocionáramos con la historia para mirar mejor nuestro presente" (2).
En 1865, “Sebastián Hamilton, acompañado por su hermano Thomas, llega a la Argentina, donde su padre había adquirido tierras y donde William, su hermano mayor, ejercía la profesión de médico. Viajó de mala gana pero finalmente quedó seducido por la amplitud de las tierras pampeanas y por el estilo de vida de los gauchos, y obsesionado por la tierra que heredó” (3).
Acerca del protagonista de esta obra comentó Susana Pereyra Iraola: “El que da título al libro es el menor, el descreido, herido de secretas llagas. A medida que se interna a caballo en una interminable travesía, el aleteo de las lagunas, el horizonte y el cielo inabarcable maravillan sus ojos. La propia tierra, campo despoblado y rancho de adobe, se adueña de su vida para siempre. Convive con la brutalidad y el desamparo en sus peores formas; años después la familia conocería las más extremas durante la epidemia de fiebre amarilla, uno de los pasajes más estremecedores de un relato que no decae en intensidad” (4).

Notas
1. Aguinis, Marcos: El Combate Perpetuo: Una Biografía Admirable con Ritmo de Novela. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1971. 208 paginas.
2. S/F: en www.aguinis.net
3. S/F: Gacetilla de prensa acerca de Wilkinson, Susan: Don Sebastián. Buenos Aires, Vergara, 1996.
4. Pereyra Iraola, Susana: “De Irlanda a la Argentina”, en La Nación, Buenos Aires, 28 de julio de 1996.

Italianos

La Asociación Dante Alighieri publicó numerosos volúmenes de biografías de ítaloargentinos destacados. Entre estos volúmenes se cuentan Rodolfo Kubik, compositor y músico, por Vittorio Balanza; Juan A. Buschiazzo, arquitecto y urbanista de Buenos Aires (1983), por Alberto O. Córdoba; Torquato Di Tella, industrial y algunas cosas más (1993), por Torcuato Di Tella; Roberto F. Giusti. Su vida, su obra (1980), por Fermín Estrella Gutiérrez; El padre Marcos Donati y los franciscanos italianos en la misión de Río Cuarto (1993), por Inés I. Farías; Eugenio Pini, el maestro y las armas (1996), por Alberto A. Fernández; Cesare Cipoletti. Sus obras, sus proyectos, sus colaboradores (1991), por Paolo Girosi; José Ingenieros (1977), por Francisco P. La Plaza; Francisco Bibolini. De la Liguria a la Pampa (1995), por María C. Maradeo; Agustín Rocca en treinta años de recuerdos (1979), por Dionisio Petriella; Alberto M. De Agostini SDB (1976), por Amalia del Pino; Clemente Onelli, de pionero de la Patagonia a director del Jardín Zoológico (1980), por Diego A. Pino; Rodolfo Mondolfo, maestro insigne de filosofía y humanista (1992), por Eugenio Pucciarelli y otros; Carlos Spada, médico y filántropo (1988), por Carlos A. Rezzónico; Víctor De Pol, el escultor olvidado (1992), por Edgardo J. Rocca; Eugenia Sacerdote de Lustig, una pionera de la ciencia en la Argentina, por Laura Rozenberg; Joaquín Frenguelli. Vida y obra de un naturalista completo (1981), por Mario E. Teruggi; Syria Poletti, mujer de dos mundos (1994), por Walter Gardini; Gherardo Marone (1993), por Dionisio Petriella-Nicolás Cocaro y El Capitán Antonio Oneto (2000), por Estela Gladys Lamas.

Abruzzos 

“En Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia, escrito entre 1968 y 1970, Bayer reprodujo las cartas” enviadas por el anarquista a Josefa Scarfó. “Bayer acude a las cartas para definir ese amor. ‘Hablaban de un amor que podríamos calificar de puro, profundo, pero casi sin referencias de tipo carnal o sexual’. Para Bayer, estos escritos destilan la moral anarquista de Di Giovanni: ‘Sus cartas tenían ese tono porque por sus ideas, sentía un gran respeto por el género femenino’ ” (1).

Apulia 

José Tchercaski es el autor de PIERO. Un canto de vida, amor y libertad, obra acerca de la que afirma: "Hace quince años que trabajamos juntos. Nos pasaron infinidad de cosas, positivas, negativas, olvidables, inolvidables, ocurrentes, tristes, talentosas, mediocres. Vivimos; ésta es la palabra. Construir una historia de vida no es tan fácil cuando el protagonista -Piero- en este caso, está tan ligado a la vida del que debe escribir-relatar-descubrir-mostrar-desnudar al hombre que desde un escenario hace vibrar las fibras más íntmas de multitudes incondicionales.
Piero no es simplemente un cantante. Si el libro posee algún mérto, es el de mostrar justamente esta afirmación Piero es un artista popular con un enorme sentido de la vida, con un profundo amor por la justicia y la libertad. Su preocupación es el hombre y la conquista de la felicidad, o sea marchar hacia el encuentro de un mundo mejor -como el dice- "lleno de buenas ondas".
En este tramo de vida que recorremos juntos, construimos muchas canciones, en todas tratamos-intentamos compartir el sentimiento de la gente para sentirnos identificados con nuestros semejantes. Cada historia, cada texto o cada música es un pedazo de nosotros, una porción de vida que fuimos desparramando a lo largo de estos años, tan intensos, tan llenos de arbitrariedades, persecuciones y grandes traiciones. Ojalá el trabajo sirva para que las generaciones venideras sepan que una vez, en un planeta llamado argentina, vivió-vivimos, hombres-seres humanos, que intentaron contar que la vida "brilla mil veces más fuerte que el sol y calienta..." (2).

