|
INMIGRANTES EN POEMAS ARGENTINOS
Indice
1. alemanes
2. armenios
3. búlgaros
4. españoles
5. estadounidenses
6. franceses
7. galeses
8. ingleses
9. italianos
10. japoneses
11. libaneses
12. lituanos
13. noruegos
14. polacos
15. rusos
16. sirios
17. ucranios
18. sin mención de origen
19. varios
20. en conjunto
21. antología
En este trabajo compilo algunos de los poemas en los que los inmigrantes llegados a la Argentina entre 1850 y 1950, sus descendientes u otros escritores argentinos, cantan a la tierra de origen, a la inmigración o a los inmigrantes.
Transcribo parcialmente un poema de cada poeta, aunque muchos de ellos han escrito otros poemas sobre la inmigración, además del que incluyo en este trabajo. Varios de estos poemas han sido musicalizados, por eso incluyo canciones, tangos, milongas y schotis.
En general, utilizo un criterio cronológico para ordenar los poemas, a excepción de los poemas sobre españoles e italianos, que han sido ordenados por la región de origen, dejando al final de cada apartado aquellos que no indican procedencia del inmigrante.
alemanes
José Pedroni se refiere, en el poema “Peter y Anna” (1), a “los fundadores de Esperanza. Naturales de Hintertiefenbach (Alemania). Peter murió de pena a los catorce días de su llegada”.
Su mujer no tiene dónde enterrarlo:
No hay una caja para Peter Zimmermann
muerto en la madrugada.
‘Los ataúdes de Hintertiefenbach
eran de pino y haya’-.
Anna Elisabeth Leiser
está vaciando el arca.
En su poema “En el día de la recolección de los frutos”, Alfredo Bufano dice “Salud!” “también a vosotros, hombres de la vieja Alemania” (2).
Homero Manzi es el autor de "Rosedal" (3), poema en el que alude a un alemán que fue descuartizado y arrojado al lago:
Cada vez que contemplo tu lago
sarcófago de fetos y de un descuartizado
siento unas ganas locas de adornarlo con tachos
latones
botas viejas
con una cama jaula
con una escupidera
igual que en los fanales de Pompeya.
Notas
1. Pedroni, Josè: “Peter y Anna”, en Hacecillo de Elena. Santa Fe, Colmegna, 1987. Pág. 112.
2. Bufano, Alfredo: “En el día de la recolección de los frutos”, en Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.
3. Manzi, Homero: "Rosedal", en Salas, Horacio: Homero Manzi y su tiempo, en Eurindia.galeon.com
http://ar.geocities.com/webratacruel08/enverso08.htm
|
armenios
Eduardo Bedrossian canta a la inmigración de ese origen. En su novela Hayrig Detrás del silencio de un millón y medio de voces incluyó el poema “Armenia” (1), que transcribo parcialmente:
Aquellos que dejando el amparo de tus manos,
en la tarde oscura del invierno se marcharon
peregrinos, a otras tierras, otros mares,
grabando en tu alma el recuerdo
de sus risas frescas de días lejanos.
Preguntas al viento si vuelven los tiempos pasados,
y su tímida brisa, acaricia;
y la caricia: suspiro
y el suspiro de amor un respiro,
como una esperanza cercana, con toda certeza, contesta:
¡Volverán tus hijos errantes!.
Notas
1. Bedrossian, Eduardo: Hayrig. Buenos Aires, 1991.
|
búlgaros
Paulina Vinderman habla a su padre en un poema (1):
-Anoche soñé que sacaba un pasaje para Bulgaria-
quiero decirle.
Llego a una ciudad amplia y resuelta, apoyada en un
mar interior (un mar de manual, con muchos barcos enhiestos.)
Inexplicablemente la ciudad está callada
y resuenan mis pasos sobre las calles.
En Hospital de veteranos (2), ella escribe:
Soy el guardián de mi padre, el guardián
del lenguaje, títulos nobiliarios sacudidos
por el temporal...
(...)
Me quedaré con nuestra colección de monedas
y tus zapatos enormes, vacíos para siempre
de tus pies y tus sospechas.
Notas
1 Vinderman, Paulina: “Bulgaria”, en Bulgaria. Biblioteca Virtual Beat 57.
2 Vinderman, Paulina: Hospital de veteranos. Córdoba, Alción, 2006. 56 pp. Versos citados en Madrazo, Jorge Ariel: "Entre la extrañeza y la zozobra", en La Nación, Buenos Aires, 31 de diciembre de 2006.
|
croatas
Ante Sudar es el autor de "In Memoriam", poema que lleva esta dedicatoria: "A mi padre muerto en la guerra y a todos los padres que dieron sus vidas por la libertad de Croacia", y comienza con estos versos:
Patria , madre amada,
Tu hijo de nuevo regresa
Después de muchas décadas pasadas
Del extranjero trae flores
A la tumba de su padre, tu héroe croata.
No sé dónde murió
Luchando por ti con valentía,
Si en el bosque o en el valle
O sobre alguna piedra en la montaña
Él por ti la vida ofrendaría.
Traducción: Ante Sprljan
Fuente: Historia de la inmigración croata en Córdoba, por Cristian Sprljan, Córdoba, febrero de 2002 - csprljan@yahoo.com
http://cursa.ihmc.us/servlet/SBReadResourceServlet?rid=1103314482185_1030380497_992
|
españoles
Andaluces
En su poema “En el patio” (1), Evaristo Carriego elogia a una inmigrante andaluza:
Me gusta verte así, bajo la parra,
resguardada del sol de mediodía,
risueñamente audaz, gentil, bizarra,
como una evocación de Andalucía.
Con olor a salud en tu belleza,
que envuelves en exóticos vestidos,
roja de clavelones la cabeza
y leyendo novelas de bandidos.
Notas
1 Carriego, Evaristo: “En el patio”, fragmento incluido en Wolf, Ema (texto) y Patriarca, Cristina (investigación): La gran inmigración. Ilustraciones de Daniel Rabanal. Buenos Aires, Sudamericana, 1997. Sexta edición. 226 páginas. (Sudamericana Joven Ensayo). Pág. 53.
Asturianos
En “Los pájaros ciegos” (1), escribe José Portogalo:
Junto a un charco de sangre estaba yo,
Juan Pérez, asturiano, profesión panadero,
veinte años de Argentina, con tres hijos,
un río de esperanza entre mis manos,
el corazón del mundo en mi garganta
y una copla en mi pecho.
La primavera, ciega, se amontonó en mi sangre.
Desde entonces mi copla perdura entre los pájaros.
Notas
1 Portogalo, José: “Los pájaros ciegos” (Fragmento), en Portogalo, José: Los pájaros ciegos y otros poemas. Selección: José Portogalo. Prólogo: Josefina Mercado Longhi. Buenos Aires, CEAL, 1982. Pág. 72. (Capítulo, Vol. 132).
Cántabros
A su abuela española canta Baldomero Fernández Moreno, en “Inicial de oro” (1):
“Nací, hermanos, en esta dulce tierra argentina,
pero el primer recuerdo nítido de mi infancia
es éste: una mañana de oro y de neblina,
un camino muy blanco y una calesa rancia.
Luego un portal oscuro de caduca arrogancia
y una abuelita toda temblona y pueblerina,
que me deja en la cara una agreste fragancia
y me dice: -¡El mi nieto, que caruca más fina!-
Y me llenó las manos de castañas y nueces,
el alma de leyendas, el corazón de preces,
y los labios recientes de un divino parlar.
Un parlar montañés de viejecita bruja
que narra una conseja mientras mueve la aguja.
El mismo que ennoblece, hermanos, mi cantar.
En "Viejo Café Tortoni", soneto de 1925, habla a su padre:
¡Cuántas veces, oh padre, habrás venido
de tus graves negocios fatigado,
a fumar un habano perfumado
y a jugar el tresillo consabido!
