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Indice

1. En testimonios
2. En memorias
3. En biografías
4. En periodismo
5. En costumbrismo
6. En textos escolares
7. En novelas
8. En cuentos
9. En cuentos infantiles y juveniles
10. En poesías
11. En letras de tangos
12. En teatro
13. En cine
14. En televisión

En esta monografía me refiero a algunos de los inmigrantes y exiliados franceses –reales o de ficción- que llegaron a la Argentina. Ellos fueron evocados en testimonios, memorias, biografías, periodismo, obras literarias, películas y miniseries.

Introducción

Llegaron franceses. Fueron arquitectos, ingenieros, pintores, fotógrafos, cantantes, profesores.
" ‘He oido desde la infancia, en las mareas de alfalfa y de trigo argentino, rumor de versos franceses" -escribió, cierta vez- Victoria Ocampo. Sin embargo, no ha sido sólo en el terreno de la cultura que recibio nuestro país el aporte de Francia.
Hubo algunos franceses en nuestro suelo, durante el periodo virreinal. EI mas notorio, Liniers, proveniente de una familia de nobles emigrados por la gran Revolución, poseia una fabrica de conservas de carne: una de las primeras del pais.
La inmigración francesa, proporcionalmente, fue menos numerosa despues de 1890. Por entonces, habia mas de 90.000 habitantes de ese origen. Representaban eI 3,59 % de todos los inmigrantes.
En 1829, Juan Larrea invitó a radicarse en la Argentina a un quimico frances: Antonio Cambaceres, descendiente del redactor del Código de Napoleon. Cambaceres tuvo un importante saladero y logró, por primera vez, el aprovechamiento integral del animal. Introdujo la tecnica en la explotación agropecuaria de nuestro pais.
Tambien tuvo un importante saladero Carlos Sourigues, medico e ingeniero, auror de la traza de la Colonia San Jose.
Hubo importantes ganaderos franceses en la lIanura pampeana como Santiago y Carlos Luro, con más de 100.000 cameros, capitales franceses desarrollaron el ferrocaril en Santa Fe, contribuyendo al aumento de la produccion agricola, que llegó a tener el 50% del total del área sembrada del pais. Franceses fueron los introductores de la raza Charolais. Franceses fueron los productores de yerba mate, tabaco y madera que ayudaron al crecimiento de Misiones. Franceses fueron los molineros de Cordoba y Rio Cuarto, y de Santiago del Estero, en donde Pedro San Germes construyó el primer molino y fundó un ingenio que tuvo la maquinaria mas avanzada y logró una calidad superior a la de importacion.
En 1875 lIegó a la Argentina un arquitecto que trabajó en las obras del ferrocarril de Cordoba a Tucuman. Alii fundó varios ingenios: se lIamaba Clodomiro Hileret. Tambien fueron propietarios de ingenios en Tucuman Juan Nougués y Leon y Carlos Rougés.
Franceses tambien fueron muchos viñateros en Cuyo, donde el arboricultor Michel Pouget fue el primer director de la Escuela de Agricultura de Mendoza, en 1853.
Y aunque nunca vino a la Argentina, no es posible olvidar la obra de Charles Tellier, ingeniero frances, inventor de la maquina frigorifica. Gracias a su ingenio, nuestro pais fue el primero en utilizar el sistema de refrigeración para exportar carnes a Europa. El primer envio fue en 1877, con destino a Ruan. Y marcó el fin del saladero v el comienzo de una impresionante prosperidad para nuestro pais, que, gracias a este avance, supero a todos sus competidores en el mercado.
Franceses eran los Sansinena, oriundos del pais vasco, que iniciaron la explotacion en gran escala de la industria frigorifica.
Tambien de Francia vino el maestro de nuestra jardineria, Charles Thays, proyectista de los jardines de mas de 200 casas y estancias y gran propulsor de Ia yerba mate, cuyo cultivo perfeccionó cient:ificamente.
En 1884, Clement Cabanettes, que habia venido como instructor militar v fue precursor de nuestro sistema telefónico, fundó la primera colonia agricola francesa, en la zona de Cura Malal. Mas de 200 colonos de su provincia natal -Aveyron- fueron ubicados por Cabanettes en lo que es hoy la prospera e inconfundible Pigüe. En 1898, con la fundación de "EI Progreso Agricola", se inauguró la primera mutual de seguros para defender del granizo a los agricultores.
Franceses hubo en las colonias Esperanza, San Carlos, San Jose, Urquiza, y tantas mas. Franceses hubo en Esquel, en Posadas, en Pedro Luro, en la colonia Hinojo, en Tornquist. Tambien en General Lamadrid, Tapalque, Bolivar, Rauch, Las Flores, Ayacucho, Tandi], Juarez, Laprida y en Azul. Uno de los primeros franceses del Beam que lIegaron a Azul, fue Marcelino Riviere,fundador de su primer molino harinero y propulsor -filantropo- de la inmigracion. EI ayudó a venir a sus coprovincianos, dandoles trabajo y seguridad. Asi lIego Luciano Fortabat, que fue luego importante ganadero.
Pioneros de Esquel, viñateros en Cuyo, ganaderos en La Pampa y en Azul, fundadores de ingenios en Tucumán, molineros en Córdoba y Santiago del Estero, productores de yerba mate en Misiones. Agricultores en Entre Ríos, en Santa Fe y en Pigüe. Criaron ganado vacuno y ovejas, plantaron cereales, trigo, maíz, legumbres, árboles frutales y vid. Cultivaron el suelo, sirvieron a la Patria y agrandaron nuestro patrimonio espiritual” (1).
Así se los recuerda en testimonios, memorias, biografías, obras literarias y películas.

Notas
1. S/F: Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.

En testimonios

El ingeniero Felix Revol y Perier, arribó “a nuestro país en 1843/44 en misión oficial, como otro de los primitivos pintores que llegaron a nuestra tierra tal como Monvoisin, Paliere y Pellegrini, radicándose en la ciudad de Córdoba. (...) el trazado de la ciudad de Rio IV (Códoba) fue obra de él, como así tambien el cauce del Río I que atraviesa dicha ciudad. Siendo Ingeniero de Profesión, fue pintor por vocación, entre las que podemos destacar obras como la del "Coronel Martín Santa Coloma", hoy en el Museo Histórico de Buenos Aires y el "General Echagüe" en el Museo Histórico de la ciudad de Santa Fe, ambas obras ecuestres. En el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, se encuentran los retratos del matrimonio Aldao, "Don Tiburcio Aldao" y "Doña Tránsito Zavalla de Aldao", familia ilustre de Santa Fe. En la catedral de la misma ciudad de Santa Fe, en el altar mayor, hay un friso de "La Ultima Cena" pintado por Revol, (...). También estuvo instalado en la ciudad de Tucumán, donde compró un pequeño ingenio y como cuenta el Historiador Carlos Paez de la Torre (h) fue quien pintó el techo de la Catedral de aquella ciudad y que las caritas de los ángeles eran los rostros de sus hijos, trabajo hoy desaparecido, reemplazado por una obra de Soldi. Felix Revol y Perier fallece en la ciudad de Córdoba el 29 de diciembre de 1867. Estuvo casado con doña Gumersinda Núñez Bazán, de familia cordobesa y riojana”.

En 1857, el bayonés Carlos Sourigues escribe en la Colonia San José, en Entre Ríos, una carta al General Urquiza, en la que le informa: “Los colonos llegaron ayer a este punto: todo están en tierra y se ocupan en hacer sus ranchitos para esperar los primeros días; mientras concluyo de distribuir el terreno les he hablado. Venían algo desanimados por lo que habían visto en el Ibicuy pero cuando vieron las tierras que iban a poseer se llenaron de alegría; están muy conformes; los he hallado pacientes. La mayor parte de las familias son buenas; hay algunas medio regulares pero en general los hombres son buenos y robustos. Es entre las mujeres que se encuentran algunas viejas que poco podrán trabajar si no es en el hogar doméstico. Según me han informado deben estar en camino y tal vez han llegado a Buenos Aires otro número igual de familias y creo que si deben hacer parte de la colonia se debería evitar que fuesen al Ibicuy; a más, los colonos que están aquí me han dicho que creen que el señor Don Martín Schafter que es el que los ha conducido desde Europa hasta el Ibicuy va a venir aquí como Director de la colonia; me han hecho presente que dicho Señor los había tratado muy mal y que no podían conformarse con estar nuevmente bajo sus órdenes. Esto es una queja general que he tratado de aquietar. (...) Estoy en medio de una Babilonia, pero hasta ahora todo va muy bien, personas y pacientes; creo en el buen éxito de la colonia por la cual haré todo empeño y para que marche todo bien creo preciso que el Sr. Marty se ponga a la cabeza; es inteligente en la materia y querido de los colonos; él está aquí; pero me ha dicho que no sabe como no tiene instrucciones ninguna ni yo tampoco a ese respecto, desearía que Ud. me dijese lo que crea conveniente” (1).

El francés Alejo Peyret, Director de la Colonia San José, sostiene que para fundarla “Se ha aceptado apresuradamente todo cuanto se ha presentado, con la única condición de ser católico. Se han hecho adelantos de ingentes cantidades a familias desprovistas de todo, y que presentan muy pocas garantías de reembolso. Por decirlo, se ha gastado mucho dinero sin necesidad. Digámoslo de pasada. Es imposible que una familia a quien se han adelantado todo los gastos de viaje, en término medio 500 pesos, la cual por consiguiente tiene que recibir aquí los demás adelantos en terreno, animales, nutrición, etc., es decir 500 pesos más, es imposible que esta familia abone estas cantidades en las condiciones y al interés del 18% y en el término de cinco años, que ha estipulado el agente de S.E. (...) Suponiendo igual capacidad para el trabajo un colono protestante debe ser preferido al católico. El católico (yo mismo he nacido católico, pro en el Siglo XIX ya no merecen consideración alguna las distintas religiones) necesita llevar consigo todo un culto, un sacerdote, una iglesia. Si es sincero, si es ferviente y no tiene todo aquello consigo o muy cerca, necesariamente su conciencia debe sufrir mucho. Pero en una colonia naciente, que no tendrá a principio sino algunas pobres familias, ¿cómo mantener un culto tan costoso? ¿Cómo pagar un sacerdote? ¿Cómo comprar los objetos sagrados? ¿Cómo edificar una iglesia cuando uno no tiene qué comer? Al contrario, el protestante lleva su libro, la Biblia, y basta con eso. Póngasele en un desierto, en medio de una selva, él leerá cada noche un trozo a su familia, y ya está hecha la instrucción religiosa. Cualquier jefe de familia es sacerdote y cualquier casa es un templo. Es menester confesar que bajo este aspecto, la religión protestante es más cómoda y menos costosa” (2).