Campania 

DISCEPOLIN. Poeta del hombre que está solo y espera, por Horacio Ferrer y Luis Adolfo Sierra. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2004. 184 páginas.
"Personaje entrañable y enigmático, Enrique Santos Discépolo, “Discepolín”, es una de las claves para entender la cultura propia y una de las formas que mejor sugiere nuestra identidad, el tango. El legendario Discepolín muestra aspectos a veces contradictorios pero que ayudan a entender realidades sucesivas de un conjunto que parece darle coherencia a nuestra historia, tanto la política como la cultural. Como actor, como compositor, como mito en el tiempo que le tocó vivir, Enrique Santos Discépolo le proporciona al lector el fulgor de un personaje extraordinario. El lúcido observador individualista, el detractor de la decadencia social, el nostálgico que anima un universo completo a partir del cafetín e inclinado sobre “tus mesas que nunca preguntan”. Son todos aspectos de un solo hombre.
Con un poder evocativo admirable, los autores de este libro cuentan los episodios de las vida de Discepolín y analizan su actitud, se presencia y su obra. El resultado es un libro de una riqueza y una vivacidad difíciles de igualar".

Piamonteses 

En “Polidoro Segers, el primer médico de Tierra del Fuego”, Raúl Agustín Entraigas se refiere al padre José Fagnano, nacido en Rachetta, Tanaro, en 1844: “Segers tenía ya treinta y cuatro años. Cuando se trató de dar examen, se encontró con que necesitaba título habilitante para ingresar en la Facultad... ¿Qué hará? ¿Plantará todo? ¡Qué esperanza! Esperará. El tiempo y el ingenio le darían medios para llegar. Entre tanto se le cruzó una oportunidad magnífica para conocer Tierra del Fuego. Iba don Ramón Lista a explorar aquellas regiones y a sentar definitivamente nuestra soberanía sobre ellas. Necesitaba un médico. Ningún profesional criollo quiso arriesgarse en esa "patriada". El poeta Olegario V. Andrade, padre político de Lista, lo exhortó e embarcarse y Segers no se hizo de rogar.... Con los conocimientos científicos que poseía no le pareció imposible ser "cirujano de segunda" en la expedición... Y en noviembre de 1886 lo tenemos sobre el Villarino rumbo a Tierra del Fuego. Como capellán iba el padre José Fagnano, salesiano. Se hicieron grandes amigos. Cuando pisaron tierra firme en San Sebastián, y los 25 hombres de Lista y del capitán Marzano hicieron fuego sobre los onas, dejando sobre la virgen tierra fueguina veintiocho cadáveres, el sacerdote y el médico se levantaron, coléricos, en ombre de la justicia y de la humanidad. (...) esde aquel día, siempre que había que vérselas con indios, eran Segers y Fagnano los encargados de parlamentar. La primera vez que les tocó la no fácil misión, se vieron en figurillas cuando toparon de buenas a primeras con una tribu. Estaban ambos perplejos. Entonces el médico -narra Fagnano- comenzó a hacer piruetas, a dar saltos y otras niñerías. Fue la salvación de ambos. Los indios bajaron sus arcos y se acercaron, riendo, a los embajadores. Desde entonces fueron los amigos de los onas” (3).
Deja Italia el matrimonio Vairoleto con su primogénito, porque “en aquella región las posibilidades de prosperar eran muy escasas para los aldeanos pobres, y Vittorio concibió el proyecto de ir a América. Algunos emigrantes, incluso un cura que había estado en la parroquia de la villa, escribían enviando noticias favorables desde la Argentina, un país donde hacía falta mano de obra y eran bienvenidos los labriegos italianos para poblar las colonias agrícolas. Ilusionados por esas perspectivas, Vittorio y Teresa se dispusieron a marchar al nuevo continente con su bebé recién nacido” (4).
Mas Alla de la Frontera ... Vairoleto: Es indudable que mucho se ha escrito sobre la vida de Juan B. Vairoleto, una verdadera leyenda del universo rural argentino. Amén de ello, la figura de este hombre cruzó fronteras, fue cuento de fogón en los altos del camino de los traperos y se acercó a las brasas ardientes del imaginario popular para que la gente lo convirtiera, más que en leyenda, en el ideario social de una época signada por los desencuentros argentinos.
Néstor A. Rubiano, escritor e investigador pampeano, ha vuelto a reincidir sobre Vairoleto. Hoy completa su labor anterior con una obra de prosa sencilla y directa, mostrando el perfil de un Vairoleto casi desconocido para sus biógrafos y dejando que la narrativa vaya entrelazando pasiones, traiciones, encuentros y desencuentros, al tiempo que desmitifica errores históricos y ordena las efemérides vairoleteanas con suma prolijidad.
Rubiano dibuja en sus relatos la ancha geografía donde le tocó actuar al bandido Vairoleto, y describe los personajes y los sucesos hasta los mínimos detalles.
El libro tiene pasajes con las confesiones de Telma Ceballos, la mujer de Vairoleto, que explica la personalidad de su marido, sus tics, el amor por sus hijas y a la libertad, el odio a la traición, a la hipocresía y a los burdos personajes de una sociedad y de una época con policías ineficientes, políticos inescrupulosos y patrones explotadores.
Rubiano, en definitiva, cuenta una historia con múltiples vivencias y nos deja otro libro para el análisis, el estudio, pero por sobre todas las cosas, un invaluable hallazgo histórico literario que nos permite ilustrarnos mejor y poder discutir con pruebas en la mano quién fué y cómo era el bandido Vairoleto.
“Alberto María De Agostini nació en Pollone, pequeño pueblo de Piamonte, en las cercanías de Biella, el 2 de noviembre de 1883 (5). Monseñor Patagonia. Vida y viajes de Alberto De Agostini el sacerdote salesiano y explorador (6) se titula la biografía escrita por Germán Sopeña, acerca de la que leemos: “En esta biografía de Alberto De Agostini trabajaba Germán Sopeña cuando lo sorprendió la muerte. Y no por azar está dedicada al gran explorador salesiano. Fueron la pasión y el amor que Sopeña sentía por la Patagonia los que lo llevaron a rescatar del olvido y el desconocimiento a uno de sus más destacados pioneros. Tras una profunda investigación que incluye testimonios de quienes lo conocieron, Sopeña traza la semblanza de este "montañista de alma", del "descubridor de hombres, regiones y montañas", del misionero preocupado por la desaparición de las culturas aborígenes y por la protección de la naturaleza. Sin dudas, Sopeña compartía con De Agostini la misma y poderosa atracción por la misteriosa región patagónica. Así lo refleja tan bella y elocuentemente este Monseñor Patagonia" (7).
Nora Ayala escribe acerca de su abuelo, que dejó su tierra: “¡Bagnasco! Nunca hubiera creìdo que extrañarìa tanto ese pueblo contra el que tanto habìa despotricado, las tardes con Franco y Luigi mojando los anzuelos en el Tanaro mientras soñaban con tierras lejanas, aventuras, ciudades, fortunas” (8).