Notas
1 Fernández Moreno, Baldomero: “Inicial de oro”, en Cantan los pueblos americanos. Selección de Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1957.
Castellanos
En “Regreso” (1), Rubén Benítez canta a su madre española:
Nuestra madre,
la pobre exclamaría
Has vuelto muy cambiado
como si fueras otro.
Jamás serás el mismo
que se ha ido.
Naciste con silencio
de abismo
en tu costado
y cuando te mecía
velaba ya en tu piel la indiferencia.
Tu cuna ya era un barco
de mares demorados
y de ausencias.
Pobre madre,
portaba en su mirada
distante y abatida
la luz del desencanto
triste flor de su tierra prometida.
Notas
1 Benítez, Rubén: “Regreso”, en La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 3 de septiembre de 1998.
Gallegos
En su "Canto a la Argentina" (1), expresa el nicaragüense Rubén Darío:
Hombres de España poliforme,
finos andaluces sonoros,
amantes de zambras y toros,
astures que entre peñascos
aprendisteis a amar a la augusta
Libertad, elásticos vascos
como hechos de antiguas raíces,
raza heroica, raza robusta,
rudos brazos y altas cervices;
hijos de Castilla la noble,
rica de hazañas ancestrales;
firmes gallegos de roble,
catalanes y levantinos
que heredásteis los inmortales
fuegos de hogares latinos;
íberos de la península
que las huellas del paso de Hércules
vísteis en el suelo natal:
¡he aquí la fragante campaña
en donde crear otra España
en la Argentina universal!
Dice Vacarezza en un conocido soneto (2):
La escena representa un conventillo.
Personajes: un grébano amarrete,
un gallego que en todo se entromete,
dos guapos, una paica y un vivillo.
En “El espiante” (3), escribe Bartolomé R. Aprile:
Se junaban con bronca las viejabas
-gaitas tolas, cabreras por un cuento-
y se fajaban a lo potro biabas
al lado ‘e la pileta del convento
Una decía: -¡Se le van las tabas
a ese reo por m’hija de contento!-
Otra decía: -¡Se le caen las babas
a esa lora por m’ hijo y le da vento!-
Se fajaban de nuevo: el amasijo
para los ‘cosos’ era espiant’en fija
hacia el nido de amor que cabuliaron.
Y al gritar una: -¡M’hija nos pa su hijo
y la otra: -¡Qué más quisiera su hija!
los chingolos el vuelo levantaron.
En el poema “Cuando mi padre habló de su infancia” (4), José González Carbalho enumera las posesiones que el niño inmigrante tenía en Galicia: un río, un monte, un horizonte, su perro y sus canciones. En América, ya nada tiene de eso, y se lamenta:
Ay, el dueño de valles
y misteriosos bosques
por el que andaba yo
mi perro y mis canciones.
Mis canciones que vuelven
sólo para que llore.
Mi perro ya olvidado
de obedecer al nombre.
Yo, que perdí mis cielos,
¡y soy tan pobre!
Francisco Luis Bernárdez llora a su madre gallega (5):
Nuestras pequeñas bicicletas iban por aquella carretera de España.
Detrás quedaba Carballino, con sus casas envueltas por la madrugada.
Dejando mi corazón mucho más a obscuras, el amanecer despuntaba.
¿Era posible que pudiera venir, como todos los días, la mañana?
El silencio de mis hermanos era el eco de la soledad de sus almas.
Yo sentía sobre mis hombros algo parecido al peso de una montaña.
El paisaje abría los ojos como si no se hubiera enterado de nada.
Nunca olvidaré que en el monte de Corzos había un ruiseñor que cantaba.
Al llegar a Dacón oímos el nombre querido en la voz de la campana.
Mamá y el mundo habían muerto para siempre y sólo aquella voz los lloraba.
Enrique Larreta canta, en “Las criadas y el niño” (6), a las domésticas españolas:
Que otros digan de escuelas y de universidades.
Yo canto el cuarto aquel de plancha y de costura
y sus buenas mujeres. ¡Galicia! ¡Extremadura!
y las que me enseñaban a palmear soledades.
España de las tierras y no de las ciudades.
También las castellanas de grave catadura.
La blanca, la trigueña; la moza, la madura.
De todas las pellejas, de todas las edades.
¡Ay, qué cuentos aquellos! Fablas de romería.
Consejas de la lumbre. ¡Y qué linda manera
de nombrar cada cosa! ¡Cuánta sabiduría!
entre aquellos refajos! Erase que se era
un juglar que les debe toda su nombradía.
Gaita sentimental y sonaja parlera.
En su poema “En el día de la recolección de los frutos” (7), Alfredo Bufano homenajea a la inmigración española:
¡Salud, nietos sin mengua de Francisco Pizarro
y de Ruy Díaz de Vivar;
hijosdalgo de Avila de los Caballeros,
sudorosos hacheros de Ontoria del Pinar,
labriegos de las rudas mesetas castellanas,
pescadores galaicos de las rías y el mar,
hortelanos de Murcia, vascos roblizos, fuertes
extremeños: ¡larga gloria tengáis
todos vosotros, hijos de las viejas Españas,
hombres de eterna y recia y heroica mocedad,
en cuyas venas corre la misma sangre nuestra
y cuyas bocas se abren con nuestro mismo hablar!
A sus abuelas, inhumadas en tierra americana, canta Ricardo Adúriz (8):
Dulces abuelas trashumadas
desde estos cielos
a aquellos cementerios.
Que vuestros nombres, en medio del océano
de sombra, sajados vivos de la noche larga,
os devuelvan la luz de un tiempo suave
en Freas de Eiras –tierra de Galicia-y en el Madrid de fin de siglo.
Vuestras son estas últimas luciérnagas,
fragmentos puros de un espejo roto,
donde brillan los rostros del olvido.
En “Tríptico a Galicia” (9), Enrique Urbina García canta la nostalgia del inmigrante de esa región:
Y aquel que por Vigo, apabulló su sombra;
en su misterio –pompas de luna- ocultará olvido
y por las vides de Galicia como raíz sangrante
tendrá su mente endulzando retornos válidos.
(...)
Todo el que con un gallego trata, alcanza
sólo un poco lo que el corazón de ese hombre
desparrama, porque el amor, vive en su España.
Carlos Penelas es el autor del poema “Los trasterrados” (10), que dedica a sus abuelos Pedro Penelas y Tomás Abad. En él dice:
Se ocupaban de las cosas comunes:
del trabajo, del pan, de los hijos.
No expresaron fatiga ni dolor. Morían en silencio.
Llevaban en la sangre
el honor, la palabra, la brisca.
Bebían vino tinto. No reclamaron nada.
Caminaban el tiempo de otro tiempo.
Manuel Castro Cambeiro y Eliseo Mauas Pinto son los autores de Legado Celta. En el poema “Soy el llamado ancestral” (11), incluido en ese libro, expresan:
Son a voz que pradica, incansabele
antre os do meu pobo
lonxe da terra,
a qu’os exhorta
a non anuzar de si mesmos.
“De España” fue uno de los tres poemas que presenté en 1995 en el Concurso Literario convocado por el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de Buenos Aires, Categoría Familiares de Profesionales. Esos poemas fueron distinguidos con el Segundo Premio, por el Jurado que integraron María Angélica Bosco, Nicolás Cócaro y Eduardo Gudiño Kieffer. Transcribo el fragmento referido a Galicia:
Rosalía, triste,
junto a la ventana,
escribe al amor
de la antigua llama.
Hermosa y doliente,
la tierra gallega,
crece entre sus manos,
libre, sin fronteras.
“El señor Santiago” (12) se titula uno de los poemas de tema gallego de María Rosa Lojo: “Por todos los caminos -te han dicho- se llega a Santiago. Pero las brujas siempre llegan antes, montadas en antiguas escobas de toxo y cubiertas con el sombrero redondo de las campesinas. El Apóstol las espera encaramado en el Pórtico de la Gloria y en la Quintana Dos Mortos, y sentado en el altar mayor y acostado en la urna de su sepultura, y ofrecido como una estatuita de piedra molida en las mesas de recuerdos turísticos, y pintado en las marquesinas de los restaurantes”.