Pablo Lantelme, piamontés afincado en la misma colonia, sostenía: “Los feligreses de la Iglesia de la Colonia, como los de Colón, son: o franceses, o italianos, o suizos, o alemanes con algunos españoles. Todos entienden el castellano y lo hablan tan bien que mal; sin embargo, en la Capellanía (San José), siempre se predica en lengua francesa y en Colón siempre se ha predicado en lengua del país. Desde ya, predicar en lengua francesa no deja de ser una anomalía, como lo voy a demostrar y probar. (...) Para el bien general, creo y afirmo que es necesario que la predicación de la Divina Palabra se haga en lengua castellana, o por lo menos, que se predique dos domingos seguidos en castellano y uno en francés, para no cortar de un solo golpe el sistema abusivo. Los Capellanes (de San José) siendo franceses y poco acostumbrados a hablar en lengua castellana, no faltarán de alegar mil pretextos contrarios a lo que acabo de probar” (3).

“El 19 de marzo de 1858. Un sacerdote, Diego Barbé, un seminarista, Juan Magendie y un hermano, Joannés Arostegui, religiosos de una joven congregación francesa fundada por San Miguel Garicoïts, abren en el barrio de Balvanera el histórico Colegio San José. Los porteños los llamarán: Padres Bayoneses. La ciudad es capital del Estado de Buenos Aires, separado de la Confederación Argentina. Es solamente una aldea alumbrada a kerosén, sin servicios sanitarios y con escasez de centros educativos. El Colegio San José aplica ya la tradición francesa de formación integral con catequesis y culto, estudio intensivo y deportes. El General Mitre visita repetidas veces el colegio para conversar con el P. Barbé y en 1863, sobre la experiencia acumulada por el Colegio San José, creará los primeros colegios nacionales del país. En 1880 el Colegio San José fue el primer instituto privado incorporado a la enseñanza oficial. A lo largo de los años el Colegio ha ido adaptando a la realidad cambiante del país y del mundo las instalaciones, los métodos y los planes de estudio, en un proceso de actualización permanente. Muchos exalumnos se han destacado en los distintos campos del quehacer nacional. Entre ellos: los políticos Hipólito Yrigoyen, Benito Villanueva, y Ricardo Balbín. Los prelados Juan Nepomuceno Terrero y Santiago Luis Copello, primer cardenal argentino y latinoamericano. Los generales Mosconi y Riccieri. El perito Francisco P. Moreno. El jurista internacional Luis María Drago. Los historiadores Ernesto Quesada, Diego Luis Molinari, José María Rosa y Félix Luna. El novelista Ricardo Payró. Los destacados Pedro Luro, Patricio Peralta Ramos, Pedro Lagleize, el artista plástico Angel Della Valle (4).
Paul Groussac nació en Toulouse en 1848; falleció en Buenos Aires en 1929. Fue escritor, ensayista e historiador. “Llegó al país en 1866, instalándose primero en San Antonio de Areco (Bs. As.) y, luego, en la ciudad de Buenos Aires, donde trabó relación con los representantes de la Generación del 80. La amistad con José Manuel Estrada y Pedro Goyena lo acercó a la Revista Argentina, donde publicó su primer artículo, un trabajo sobre el poeta español José de Espronceda. Convocado por Nicolás Avellaneda, entonces ministro de Instrucción Pública de Domingo F. Sarmiento, viajó a Tucumán, donde se desempeñó como profesor del Colegio Nacional y terminó por ser director de enseñanza de la provincia. Allí escribió el Ensayo histórico sobre el Tucumán y la novela De la cruz a la fecha, que lo consagraron como hombre de la cultura. Tras un viaje a su país natal, Eduardo Wilde, ministro de Justicia e Instrucción de Julio A. Roca, lo nombró inspector de colegios nacionales y escuelas normales. En 1885, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional. Entre sus numerosas obras, escritas en francés y castellano, sobresalen Viaje intelectual, Los que pasaban, Crítica literaria y El Congreso de Tucumán” (5).
A criterio de Jorge Luis Borges: “El destino personal de Groussac fue, como el de todos los hombres, asaz extraño. Hubiera querido ser famoso en su patria y en su idioma natal; lo fue en una lengua que dominaba, pero que nunca lo satisfizo del todo y en regiones lejanas que siempre fueron para él un destierro. Su verdadera tarea fue la enseñanza del rigor y de la ironía francesa a un continente en cierne. ‘Ser famoso en la América del Sur no es dejar de ser un desconocido’, escribió no sin amargura” (6).
“Hijo de un normando que había hecho fortuna con el café en Brasil, Geoffroy Francois Daireaux (París, 1849 – Buenos Aires, 1916) se establece en la Argentina en 1868, dedicándose a la actividad agropecuaria. Hacia 1883 posee ya tres estancias en Rauch, Olavarría y Bolivar. Compra terrenos e instala almacenes sobre la línea del ferrocarril al Pacífico y participa de la fundación de la ciudad de Rufino en la provincia de Santa Fe y Laboulaye y General Viamonte en la provincia de Córdoba. Por problemas de salud abandona su labor colonizadora y se dedica a la escritura y la docencia. De 1901 a 1903 es Inspector General de Enseñanza Secundaria y Normal. Enseña Francés en el Colegio Nacional. Trabaja en La Nación, colabora en Caras y Caretas, La Prensa, La Ilustración Sudamericana, La Capital de Rosario, y dirige el diario francés L’independant. En su hogar se reúnen artistas como Fader, Quirós, Sivon e Yrurtia. Escribe relatos de costumbres –comedias argentinas, cada mate un cuento, etc.- y tratados como La cría del ganado (1887), Almanaque para el campo y Trabajo agrícola. En París publicó "Dans la Pampa" (1912). Una escuela de artes y oficios en Rufino, calles en varias ciudades y un partido bonaerense recuerdan su nombre” (7).
Uno de sus descendientes, Emilio Daireaux, me escribe: “Ud. menciona a un antepasado mío, tío bisabuelo, Godofredo (Geoffroy) Daireaux, autor de más de 50 libros mayormente de cuentos criollos (y trabajos técnicos agropecuarios), a mi juicio de gran frescura y agudeza, que pintan la colonización rural a fines del siglo XIX. Un hermano suyo, ascendiente directo mío fué Emilio Daireaux (1845-1914), abogado francés, llegado al país con Godofredo hacia 1870. Emilio también escribió varias interesantes obras sobre nuestro país (la más conocida "Vida y costumbres del Plata", también con versión francesa), dirigió el periódico L'Union Francaise, y fue un difusor de la posibilidades argentinas para la inversión de capitales e inmigración francesa en conferencias en Francia, en la "Revue des deux mondes", etc. Murió en París. (...) Nuestra familia procede de dos franceses. Emilio y Godofredo que llegaron a Buenos Aires muy jóvenes a la época de la guerra franco-alemana (1870). Ambos eran hijos de un francés, oriundo de Normandía, Francois Daireaux, que se estableció por unos 30 años en Río de Janeiro y habiéndo hecho una cierta fortuna con la explotación de café, volvió a Francia hacia 1850. Mi bisabuelo nació en Río hijo de padre y madre francesa en 1845. Godofredo en París en 1849. Francamente no tengo del todo claro porqué eligieron venir a nuestro país. Creo que Emilio, que era un joven abogado, vino por razones comerciales y su hermano menor lo siguió. Digamos que Emilio que era un tanto más estructurado que su hermano menor, se casó con la Sra. Amalia Molina, de tradicional familia porteña y se arraigó en la sociedad de aquellos años, abriendo su bufete de abogado en Buenos Aires y relacionándose con los personajes de la época, como Mitre, Roca, etc. Produjo varias obras de importancia sobre el país, la principal "Vida y costumbres del Plata" (Hachette, 1888), fundó el periódico de la L'Union Francaise", que dirigió junto con Alfred Ebelot y colaboró con varias publicaciones como "La Revue de Deux Mondes", "La Revue Britannique", etc. Sus últimos años los pasó en París donde murió en 1914. Su familia se estableció, una parte (la más numerosa) en la Argentina y otra parte en Francia, donde prácticamente hoy se ha extinguido. Acá en cambio se ha ampliado considerablemente. A su vez, Godofredo fue un hombre sumamente activo y emprendedor ,que participó en la fundación de diversas ciudades como Laboulaye, General Viamonte y Rufino y fue un gran conocedor del campo argentino que inspiró su relativamente extensa obra literaria, muy popular en sus años. (...) Ambos hermanos Daireaux murieron en 1914. Hay un Partido y una ciudad de la Provincia de Buenos Aires, que llevan el nombre de Daireaux. Está situada a unos 450 kms. al Oeste de la Capital y nuestra familia todavía conserva campo allí. (...) Respecto de los Daireaux (descendientes de Emilio), mi abuelo, Carlos Geoffroy estudió la carrera naval en Brest y Toulon (Francia) y se asimiló a la Marina argentina en 1898, como Capitán de Fragata (presidencia de Roca), llegando al grado de Vicealmirante y Ministro de Marina. Su hermano Jacques Daireaux Molina, fue abogado en la Argentina y otro de sus hermanos, Max, ingeniero, vivió en Francia y alcanzando cierto éxito como escritor literario hacia los años 1930-1950. En Francia fue galardonado entre otros con el Premio Municipal de Literatura de París. Fué amigo de Marcel Proust y hace un tiempo se publicó un interesante artículo en " La Nación " del profesor Herbert Craig (Universidad de Nebraska) refiriéndo aspectos de esa amistad".