Sicilia 

Entrevistado por Pablo Medina, Javier Villafañe evoca a los titiriteros de La Boca(9).

Toscana 

En Marco Denevi y la sacra ceremonia de la escritura - una biografía literaria (10), Juan José Delaney presenta, entre otros temas, el del origen del escritor.
El biógrafo nació en Buenos Aires en 1954. Profesor de Literatura Argentina en la Universidad del Salvador, ha publicado, en distintos medios, cuentos, ensayos, trabajos de investigación y textos periodísticos. En 1993, becado por la Fundación Antorchas, participó del International Writing Program, de la Universidad de IOWA (Estados Unidos). Es autor de Papeles del desierto (cuentos), Tréboles del sur (cuentos) y Moira Sullivan (novela). Por el proyecto para este libro, en 2002 recibió una beca del Fondo Nacional de las Artes.
Delaney plantea su postura acerca de la utilidad de las biografías para comprender mejor una obra literaria: “Respecto de la biografía de un escritor en función de su obra, ahora que las miradas de la crítica se concentran en el texto con exclusión de cualquier borde adyacente, afirmo mi convicción de que el conocimiento de la vida del autor contribuye a alumbrar su escritura; más aún: provee elementos que más allá del texto convalidan el aserto de que para los literatos la pregunta sobre qué es la literatura aparece atada a todos los aspectos de qué es la vida”.
En cuanto a los motivos que lo llevaron a escribirla, afirma: “Hay distintas razones por la cuales uno puede emprender la escritura de una biografía. En este caso, dos fueron los motivos principales: aproximarme a una ‘vocación’ y, además, examinar los procesos de escritura en relación con una historia personal y social”.
“Por más de cuarenta años –señalan los editores- Marco Denevi (1920-1998) ocupó un lugar central en la narrativa argentina. Títulos que van desde la ya clásica Rosaura a las diez hasta Nuestra Señora de la Noche –su última novela–, pasando también por la inolvidable Ceremonia secreta, revelaron una voz original que se expresó en prácticamente todos los géneros, sin excluir guiones para cine y televisión. Esta biografía de Juan José Delaney –rica en documentos, cartas, testimonios y textos inéditos– da cuenta del camino del escritor, su formación, búsquedas, éxitos, fracasos y preocupaciones filosóficas y cívicas, dentro del contexto histórico y literario en que se desarrollaron. En otro sentido, el ensayista examina los procesos de escritura en Denevi e ilumina y valora aspectos soslayados de la producción del escritor como, por ejemplo, su condición de cuentista excepcional. El resultado es un trabajo que interesará no sólo a los admiradores de la obra de Marco Denevi sino también a estudiosos de la escritura en general y de la literatura argentina en particular.
Delaney conoció al novelista “en 1974, poco después de que la revista Gente publicara junto a los de Jorge Luis Borges y María Granata su comentario harto generoso sobre mi primer libro de cuentos”. Lo describe físicamente: “A sus cincuenta y cuatro años de edad Denevi era un hombre totalmente canoso, de bigotes negros, rasgos muy definidos, retacón y de mirada inteligente. Su voz era grave, doctoral, y cuando hablaba sus dichos parecían el producto de una serie de ensayos ya que no cometía errores de dicción ni mucho menos de sintaxis o vocabulario. Hablaba como escribía”.
“Cuando en 1986 el ensayo biobibliográfico me tentó como posibilidad académica, reflexiva y aún estética, no vacilé en telefonearlo proponiéndole mi proyecto. Inmediatamente se entusiasmó con la idea. No tardé en frecuentarlo para entrevistas y para la recepción de libros, papeles, fotografías, tesis, recortes y toda clase de información. (...) Lástima que, habitualmente, las conversaciones telefónicas, en las que es más difícil impostar, no se registren, y que ese recurso intermedio –el correo electrónico- llegó tarde para mi biografiado.)”.
Marco Denevi fue uno de los siete hijos de Valerio Denevi, inmigrante nacido en Siena, “un italiano que durante el último tercio del siglo XIX, siendo muy joven, llegó al país con escaso dinero y sin relaciones, a fin de concentrarse en el negocio de la construcción, para lo cual, poco a poco, fue adquiriendo tierras en las entonces despobladas y subvaluadas localidades de Sáenz Peña, Santos Lugares y Villa Lynch, en la provincia de Buenos Aires”. La madre fue la argentina María Eugenia Buschiazzo, hija de italianos del norte.
El autor de Rosaura a la diez afirmó: "Genética y educación se confabularon para hacerme adicto a la música. Mi padre, que nunca exteriorizaba sus emociones, sólo aflojaba frente a la ópera. Nací y me crié en un hogar donde se hacía música a diario, donde la música mal llamada culta formaba parte de la vida cotidiana. Todavía niño, y de la mano de mis mayores, fui a salas de concierto y al Teatro Colón".
Pero, llegado el momento, no pudo pensar en la música como una carrera a seguir: “había sido una posibilidad que seguramente el padre no hubiera tolerado por su decisión de que los hijos varones fueran a la Universidad; además ‘eran épocas en que si un muchacho se ponía a estudiar eso, se volvía casi sospechoso, era una mariconería’. Debió conformarse con tocar piano ocasionalmente, y de oído”.
Cuando, en 1955, recibió el Premio Kraft “expresó que le hubiera gustado que su padre viviera ‘para que él presenciara esta travesura’ “. El nombre que adoptaría para escribir remite a sus orígenes: “En oportunidad de su debut literario, a los treinta y cuatro años, el autor modificó levemente su nombre: optó por el italiano Marco (usado domésticamente) en lugar del venáculo Marcos, y eliminó el Héctor”.
Ya escritor laureado, “En la casa de Sáenz Peña adaptó la prefabricada de madera que su padre había utilizado para carpintería y la convirtió en estudio. Al depósito aledaño lo fue poblando de libros –terminaría reuniendo unos cinco mi volúmenes- hasta convertirlo en talle de escritura”.
Con Italia está relacionado “otro factor autobiográfico que gravitó en su escritura y que contribuye grandemente a iluminar la afirmación respecto del propio estilo. Hijo de la inmigración, la lengua y la cultura italianas pesaron, ciertamente, en su visión de la realidad y en su trabajo”.
Al respecto, Syria Poletti –citada por el biógrafo- expresó: “La literatura de Marco Denevi irrumpe y se inserta justo en el momento en que la baraúnda de voces, llamémoslas bastardas, alcanzando el máximo grado de babilonismo, debía fundirse en canales lingüísticos idóneos al sentir del nuevo hombre argentino. Y un hijo de inmigrantes italianos, si quería ser fiel a la mecánica de su propio pensamiento, si quería mantener adhesión entre emoción-idea, y palabra, debía abrir cauce a su propia vertiente expresiva. Eso hizo Denevi, como hijo de inmigrantes, como porteño, como apasionado del latín, del francés, del italiano. Y del castellano, por supuesto, idioma de fronteras y aglutinante por tradición. Quiso devolver –o dar- al idioma de los argentinos, la precisión, el ajuste, la formulación directa –directa, y no primaria- entre idea y expresión, escrita y oral”.