En su poema “Madre gallega” (13), Ricardo Ares escribe:
Madre gallega,
Pestañas como arcos de ceniza
Sobre ojos de pájaro en vuelo,
(...)
Noche infinita
encastrada en la singer,
bajo la parra encendida de enero
viajabas a Lugo,
montada en tu infancia
y te perdías...
Manuel Conde González, pontevedrés que emigró a la Argentina en 1949, es el autor del “Poema al emigrante universal” (14), que comienza con estos versos:
Con el corazón transido
rebosante de ilusión
sale el emigrante un día
a tierras de promisión.
Deja la patria a su espalda
tal vez, su primer amor
la madre queda llorando
el padre con su dolor.
En abril de 2007, dos poemas de Héctor Pedro Rodríguez fueron distinguidos con una Mención Especial en el Concurso de Cuento y Poesía "Homenaje a la poetisa Rosalía de Castro", convocado por el Centro Cultural Rosalía de Castro. Uno de ellos, titulado "El abuelo", es el que transcribo parcialmente:
Mi abuelo en su morada,
desafiando nostalgias
realiza el inventario
de sus cosas preciadas...
La pala, el azadon,
la fragua ya apagada,
de plata aquel doblon
que fue de otras Españas,
la imagen de la abuela
tan cerca y tan lejana,
y el viejo crucifijo,
la gaita sin palabras...
Notas
1 Darío, Rubén: "Canto a la Argentina", en Obras completas. Buenos Aires, Editorial Anaconda, 1949. 347 pp.
2 Vacarezza, : “Un sainete en un soneto”, en Cantos de la vida y de la tierra. 1944.
3 Aprile, Bartolomé R.: “El espiante”, citado en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.
4 González Carbalho, José: “Cuando mi padre habló de su infancia”, en Requeni, Antonio: Un poeta arxentino en Galicia: González Carbalho. Separata del Boletín Galego de Literatura.
5 Bernárdez, Francisco Luis: “Poema de las cuatro fechas”, en Cielo de tierra. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1948. Ilustraciones de Horacio Butler.
6 Larreta, Enrique: “Las criadas y el niño”, en Cantan los pueblos americanos. Selección de Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1957.
7 Bufano, Alfredo: “En el día de la recolección de los frutos”, en Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.
8 Adúriz, Ricardo: Torre del homenaje. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica del Centro Iberoamericano de Cooperación, 1979.
9 Urbina García, Eugenio: “Tríptico a Galicia”, en La Capital, Mar del Plata, 28 de febrero de 1999.
10 Penelas, Carlos: “Los trasterrados”, en El mirador de Espenuca. Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1995.
11 Castro, Manuel, y Mauas Pinto, Eliseo: Legado Celta. 1993.
12 Lojo, María Rosa: “El señor Santiago”, en Esperan la mañana verde. Buenos Aires, El Francotirador, 1998.
13 Ares, Ricardo: “Madre Gallega”, en El Barrio Villa Pueyrredón, Año VI, Septiembre 2004, N° 65.
14 Conde González, Manuel: “Poema al emigrante universal”, leído en “Gente de buena pasta”, Radio Cultura FM 97.9, el 17 de agosto de 2005.
Vascos
En Martín Fierro (1), de José Hernández, aparece el vasco pulpero:
Se tiró al suelo; al dentrar
le dio un empellón a un vasco
y me alargó un medio frasco
diciendo: «Beba, cuñao».
«Por su hermana», contesté,
«que por la mía no hay cuidao».
Fernando Sorrentino alude al inmigrante, analizando otra cuestión:”¿Cómo debe interpretarse esta magnífica escena literaria, de vividez cinematográfica? La actitud insolente del gaucho, con su entrada ampulosa de meter el caballo hasta casi dentro del boliche, darle un empujón a uno —el consabido vasco pulpero— de los dueños del local, etcétera, sirve de contexto para que la palabra cuñado, que solía tener un matiz afectuoso, se cargue de agresividad” (2).
Leopoldo Lugones, en la “Oda a los ganados y las mieses” (3), canta al vasco:
¡Oh alegre vasco matinal, que hacía
Con su jamelgo hirsuto y con su boina
La entrada del suburbio adormecido
Bajo la aguda escarcha de la aurora!
Repicaba en los tarros abollados
Su eclógico pregón de leche gorda,
Y con su rizo de humo iba la pipa
Temprana, bailándole en la boca,
Mezclada a la quejumbre del zorzico
que gemía una ausencia de zampoñas.
Su cuarta liberal tenía llapa,
Y su mano leal y generosa,
Prorrogaba la cuenta de los pobres
Marcando tarjas en sus puertas toscas.
Guillermo Etchebehere es el autor de "Mis abuelos vascos" (4), poema que transcribo parcialmente:
Vinieron de muy lejos.
De más allá del mar. De las regiones
donde fueron paridas las montañas.
Vinieron escapando de la piedra,
buscando tierras anchas
con su secreta brújula de sueños.
Ellos necesitaban
una tierra más simple y menos dura
para sembrar la casa.
Tierra limpia de cercos, tierra abierta,
para poder mirar por las ventanas
el lejano horizonte donde nace
desnuda, la esperanza;
y seguir con los ojos,
desde el patio familiar de la calma
el irse silencioso
de todo lo que muere y lo que pasa.
De María Cristina Azcona es el poema "Vasco argentino" (5), que dice:
El agro se esfera, esmeralda del agro...
en los ojos preclaros del abuelo vasco.
La boina está al sesgo, las cejas son pueblo,
las ideas son rectas planeando milagros.
Notas
1. Hernández, José: Martín Fierro. Buenos Aires, CEAL, 1980.
2. Sorrentino, Fernando: “El trujamán Por su hermana»:no confundir una burla con un brindis (II)”, Centro Virtual Cervantes, 29 de diciembre de 2004.
3. Lugones, Leopoldo: “Oda a los ganados y las mieses”, en Antología poética. Buenos Aires, Espasa, 1965.
4. Etchebehere, Guillermo: "Mis abuelos vascos", en La semilla del viento (1947). Poema enviado por Juan Manuel Rizzi.
5. Azcona, María Cristina: "Vasco argentino", en Dos talles menos de cerebro. Ver Poemas: antología.
Sefaradíes
En “Imagino” (1), Luis León evoca un exilio de siglos:
Un pueblo entero partido en muchos pueblos, soltado como palomas en alta mar, ante la incertidumbre de hallar una isla donde detenerse.
Así el pueblo sefaradí se hizo varios y a la vez continuó siendo uno. Misterio ejemplificador el de los judíos españoles: Holanda por acá, regiones otomanas por allá, Marruecos por el otro lado. Muchos pueblos con una sola lengua...permanecieron un solo pueblo.
Largo deambular y una agonía que quizá, duraría más de quinientos años, o a lo mejor sólo las pocas horas que tardaron en renovar la ilusión de revivir en otra tierra, hacer suyos los nuevos vecinos, conocer palabras de los otros, para regar la propia lengua.
Notas
1 León, Luis: “Imagino”, en Sefaraires, N° 33, enero de 2005, sefaraires@fibertel.com.ar.
Varios
Enrique Larreta canta, en “Las criadas y el niño” (1), a las domésticas españolas:
Que otros digan de escuelas y de universidades.
Yo canto el cuarto aquel de plancha y de costura
y sus buenas mujeres. ¡Galicia! ¡Extremadura!
y las que me enseñaban a palmear soledades.
España de las tierras y no de las ciudades.
También las castellanas de grave catadura.
La blanca, la trigueña; la moza, la madura.
De todas las pellejas, de todas las edades.
¡Ay, qué cuentos aquellos! Fablas de romería.