“A finales de la primera mitad del siglo XIX se empezó a dar un fenómeno que persiste hasta hoy en día la Caricatura Política de Indole Satírico. (...) en 1863 se funda El afamado Semanario El Mosquito.(...) A diferencia de las anteriores caricaturas políticas en este caso eran la atracción principal de la revista, es decir no adornaban noticias o notas y era de carácter profesional (en cuanto al tema de la caricatura) e independiente (no seguía ningún tipo de línea política, su ideología era molestar a los políticos con humor). Su tirada inicial era de 1500 ejemplares de 4 páginas y se distribuía por suscripción. Su primer caricaturista y uno de sus fundadores fue el francés Henri Meyer (1844 - 1899) También franceses serian la mayoría de los caricaturistas que pasen por sus paginas: Adam; Julio Monniot, Ulises Advinent. Otros autores Henri (Enrique) Stein, Carlos Clérice (el único de los ilustradores nacido en la Argentina, pero de padres franceses),(...),Faría, Demócrito (seudónimo del español Eduardo Sojo, que se haría caricaturista célebre desde las páginas de Don Quijote, una talentosa y combativa publicación satírica) y E. Damblans (otro francés que compartió la portada con el director propietario y lo reemplazó cuando éste hizo un largo viaje por Europa)” (8).
“Una mirada sobre la prensa francesa en la Argentina no puede dejar de mencionar la trayectoria de "El Mosquito" que salió entre mayo de 1863 y julio del 93. Fue fundado por el alsaciano Henri Meyer pero alcanzó mayor notoriedad como su principal figura, el también francés Henri Stein . Era una publicación independiente, satírica y burlesca, que no dejó pasar ningún suceso del país o de la ciudad sin que la pluma o el lápiz de sus colaboradores lo reflejasen con humor y veracidad. Supo encontrar para todos los personajes destacados la caricatura que exaltaba el detalle físico o el aspecto de su personalidad que mejor lo representaba: la galera y el poncho de Urquiza, la naríz de Adofo Alsina, el cigarro de Mitre, la corta estatura de Avellaneda, el mentón de Sarmiento” (9).
Alberto Novión, autor teatral, nació en Bayona en 1881; falleció en Buenos Aires en 1937. “Maestro del género del sainete, entre sus obras sobresalen Facha tosta, El tango de la muerte y En un burro tres baturros. En 1919, la compañía teatral de Arata-Simari-Franco estrenó en el Teatro Nacional su obra El cabaret de Montmatre, cuyo rotundo éxito se tradujo en 328 representaciones. En 1956 el director Luis Mottura llevó al cine su obra Bendita seas. Escribió las letras de algunos temas que se cantaban en sus piezas teatrales, como Pavadas, que fue registrado dos veces por el dúo Gardel-Razzano: 1919 y 1931” (10).
“La producción teatral de Alberto Novión (1881-1937) es extensa y variada. Es autor de La chusma, La caravana, La familia de don Giacumín y Don Chicho, textos que corresponden al pasaje del sainete al grotesco criollo. Escribió también comedias y zarzuelas. A pesar de su importancia para el teatro argentino, últimamente fue poco representado. Novión nació en la ciudad de Bayona, en Francia. Se trasladó con su familia a Montevideo, luego se instaló en Buenos Aires y se nacionalizó argentino. Su primera obra se llamó Doña Rosario, en homenaje a su madre y en 1905 (en el Teatro Nacional) fue protagonizada por Orfilia Rico. Al año siguiente estrenó con José Podestá Jacinta. Ni siquiera intuiría entonces que iba a escribir casi cien obras de teatro” (11).
Un aviso publicado en la revista teatral La Escena N° 99 anuncia que en la temporada 1920, en el teatro Politeama, se presenta la compañía de Roberto Casaux todos los días con extraordinario éxito. Los actores interpretan El vasco de Olavaria (12), de Alberto Novión (1881-1937), obra que la publicación reproduce.
En el prólogo, don Joaquín de Vedia escribe sobre la personalidad de Novión, de quien dice que “es uno de los fuertes trabajadores del teatro argentino, porque es bueno, porque es alegre, porque ni la envidia lo devora ni la vanidad lo irrita”. Acerca de la circunstancia en que el prologuista conoció al dramaturgo, leemos: “Lo conozco desde los primeros días de su carrera de autor: fue mi pobre y grande amigo Florencio Sánchez quien me llamó la atención hacia él, cuando el estreno de La cantina, un modelo de sainetes populares. Desde entonces, otras obras, de diversos géneros y de diferentes proporciones han popularizado el nombre y han afianzado los prestigios de Novión entre los que siguen la marcha, más o menos difícil, más o menos ocasionada a tropiezos y barquinazos, de este pensamiento de hacer un teatro nacional” (13).
El pintor Fernando Fader nace “en Burdeos, Francia, en la casa de su abuelo materno, Pedro Adolfo Bonneval, en la calle Nauville 10, el once de abril de 1882”. Ignacio Gutiérrez Zaldívar escribe: “Fernando Fader en un reportaje que le realizara el recordado José León Pagano en la década del 20, manifiesta que es “mendocino”, pese a que había nacido en Francia y en todos sus documentos y partida de casamiento, figura como nacido en Buenos Aires. Conoce Mendoza cuando contaba cuatro años y pese a vivir tan sólo doce años en Mendoza, su amor y cariño hacia la provincia le hacen manifestar que él es mendocino” (14).

En una entrevista realizada por Ana Da Costa en 2000, Juan Filloy evoca a sus padres. Acerca de su madre, Dominique Granje, relata: “Mi madre fue una francesa que vino en una de las promociones de inmigración del siglo pasado, en una inmigración de labriegos franceses que se afincaron en Pigüé, en la provincia de Buenos Aires. Pero ella se independizó ocupándose del servicio doméstico en la Capital Federal, especialmente en el barrio de San Telmo, el barrio Sur de Buenos Aires. Mi madre era francesa, natural de Toulouse, de un pueblo que se llama Gourdan, que está cerca de la línea férrea que liga Toulouse con Lourdes. De modo que ella estaba ahí, en ese pueblo, junto a una localidad que se llama Montesquieu, un lugar famoso en la antigüedad por unas aguas termales, a las cuales asistían muchas figuras próceres de la literatura mundial. Mi madre se casó aquí, en la Argentina, con un español nativo de Galicia y formaron un hogar en el cual fuimos cuatro hermanos. Pero mi madre había tenido primero relaciones matrimoniales con un belga que la abandonó con tres hijos, los cuales fueron acogidos por mi padre. Los siete crecimos y fuimos educados aquí, en la ciudad de Córdoba. Papá y mamá se conocieron en Tandil, cerca de la Piedra Movediza, que es una figura que se hizo sumamente popular en casa, porque mi padre tuvo dos hijos en las proximidades de la Piedra Movediza. Mi madre fue una persona muy vivaz, de genio muy alegre, pero absolutamente analfabeta. Leí un artículo sobre Delich, que apareció en La Nación, en el cual confiesa que su madre fue analfabeta; bueno, yo digo lo mismo: mi mamá fue analfabeta. Nació en Francia el mismo día en que nació el Delfín, vale decir, el hijo de Napoleón III y la Reina de Francia. Por esa razón mi madre tenía derecho a una educación gratuita, tanto para la escuela primaria, como la secundaria y la superior. Pero mamá tuvo que venir al país, de modo que no aprendió jamás a leer. Era una mujer muy inteligente, con toda la inteligencia de los instintos. En el negocio de mi padre atendía una sección de la tienda en la cual ella se manejaba con total exactitud en los cálculos de los efectos que vendía. Por ejemplo, pongamos por caso que un cliente compra siete metros de satén, o de guipure, cuyo precio era $1,75; mamá no necesitaba un lápiz de ninguna especie, ella, mentalmente, en el acto, decía cuánto era. Tenía una capacidad matemática que es muy particular de muchas personas en Francia” (15).

A su abuelo recordó en un reportaje Abelardo Arias. El escritor nació en Córdoba, aunque él hubiera preferido ver la luz en San Rafael, Mendoza, “en la finca de mi abuela materna, donde pasé casi todos los veranos de mi niñez y adolescencia, en todo caso los más memorables (...) Una criolla casona cerca del Río Diamante y del viejo fortín con foso y puente levadizo que construyó mi abuelo francés, el ingeniero astrónomo Julio Balloffet, el único injerto gringo en cientos de años de criolledad” (16).

Mauro Apicella señala que “Tras la muerte de Gardel se conocieron el testamento –hasta entonces guardado en una caja de seguridad del Banco de Boston-, su nombre verdadero, Charles Romuald Gardes, la fecha y el lugar de su nacimiento. Con la investigación que de allí se desprende se descubre en Toulouse su certificado de bautismo y en el Hospital de la Greve su partida de nacimiento” (17).

En una entrevista (18) que le realicé, la investigadora Jorgelina Corbatta se refirió al mito Gardel:
- ¿Qué podríamos decir de Gardel como fenómeno en Buenos Aires y Gardel en Medellín, tema de un trabajo tuyo?
- Gardel en Buenos Aires consiste en un fenómeno propio (a pesar de las reiteradas y míticas dudas acerca de su origen francés o uruguayo), legítimo, modelo de conducta y motivo de orgullo para todos los argentinos. Gardel, en MedeIlín, es el objeto de un fenómeno de apropiación -de transculturación, define Angel Rama-. Se lo adopta deliberadamente, no sólo por el hecho fortuito de que Gardel murió en Medellín, sino sobre todo porque Gardel, y el tango que él canta, encarnan lo porteño (lo argentino), que constituye la meca de Latinoamérica en esos años, así como Paris ha constituído por tan largo tiempo la de los argentinos. Gardel es, entonces, un mito en Argentina, y un mito doble en Colombia, en la medida en que proviene de ámbitos fabulosos "per se".
- ¿Cuál es la relación existente entre imaginario colectivo y trasposición literaria, vinculada a este asunto?
- Imaginario colectivo es esa suma de fantasías, deseos, miedos, tabúes, que se tejen en una comunidad y van tramando las conductas colectivas e individuales. Transposicion literaria es la formulación de ese imaginario en una obra escrita; por ejempIo, volviendo a Medellín, la existencia de un libro titulado Aire de tango, de Manuel Mejia Vallejo, donde se nos narra acerca de Guayaquil -el barrio tanguero por excelencia-, donde el protagonista se cree el doble Gardel.
- ¿Qué simboliza Gardel?
- Jairo-Gardel es la encarnación literaria de una ilusión deI habitante de Medellín de esa época, o al menos de un pequeño grupo que aspira a tener una cultura tanguera y urbana heredada de los argentinos. Encarna también el desdén por la propia vida, el culto del coraje y cierta camaradería masculina, que son rasgos eminentemente argentinos traspuestos a un ambiente diferente.

Sergio Pujol se refiere a las inmigrantes engañadas que observa en el tango: “muchas de las mujeres del imaginario tanguero enfermaban al errar el camino y dejarse tentar por las luces del centro. Un imaginario de la muerte como castigo ejemplar dejaba entrever, a su vez, una gama de posiciones. Estaban las mujeres engañadas por el sistema (como las francesitas que llegaban a Buenos Aires mal informadas o las provincianas que rodaban ‘una noche en el Maipú’), pero también estaban las pecadoras por voluntad propia” (19).

“El ‘Tortoni’ –señala Carlos Szwarcer- lleva el nombre del famoso café parisino homónimo y fue inaugurado en 1858 por el francés Jean Touan. Hacia 1879 se lo vendió a su familiar y compatriota, Monsieur Celestino Curutchet Este singular hombre, favorecedor de eventos culturales, era quien lo regenteaba hacia 1920, cuando ingresó a trabajar “el turco” Alboger, aunque en virtud de la avanzada edad del empresario (noventa y dos años), la dirección del local fue recayendo en sus hijos mayores: Mauricio y Pedro Alejo. En 1925 falleció Celestino y un año después se produjo la inesperada muerte de Mauricio, detrás del mostrador, hechos que influyeron para que la familia tomara la decisión de vender el café a la firma Rey Hnos. y Pego (20).

Félix Luna explica en un reportaje el origen de la intolerancia: “Se había soñado con una inmigración ideal: anglosajona, o franceses de clase más o menos alta, casos que fueron excepcionales. En cambio, los que vinieron fueron en su inmensa mayoría inmigrantes pobres, personas provenientes de zonas más atrasadas de Europa, de España e Italia, fundamentalmente, que huían de la miseria. Por eso, el tipo de inmigración provocó alguna resistencia y, diría, determinados rezongos en gente como Sarmiento, que en algún momento se manifestó con criterios antisemitas” (21).