Trentino 

Alcides J. Bianchi es el autor de Valentìn, el inmigrante (11), obra en la que relata la vida de su padre, exitoso empresario afincado en Mendoza. Don Valentín nació en Fasano, Italia, en 1887. Se dedicó a la docencia hasta que una carta de su hermano lo decide a emigrar a la Argentina. Tenía veintidós años. El hijo evoca ese viaje lleno de ansiedad e incomodidades, con las ratas caminando por encima de la cama del pasajero.
En nuestro país, el italiano desempeñó distintos oficios, destacándose por su facilidad para la contabilidad y su excelente caligrafía, que le valió el apodo de “el gringo de la letra bonita”. Fue empleado contable y rematador de lotes, hasta llegar a su ocupación definitiva: la de bodeguero. Formó familia en San Rafael, donde nacieron sus hijos. La esposa soportó la estrechez de los primeros tiempos haciendo economía en el hogar. Bianchi cuenta que su madre cazaba pajaritos con su rifle y los hijos –pequeños, en ese entonces- los deshuesaban, para almorzarlos con polenta. Cuando llegó el momento de pensar en el futuro de su empresa, hizo que los hijos mayores –una hija y el autor de la biografía- estudiaran para poder continuar con el emprendimiento paterno. A partir de ese momento, comenzó a viajar periódicamente a Fasano, donde, ya viudo, pasaba temporadas con su hermana, a quien no había visto durante décadas. Bianchi encontró la muerte en una ruta de su pueblo, en 1968.
El autor relata - basándose en una importante investigación y en la colaboración prestada por aquellos a quienes agradece- cómo el inmigrante llegó, desde la orfandad que signó su infancia, hasta la posición social y económica que se forjó en la Argentina. Este libro narra la historia de un inmigrante exitoso que, sin embargo, nunca dejó de sentir nostalgia por su tierra.