Consejas de la lumbre. ¡Y qué linda manera
de nombrar cada cosa! ¡Cuánta sabiduría!
entre aquellos refajos! Erase que se era
un juglar que les debe toda su nombradía.
Gaita sentimental y sonaja parlera.
En su poema “En el día de la recolección de los frutos” (2), Alfredo Bufano homenajea a la inmigración española:
¡Salud, nietos sin mengua de Francisco Pizarro
y de Ruy Díaz de Vivar;
hijosdalgo de Avila de los Caballeros,
sudorosos hacheros de Ontoria del Pinar,
labriegos de las rudas mesetas castellanas,
pescadores galaicos de las rías y el mar,
hortelanos de Murcia, vascos roblizos, fuertes
extremeños: ¡larga gloria tengáis
todos vosotros, hijos de las viejas Españas,
hombres de eterna y recia y heroica mocedad,
en cuyas venas corre la misma sangre nuestra
y cuyas bocas se abren con nuestro mismo hablar!
Leonie J. Fournier (3) evoca a los hispanos en un poema acerca de la Avenida de Mayo:
La Avenida donde están
Las agencias del lotero,
Los hoteles, los cafés
Donde nunca van de acuerdo
Los que discuten ‘sus cosas’,
andaluces, madrileños
que la Avenida de Mayo
es como la casa de ellos.
A sus abuelas, inhumadas en tierra americana, canta Ricardo Adúriz en “Los rostros del olvido” (4):
Dulces abuelas trashumadas
desde estos cielos
a aquellos cementerios.
Que vuestros nombres, en medio del océano
de sombra, sajados vivos de la noche larga,
os devuelvan la luz de un tiempo suave
en Freas de Eiras –tierra de Galicia-
y en el Madrid de fin de siglo.
Vuestras son estas últimas luciérnagas,
fragmentos puros de un espejo roto,
donde brillan los rostros del olvido.
Silvia Isjaqui Sereno es la autora de “Madre Patria” (5), poema en el que recuerda a sus abuelos:
Un abuelo catalán
El otro de sangre euskera
Otros, moros perseguidos
Y devueltos a sus tierras
¡Ay mis abuelos dormidos
En otras tumbas de América
Pensando un día volver
Pero ese día no llega
¡Ay que profundo dolor
Caminar por otras sendas!
Uno huyó por ser carlista
El otro por la miseria
Y al resto lo fue llevando
de un lado a otro la guerra
Notas
1 Larreta, Enrique: “Las criadas y el niño”, en Cantan los pueblos americanos. Selección de Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1957.
2 Bufano, Alfredo: “En el día de la recolección de los frutos”, en Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.
3 Adúriz, Ricardo: Torre del homenaje. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica del Centro Iberoamericano de Cooperación, 1979.
4 Fournier, Leonie J.: “Mi Argentina”, incluido en Wolf, Ema (texto) y Patriarca, Cristina (investigación): La gran inmigración. Ilustraciones de Daniel Rabanal. Buenos Aires, Sudamericana, 1997. Sexta edición. 226 páginas. (Sudamericana Joven Ensayo). Pág. 48.
5 Isjaqui Sereno, Silvia: “Madre Patria”, en SEFARAires Nª 50, Junio de 2006.
|
estadounidenses
En su poema “En el día de la recolección de los frutos” Alfredo Bufano saluda a los hombres
de la tierra de los rascacielos
que dio a Whitman y a Poe a la inmortalidad.
Notas
1. Bufano, Alfredo: “En el día de la recolección de los frutos”, en Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.
|
franceses
En su poema “En el día de la recolección de los frutos“ (1), Alfredo Bufano canta a la inmigración francesa:
Salud, hijos de las Galias gloriosas
que sabéis abrir surcos y leer a Ronsard,
hijos de aquella tierra que oyó la voz de Hugo
y que derrama pródiga su vasta claridad.
¡Salud, hijos del Arco de Triunfo, hijos magníficos
de la sabiduría y de la libertad!
En uno de los poemas reunidos en Monsieur Jaquin (2), José Pedroni evoca, a partir del relato de una colonizadora, la muerte de Ana Esser en el litoral, al desembarcar:
El Paraná, boca arriba,
tres días que la miraba,
los ojos llenos de peces,
ofreciéndole naranjas.
De un lado estaba el recuerdo;
del otro lado la pampa.
Entre la tierra y el mar
Ana Esser en el agua.
César Fernández Moreno es el autor del poema "Argentino hasta la muerte" (3), en el que se refiere a su condición de descendiente de franceses:
a buenos aires la fundaron dos veces
a mí me fundaron dieciséis
ustedes han visto cuántos tatarabuelos tiene uno
yo acuso siete españoles seis criollos y tres franceses
el partido termina así
combinado hispanoargentino 13 franceses 3
suerte que los franceses en principe son franceses
si no que haría yo tan español
Pierre Cottereau, que no era inmigrante pero nunca volviò a Francia, escribe acerca de su valija (4):
Sobre la proa del barco
la abracè con fuerza
sin embargo no sabìa
de nuestro ùltimo destino.
En un poema de Diamela Sosa, se hace referencia a la inmigración de ese origen (5).
Notas
1 Bufano, Alfredo: “En el día de la recolección de los frutos”, en Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.
2 Pedroni, José: “Ana Esser”, en Hacecillo de Elena. Santa Fe, Colmegna, 1987. Pág. 109.
3 Fernández Moreno, César: "Argentino hasta la muerte", en Varios autores: La poesía argentina. Buenos Aires, CEAL, 1979.
4 Cottereau, Pierre M. M.: Sueños y sombras. Villa General Belgrano, Còrdoba, Ediciòn del autor, 1997.
5 Sosa de Neumann, D. A.: Hojas de vida, sueños y recuerdos. Buenos Aires, Editorial Dunken, 2004.
|
galeses
El 31 de julio de 2004, en el Eisteddfod Mimosa, Puerto Madryn, Chubut, Competencia Principal Ballena Dorada, fue distinguido con una Mención Especial el poema (2) que Celia Amanda Sala Davies dedica “A Elizabeth Adams y a su hija María Humphreys, al cacique Francisco y a su tribu tehuelche, hacedores de Paz”, en el que expresa:
Desde el Tiempo
y desde Todos los Tiempos
fuiste la elegida
para el distante y brumoso Sur
en el misterio de tu concepción
allá en la sojuzgada Gales
en el multitudinario arco iris de tu gestación
en el histórico “Mimosa”
Notas
1. DESDE EL CHUBUT II antología, por varios autores. Buenos Aires, Vinciguerra, 1998. 240 pp.
2. Sala Davies, Celia Amanda: “Poesía Principal”.
|
ingleses
En el Martín Fierro (1), José Hernández se refiere a un inglés:
Hasta un Inglés sanjiador
Que decía en la última guerra,
Que él era de Inca la perra
Y que no quería servir,
Tuvo también que juir
A guarecerse en la Sierra.
Como puede habla castellano el inglés que evoca Leopoldo Lugones en la ”Oda a los ganados y las mieses” (2). No obstante, ejerce una beneficiosa influencia en los ganaderos a los que aconseja:
lo cierto es que en su media lengua trajo
artes y ciencias que el paisano ignora.
El transformó los bárbaros corrales,
las torpes hierras, las feroces domas,
y aseguró en las chacras invernizas
que al pronto parecieron anacrónicas,
forraje fresco a los costosos padres,
que entienden sus maneras y su idioma.
En su poema “En el día de la recolección de los frutos” (3), Alfredo Bufano evoca a la inmigración inglesa, relacionándola con el tendido de los ferrocarriles:
Hombre rubio de la isla de Kipling
que llenaste de sierpes de acero nuestra vasta heredad,
y que hendiste los aires con fragores de ruedas
y de émbolos y dínamos en hondo trepidar
y que llevaste el himno ronco de las locomotoras
por toda nuestra ubérrima
fecunda y proteiforme inmensidad.