La cocina francesa “fue simplificada en el cruce transatlántico, y fórmulas de simple estima se incorporaron al menú argentino, como los huevos poche o la versión de una omelette de espárragos. La famosa masa de hojaldre conservó su carácter complejo y se utiliza aún hoy como masa básica de las medilunas y en la confección de platos dulces o salados. Otro tanto pasó con la soupe a l’onion que se reserva para los fríos días de invierno” (22)

A la Argentina –escribe Graciela Montes-, “fueron llegando los inmigrantes. Solteros y muy jòvenes, algunos casi niños, venìan a ‘hacer la Amèrica’. Provenìan de España, de Italia, de Turquìa, de Rusia, de Francia, de Polonia, de Yugoslavia, en general eran muy pobres y estaban dispuestos a trabajar duro... Algunos regresaron a sus pagos, pero la mayorìa, màs de un millòn, se quedò. Para esos inmigrantes, los hijos eran valiosos. El triunfo de esos hijos en la vida era la certificaciòn de su propio èxito” (23).

“Cada primero de agosto –escribe Alejandro Stilman, a partir de un informe de Pablo Bizón y Diana Pazos-, en Colonia Esperanza, conmemoran el aniversario de la Federación Helvética, la fiesta patria suiza y, dos semanas más tarde, el nacimiento de la Asociación Suiza Guillermo Tell. (...) Esta ‘pequeña Europa’, integrada además por alemanes, franceses y belgas, a los que se sumaron italianos, españoles, polacos, rusos, checos, judíos y árabes, se fundó en 1856. La llaman ‘la primera colonia agrícola organizada del país’ “ (24).
En la colonia Pigüe, fundada por cuarenta familias francesas, se festeja “el 14 de julio, la fecha patria, que es comienzo de la gran Semana de Francia” (25).
“Mientras las estrofas del Himno Nacional conmovían el corazón de los judíos de Rajil, otro grupo de inmigrantes arraigados a 130 km al norte de Bahía Blanca ensayaba una versión a su manera: ‘Entendez mortels le cri sacré/ Liberté, liberté, liberté...’ Sólo que allí se cantaba todos los 14 de Julio en conmemoración de la toma de la Bastilla y era seguido por las notas de la Marsellesa. Con desfiles, cañonazos, discursos y premios artísticos, los franceses celebraban solemnemente su fecha patria en Pigüé, un pueblito barroso de la pampa donde todavía se agitaba el fantasma de las chuza indias” (26).

Amaban la música quienes se establecieron en la Colonia San José, en Entre Ríos. Eran franceses, suizos, alemanes y piamonteses. “No todos tenían gran preparación intelectual –dice Celia Vernaz. Si bien vinieron médicos, bachilleres y gente que tenía escuela y que pudo dedicarse a enseñar, otros solamente sabían trabajar, aunque algo que llama la atención es que la mayoría conocía música y formaban parte de la Banda” (27).

Fue franco-canadiense la esposa de Atahualpa Yupanqui: “En 1948 marchó a Francia, confiando en encontrar más facilidades para su arte. Tuvo la oportunidad de conocer la intelectualidad francesa, y a raíz de aquello, la música de Atahualpa Yupanqui comenzó a escucharse en Europa, y también en el estado español, aunque sufrió la censura de Franco que no le dejó actuar en el territorio. Vivió casi veinte años en París, pero de vez en cuando encontraba un hueco para volver a Argentina, sobre todo cuando la situación política le era favorable. Se casó con la franco-canadiense Paule Antoinette "Nenette" Pepin Fitzpatrick, y la pareja fue un nudo importante de creación artística: Cerca de cuarenta obras del repertorio del Maestro son de la autoría de Pablo del Cerro, pseudónimo que utilizaba la esposa” (28).

La decisión de María (29) es el libro que escribieron María Carmen Merbilhaa del Frate y Amalia María Calandra Merbilhaa. “Las autoras, al encontrar las cartas de su abuela, hija de inmigrantes bearneses que se establecieron en el campo a mediados del siglo XIX, descubren interesantes testimonios de vida en el pueblo de General Belgrano y en la ciudad de La Plata a principios del siglo XX. Ellas agregan comentarios y anécdotas propias o transferidas por sus familiares. Pretenden homenajear a su querida abuela y contar a sus descendientes, con un toque de humor, vivencias de la infancia que compartieron” (30).
A los 101 años, María Trepicchio de Danna recuerda: “Ah, la Primera Guerra se sufrió mucho porque todos los inmigrantes tenían a sus familiares en Europa”. La ayuda a los damnificados no se hizo esperar: “Con el Círculo de Damas Francesas tejí para los soldados partidarios de De Gaulle”. Cuando la guerra llega a su fin, también en la Argentina festejan: “la paz se celebró con locura, en casa entonamos La Marsellesa aquel día, con la bandera desplegada en el living” (31).

Margarita Marc de Soto es hija de franceses afincados en Alberdi. Acerca de ella escribe Carolina Muzi: “La cocina fue una constante en su vida y las perdices en escabeche, una de las especialidades más celebradas por familiares y amigos. Pero Margarita no sólo las cocinaba: también las cazaba" (32).

En Villa General Belgrano, Còrdoba, vive Pierre Cottereau. En una carta fechada en 1997, manifestó: “si bien soy extranjero, no soy un inmigrante. Lleguè a este paìs en calidad de turista para conocer a unos familiares emigrados en 1889, entre ellos mi abuelo materno que retornò a Francia en 1900 y que no he conocido. Me quedè por pura casualidad, el haber encontrado un trabajo provisorio que me lanzò hasta independizarme; llegaba con el bagaje de òptico tècnico industrial” (33).

“Todo empezó el 3 de octubre de 1964 –escribe Mónica Beltrán-. El presidente argentino Arturo Illia y su par de la República Francesa, general Charles De Gaulle, firmaron en Buenos Aires un acuerdo de cooperación cultural, científico y técnico. Dos días después, el jefe de Estado francés, en visita oficial al país, colocó en un terreno de más de una hectárea la piedra fundamental de lo que hoy es el Liceo Franco Argentino Jean Mermoz, en el barrio de Belgrano. (...) La última semana los casi 1.600 alumnos del Liceo organizaron diversas actividades para festejar los 30 años: los chicos de jardín y preescolar soltaron en el patio cientos de globos con los colores de la bandera francesa; los de primaria bailaron el pericón y los más grandes exhibieron sus investigaciones sobre la vida del piloto Jean Mermoz, que prestó su nombre a la escuela”.
Daniel Fédou, rector general de la institución, expresó: “Fue una buena iniciativa porque los chicos no conocen demasiado a Mermoz, un hombre muy importante para la relación entre los europeos y los americanos. Abrió numerosas rutas aéreas en América del Sur, que llegaron, incluso, hasta Río Gallegos” (34).

En una entrevista, Tini de Bocourt afirmó: “me crié en una familia para la que lo externo no contaba para nada. Los valores eran otros. Ojo, no es que fueran intelectuales. Pero mi mamá era húngara y mi papá francés, y ponían el foco en todo aquello que no fuera lo exterior. Y ésa fue mi salvación y mi ancla” (35).

Claudia Lapacó desciende de franceses. Ella afirmó: “Todas las noches rezo el Padrenuesto en francés sólo para agradecer lo que tengo” (36). Su origen se evidencia en su arte: “La canción no es una novedad para esta actriz que se fogueó en temas franceses. ‘En 1985 hice tangos en francés con Virgilio Expósito y, en 1987, junto con Elena Mignaquy. Fue mi última actuación en la canción’ ” (37).

Notas
1 Sourigues, Carlos: “Los colonos”, en Vernaz, Celia E.: La Colonia San José. Santa Fe, Ediciones Colmegna, 1991.
2 Peyret, Alejo: “Memoria de la colonia”, en Vernaz.
3 Lantelme, Pablo: “El idioma en la enseñanza”, en Vernaz.
4 S/F: “Nuestra historia”, en www.colegiosanjose.edu.ar.
5 Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarìn, 2002.
6 Borges, Jorge Luis: Biblioteca personal (prólogos). Buenos Aires, Alianza, 1988.
7 S/F: “Biografía de autores”, en wwwweb@filiados.com.ar.
8 Psicofxp: “ENCICLOPEDIA DE LA HISTORIETA EN ARGENTINA, Prehistoria de la historieta Argentina (hasta 1910)”, en www.psicofxp.com.
9 S/F: “La prensa francesa en el Río de la Plata”, en www.embafrancia-argentina.com.ar.
10 Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarìn, 2002.
11 Rago, María Ana: “Autor poco representado”, en Clarín, Buenos Aires, 10 de octubre de 2003.
12 Novión, Alberto: El vasco de Olavarría. En La Escena Revista Teatral N° 99. Buenos Aires, 1920.
13 Vedia, Joaquín de: “Prólogo” a Novión, Alberto: El vasco de Olavarría.
14 Gutiérrez Zaldívar, Ignacio: Fader en casa. Buenos Aires, Zurbarán Ediciones, 2003.
15 Da Costa, Ana: “Entrevista a Juan Filloy”, en www.bibnal.edu.ar, 2 de marzo de 2000.
16 S/F: Entrevista a Abelardo Arias, en Historia de la literatura argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. Vol. 6.
17 Apicella, Mauro: “La ‘verdad histórica’ del Zorzal Criollo”, en La Nación, Buenos Aires, 28 de septiembre de 2003.
18 González Rouco, María: “Jorgelina Corbatta, estudiosa de mitos argentinos”, en El Tiempo, Azul, 1989.
19 Pujol Sergio: “Peligros de la vida disipada. La tragedia de las Esthercitas”, en Clarín, Buenos Aires, 31 de agosto de 2002.
20 Szwarcer, Carlos: “El Tortoni y el Izmir. Un nexo para la historia", en Cuadernos del Tortoni Nº9. Bs. As. Abril de 2003. Pág. 1 a 9. Incluido en http://www.cronoscultural-arg.galeon.com.
21 Gilbert, Abel: Buenos Aires no es sólo Puerto Madero”, en La Nación, Buenos Aires, 14 de febrero de 1999.
22 Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: A la mesa. Buenos Aires, Grijalbo.
23 Montes, Graciela: “La infancia y los responsables”, en Machado, Ana María y Montes, Graciela: Literatura infantil. Creación, censura y resistencia. Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
24 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana Pazos (informe): “Suizos Colonia Esperanza / Santa Fe La vida en una pequeña Europa”, en “COLONIAS Y PUEBLOS DE LA ARGENTINA La ruta de los inmigrantes”, en Clarín, Buenos Aires, 7 de setiembre de 2003.
25 Stilman, Alejandro (texto), Pablo Bizón y Diana Pazos (informe): “Franceses Pigüé / Pcia. de Buenos Aires La colonia de la omelette gigante”, en “COLONIAS Y PUEBLOS DE LA ARGENTINA La ruta de los inmigrantes”, en Clarín, Buenos Aires, 7 de setiembre de 2003.
26 Wolf, Ema (texto) y Patriarca, Cristina (investigación): La gran inmigración. Ilustraciones: Daniel Rabanal. Buenos Aires, Sudamericana, 1997. 6° ed. (Sudamericana Joven Ensayo).
27 Vernaz, Celia: La Colonia San José. Santa Fe, Colmegna, 1991.
28 “Atahualpa Yupanqui: el canto del viento”, recopilado y ampliado por UNO, en Boletín Literario “Basta ya”, Córdoba, Octubre 30, 2005.
29 Marbilhaa Del Frate, María Carmen y Calandra Merbilhaa, Amalia María: La decisión de María. Buenos Aires, Dunken, 2003.
30 S/F: en Marbilhaa Del Frate, María Carmen y Calandra Merbilhaa, Amalia María: La decisión de María. Buenos Aires, Dunken, 2003.
31 Muzi, Carolina: “El siglo que yo vi”, en Clarín Viva, 26 de septiembre de 1999.
32 ibídem
33 Cottereau, Pierre: Carta enviada a MGR en 1997.
34 Beltrán, Mónica: “Un colegio con acento francés”, enClarín, Buenos Aires, 26 de septiembre de 1999.
35 Sánchez, Fernanda (texto); Didari, Maximiliano (foto): “Tini de Bocourt ‘Mi romance con el espejo me costó caro’ “, en Para Ti, Nº 4247, 12 de diciembre de 2003.
36 Gorodischer, Julián: “CLAUDIA LAPACO, EN “DOBLE VIDA” Y EN “LA PROFESION DE LA SEÑORA WARREN” ‘Me cansé de las buenas madres’ ”, en www.pagina12.com.ar, 20 de mayo de 2005.
37 Freire, Susana: “Nuevo musical con Claudia Lapacó”, en La Nación, reproducido en www.ayudatareas.com.ar.