Umbria 

Acerca de Frondizi. El estadista acorralado (12), por Hugo Gambini, escribe Miguel Angel De Marco:
"A medida que el tiempo decanta las pasiones, la figura de Arturo Frondizi adquiere un relieve cada vez mayor en la historia argentina. Al decir de Roberto T. Alemann, a quien cita el autor de esta nueva y valiosa biografía, 'la dimensión de estadista de Arturo Frondizi surge con tanta nitidez que ni siquiera sus obcecados adversarios de entonces se atreven a rebatirla' ".
"Hugo Gambini subraya los rasgos esenciales de este hombre singular en apretadas pero significativas líneas: 'Frondizi tuvo una vida entregada total y absolutamente a la política. Vivía para ella, con dedicación, con probidad, con esmero' ".
"Hijo de inmigrantes italianos, nacido en Paso de los Libres, Corrientes, el 28 de octubre de 1908, Frondizi se graduó de abogado con diploma de honor y se inició precozmente en la política en calidad de afiliado y dirigente de la Unión Cívica Radical. Más tarde, evidenciaría su preparación cultural y política, a través de una prosa pulcra y ajustada y de una oratoria parlamentaria precisa y contundente. Esto, sobre todo, como diputado opositor al gobierno peronista y candidato a vicepresidente de la Nación, en 1952, de la fórmula encabezada por Ricardo Balbín".
"Gambini pone de relieve el realismo de Frondizi tras la revolución de septiembre de 1955, cuando sostuvo en su partido la necesidad de respetar al caído sin indisponerse con los triunfadores. A la postre, esa actitud le ganaría los motes de properonista, que compartieron sus correligionarios del sector intransigente de la Unión Cívica Radical, y de procomunista, por su pasado en la Liga Argentina por los Derechos del Hombre".
"La ruptura del radicalismo comenzó cuando Balbín y Frondizi expresaron posiciones distintas acerca del grado de apoyo a las iniciativas del gobierno de Aramburu: total, de parte del primero; condicionado, de parte del segundo. El corte se materializó al constituirse dos partidos independientes: la Unión Cívica Radical del Pueblo y la Unión Cívica Radical Intransigente. Esta participó en la Convención Constituyente de 1957, pese a que anteriormente Frondizi había impugnado el sistema de representación proporcional para designar los diputados. La exigua labor del cuerpo, antes de disolverse por falta de quórum, se circunscribió a declarar vigente la Constitución de 1853, derogar la "justicialista" de 1949, y sancionar el artículo 14 bis sobre derechos sociales".
"Surgió por entonces la idea de un pacto con el exiliado ex presidente Perón. Gambini explica los tanteos previos, los límites que impuso el propio Frondizi, el papel que jugaron los respectivos emisarios y el desarrollo de la campaña electoral que culminó, como lo deseaba Perón, en una contundente victoria que diese noción de la fuerza que aún conservaba".
"El 1 de mayo de mayo de 1958, el nuevo presidente prestó juramento. Enseguida adoptó disposiciones sorprendentes y antagónicas respecto de las ideas que había sostenido a lo largo de su vida, entre ellas, la privatización del petróleo. El libro repasa las grandes cuestiones de la gestión de Frondizi y las resistencias que se opusieron a medidas de política interna y exterior, dictadas, en muchos casos, por el carácter visionario, no carente de audacia, del presidente quien, una vez adoptada su decisión, no se apeaba de ella. Adquieren interés tanto las partes dedicadas a las relaciones con los sindicatos, a la sanción de la enseñanza libre, a las decisiones económicas insertas en el cuadro de su proyecto "desarrollista", como las que se refieren a las posturas en materia internacional. Entre ellas cabe mencionar la actitud frente a la visita del Che Guevara y las vinculaciones con Cuba, con el correlato de las reuniones con el presidente norteamericano John F. Kennedy y las instrucciones entregadas por Frondizi al ministro de Relaciones Exteriores Miguel Angel Cárcano para la reunión de cancilleres de Punta del Este: evitar sanciones a la nación del Caribe, basándose no en la defensa "de un caudillo extremista que se expresa a través de un orden político que nada tiene que ver con la realidad de nuestros pueblos", sino en la unidad del sistema americano".
"La renuncia del vicepresidente Alejandro Gómez, los conflictos con las Fuerzas Armadas, que finalmente concluyeron con la destitución de Frondizi quien sugirió a los militares el modo y sitio de detención (Martín García, donde había sido confinado décadas atrás Hipólito Yrigoyen) también fueron objeto de la cuidadosa reconstrucción de Gambini. Los capítulos finales señalan las preocupaciones cívicas del ex presidente frente a acontecimientos que iban deteriorando la vida democrática: su inquietud ante la política del gobierno militar con respecto a las Malvinas, en que diferenció la legitimidad de los derechos del país y el heroísmo de los que combatían de los procedimientos del gobierno de Leopoldo Galtieri".
"En sus últimos años, Frondizi se acercó a la Iglesia, a la par que denunció la proliferación de diferentes sectas. La muerte de su esposa, Elena Faggionato, en 1991, fue un duro golpe del que no logró reponerse. Debilitado físicamente y recluido en su hogar, falleció el 18 de abril de 1995. Frondizi. El estadista acorralado , en suma, informa y alecciona, a través de la prosa llana y accesible de la que hace gala el autor" (13).

Veneto 

El amor judío de Mussolini Margherita Sarfatti. Del fascismo al exilio (14) se titula la obra de Daniel Gutman acerca de la que se afirmó:
"En noviembre de 1938, cuando Benito Mussolini lanzó una campaña antisemita inspirada por sus aliados nazis, miles de judíos fueron marginados de la sociedad italiana. Entre quienes partieron entonces al exilio había una mujer culta y refinada, crítica de arte, que había sido amante del Duce durante cerca de veinte años, además de su biógrafa. A Margherita Sarfatti, hija de una rica familia judía de Venecia, muchos la habían considerado la mujer más poderosa de la Italia fascista. Mussolini, sin embargo, no hizo nada para protegerla.
Ansiosa por huir de una Europa donde se avecinaba la guerra, Margherita -que en 1934 había sido recibida en la Casa Blanca por el presidente Roosevelt- intentó entrar en los Estados Unidos. Pero entonces ya se había convertido en un personaje indeseable. Aunque nunca le había prestado atención a sus raíces, en la Italia fascista no era más que una mujer judía. Y fuera de ella era una figura plenamente identificada con el régimen. En esas circunstancias encontró refugio en el Río de la Plata, donde vivió siete años, entre el Uruguay y la Argentina. Protegida por figuras de la cultura como Victoria Ocampo, Jorge Romero Brest y Emilio Pettoruti, Sarfatti, pudo desarrollar en Buenos Aires una rica vida intelectual y fue una aguda observadora de la realidad política y social argentina. También siguió con angustia los sucesos europeos y la tragedia abierta para los judíos italianos luego de la caída de Mussolini y la ocupación alemana. Una hermana suya fue deportada a Auschwitz. Construido en base a extensas colecciones de cartas personales y de documentos rastreados en archivos de la Argentina, Uruguay, Italia y los Estados Unidos, el libro reconstruye cuidadosamente el clima de aquellos años. Y trae de vuelta el drama de una época, a través de una historia personal y real apasionante, rescatada del olvido" (15).

Notas
1. S/F: “Las cartas de amor de Severino Di Giovanni”, en Clarín, Buenos Aires, 27 de julio de 1999.
2. Tcherkaski, José: PIERO. Un canto de vida, amor y libertad. Buenos Aires, Editorial Galerna, 1983. 223 páginas.
3. Entraigas, Raúl Agustín; “Polidoro Segers, el primer médico de Tierra del Fuego”, en Museo del Fin del Mundo. Biblioteca Virtual, www.TierradelFuego.org.ar
4. Chumbita, Hugo: Ultima frontera. Vairoleto: Vida y leyenda de un bandolero. Buenos Aires, Planeta, 1999.
Rubiano, Néstor: Mas Alla de la Frontera ... Vairoleto. Buenos Aires, Corregidor, 2003. http://www.criticadelibros.org/9500515628.
5. S/F: Cuadernos Patagónicos – 2 El padre De Agostini y la Patagonia, en www.tecpetrol.com
6. Sopeña, Germán: Monseñor Patagonia. Vida y viajes de Alberto De Agostini el sacerdote salesiano y explorador. Editorial Tusquets, 2004, 132 páginas.
7. S/F: en Sopeña, Germán: Monseñor Patagonia. Vida y viajes de Alberto De Agostini el sacerdote salesiano y explorador. Editorial Tusquets, 2004, 132 páginas.
8. Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de historias. Buenos Aires, Vinciguerra, 1997.
9. Javier Villafañe / Antología Obra y recopilaciones. Biografía y selección literaria de Pablo Medina. Ilustraciones y guardas de Nicolás Rubió. Buenos Aires, Editorial Sudamericana. (Primera Sudamericana).
10. Delaney, Juan José: Marco Denevi y la sacra ceremonia de la escritura: una biografía literaria. Buenos Aires, Corregidor, 2005. 244 pp.
11. Bianchi, Alcides J.: Valentín el inmigrante. Santiago de Chile, Edición del autor, 1987.
12. Gambini, Hugo: Frondizi. El estadista acorralado. Vergara-Grupo Zeta. 448 páginas.
13. De Marco, Miguel Angel: "Amena y valiosa biografía", en La Nación, 5 de noviembre de 2006.
14. Gutman, Daniel: El amor judío de Mussolini. Buenos Aires, Editorial Lumiere, 2006. 208 pp.
15. S/F: "Primer capítulo", en www.clarin.com.ar, 10 de marzo de 2006.