Notas
1 Hernández, José: Martín Fierro. Buenos Aires, CEAL, 1979. (Capítulo, vol. 23).
2. Lugones, Leopoldo: “Oda a los ganados y las mieses”, en Antología poética. Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1965.
3. Bufano, Alfredo: “En el día de la recolección de los frutos”, en Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.
|
italianos
Calabria
Adelina C. Cela, en el poema “Madre Patria” (1), imagina el sentimiento de su tierra:
Tú clamabas por mí
como una madre divina,
con lágrimas derramadas
en nostálgica partida.
Como un susurro tu lengua
me acunó toda la vida
y no le diste abandono
a tu hija en lejanía.
Alfredo Conte (2) homenajea a su padre, que llegó desde Cosenza en 1887:
Mi viejo, vos hiciste el mundo nuevo
abriste surcos, criaste hijos
y fuiste solamente un inmigrante.
No sé cómo decirlo en dos palabras.
A sus abuelos calabreses evoca Griselda García (3):
mi abuela obligándonos a terminar el plato,
haciendo bocaditos fritos con las sobras porque
‘ustedes por suerte no conocen lo que es la guerra, el hambre...’;
(...)
mi abuelo que para todas las actividades cotidianas
produce un sonido distinto con la boca;
que en los sesenta era sastre en Aerolíneas
y hacía los trajes de azafatas y pilotos,
Notas
1. Cela, Adelina: “Madre Patria”, en La Capital, Mar del Plata, 5 de septiembre de 1999.
2. Conte, Alfredo: Pascualino. Edición homenaje. Buenos Aires, 2001.
3. García, Griselda. Poema inédito.
Campania
En el Martín Fierro (1) encontramos muchas referencias al inmigrante. Transcribo uno de estos pasajes:
Un nápoles mercachifle
Que andaba con un arpista,
Cayó también en la lista
Sin dificultá ninguna:
Lo agarré a la treinta y una
Y le daba bola vista.
José Portogalo evoca, en “Los pájaros ciegos” (2), a un napolitano:
Mi padre, violinista, fracasó en Buenos Aires.
Sin embargo su nombre –Pierángelo- traía
“gli uccelli” luminosos de las calles de Nápoles;
Doménico Scarlatti, heraldo de sus pájaros,
clareaba el mundo denso de su infancia y sus lágrimas.
Notas
1 Hernández, José: Martín Fierro. Testo originale con traduzione, commenti e note di Giovanni Meo Zilio. Buenos Aires, Asociación Dante Alighieri, 1985.
2 Portogalo, José: “Los pájaros ciegos” (Fragmento), en L. Lugones, B. Fernández Moreno, R. Molinari y otros: La poesía argentina. Buenos Aires, CEAL, 1979. Pág. 111. (Capítulo, Vol. 4).
Friuli
En “Otra vez las dolomitas” (1), Syria Poletti evoca el paisaje de su infancia:
Aún remonto la picada sobre el abismo,
sin cuerda.
Pero algo ha cambiado:
ya no añoro tu mano.
En "Casi gringo" (2), Luis Landriscina evoca la partida de sus padres y dos de sus hermanos:
en un buque se embarcó
con lágrimas mi familia
porque allí dejaba todo,
con sus penas y alegrías,
a la patria, a sus amigos,
a sus padres, a la villa,
a los sueños de la infancia
que eran carne de ilusión.
Notas
1. Poletti, Syria: “Otra vez las Dolomitas”, en Letras de Buenos Aires.
2 Landriscina, Luis: "Casi gringo", en www.elfrasero.com.ar.
Lombardía
En el poema “Antiguo Almacén ‘A la ciudad de Génova’” (1), Olivari evoca al italiano Miquelín:
Miquelín, grande como una estatua,
que se iba a la cosecha y volvía rico dos semanas
-apenas para pagar la vuelta a todo el barrio-.
Mientras le duraba la plata cantaba,
cantaba las lejanas canciones milanesas de su tierra
y hombreaba recuerdos como hombreando cereal...
Cerca de Lombardía, en el Cantón Ticino, un cantón suizo de habla italiana, nació Alfonsina Storni, la autora de Palabras a mi madre (2):
No las grandes verdades yo te pregunto, que
no las contestarías; solamente investigo
si, cuando me gestaste, fue la luna testigo,
por los oscuros patios en flor, paseándose.
Y si, cuando, en tu seno de fervores latinos,
yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro
te adormeció las noches, y miraste, en el oro
del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos.
Norma Mazzei es la autora de "Alfonsina" (3), poema que comienza con estos versos:
Tarde, recuerdo que por entonces
las agitadas rosas de septiembre
hicieron camposanto en el seno de mis brazos.
Notas
1 Olivari, Nicolás: “Antiguo Almacén ‘A la ciudad de Génova’”, en L. Lugones, B. Fernández Moreno, R. Molinari y otros: La poesía argentina. Antología, prólogo y notas por Alberto M. Perrone. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo, Vol. 4).
2 Storni, Alfonsina: “Palabras a mi madre”, en Storni, Alfonsina: Antología poética. Selección por Alfredo Veiravé. Prólogo y notas por Alejandro Fontenla. Buenos Aires, CEAL, 1980. Pág. 44. (Capítulo, vol. 51).
3 Mazzei, Norma: "Alfonsina", en Constelario. Buenos Aires, Tu Llave, 2007. 76 pp.
Piamonte
María Teresa Andruetto evoca, en “Citröen” (1), a su padre inmigrante:
Regresábamos en un Citröen
rojo, desde una laguna de sal,
un pueblo ahora de fantasmas,
a nuestra casa, en la luz. Y él
cantaba, de viva voz, como
nunca cantaba, voglio vivere
cosí, con il sole in fronte, y
mi madre y nosotras también
cantábamos.
En el mismo libro (2) evoca un funeral de la colectividad piamontesa en Córdoba:
Alguien nos alzó
hacia el tufo de la muerta
(se llamaba Elizabeta),
para que viéramos.
“Inmigrante italiano” se titula el poema que Celia Sala dedica a José Longo, su “nonno* / y en él a todos los inmigrantes italianos”. Así comienza:
Soy la esperanza que navega
mares y continentes,
ríos y morros,
para encallar en
alegrías y sueños,
tristezas y renaceres.
Soy la esperanza que aparca
entre matas y avestruces,
rieles, andén y locomotora,
y que con sus manos levanta
carpa, rancho, molino y huerto.
Notas
1 Andruetto, María Teresa: “Citröen”, en Kodak. Córdoba, Ediciones Argos, 2001.
2 Andruetto, María Teresa: op. cit.
Sicilia
Oscar González, en “La anunciación” (1), evoca a una mujer italiana:
Llegó a Puerto Nuevo
En otro fin de siglo
Confiando en la arcilla de estas playas
Y abierta como un surco,
Se dio a la tarea de procrear espigas.
Notas
1 González, Oscar: “La anunciación”, en El Tiempo, Azul, 16 de abril de 2000.
Veneto
Gigliola Zecchin, más conocida como Canela. “Llegó al país a los diez años. Estudió Letras Modernas en la Universidad de Córdoba. En 1962 inició su carrera presentando los programas vespertinos del canal 10 de la Universidad de Córdoba. (1). " ‘Recién ahora, cincuenta años más tarde, estoy logrando indagar sobre mi propia historia y sobre la guerra que me hizo llegar a Argentina separándome de mis padres y abuelos. El exilio tiene consecuencias terribles en los niños, sentimientos de miedo, insomnio, pesadillas. De esto se trata el desarraigo, de sacar algo de raíz’, concluyó” (2). Es la autora de Paese (3), obra que incluye el poema “Calle de la infancia”:
toda felicidad
horada la memoria
afuera cae la nieve
aiuto! Il lupo! Il lupo!
nena tonta
hay que limpiar la respiración triste
mi lugar para dormir
vagamente celeste.