En memorias

Amadeo Jacques nació en París en 1813 y falleció en Buenos Aires en 1865. “En Francia, estudió en el Liceo de Borbón y en la Escuela Normal de París; dictó clases en Amiens y Versalles y, a los 24 años, obtuvo el doctorado en Letras en La Sorbona. Poco después se graduó como Licenciado en Ciencias Naturales en la Universidad de París. Luego de ejercer la docencia en otras instituciones francesas, en 1852 se trasladó a Montevideo, Uruguay, y más tarde se estableció en Entre Ríos, donde se dedicó a la daguerrotipia y a la agrimensura. En 1858 fue nombrado director del Colegio de San Miguel de Tucumán, donde desarrolló una obra renovadora de los sistemas pedagógicos. En 1860 se dedicó al periodismo, publicando proyectos de reglamentos sobre instrucción pública en diarios de la provincia de Tucumán. Por ofrecimiento del vicepresidente de la República, Marcos Paz, fue director y, años más tarde, rector del Colegio Nacional de Buenos Aires. En esa función transformó la enseñanza, introduciendo las nuevas ideas cientificistas que provenían de Europa y planeó la educación primaria, secundaria y universitaria. Fue un renovador de la enseñanza en la Argentina” (1).
Miguel Canè nos ha dejado en Juvenilia (2) testimonio de su admiración por Jacques. A las figuras del grotesco enfermero italiano y los temibles quinteros vascos, contrapone la grandiosidad del profesor, sìmbolo de la inmigraciòn anhelada por los hombres del 80. Destaca su loable acciòn académica: “El estado de los estudios en el Colegio era deplorable, hasta que tomó su dirección el hombre más sabio gue hasta el dia haya pisado tierra argentina. Sin documentos a la vista para rehacer su biografia de una manera exacta, me veo forzado a acudir simplemente a mis recuerdos, que, por otra parte, bastan a mi objeto. Amedèe Jacques pertenecìa a la generaciòn que al llegar a la juventud encontrò a la Francia en plena reacciòn filosòfica, cientìfica y literaria. La filosofía se había renovado bajo el espíritu liberal del siglo, que, dando acogida imparcial a todos los sistemas, al lado del cartesianismo estudiaba a Bacon, a Espinosa; a Hobbes, Gassendi y Condillac, como a Leibnitz y a Hegel, a Kant y a Fichte, como a Reid y Dugal-Stewart”.
“De ahí había nacido el eclecticismo ilustrado por Cousin, sistema cuya vaguedad misma, cuya falta de doctrina fundamental, respondía maravillosamente a las vacilaciones intelectuales de la época. Jouffroy había abierto un surco profundo con sus estudios sobre el destino humano, algunas de cuyas páginas están impregnadas de un sentimiento de desesperanza, de una desolación más profunda, alta y sincera que las paradojas de Schopenhauer o los sistemas fríamente construidos de Hartmann. Maine de Biran dejaba aquellas observaciones sobre nuestra naturaleza moral, que admirarán siempre como los grandes caracteres de Shakespeare. Villemain hacía cuadros inimitables de estilo y erudición; Guizot enseñaba la historia que Thiers escribía; la pléyade hacia versos, dramas y novelas; Delacroix, Scheffer y Gérome, pintura; Clésinger y Pradier, estatuaria; Lamartine, Berryer, Thiers, etcétera, discursos; Rossini, Méyerbeer, Halévy, música, y Arago, Ampere, Gay-Lussac, C. Bernard, Chevreuil, daban, a la ciencia vida, movimiento y alas. Amédée Jacques habíá crecido bajo esa atmósfera intelectual, y la curiosidad de su espíritu le llevaba al enciclopedismo. A los treinta y cinco años era profesor de filosofía en la Escuela Normal y había escrito, bajo el molde ecléctico, la psicología más admirable que se haya publicado en Europa. El estilo es claro, vigoroso, de una marcha viva y elegante; el pensamiento sereno, Ia lógica inflexible y el método perfecto. Hay en ese manual, que corre en todas las manos de los estudiantes, páginas de una belleza literaria de primer orden, y aún hoy, quince años después de haberlo leído, recuerdo con emoción los capítulos sobre el método y la asociación de ideas”.
“Al mismo tiempo, el joven profesor se ocupaba en las ediciones de las obras filosóficas de Fenelón, Clarke, etcétera, únicas que hoy tienen curso en el mundo científico”.
“Pero Jacques no era uno de esos espíritus frios, estériles para la acción, que viven metidos en la especulación pura, sin prestar oído a los ruidos del mundo y sin apartar su pensamiento del problema, como Kant, en su cueva de Koenigsberg, levantando un momento la cabeza para ver la caída de la Bastilla, y volviéndola a hundir en la profundidad de sus meditacioncs, como el fakir hindú que, perdido en la contemplación de Brahma y susurrando su eterno e inefable monosílabo, ignora si son los tártaros o los mongoles, Tamerlán o Clive, los que pasan como un huracán sobre las llanuras regadas por el río sagrado Jacques era un hombre y tenía una patria que amaba; quería que; como el espíritu individual se emancipa por la ciencia y el estudio, el espíritu colectivo de la Francia se emancipara por la libertad. Hasta el último momento, al frente de su revista La libertad de pensar, como al pie de la última bandera que flamea en el combate, luchó con un coraje sin igual”.
“El 2 de diciembre, como a Tocquevillc, como a Quinet, como a Hugo, lo arrojó al extranjero, pobre, con el alma herida de muerte y con la visión horrible de su porvenir abismado para siempre en aquella bacanal”.
Evoca el exilio del francés: “Tomó el camino del destierro y llegó a Montevideo, desconocido y sin ningún recurso mecánico de profesión; lo sabía todo, pero le faltaba un diploma de abogado o de médico para poder subsistir”.
“Abrió una clase libre de física experimental, dándole el atractivo del fenómeno producido en el acto; aquello llamó un momento la atención”.
“Pero se necesitaba un gabinete de física completo, y los instrumentos eran caros”.
“Jacques los reemplazaba con una exposición luminosa y por trazados gráficos; fue inútil. La gente que allí iba quería ver la bala caer al mismo tiempo que la pluma en el aparato de Hood, sentir en sus manos la corriente de una pila, hacer sonar los instrumentos acústicos y deleitarse en los cambiantes del espectro, sin importarle un ápice la causa de los fenómenos. Dejaban la razón en casa y sólo llevaban ojos y oídos a la conferencia”.
“Un momento Jacques fue retratista, uniéndose a Masoni, un pariente político mío, de cuyos labios tengo estos detalles. Florecía entonces la daguerrotipia, que, con razón, pasaba por una maravilla. Fue en ese época que llegó, en un diario europeo, una noticia muy sucinta sobre la fotografia, que Niepce acababa de inventar, siguiendo indicaciones de Talbot. Jacques se puso a la obra inmediatamente, y al cabo de un mes de tanteos, pruebas y ensayos, Masoni, que dirigía el aparato como más práctico, lleno de júbilo mostró a Jacques, que servía de objetivo, sus propios cuellos blancos, única imagen que la luz caprichosa había dejado en el papel. Pero ni la fotografía, que más tarde perfeccionaron, ni la daguerrotipia, que lc cedía el paso, como el telégrafo de señales al de electricidad, daban medios de vivir”.
“Jacques se dirigió a la República Argentina, se hundió en el interior, casóse en Santiago del Estero, emprendió veinte oficios diferentes, llegando hasta fabricar pan, y por fin tuvo el Colegio Nacional de Tucuman el honor de contarlo entre sus profesores. Fueron sus discípulos los doctores Gallo, Uriburu, Nougués y tantos otros hombres distinguidos hoy, que han conservado por él una veneración profunda, como todos los que hemos gozado de la luz de su espíritu”.
“Llamado a Buenos Aires por el Gobierno del General Mitre, tomó la dirección de los estudios en el Colegio Nacional, al mismo tiempo que dictaba una cátedra de física en la Universidad. Su influencia se hizo sentir inmediatamente entre nosotros. Formuló un programa completo de bachillerato en ciencias y letras, defectuoso tal vez en un solo punto: su demasiada extensión. Pero M. Jacques, habituado a los estudios fuertes, sostenía que la inteligencia de los jóvenes argentinos es más viva que entre los franceses de la misma edad y que por consiguiente podíamos aprender con menor esfuerzo”.
“Era exigente, porque él mismo no se economizaba; rara vez faltó a sus clases y muchas, como diré más adelante, tomó sobre sus hombros robustos la tarea de los demás”.
“Mis recuerdos, vivos y claros, en todo lo que al maestro querido se refiere, me lo representan con su estatura elevada, su gran corpulencia, su andar lento, un tanto descuidado, su eterno traje negro y aquellos amplios y enormes cuellos abiertos, rodeando un vigoroso pescuezo de gladiador”.
“La cabeza era soberbia; grande, blanca, luminosa, de rasgos acentuados. La calvicie le tomaba casi todo el cráneo, que se unía, en una curva severa y perfecta, con la frente ancha y espaciosa, surcada de arrugas profundas y descansando como sobre dos arcadas poderosas, en las cejas tupidas que sombreaban los ojos hundidos y claros, de mirar un tanto duro y de una intensidad insostenible; la nariz casi recta, pero ligeramente abultada en la extremidad, era de aquel corte enérgico que denota inconmovible fuerza de voluntad”.
“En la boca, de labios correctos, había algo de sensualismo; no usaba más que una ligera patilla que se unia bajo la barba acentuada y fuerte, como las que se ven en algunas viejas medallas romanas”.
“M. Jacques era áspero, duro de carácter, de una irascibilidad nerviosa, que se traducía en acción con la rapidez del rayo, que no daba tiempo a la razón para ejercer su influencia moderadora. "No puedo con mi temperamento", decía él mismo, y más de una amargura de su vida provino de sus arrebatos irreflexivos. No conseguía detener su mano, y entre todos los profesores fue el unico al que admitíamos usara hacia nosotros gestos demasiado expresivos. Un profesor se había permitido un día dar un bofetón a uno de nosotros, a Julio Landivar, si mal no recuerdo, y éste lo tendió a lo largo de un puñetazo de la familia de aquel con que Maubreil obsequió a M. de Talleyrand; otra vez desmayamos de un tinterazo en la frente a otro magister que creyó agradable aplicarnos el antiguo precepto escolar; pero jamás nadie tuvo la idea sacrílega de rebelarse contra Jacques. Bajo el golpe inmediato solíamos protestar, arriesgando algunas ideas sobre nuestro carácter de hombres libres, etcétera. Pero una vez pasado el chubasco, nos decíamos unos a otros, los maltratados, para levantarnos un poco el ánimo. ‘Si no fuera Jacques!’... ;Pero era Jacques!”.