Polacos

La historia que nunca les conté - El Libro de Gisela (Polonia 1943-1944), fue escrito por Mariano Fiszman y Roberto Raschella. “El protagonista de este relato –afirma Rubén Chababo- es Gisela Gleis, una joven judía de nacionalidad polaca, habitante de Stanislawow, un pequeño poblado, quien durante los años de la ocupación alemana se refugia junto a una treintena de personas de su pueblo natal en un sótano. Durante casi dos años, esperando el fin de la guerra y el cese de la ocupación, este grupo resiste la más absoluta de las adversidades. La posibilidad de ese refugio les es brindada por un hombre, vecino del lugar, de religión católica, llamado Staszek, quien ante la evidencia de la deportación y el asesinato masivo de miles de judíos llevada adelante por la Gestapo, decide arriesgar su vida para que ese puñado de perseguidos se salve de una muerte segura. Una vez terminada la guerra Gisela Gleis emigra a la Argentina junto a su marido Max, también habitante del sótano, y es en nuestro país donde viven y mueren ya ancianos, él en 1990 y ella en 2001. Los escritores Roberto Raschella y Mariano Fiszman fueron tras la voz de Gisela y durante tres años la entrevistaron en su casa del barrio de Flores, tratando de obtener la mayor información posible para que esta historia no fuera olvidada” (1).
SOBREVIVIR DOS VECES De Auschwitz a Madre de Plaza de Mayo (2), por Eva Eisenstaedt, "es el testimonio de una experiencia casi única entre los judíos del siglo XX: Sara Rus es sobreviviente de Auschwitz y madre de un detenido desaparecido durante los años trágicos de 1976-1983. De origen polaco, Sara tiene doce años cuando la invasión nazi a Polonia y se ve obligada a vivir en condiciones infrahumanas en el gueto de Lodz. Es deportada en julio de 1944 al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau y liberada en Mauthausen el 5 de mayo de 1945 -fecha enigmática para ella. Luego de innumerables vicisitudes llega a la Argentina en 1948, junto a su esposo constituye una hermosa familia cuyo único deseo es el de construir una vida más digna. La dictadura militar Argentina y su terrorisimo de estado truncan abruptamente ese deseo: Daniel, su primer hijo, físico becario, "desaparece" en 1977 poco antes de cumplir 27 años de su lugar de trabajo. La intensa personalidad de Sara le permitió 'sobrevivir dos veces' " (3).

Notas
1. Chababo, Rubén: “La dimensión única del milagro de una vida”, en La Capital, Rosario, 14 de agosto de 2005.
2. SOBREVIVIR DOS VECES De Auschwitz a Madre de Plaza de Mayo, por Eva Eisenstaedt. Buenos Aires, Editorial Milá, 2007.
3. http://www.delacole.com/cgi-bin/shop/verarticulo.cgi?cod=LITES01409
4. Escliar, Myriam: BLACKIE con todo respeto. Biografía novelada. Buenos Aires, Milá, 2007. 262 pp. (novela biográfica)

Portugueses

Rubèn Benìtez es el autor de Los dones del tiempo (1), biografía de la asturiana Cecilia Caramallo. En esa obra se refiere a los inmigrantes en Bahìa Blanca, sus expectativas cumplidas y fallidas, sus recuerdos, sus abnegaciones. Entre esos inmigrantes, hay portugueses.
Amèrica aparece –al igual que en todas las novelas de inmigraciòn- como el destino soñado, que desconcierta a los extranjeros con su forma de entender la vida y las distancias. Para un portuguès, para una asturiana, las tierras son enormes, la cantidad de ganado es tal que debe dormir a la intemperie. Son realidades difìciles de aceptar para quienes vienen acostumbrados a lo exiguo, a lo mìnimo.
En Bahìa Blanca, en Pelicurà, se desarrolla la acciòn y esta circunstancia la vuelve de especial interès para quienes habitan la ciudad y para quienes, desde cualquier parte del mundo, quieran saber sobre la forma de vida de los inmigrantes en ese punto de la Argentina. Aporta datos sobre la vida de portugueses, asturianos, escoceses e ingleses en la provincia de Buenos Aires, a partir de fines del siglo pasado y hasta nuestros dìas, en que la anciana transita con su coche causando espanto a los transeùntes y a los otros automovilistas.
En “José Balbino, el portugués” (2), Maria Elena Massa de Larregle relata la historia de este inmigrante. Su ensayo fue distinguido con el Segundo Premio en el Certamen “Recuerdos de Olavarría”, en el que actuaron como Jurados los profesores María Teresa Sanseau de Marino, Marta Spaltro de Pantín y Roberto Forte.
Transcribimos algunos pasajes:
“El había nacido en Portugal el 9 de marzo de 1900. Casado con Ana Brígida Ferreyra y padre de una niña (María, hoy señora de Elbey), pasó con ellas a Francia por un breve tiempo, y desde allí vinieron todos a la Argentina en 1930. Su lugar de radicación fue una cantera próxima a Villa Mónica, llamada según referencias Cerro del Aguila, donde trabajó como picapedrero. Era ése un oficio duro pero muy requerido en tiempos en que continuaba avanzando el empedrado en ciudades del interior (recién después del año 1938 fue desplazado por el asfalto, llegando esa tarea de recambio a Olavarría, hasta tiempos de la intendencia de Alfieri, en los años setenta”.
Por participar en una huelga de obreros, se quedó sin empleo. “Una circunstancia fortuita lo constituyó en dueño de un colectivo marca Chevrolet: fue la forma de poder cobrar una suma que le adeudaban por salarios. Y con ese vehículo, tuvo la posibilidad de iniciar lo que sería su ocupación de allí en más: conducir el UNICO medio para viajar entre Bolívar y Olavarría en forma directa y en colectivo”.
Años más tarde, la muerte se le anunció estando al volante: “Continuó en Olavarría un tiempo más en viajes particulares para CORPI, para escuelas de educación especial. En una de estas tareas de transporte, llevando en su viejo colectivo chicos de una Escuela Diferenciada (como se llamaban entonces) lo alcanzó el invisible rayo de su destino. Sintiéndose mal, tuvo lucidez y un último gesto de responsabilidad, por las vidas que transportaba, para quitar el pie del acelerador y llevar con suavidad la marcha hacia el borde de la vereda. Y dejó que el infarto hiciera su obra. Falleció a los cuatro días, el 30 de enero de 1968. Preguntó por ‘los chicos’ –los escolares- y cerró los ojos. Se había cumplido un ciclo en una vida”.