Notas
1. Sosa de Newton, Lily: Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas. Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
2. Irigoyen, Pedro: “MESA REDONDA Aquel exilio, este exilio, la misma tristeza”, en Clarín, 28 de febrero de 2002.
3. Zecchin, Gigliola (Canela): Paese. Buenos Aires, De la Flor, 2000.
|
japoneses
En su poema “En el día de la recolección de los frutos“ (1), Alfredo Bufano canta a la inmigración japonesa:
Y también a vosotros hombres de los ojos oblícuos,
raza poderosa y tenaz
de las islas en donde florecen los almendros
y los crisantemos, hombres que trabajáis
junto a nosotros con el mismo amor
que allá en tierras niponas, vuestra antigua heredad,
mientras las dulces garzas decoraban las aguas
y las geishas cantaban su amor crepuscular.
Notas
1. Bufano, Alfredo: “En el día de la recolección de los frutos”, en Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.
|
libaneses
En su poema “En el día de la recolección de los frutos” (1), Bufano expresó:
Salud, hombres morenos que escuchasteis
a los cedros del Líbano sonar,
y que hoy en nuestros vientos creéis oír las voces
de la patria que acaso ya no veréis jamás.
Hombres de los desiertos remotos
a quienes en las pampas hoy vemos galopar
luciendo nuestro escudo en el pañuelo gaucho
o en la rastra de plata o el mango del puñal.
¡Hombres de ojos negros y lejanos;
hermanos árabes que lloráis
cuando en las noches nuestras agobiadas de estrellas,
oís una guitarra gemir y sollozar.
Notas
1 Bufano, Alfredo: “En el día de la recolección de los frutos”, en Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.
|
lituanos
En su poemario Las huecos de tu cuerpo (1), Manuela Fingueret dice a su madre:
tus pies se arrastran
en la noche
como una alucinación
que se desliza
por las paredes
del hotel de inmigrantes y
tu cuerpo se estremece
hija entre tantas
en una aldea
de Lituania.
Notas
1 Fingueret, Manuela: Los huecos de tu cuerpo. Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1992. Págs. 11-4. |
noruegos
Norah Lange es la autora de “Poema”, en el que escribe:
Estás en mi recuerdo, Noruega,
inquebrantable como un viking
que no calmó su sed de guerra.
Sueño pausado el de tenerte siempre
dentro del corazón libro vivido
que se hojea diariamente.
Notas:
1 Lange, Norah: “Poema”, en J.L. Borges, L. Marechal, C. Mastronardi y otros: La generación poética de 1922 antología. Selección, prólogo y notas de María Raquel Llagostera. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo, vol. 69).
|
polacos
La madre de Susana Szwarc, nacida en Polonia, vivió en Siberia. En “Declive” (1), la poeta expresa:
Por el ojo de la cerradura vemos
cómo deja la palangana en el suelo: tiene agua. Ahora
no se ve. Hasta que levanta la mano
blanca, la misma con que la prisionera (jovencita
en Siberia) llevaba maderos hacia el barco.
En “Corrientes esquina gueto” (2), Manuela Fingueret evoca la realidad del inmigrante polaco:
Una tierra prometida
untada sobre pan Goldstein
entre pastrom caliente
y el mar rojo atravesado
por Corrientes
o por Serrano
a la espera de Moisés
que no sabe idish
para descifrar los mandamientos.
En “La última carga de los jinetes polacos”(3), poema incluido en Las Edades/ The Ages, Ricardo Feierstein se refiere al doloroso desarraigo del abuelo que emigra a la Argentina:
Esto contó, hace años, Moishe Búrej
judío orgulloso y
polaco de veinte generaciones
que huyó hacia América, desde esa
tierra bordada por antisemitas.
Y él, mi abuelo, hacia su final
Adivinó el momento en que iba a irse.
Notas
1 Szwarc, Susana: “Declive”, en Bailen las estepas. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1999.
2 Fingueret, Manuela: “Corrientes esquina gueto”, en Esquinas. Catálogos. Buenos Aires, 2001.
3 Feierstein, Ricardo: “La última carga de los jinetes polacos/ The Last Charge of the Polish Cavalry”, en Las Edades/ The Ages. Traducido del español por Jim Kates y Stephen A. Sadow. Buenos Aires, Milá, 2004. 240 pp. (Poesía).
|
rusos
En la “Oda a los ganados y las mieses” (1), Leopoldo Lugones canta al ruso Elìas, que vive en paz en la nueva tierra:
Pasa por el camino el ruso Elías
Con su gabán eslavo y con sus botas,
En la yegua cebruna que ha vendido
Al cartero rural de la colonia,
Manso vecino que fielmente guarda
Su sábado y sus raras ceremonias,
Con sencillez sumisa que respetan
Porque es trabajador y a nadie estorba.
En su poema “En el día de la recolección de los frutos” (2), Alfredo Bufano homenajea a los rusos con estos versos:
Salud, hijos del Volga y de Siberia,
y de todas las tierras que ayer fueron del Zar;
salud, mas no al que viene
haciendo tremolar
banderas empapadas de sangre, fuego y muerte
sino al que viene a amar y a trabajar,
y al que llega con sed de justicia
o fatigado en busca de un regazo cordial;
porque esta tierra nuestra, grande, sagrada y bella,
también la damos para descansar.
De Rusia parte Jacobo Fijman, a los cuatro años de edad, en 1898. Mucho tiempo después escribiría (3):
¡Ah! Yo soy uno de esos caminantes
Que aún no han encontrado su camino;
Pero he gustado un luminoso vino
en huertos generosos y fragantes.
Kehos Kliger escribió “Las cenizas de mi hermanita” (4), texto incluido en un poemario referido por completo a la Shoá:
Tráeme viento las cenizas de mi hermanita,
quiero enterrarlas en mi corazón;
búscalas bien, están mezcladas
con cenizas de ancianos y ancianas.
Voy a guardar esas cenizas como un talismán,
hasta el fin de mis días.
Después voy a dárselas
al Señor del mundo como obsequio.
César Tiempo manifiesta su sentimiento en un poema (5):
¡Yo nací en Dniepropetrovsk!
No me importan los desaires
con que me trata la suerte.
¡Argentino hasta la muerte!
Yo nací en Dnepropetrovsk.
Tamara Kamenszain, descendiente de rusos, es la autora de El ghetto. Ese libro, dedicado a su padre, incluye el poema “Arbol de la vida” (6), en el que expresa:
Mi duelo, lo que estoy viendo
es el Gran Buenos Aires desde un cementerio judío.
(...)
Mi duelo, lo que estoy viendo
será de aquí en más este verdor que te dedico.
Hoy florecen en las copas de los árboles todas mis raíces.
Guiora (Jorge) Reichler, en uno de sus poemas (7) se refiere a su condición de descendiente de inmigrantes:
Doy gracias, Argentina
por tu marco social, único
pese a que de vez en cuando éramos rusos
que en argentino era decir judíos,
En agosto de 2007, aparece publicado en La Nación el "Soneto con estrambote para Alberto Gerchunoff" (8), escrito por Manuel Mujica Láinez en 1932:
De la frase resonante,
en el burilar, experto,
es este rotundo Alberto,
del laúd y el olifante.
Su cháchara cautivante
vida devuelve a lo muerto,
y sabe del carbón yerto
chispas sacar de diamante
Del malabarista, asombro;
del ramplón prosista, cuervo;
del ripioso, halcón acerbo:
hoy le saludo y le nombro;
del Adjetivo, Emisario,
y Enviado Extraordinario
–y arbitrario–
del Verbo.
Notas
1 Lugones, Leopoldo: “Oda a los ganados y las mieses”, en Antología Poética. Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1965.
2 Bufano, Alfredo R.: “En el día de la recolección de los frutos”, en Para todos los hombres que quieran habitar el suelo argentino, Buenos Aires, Clarín.