Alfredo Cossón nació en París en 1820 y falleció en Buenos Aires en 1881. “Tras residir en Bolivia, llegó a la Argentina en 1854, con una máquina de daguerrotipo (primer proceso fotográfico de aplicación comercial). Vivió en Salta, Tucumán y Buenos Aires y dictó cursos de Historia y Geografía en el Colegio Nacional de Tucumán, que dirigía Amadeo Jacques. El 5 de octubre de 1871, el presidente Domingo F. Sarmiento lo designó miembro de la Comisión Nacional de Escuelas y participó activamente en el desarrollo de los planes de reforma educacional. Su Curso completo de Geografía fisica, politica e histórica de la República Argentina se convirtió en libro de texto obligatorio en los colegios. Precursor de la fotografía en el país, Cossón fue pionero del uso del daguerrotipo en Salta, técnica que había aprendido con Amadeo Jacques. Fue, además, rector del Colegio Nacional de Buenos Aires durante 16 años” (3).
Cané relata el recuerdo que un condiscípulo tiene de Cosson: “No hace mucho tiempo, al entrar en una oficina secundaria de la administración nacional, vi a un humilde escribiente cuyo cabello empezaba a encanecer, gravemente ocupado en trazar rayas equidistantes en un pliego de papel. Como tuve que esperar, pude observarle. Cada vez que concluía una línea dejaba la regla a un lado, sujetándola para que no rodara, con un pan de goma; levantaba la pluma, e inclinando la cabeza como el pintor que después de un golpe de pincel se aleja para ver el efecto, sonreía con satisfacción. Luego, como fascinado por el paralelismo de sus rayas, tomaba de nuevo la regla, la pasaba por la manga de una levita raída, cuyo tejido osteológico recibía con agrado ese apunte de negrura, la colocaba sobre el papel y con una presión de mano, serena e igual, trazaba una nueva paralela con idéntico éxito. Ese hombre, allá en los años de colegio, me había un día asombrado por la precisión de claridad con que expuso, tiza en mano, el binomio de Newton. Había repetido tantas veces su explicación a los compañeros más débiles en matemáticas que al fin perdió su nombre para no responder sino al apodo de ‘Binomio’. Le contemplé un momento, hasta que levantando e su vez le cabeza, naturalmente después de una paralela ‘réussie’, me reconoció. Se puso de pie, en una actitud indecisa; no sabía la acogida que recibiría de mi parte. Yo había sido nombrado ministro, no sé dónde!, !y él!... Me enterneció y lancé un: !!Binomio!! abriendo los brazos, que habría contentado a Orestes en labios de Pílades. Me abrazó de buena gana y nos pusimos a charlar”.
“-¿Y qué tal, "Binomio", cómo va la vida?”.
“-Bien; estuve,cinco años empleado en la aduana del Rosario, tres en la policía, y como mi suegro, con quien vivo, se vino a Buenos Aires, busqué aquí un empleo y en él me encuentro desde que llegamos”.
“-¿Y las matemáticas? ¿Cómo no te hiciste ingeniero o algo así? Tú tenías disposiciones..”
“-Sí, pero no sabía historia”.
“-Pero no veo, ‘Binomio’, la necesidad de saber si Carlos X de Francia era o no hijo de Carlos IX para hacer un plano”.
“-Desengáñate, el que no sabe historia no hace camino. Tú eras también bastante fuerte en matemáticas; dime, cuantas veces, desde que saliste del colegio, has resuelto una ecuación o has pronunciado solamente la palabra "coseno"?
“-Creo que muy pocas, ‘Binomio’ “.
“-Y, en cambio (¡oh! !yo te he seguido!), en artículos de diario, en discursos, en polémicas, en libros, creo, has hecho flamear la historia. Si hasta una cátedra has tenido con sueldo, no es así?”
“-Si, ‘Binomio’ “.
“- Con que placer te oigo! ¡Ya nadie me dice ‘Binomio’ ! Y, sabes quien tuvo la culpa de que yo no supiera historia? Cosson, tu amigo Cosson, quien tenía la ocurrencia de enseñarnos la historia en francés”.
“-No seas injusto, ‘Binomio’: era para hacernos practicar”.
“-Convenido, pero no practica sino el que algo sabe, y yo no sabía una palabra de francés. Así, la primera vez que me preguntó en clase, se trataba de un rey cuyo nombre sirvió mas tarde de apodo a un correntino que para decirlo estiraba los labios una vara. Era muy difícil”.
“-Ya me acuerdo: Tulius Hostilius”.
“-Eso es. Quise pronunciarlo, la clase se rió, creo que con razón, porque, a pesar de habértelo oído, no me atrevería a repetirlo; yo me enojé, no contesté nunca y por consiguiente no estudié historia. ¡Animal! Así, mi hijo, que tiene seis años, empieza a deletrear un Duruy. No hay como la historia, y sino, mira a todos los compañeros que han hecho carrera” (4).

“En esa época –afirma Carlos Ibarguren en La historia que he vivido- aparecían millonarios que pocos años antes habían llegado al país sin un centavo en el bolsillo o con muy poco capital. Era el caso de Carlos Casado del Alisal, español; de Pedro Luro, vasco francés; de Ramón Santamarina, vasco español; de Eduardo Casey, irlandés, propietarios todos ellos de enormes extensiones de campo; o de Nicolás Mihanovich, dálmata, que empezó como botero y ya era dueño de varias empresas de transporte fluvial, algunas con sede en Londres; o de Antonio De Voto, italiano, fundador de un barrio en Buenos Aires, al igual que Rafael Calzada, español, o de Francisco Soldati, italiano y muchísimos más cuyos apellidos hoy figuran en los rangos de la más alta sociedad” (5).

“El 24 de septiembre de 1940, en ocasión de cumplir los ochenta años, el Sr. Bernardo Lalanne hacía conocer sus memorias de primitivo poblador de nuestra zona: "Nací e1 24 de septiembre de 1860 en la parroquia de Préchacque Josbaig, situada en los Bajos Pirineos (Francia). Alli pemanecí hasta la edad de doce años y nueve meses, de los cuales, tres en la escuela. En 1870 entró en guerra Francia con Alemania y en esa contienda falleció mi padre, que se llamaba Francisco.
En aquella oportunidad tambien Francia perdió la guerra y debió capitular. Napoleón III se entregó con sus ejercitos de acuerdo con sus generales Macmahon y Bassena y desde entonces es República.
En el año 1873 me vine a este hermoso pais, la Argentina, con otros parientes del mismo pueblo, viajando bajo el cuidado de ellos hasta Buenos Aires. Aqui permanecieron ellos y yo me trasladé al pueblo de Azul, donde tenia un tio de nombre Bartolo Bayle. En aquel tiempo el ferrocarril del Sud llegaba hasta Las Flores y desde alli se venia en galera hasta Azul.
El Azul. El Azul, en aquel entonces, era una población muy chica, de unos dos mil habitantes cristianos y estaba rodeada de las indiadas de los caciques Catriel - Cipriano y Juan Jose - y otros capitanejos más que tenian sus tolderias a ambas margenes del arroyo Nievas y en Sierra Chica, en la laguna Burgos. Un cacique importante tambien en aquel tiempo era Manuel Grande, el que tenía mucha indiada a su mando.
Las ocupaciones de los indios. Las principales ocupaciones a que se dedicaban los indios eran las de bolear avestruces y acarrear sal desde las Salinas Grandes, la que conducían en bolsas de cuero que ellos mismos confeccionaban, sobre los lomos de las grandes tropillas de caballos que arreaban hasta llegar al Azul, donde la vendian a los comerciantes por poco mas que nada. Tambien se dedicaban a juntar maiz, a esquilar cuando era la epoca de las ovejas, que existían en poca cantidad, y a matar mulitas y perdices para vender.
También vendian matras y ponchos que las chinas tejian en telares que ellos mismos hacían. Eran tejidos muy bien hechos y los teñian con yuyos que ellas mismas preparaban con los que sabían efectuar bellos dibujos. Estos colores eran de una firmeza y duracion extraordinaria, no perdiendo jamás su brillo y su apariencia vistosa” (6).

En su autobiografía, titulada Con pasión. Recuerdos de un coleccionista (7), afirma Jorge Helft: "No tengo la pretensión de contar, siquiera mínimamente, la Segunda Guerra Mundial. De alguna manera todo parece haber sido dicho. Pero una pregunta suele venirme una y otra vez a la cabeza. ¿Qué fue la guerra, en verdad, para los niños, al menos para los niños como Bichou y yo, hijos de dos padres que habían conseguido escapar al infierno de Europa y se desvivían por ahorrarnos, tanto como pudieran, su sufrimiento y angustia? ¿De qué modo flotaba, silenciosa, por así decirlo, en las entrelíneas de nuestras vidas? ¿De qué modo, igualmente callado y misterioso, perdura en la memoria, y nos influye hoy, que somos todos viejos? ¿Y pasó esa memoria de nosotros los niños, a nuestros hijos y nietos?" (8).

Notas
1 Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarín, 2002.
2 Cané, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires, CEAL, 1980.
3 Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarín, 2002.
4 Cané, Miguel: op. cit.
5 Ibarguren, Carlos: La historia que he vivido. Buenos Aires, Biblioteca Dictio, 1977.
6 Lalanne, Bernardo: fragmento del texto publicado en “MEMORIAS Sección dedicada a los antiguos pobladores que dejaron escritos sus recuerdos”, en Archivo Histórico Alberto y Fernando Valverde, Municipalidad de Olavarría, Secretaría de Gobierno, Año 1997, Revista N°3.
7 Helft, Jorge: Con pasión. Recuerdos de un coleccionista. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2007.
8 Helft, Jorge: fragmento incluido en La Nación Revista, 22 de julio de 2007.