Notas
1 Benítez, Rubén: Los dones del tiempo. Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano.
2 Massa de Larregle, María Elena: “José Balbino, el portugués”, en Revista N° 4, 2000, Dirección y coordinación: Aurora Alonso de Rocha. Archivo Histórico “Alberto y Fernando Valverde”, Municipalidad de Olavarría, Secretaría de Gobierno.

Rumanos

En Soy Roca, biografía novelada escrita por Félix Luna, el protagonista se refiere a Julio Popper: “Cuando íbamos llegando a Ushuaia me llamaron la atención, en cierto punto de la costa, rebaños de ovejas y construcciones muy prolijas entre macizos de flores y espacios de césped; me dijeron que era la estancia de Thomas Bridges, el pastor anglicano que anteriormente había estado a cargo de la Misión en la isla; en 1886 renunció a su puesto y se vino a Buenos Aires a solicitar tierras allí. (...) Después visitamos los campamenteos de los indios yaganes y onas que trabajaban en el establecimiento. Al menos aquí no se los perseguía, como había hecho aquel aventurero rumano Julio Popper, que en tiempos de mi concuñado instaló un lavadero de oro en el norte de la isla, y como también lo hacían, según los rumores que había escuchado, algunos capataces de Menéndez” (1).
Arnaldo Canclini es el autor de Julio Popper, quijote del oro fueguino (2). “Julio Popper es un personaje muy especial en la historia argentina. Basta pensar que la mayor parte de su actuación fue en una pequeña zona muy apartada de los grandes centros, con una duración no mucho mayor que un lustro. Naturalmente, éstos no son motivos para disminuir su figura histórica. Toda la Patagonia, y en particular Tierra del Fuego, está poblada de personalidades peculiares: navegantes, exploradores, misioneros, pioneros del comercio y la industria, colonizadores. En esa constelación no suelen incluirse los buscadores de oro, ya que la gran mayoría ignora que la Argentina fue presa de la misma fiebre que muchos otros lugares del mundo. Sin embargo, ése fue uno de los factores que contribuyeron a la formación demográfica y económica de nuestros territorios australes. Y en esa suma de estrellas, la de Popper ocupa un lugar privilegiado. Arnoldo Canclini, uno de los autores que más ha trabajado el pasado fueguino, es miembro correspondiente por Tierra del Fuego de la Academia Nacional de la Historia. Su abundante producción de una veintena de libros sobre la zona ha sido declarada de interés provincial y, él mismo, es Ciudadano Destacado de Ushuaia. Entre sus obras se pueden mencionar «Los indios del Cabo de Hornos», «Así nació Ushuaia», «Los indios del último confín» y una serie de biografías fueguinas” (3).

Notas
1. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires, Sudamericana, 1991, pp. 322-3.
2. Canclini, Arnaldo: Julio Popper, quijote del oro fueguino. Buenos Aires, Emecé, 1993. 190 pps.
3. S/F: en www.ssl.adgrafix.com, 1999.