3 Fijman, Jacobo: “Caminante” (poema inédito) en Clarín, Buenos Aires, 14 de diciembre de 2002.
4 Kliguer, Kehos: “Las cenizas de mi hermanita”, en Weinstein, Ana E. y Toker, Eliahu: “La rama argentina de la literatura ídish, y rama ídish de la liteatura argentina”, en Weinstein, Ana E. y Toker, Eliahu: La letra ídish en tierra argentina Bío-bibliografía de sus autores literarios. Buenos Aires, Milá, 2004. Traducción de Eliahu Toker.
5 Koremblit, Bernardo Ezequiel: “La bohemia cultural judeoargentina en las décadas del ’30, ’40 y ‘50”, en Feierstein, Ricardo y Sadow, Stephen A. (comp.): Recreando la cultura judeoargentina / 2 Literatura y artes plásticas. Buenos Aires, Editorial Milá, 2004.
6 Kamenszain, Tamara: “El árbol de la vida”, en El ghetto. Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
7 Reichler, Guiora: “Doy gracias, Argentina”, en Reichler, Guiora: En nombre de todas las soledades. Buenos Aires, Milá, 2005. 80 pp. (Poesía).
8. en La Nación, Buenos Aires, 5 de agosto de 2007.
|
sirios
Lugones canta al buhonero sirio, que ofrece su mercaderìa, en la “Oda a los ganados y las mieses” (1):
Más allá viene el sirio buhonero,
Balanceando a la espalda su bicoca,
Al canto gutural de la sabida
“Cosa linda barata” que pregona.
Notas
1 Lugones, Leopoldo: “Oda a los ganados y las mieses”, en Antología poética. Buenos Aires, Espasa, 1965.
|
ucranios
En un poema inédito (1), Griselda García evoca a los ucranios de su barrio:
Hacia mediodía el aire se agita,
olor a carne asada desde casas vecinas,
niños llorando,
familias de Ucrania discutiendo a gritos,
Notas
1. García, Griselda. Poema inédito.
|
sin mención de origen
En “Llanto por un niño exilado” (1), escribe Germán Berdiales:
El tipo, el modo, el traje
y ¡ay!, sobre todo, algo
-de que quiero aliviarme
llorándolo al cantarlo-,
su condición decía
de pequeño exilado:
-yo no sé si sajón,
yo no sé si germano,
yo no sé si judío,
yo no sé si cristiano-,
una manga, la izquierda,
vacía a medio brazo.
Enrique Novick describe, en “Balada para un padre ausente” (2), el efecto que la música de su tierra tenía en el padre enfermo de Alzheimer:
Cuando le
cantaba,
próximo
a su lecho,
canciones
antiguas,
sin nombre
ni dueño,
que hablan
de una aldea
con hornos
de piedra,
cerca de las
casas,
sus pisos
de tierra,
Mónica Sifrim (3) escribe:
No señor. En mis antepasados no hay diabéticos, hipertensos,
cardíacos ¿Cómo explicarle? De cada diez antepasados míos,
uno moría en las revoluciones, otro en las cámaras de gas
y cuatro o cinco de melancolía.
Ya sé que no se heredan tales males. La mandrágora deja
ese letargo de naranjas agrias. Luego talco, y a mover los
genes fresquecitos.
Pero cuando llegan oleajes de dolor oleajes de dolor oleajes
se descubre un vago parecido: ¡Mire qué bonita!
Mete el brazo en el horno como lo hacía su tatarabuela.
En “Los ojos de la noche” (4), poema de Marcos Silber, se evoca la amargura de los que, en la nueva tierra, sabían que los suyos eran víctimas de la persecución. Desde la Argentina, quienes emigraron observan impotentes el genocidio. La angustia y la desolación son presentadas por medio de imágenes de los adultos, a los que un niño comprende desde su infinita sabiduría:
Mamá llorándole toda la cabeza al pequeño. Regándole
el sueño, todo el juego. Mamá que regresa con papeles.
Cartas, papeles de adiós y tormento. Avisos de nuevos
silencios. 1940.
Notas
1. Berdiales, Germán: Cantan los pueblos americanos. Ediciones Peuser, Buenos Aires, 1957. Citado por Sylvia Oyenard de Puentes en “Un viaje al corazón de América latina”, 2006.
2. Novick, Enrique: “Balada para un padre ausente”, en La Prensa, Buenos Aires, 10 de enero de 1999.
3. Sifrim, Mónica: “XXXI”, en Novela familiar. Buenos Aires, Ediciones Ultimo Reino, 1990. Pág. 27.
4. Silber, Marcos: “Los ojos de la noche”, en Doloratas. Buenos Aires, Milá, 2001. (libro compartido con Carlos Levy).
|
varios
En su poema “En el conventillo” (1), Jevel Katz alude a los inmigrantes.
Cuartitos, cuartitos, cuartitos,
y nunca falta algo de barro.
Hay gente allí de todo el mundo
árabes, españoles, turcos, italianos,
todos apiñados en un mismo patio;
y no faltan judíos de Lituania,
y polacos, y galitzianos.
El conventillo fue el escenario del sainete, como lo afirma Vacarezza en un conocido soneto (2):
La escena representa un conventillo.
Personajes: un grébano amarrete,
un gallego que en todo se entromete,
dos guapos, una paica y un vivillo.
Raúl González Tuñón es el autor del “Poema del conventillo” (3), que comienza así:
A la luz de tu farol cansado,
Conventillo
yo también quiero cantar
tu cosmopolitismo abigarrado,
el turbio biombo amarillo
de tu fachada, tu babélico altar,
y tu vestido gris y verde y rosa.
“Conventillos” (4) es el poema de José Rabinovich que dice:
Una ciudad tan luminosa
y yo andando a tientas.
Para ver su rostro
alzo sobre mi cabeza a mi hijo.
Por la ciudad anda el sol
pero aquí reina el barro.
En fila, como corrales,
casas de lata y sin vidrios.
¿Afuera será de noche?
¿Ya habrá amanecido?
Carlos Paoli es el autor de estos versos (5):
Me procuro primero un compadrito
un ruso, un francés, un cocoliche,
una vieja chismosa, un garabito,
un conventillo, una calle y un boliche.
Con estos elementos y una mina
que la va de cascarrienta y coqueta
que se cree gran señora y es una rea,
un taita que afila y un obrero,
que atrás de ella con el taita la camina
y se charla por la paica y es cabrero.
Ya con eso tiene bastante el sainetero
En “La invasión gringa”, uno de los poemas reunidos en Monsieur Jaquín (6), Pedroni evoca la inmigración traída por Castellanos:
Hoy nadie llegaría.
Pero ellos llegaron.
Sumaban mil doscientos.
Cruzaron el Salado.
Al cruzarlo, afanosos,
lo probaron.
Y los hombres dijeron:
-¡Amargo!-
Pero siguieron.
En la espalda traían clavados
dos ojos de fuego,
los de Aarón Castellanos,
salteño.
El poeta y ensayista César Fernández Moreno es el autor del poema “Argentino hasta la muerte” (7), en el que se refiere a su condición de descendiente de europeos y criollos:
a buenos aires la fundaron dos veces
a mí me fundaron dieciséis
ustedes han visto cuántos tatarabuelos tiene uno
yo acuso siete españoles seis criollos y tres franceses
el partido termina así
combinado hispanoargentino 13 franceses 3
suerte que los franceses en principe son franceses
si no que haría yo tan español.
En “Canción a Berisso” (8), Matilde Alba Swann recuerda las escuelas de esa localidad:
Yo le canto a tus niñas saliendo de la escuela:
alemanas, rusitas, italianas, armenias,
distintas lenguas todas e idéntico candor;
y canto a las pequeñas hijas de mi tierra
"made in argentina" levadura extrajera,
raíces que se prenden a un destino mejor.
Le canto al influjo de tus academias
alimentando el sueño de tu adolescencia
por salir del hollín;
y canto a tus escuelas nocturnas para adultos
donde padres y abuelos aprenden a escribir.