En biografías

Al Chaco llegó Alice Le Saige de la Villesbrumme, quien había nacido en Francia en 1841. “Al separarse de su marido, emigró a la Argentina con sus dos hijos varones en 1888. Obtuvo del gobierno autorización para instalarse como colonizadora en la zona de Arocena, en el Chaco, a 40 kilómetros de Resistencia, entonces población incipiente. Hizo construir una casa, que alhajó con muebles y adornos traídos de su país natal, y dedicó las tierras que le habían sido concedidas a la ganadería. Se convirtió en una figura popular por su distinción y audacia para enfrentar las dificultades de esa vida peligrosa por la proximidad de indios mocovíes. En 1895 recibió en herencia las posesiones de su marido y adquirió las tierras en concesión, más una gran extensión, mejorando sus planteles e instalaciones y convirtiendo a su establecimiento en el principal de la zona. Un día de marzo de 1899 los mocovíes atacaron la casa, matando a varios de sus ocupantes. Los demás huyeron, pero Alice recordó que en la casa quedaba un niño al que había criado y retornó para salvarlo, momento en que fue lanceada. Sus compañeros lograron recoger el cuerpo de la herida y llevarlo a casa de vecinos amigos, pero falleció algunas horas después, en ese 13 de marzo de 1899, mientras su casa y demás instalaciones eran consumidas por las llamas” (1).

“La vida y obra del padre Salvaire es desde hace tiempo motivo de estudio de monseñor Dr. Juan Guillermo Durán. Apasionado y comprometido con el tema, ha emprendido una cuidadosa investigación recurriendo a archivos de distinta naturaleza para dar cuerpo a dos de los tres volúmenes dedicados a su figura”. El obispo se refirió en una entrevista a la personalidad que nos ocupa: "Salvaire llega en octubre en 1870, año de la fiebre amarilla. Viene destinado por la congregación de los padres lazaristas como docente al colegio San Luis Rey de Francia, en Buenos Aires, ubicado entonces en lo que es hoy Paraguay y Libertad, al lado de la Iglesia de las Victorias. Cuenta con 24 años y recién ordenado ha venido de Francia para comenzar sus tareas en el colegio como docente. En 1872, dos años después de llegar, cuando el arzobispo de Buenos Aires, monseñor León Federico Aneiros, le encarga a los padres lazaristas la atención del Santuario, el padre Salvaire pasa a Luján hacia fines de ese año. El primer párroco de los padres lazaristas es el padre Eusebio Fréret; entonces Salvaire ayuda a Fréret en la parroquia y comienza a desarrollar su actividad en Luján, en el Santuario, con la atención pastoral; repara también en la necesidad de restauración del antiguo templo de Lezica y Torrezuri, sobre todo la cúpula, y comienza a trabajar con el tema del hospital, la posibilidad de un colegio y demás. Un año y medio más o menos el padre está trabajando en Luján, hasta que en diciembre de 1873 recibe una carta del provincial de los padres lazaristas donde se le comunica que la congregación lo destina al trabajo misionero con los indios en Azul”.
“Se forma un primer equipo compuesto por el padre Juan Fernando Meister y Salvaire, dos lazaristas que en enero de 1874 se instalan en Azul para intentar evangelizar la tribu de Cipriano Catriel, acantonada desde hace muchos años entre Azul y Olavarría, en torno al Cerro Negro, en un campo de aproximadamente 60 mil hectáreas que había donado a la tribu Juan Manuel de Rosas”.
“Un grupo de indios vivía ya en Azul, más inculturados, que eran indios de Catriel y de dos caciques menores que son Cachul y Mayca, formando una especie de barrio indígena del otro lado del arroyo Azul, camino a Tapalqué, en lo que se llamó y hasta hoy conserva el nombre de Villa Fidelidad, que es un repartimiento de pequeñas chacras que hizo el general Escalada”.
“Entonces, los padres tienen en Azul a un grupito de indios que viven en Villa Fidelidad -incluso Catriel tiene casa en Azul-; así que cerquita de Villa Fidelidad instalan su escuelita para niños indígenas y la capilla. El padre Salvaire cada 15 días o a veces todas las semanas, visita los ranchos, los toldos del Cerro Negro”.
“Para comprender un poquito estos libros que yo he dedicado al padre Salvaire, es necesario tener en cuenta esto. El primer libro de la trilogía que voy a dedicar al padre, rescatando momentos fundamentales de su vida hasta su muerte, se editó en 1998 y lleva por titulo El padre Jorge María Salvaire y la familia Lazos de Villa Nueva. Un episodio de cautivos en Leubucó y Salinas Grandes. Transcurre entre 1866, que es cuando el malón toma cautivos a doña Jacinta Rosales de Lazos y a sus cinco hijos en Villa Nueva, Córdoba, cerquita de Villa María, y son llevados a Leubucó por los ranqueles, hasta l875 cuando el padre Salvaire visita las tolderías de Namuncurá. El primer tomo es la relación entre Salvaire y esta familia, porque Jacinta Rosales es liberada con un hijo que tiene en las tolderías en 1874 por el padre Donati; ella vuelve a su pueblo, Villa Nueva y ahí comienza las gestiones para rescatar a sus cuatro hijos, dos mujeres y dos varones. Precisamente, doña Jacinta Rosales, sus hijos y el padre Salvaire son recordados en un placa colocada en la Basílica, con motivo del centenario del padre Salvaire”.
“Doña Jacinta, ayudada por vecinos de Villa Nueva viaja a Buenos Aires en busca de fondos para poder rescatar a sus hijos, y a través de una persona amiga de monseñor Aneiros, el vicentino José María Lozano, logra ponerse en comunicación con el padre Salvaire en Azul. Y entonces Aneiros le pide a Salvaire si alguno de los dos misioneros podría hacer el viaje a Salinas Grandes. Con él se podrían cumplir tres objetivos: rescatar los hijos de esta mujer y otros cautivos, en la medida que hubiese fondos: los indios no pedían dinero, sino trueque, objetos, por el valor equivalente a determinada cantidad de dinero, como platería, talabartería, yeguas, vacas, etc. Ese sería el primer objetivo por el cual se invita a los misioneros a ver si se animan a viajar a las tolderías de Namuncurá en Chilhué, ubicadas a 750 kilómetros de Azul, entre lo que es hoy la ciudad de Macachín y General Acha. Segundo, para que el misionero hablara con Namuncurá y lo aconsejara que firmara cuanto antes un tratado de paz, porque si no la solución armada -que es la que finalmente se llevó a cabo-, se iba a precipitar; y tercero, para que Namuncurá, como un modo de salvar un poco a la tribu, aceptara la presencia de un misionero en señal de protección”.
“Cuando llega la carta del arzobispo Aneiros, entre los dos misioneros deciden que irá Salvaire, que era más joven y hablaba mejor el castellano que el padre Meister, que era alemán y apenas lo hablaba. Además, Salvaire tenía interés y ya había aprendido a expresarse en araucano, así que es él quien realiza el viaje”.
“El primer tomo sería la radicación de los misioneros en Azul, el comienzo del trabajo con la tribu de Catriel y el viaje de octubre de 1875 a Salinas Grandes. El valor del libro reside además, en que por primera vez se publica su diario y apuntes sobre el viaje de Azul a Salinas Grandes. El libro está trabajado a partir del archivo del padre Salvaire”.
“El segundo tomo se inicia con el regreso del padre a Azul en noviembre, después de un viaje de aproximadamente 23 días, cuando logra traer a tres de los hijos -uno había escapado a Bahía Blanca y después se reencuentra en Villa Nueva con su madre- y otros seis cautivos más. Allí permanece trabajando con los indios de Catriel a la espera de que Namuncurá diga sí a la invitación del misionero, porque le dijo que lo iba a pensar. El segundo tomo se llama En los Toldos de Catriel y Railef. La obra misionera del Padre Jorge María Salvaire en Azul y Bragado, y es el estudio detallado de los dos años de misión del padre Salvaire y Meister en Azul y un viaje que hizo Salvaire para misionar en los meses de julio, agosto y parte de septiembre en Bragado, en la tribu, también acantonada, del cacique José María Railef”.
“Ellos, tristemente, tuvieron que dejar la misión de Azul en febrero l876 por haberse quedado sin indios: en la Navidad de diciembre de 1875, Azul es asolado por un malón que llega hasta Benito Juárez, Tapalqué, que se llama el Malón Grande por su magnitud. Los indios permanecen 12 o 13 días en la zona del Azul saqueando estancias, quemando y tomando cautivos, y Namuncurá logra que Juan José Catriel, que es el cacique porque a Cipriano lo asesinaron en noviembre del `74, se subleve contra el gobierno -en ese momento era presidente Avellaneda y ministro de Defensa Adolfo Alsina-, deje Azul con toda la tribu y se vaya al monte pampeano. Entonces los misioneros, de pronto se encuentran sin indios ya que Juan José Catriel no quiso tampoco que los misioneros siguieran a la tribu. Es así como los padres Meister y Salvaire en febrero dejan Azul. Salvaire pasa a Luján otra vez en 1876, y trae el propósito de cumplir el voto que le había hecho a la Virgen cuando su vida corrió peligro en las tolderías, en su viaje de octubre, noviembre de 1875. Ante un serio peligro de muerte, prometió que si la Virgen intercedía por su vida escribiría la historia, contribuiría a la difusión del culto e intentaría construir un nuevo santuario que reemplazaría al de Lezica y Torrezuri. Ahí comienza el tercer tomo que estoy tratando de construir y que llevaría el titulo El Padre Jorge Maria Salvaire en Luján. Cura y capellán del Santuario. Ahí reconstruiremos el momento en que escribe la historia de la Virgen de Luján que publica en 1884 en dos tomos, las gestiones del padre para comenzar la construcción del nuevo santuario, su viaje a Europa para lograr la coronación pontificia de la Imagen, la colocación de la piedra fundamental del Santuario, cuando es nombrado párroco hasta su fallecimiento, el 4 de febrero de 1899. Serían tres libros que abarcarían la vida de Salvaire en la Argentina, desde su llegada, como docente, misionero y luego cura y capellán de Luján”.
“Yo me propongo estudiar de manera científica su vida porque creo que se dan las características fundamentales en su personalidad sacerdotal como para introducir su causa de beatificación. Eso es lo que quiero demostrar, sobre todo en el tercer tomo; después habría que ver quién asumiría el proceso de iniciar la causa. Yo creo que sí. El padre tiene suficientes virtudes como para ser considerado santo. Pero todo tiene un proceso; primero es necesario que alguien asuma el estudio científico y serio de su vida. El perfil de su vida sacerdotal y sus virtudes hacen pensar de que vivió de tal manera la hondura del Evangelio, su compromiso, su gran amor a la Virgen. Eso posibilitaría intentar introducir el proceso de beatificación, que tiene diversas instancias: primero sería aquí en la Argentina y después una segunda instancia en Roma. Como ejemplo, le comento que una de las causas por las que está demorado el proceso de beatificación del cura Brochero es porque no había escrito una buena base histórica, hubo que rehacer todo. Para evitar eso, he tratado de presentar a quienes tienen que estudiar luego el caso, una panorámica de la vida de él, demostrando que existen posibilidades” (2).