Rusos

Sobre la vida y la obra del artista ruso Stephan Erzia, escribió Ignacio Gutiérrez Zaldívar. En su libro Erzia, leemos: “En el mes de abril de 1927 Stephan Erzia, con 50 años de edad, llegó a la Argentina. El Presidente de la Nación Marcelo Torcuato de Alvear, que lo conoció y admiró en París facilitó su entrada al país. Así lo expresó el artista en una carta dirigida al Ministro de Educación de Rusia, en mayo de ese mismo año: ‘Acá en Buenos Aires, me recibieron muy bien, tienen gran interés por el arte ruso. Quiero hacer acá una gran exposición que se abrirá a principios de junio. Los críticos de arte me ofrecieron un muy buen lugar para la exposición en forma gratuita y hasta el Presidente de la República aceptó estar en la inauguración. Nosotros llegamos primero a Montevideo, sin tener la visa para entrar en la Argentina, pero la prensa nos dio tanta atención que recibimos muchas invitaciones’ ”.
“Erzia, pensaba quedarse aquí una corta temporada, pero finalmente se radicó por 23 años... Aquí descubrió, al poco tiempo de llegar, la madera que se convirtió en su material predilecto para sus esculturas: el quebracho, que venía desde el Chaco para ser utilizado como combustible de las cocinas y calderas porteñas; madera que por su dureza fue bautizada por los ingleses como ‘hulla roja’. Dijo el artista en una nota publicada en la revista ‘Aquí está’, en abril de 1938: ‘Adiviné al instante las posibilidades que ofrecía para la escultura. La variación de sus coloraciones, rojo, negro, blanco, dan a las figuras un encanto especial…’ “.
El afirmó, en otra oportunidad: ‘Pero yo soy buen ruso y buen argentino. Y quiero a este país que me ha dado su hospitalidad y me ha brindado el material más hermoso que pude obtener para mi trabajo’ “ (1).
En Tío Borís: un héroe olvidado de la Guerra Civil Española, biografía de un descendiente de rusos nacido en la Argentina, Graciela Mochkofsky se refiere a sus antepasados José y Moisés Mochkofsky: “El primer Mochkofsky que llegó a la Argentina, José, un judío ruso nacido en Ekaterinovka (así lo certifica su partida de defunción; nadie recuerda ya si el dato es correcto), era mecánico. Uno de los últimos inventos de su vejez fue una aguja de coser que se enhebraba fácilmente. Moisés, hijo de José, nacido, según sus papeles, en Slenin, provincia de Grodne, Rusia, aprendió ebanistería en el colegio de carpintería de la Casa Real de Inglaterra, donde vivió en los primeros años del siglo XX, antes de emigrar a la Argentina con sus padres. Montó su carpintería en los fondos de su casa de la calle Santa Rosa 465, en el centro de Córdoba. (...) Renunció al ruso y al idish; hablaba castellano como un cordobés de nacimiento. Con la lengua, también renunció al judaísmo” (2).
“Tío Borís cuenta el extraordinario rescate de un personaje perdido en el tiempo. Enterada de la existencia de un tío abuelo, cuyo recuerdo había permanecido oculto en su familia por décadas, la narradora emprende su búsqueda a través de memorias que se borran, documentos que se desvanecen, y una cultura del secreto que permanece viva casi un siglo después. El libro indaga en un conflicto central de la era moderna: las dimensiones perdidas de la política y la guerra, pero también en las historias que nos circundan cotidianamente. Una mirada aguda, irónica, tierna sobre el valor de la memoria y el olvido, y un vibrante alegato sobre la naturaleza, trágica y conmovedora, del heroísmo” (3).
En El camarada Carlos, Alicia Dujovne Ortiz cuenta la historia de su padre, hijo de rusos afincados en Entre Ríos (4).

Notas
1. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Erzia. Buenos Aires, Zurbarán Editores, 2003.
2. Mochkofsky, Graciela: Tío Borís: un héroe olvidado de la Guerra Civil Española. Buenos Aires, Sudamericana, 2006. 272 pp.
3. en www.editorialsudamericana.com.ar
4. Dujovne Ortiz, Alicia: El camarada Carlos. Aguilar Taurus Alfaguara, 2007. 416 páginas.

Turcos

En Mis dos abuelas. 100 años de historias, Nora Ayala relata que su abuela criolla, que vivía en Misiones, tenía prejuicios contra los extranjeros. “Nosotros no vinimos a matarnos el hambre como los gringos –decía-, estuvimos siempre acá”. La venta de la casa del Tata proporciona otra evidencia de su actitud; la vivienda “fue comprada por una familia turca, aunque Gerónima hubiera preferido que no cayera en manos extranjeras, pero ellos fueron los que pagaron y no había nada que hacer”. Se rumoreaba que los compradores habían encontrado allí un cofre con monedas de oro; escuchemos a la criolla: “Teniendo en cuenta que los turcos que habían llegado al país poco tiempo antes, si bien eran gente trabajadora y honesta (a pesar de ser extranjeros) no podían tener dinero como para hacer semejante inversión, el rumor tenía visos de realidad” (1).
“El criollaje vio invadido su escenario. Esa gringada, que se pensó iría a poblar el desierto, se concentró en la urbe y cubrió todos los puestos de trabajo. Hasta los policías eran extranjeros” (2).
Hugo Chumbita relata que Elías Farache, un policía turco, hostigaba al gringo Vairoleto, hijo de piamonteses. “Entre los milicos abundaban estos turcos, que en realidad eran árabes, o hijos de, famosos por lo bravos”(3).

Notas
1. Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de historias. Buenos Aires, Vinciguerra, 1996.
2. Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: op. cit.
3. Chumbita, Hugo: Ultima frontera. Vairoleto: Vida y leyenda de un bandolero. Buenos Aires, Planeta, 1999.

Ucranios

Graciela Mochkofsky es la autora de Timerman. El periodista que quiso ser parte del poder (1923-1999) (1).
El periodista, “creador de las revistas Primera Plana y Confirmado y del diario La Opinión, torturado por la última dictadura, aspiraba a entrar en la historia como un héroe del periodismo y de los derechos humanos. Este es, por eso, el libro que no quería que se escribiera. Revela sus conexiones con el poder militar; su participación en el derrocamiento de un presidente; su adhesión original a las dictaduras de Onganía y Videla, su ambición por ser un factor decisivo en la estructura de poder. Pero también da cuenta de su increíble talento; de su papel en la renovacion del periodismo nacional; de la envidia que despertó en sus colegas, así como de la inspiración que significó para más de una generación”.
“Mochkofsky dedicó más de cinco años a esta investigación. Realizó centenares de entrevistas en la Argentina, los Estados Unidos, España e Israel y consultó cientos de documentos reservados del Departamento de Estado norteamericano, de la CIA y el FBI. El resultado no es tan sólo el relato de una vida, que de por sí ameritaba biografiarse, sino la primera tentativa de presentar una auténtica historia de la prensa argentina contemporánea y de sus vínculos con el poder” (2).
Notas
1 Mochkofsky, Graciela: Timerman. El periodista que quiso ser parte del poder (1923-1999). Buenos Aires, Sudamericana, 2003. 552 pp. (Biografías y testimonios)
2 S/F: información de prensa
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Varios

Nora Ayala relata que su abuela criolla, que vivía en Misiones, tenía prejuicios contra los extranjeros. “Nosotros no vinimos a matarnos el hambre como los gringos –decía-, estuvimos siempre acá” (1).
Notas
1. Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de historias. Buenos Aires, Vinciguerra, 1997.

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Las biografías son testimonios de los que nos valemos cuando queremos conocer la historia de la inmigración en nuestro país. En ellas, encontramos la evocación de vidas llenas de coraje y nostalgia.

 

 

 
 

 

 
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