Guillermo Etchebehere es el autor de "Génesis" (9), poema que transcribo parcialmente:
El mar, que trajo a tu pasión de leguas
las gentes del sudor y la labranza.
Gentes con nombres llenos de montañas
y mínimos sucesos.
Tañidos de remotos campanarios.
Retoños de otros árboles eternos.
Se llamaban Schneider, Undurraga,
Kovalewsky, Bracsmájer, Montevechio,
y de vivir contigo ya se llaman
un poco Cruz del sur y Martín Fierro.
A sus abuelos, que llegaron desde Italia y España dedica Graciela Caprarulo el poema "Ilusión del nido y de llegar" (10), el que comienza con estos versos:
ésos los que traían
a soslayo la noche
los que se hartaron de vino
sobre las tumbas de alabastro
Notas
1. Katz, Jevel: “En el conventillo”, en Weinstein, Ana E. y Toker, Eliahu: “La rama argentina de la literatura ídish, y rama ídish de la liteatura argentina”, en Weinstein, Ana E. y Toker, Eliahu: La letra ídish en tierra argentina Bío-bibliografía de sus autores literarios. Buenos Aires, Milá, 2004. Traducción de Eliahu Toker.
2. Vacarezza, : “Un sainete en un soneto”, en Cantos de la vida y de la tierra. 1944.
3. González Tuñón, Raúl: “Poema del conventillo”, en Violín del diablo, citado en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970. 85 pp.
4. Rabinovich, José: “Conventillos”, en Weinstein, Ana E. y Toker, Eliahu: “La rama argentina de la literatura ídish, y rama ídish de la liteatura argentina”, en Weinstein, Ana E. y Toker, Eliahu: La letra ídish en tierra argentina Bío-bibliografía de sus autores literarios. Buenos Aires, Milá, 2004. Traducción de Eliahu Toker.
5. Paoli, Carlos: “Sainetes argentinos”
6. Pedroni, José: Hacecillo de Elena. Santa Fe, Colmegna, 1987.
7. Fernández Moreno, César: “Argentino hasta la muerte”, en L. Lugones, B. Fernández Moreno, R. Molinari y otros: La poesía argentina. Antología, prólogo y notas por Alberto M. Perrone. Buenos Aires, CEAL, 1979. (Capítulo, Vol. 4).
8. Swann, Matilde Alba: “Canción a Berisso”, en Canción y grito, 1955. Incluido en www.matildealbaswann.com.ar
9. Etchebehere, Guillermo: "Génesis", en La lumbre permanente (1956). Poema enviado por Juan Manuel Rizzi.
10. en Poemanía, marzo de 2008.
|
en conjunto
De Leopoldo Díaz es el poema “Tierra prometida” (1), en el que expresa:
El viejo mundo se desploma y cruje...
El odio, entre la sombra acecha y ruge...
Una angustia mortal tiene la vida...
Y como leve arena que alza el viento,
a ti vendrán el paria y el hambriento
soñando con la Tierra Prometida.
Al inmigrante canta Carolina de Grinbaum, en “Llegaste” (2):
Barco de peltre, acero o cucurucho,
mole de mundo,
cargado de niñez, hombres y tumbos,
arribaste.
Estrenaste el chocolate,
la delicia de mazorcas tiernas...
Alimentaste sed de tierra,
Abiertas
para manos rocosas,
temples tristes.
En su poema “Inmigrante” (3), Cristina Pizarro evoca la desolación de quien ve frustradas sus expectativas:
Yo era el que no tenía título,
ni un doble apellido,
el que deseaba vivir en un chalet de dos pisos
con jardín
y revestimientos de piedra Mar del Plata.
Era uno de esos
originarios de tierras
devastadas.
Ahora
soy
este aire ambiguo
este daño
que regresa
y este adiós
menoscabado.
Roberto Antonio Druetta es el autor de “Inmigrantes” (4):
Partieron un día de la tierra amada
buscando un terruño en donde vivir.
Buscando una casa para el primer hijo,
buscando un lugar donde ser feliz.
En “Barco, barcos” (5), escribe Amalia Ottonello:
y esta nave tan grande
viene de Europa.
Llegan hacinados
con sueños de progreso,
inmigrantes
-asustados-
Los agricultores inmigrantes también fueron tema de poesías. En “Ese inmigrante” (6), Virginia Rossi, nacida en Centeno, escribe:
Venía de la tierra:
nosotros no sabíamos
cómo era el paisaje
que en su frente corría...
La nostalgia los embargaba; canta Cristina Assenato en “País de inmigrante” (7):
Porque este pueblo sabe desde los ojos
y por sus ojos que el mar lo trajo,
cuando llegue el sueño grande
nuestros huesos irán cantando
hacia el fondo de la tierra.
Gladys Edich Barbosa Ehraije es la autora de la “Elegía por los inmigrantes” (8), en la que expresa:
Pero lejos
muy lejos
en el corazón
verde de los pinos
los inmigrantes
aún
sueñan con el mar
Betina Villaverde escribió “Homenaje al inmigrante” (9):
Sí, y fueron valientes, mares de por medio
sus raíces quedaron
mas, no vacilaron, fijo en sus mentes un
mapa brillaba, Argentina.
Manuel Conde González, pontevedrés que emigró a la Argentina en 1949, es el autor del “Poema al emigrante universal” (10), que comienza con estos versos:
Con el corazón transido
rebosante de ilusión
sale el emigrante un día
a tierras de promisión.
Deja la patria a su espalda
tal vez, su primer amor
la madre queda llorando
el padre con su dolor.
Notas
1. Díaz, Leopoldo: “Tierra prometida”, en Cantan los pueblos americanos. Selección de Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1957.
2. Grinbaum, Carolina de: “Llegaste”, en Inmolación. Buenos Aires, el grillo, 2002.
3. Pizarro, Cristina: en La voz viene de lejos. Buenos Aires, Ayala Palacio, 1996.
4. Druetta, Roberto Antonio: “Inmigrantes”, en Colonia Castelar. Su centenaria epopeya de trabajo y amor 1890-1990, citado en www.nalejandria.com/01/tarbut/novedad/pikudei/inmigr.htm
5. Ottonello, Amalia: “Barco, barcos”, en La esquina literaria. Buenos Aires, Ediciones Tu Llave, 1996.
6. Rossi, Virginia: “Ese inmigrante”, en Capítulos, Editorial Nueva Generación.
7. Assenato, Cristina: “Paìs de inmigrante”, en El Tiempo, Azul, 21 de febrero de 1999.
8. Barbosa Ehraije, Gladys Edich: en El Tiempo, Azul.
9. Villaverde, Betina: poema enviado por e-mail a MGR en 2004. Ver Poemas: antología.
10. Conde González, Manuel: “Poema al emigrante. Ver Poemas: antología.
|
|
.....
Los poemas tambièn han sido el medio elegido por los escritores para cantar a su tierra, o para evocar a los inmigrantes, entre los que se cuentan, a veces, sus mayores. En la lìrica se eternizan el homenaje, la gratitud y la añoranza.
|
|
Apéndice
INMIGRANTES Y EXILIADOS LLEGADOS A LA ARGENTINA DESDE 1960
A LA HERMANA FRANCESA DESAPARECIDA ALICE DOMON
Por Elena Cabrejas
El amor le bramaba sobre el pecho
sobre su vientre de arca para las criaturas
salvadas del naufragio
-pequeños universos de tibieza a la intemperie-
en plena calle en plena selva
en plena soledad galopando con ramalazos secos
su rostro luminoso y sediento.
Fue conducida hasta la honda habitación
de la noche
con su túnica de sal
y el rosario alzado hacia la única resurrección.
Sus pies heridos persiguieron las huellas del Gólgora
y sus ojos de agua derramada
quedaron abiertos como una fuente interminable.
Fuente: POEMANIA …la manía del poema
www.poemaniainventario.blogspot.com |
|
|
|