Notas
1 Sosa de Newton, Lily: Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas. Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
2 S/F: “Para acercarse a la obra de Salvaire”, en www.elcivismo.com.

En periodismo

En “Muerte en el lago”, escribe Alvaro Abós: “En 1894, el ciudadano francés Raoul Tramblié había disputado por dinero con su socio, el también galo Francois Farbos, a quien mató y descuartizó. Los restos empaquetados de Farbos habían sido abandonados en la esquina de Cuyo (hoy Sarmiento) y Montevideo, donde funcionaba un mercado, y en diversos baldíos del barrio Sur. El asesino huyó a Francia en un barco y la justicia argentina pidió su extradición, que no fue concedida, lo que motivó un incidente diplomático. Tramblié murió en una prisión francesa en 1914” (1).

Notas
1 Abós, Alvaro: “Muerte en el lago”, en La Nación Revista, Buenos Aires, 5 de febrero de 2006. Fotos: Archivo de Graciela García Romero. Ilustración: Nuno.

En costumbrismo

Godofredo Daireaux fue –a criterio de Eduardo Romano- “un francés que observó y registró nuestras costumbres camperas de las últimas décadas del siglo XIX con verdadero voluntarismo progresista” (1).
Daireaux es el autor de “Matufia”, cuento en el que aparece un personaje francés: “Después del confortable almuerzo, se fue don Narciso a siestear, y se sentaron a la sombra de los preciosos aromas que rodeaban la estancia de don Carlos Gutiérrez, hacendado de la vecindad, don Julio Aubert, francés acriollado y mayordomo de una gran estancia vecina y un vasco, ovejero rico de por allá, que llegado a comprar carneros, a la hora de almorzar, había sido convidado por el dueño de casa” (2).

Notas
1. Romano, Eduardo: en Fray Mocho, Félix Lima y otros: Los costumbristas del 900. Selección y prólogo por Eduardo Romano. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
2. Daireaux, Godofredo: “Matufia”, en Varios autores: Los costumbristas del 900. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).

En textos escolares

Cien lecturas se titula el libro destinado a alumnos de quinto grado, que pubicó la Editorial Guillermo Kraft Limitada. Son sus autores José Mazzanti e I. Mario Flores. La lectura n° 41 de esas cien, es “Los inmigrantes”. Transcribo un fragmento de la misma: “¿Quiénes son los que se han atrevido a desafiar así las penurias de la travesía, abandonando su hogar y su patria? Son los inmigrantes. A medida que van desembarcando, les oímos hablar veinte idiomas distintos. Ved aquel italiano, que baja, de amplio pantalón de pana y raro sombrero; aquel español, de chaqueta corta y ajustada; aquel alemán, rubio y mofletudo... Y desfilan así, con sus trajes y rasgos característicos, rusos, franceses, turcos, belgas... ciudadanos de todos los países que vienen en procura del pan y del bienestar que ofrece nuestro pródigo suelo a todos los hombres de buena voluntad que deseen habitarlo”.

Notas
1. Mazzanti, José y Flores, I. Mario: “Los inmigrantes”, en Mazzanti, José y Flores, I. Mario: Cien lecturas. Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft Limitada, 1956. 19° edición. 249 pp.

En novelas

En 1884, en el periòdico Sud Amèrica se publica como folletìn La gran aldea Costumbres bonaerenses (1), obra que Lucio V. Lòpez dedica a Miguel Canè, su “amigo y camarada”.
En esta obra aparecen franceses –tenderos y clientas-, vistos desde la perspectiva de un escritor que añora un pasado que no volverà. Lòpez compara a los tenderos de antaño con los del presente: “¡Y què mozos! ¡Què vendedores los de las tiendas de entonces! Cuàn lejos estàn los tenderos franceses y españoles de hoy de tener la alcurnia y los mèritos sociales de aquella juventud dorada, hija de la tierra, ùltimo vàstago del aristocràtico comercio al menudeo de la colonia”.
Recuerda a uno de aquellos tenderos criollos: “Entre los prìncipes del mostrador porteño, el màs cèlebre, sin disputa, era don Narciso Bringas: gran tendero, gran patriota, nacido en el barrio de San Telmo, pero adoptado por la calle del Perù como el rey del mostrador. No habìa mostrador como el de aquel porteño: todo el barrio junto no era capaz de desdoblar una pieza de madapolàn y de volverla a doblar como don Narciso; y si la piràmide misma le hubiera querido disputar su amor a Buenos Aires, a la piràmide misma le habrìa disputado ese derecho”.
Describe la estrategia del tendero para dirigirse a su clientela: “Don Narciso subìa o bajaba el tono segùn la jerarquìa de la parroquiana: dominaba toda la escala; poseìa toda la preciosidad del lenguaje culto de la època y daba el do de pecho con una dama para dar el sì con una cocinera”.
“Los tratamientos variaban para èl segùn las horas y las personas. Por la mañana se permitìa tutear sin pudor a la parda o china criolla que volvìa del mercado y entraba en su tienda. Si la clienta era hija del paìs, la trataba llanamente de hija; hija por arriba e hija por abajo. Si èl distinguìa que era vasca, francesa, italiana, extranjera, en fin, iniciaba la rebaja, el ùltimo precio, el ‘se lo doy por lo que me cuesta’, por el tratamiento de madamita. ¡Oh!, ese madamita lanzado entre 7 y 8 de la mañana, con algunas cuantas palabras de imitaciòn de francès que èl sabìa balbucir, era irresistible. Durante el dìa, los tratamientos variaban entre hija e hijita, entre tù y usted, entre madamita y madama, segùn la edad dela gringa, como èl la llamaba cuando la compradora no caìa en sus redes”.
Eugenio Cambaceres era “hijo del químico francés Antonino Cambaceres, establecido en el país desde 1883 a instancias de Juan Larrea, y nieto del personaje de igual nombre que durante la Revolución Francesa presidiera la Convención. Una vez en la Argentina Antonino Cambaceres invirtió la regular fortuna heredada del padre en la compra de campos y pronto se transformó en poderoso estanciero”.
La novela En la sangre “comienza a publicarse en forma de folletín en el Sud-América el lunes 12 de setiembre de 1887 y continúa apareciendo en forma ininterrumpida hasta el viernes 14 de octubre. Ya el sábado 15, en la Sección Noticias, se anuncia su aparición en un volumen de 300 páginas impreso en los mismos talleres del diario” (2).
En esa obra, Cambaceres relata: “Existía en la calle Reconquista, entre Tucumán y Parque, un llamado ‘Café de los Tres Billares’, cuya numerosa clientela en gran parte era compuesta de hijos de familia, empleados públicos, dependientes de comercio y estudiantes de la Universidad y de la Facultad de Medicina. Su dueño, un bearnés gordo, ronco, gritón, gran bebedor de ajenjo, pelado a la mal content e insigne disputador de achaques en historia guerrera y de política, tenía, leguleyo a medias él mismo, una predilección marcada por los últimos. Iba, en su profundo amor a la ciencia representada para él por el gremio estudiantil, hasta hacer crédito a sus miembros de la hora de la mesa y del chinois en épocas adversas de pobreza” (3).
En la Bolsa de Comercio, Julián Martel encuentra “Promiscuidad de tipos y promiscuidad de idiomas. Aquí los sonidos ásperos como escupitajos del alemán, mezclándose impíamente a las dulces notas de la lengua italiana; allí los acentos viriles del inglés haciendo dúo con los chisporroteos maliciosos de la terminología criolla; del otro lado las monerías y suavidades del francés, respondiendo al ceceo susurrante de la rancia pronunciación española” (4).

En Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal, tres personajes discuten acerca de la nacionalidad de unos rufianes. Un personaje afirma: “¡Esos caften son marselleses! (...) y juró que los había visto a montones en las casas del ramo, con sus galeritas melón, sus bigotes mediterráneos y sus pesadas cadenas de oro”. Otro personaje sostiene que son polacos, y un tercero, que son rumanos. Doña Venus emite un “fallo inapelable”, cuando dice “De todo hay, como en botica” (5).
Desde México, Ricardo Clark me escribe: “Pilar de Lusarreta tiene una magnifica novela (Niño Pedro), sobre la construccion de La Plata, con sus inmigrantes y como personajes principales a dos franceses.(...) Un gran trabajo” (6).

En Un noviazgo, escribe Bernardo Verbitsky: “En Montevideo se anunció que el gobierno había iniciado gestiones para ‘repatriar los restos del cantor uruguayo Carlos Gardel’, y esto permitió explotar el asunto con nuevos bríos. Sostuvo Tribuna que era un gesto senil del dictador Terra, a quien acusó de querer explotar el afecto a Gardel para atraerse la adhesión del pueblo al que tenía sometido; quería despojar a los argentinos de los restos del más porteño de los cantores nacionales para capitalizar en propio beneficio su gran popularidad. Magalhaes, admitiendo que era un hombre de suerte, hizo rodar, como cañonazos de una pesada artillería, comentario tras comentario contra Terra. Era una campaña muy simpática en la que atacaba a un dictador y defendía la argentinidad de Gardel, reconociendo la verdad de que era francés de nacimiento, exponiendo generosas razones humanas opuestas a un mezquino concepto de ‘territorialidad’. Y el dia en que de la Torre dio fin a la lectura de su dictamen, ‘en minoría’, publicaba Tribuna en primera página, con grandes títulos y fotografías, la noticia de que la madre de Gardel había pedido por teléfono, desde Toulouse, con voz entrecortada por el llanto, que trajeran el cuerpo de Carlitos a la Argentina” (7).

La justicia por mano propia es otro de los motivos para dejar el país. En De aquí hasta el alba, novela de Eugenio Juan Zappietro, el cirujano belga Hubert Leroy debe huir de Francia pues durante una operación dio muerte intencionalmente a un ministro asesino: “Cuando Francia descubrió el crimen, Hubert Leroy estaba ya en América” (8).

No sólo en el conventillo o en la escuela se aprendían otras lenguas. Gaetano, uno de los personajes de Santo Oficio de la Memoria, lo hace en su lugar de trabajo, el “tranguay”, donde “La gente hablaba en todos los idiomas. Yo aprendí algo de inglés, de francés, de alemán. De polaco también y de yídish. La mayoría de los pasajeros eran inmigrantes. Uno tenía que saludarlos en sus lenguas. Había veinte maneras de decir buen día. Y muchas veces uno tenía que ayudarlos con el cambio, con las monedas” (9).

En Frontera Sur, Horacio Vázquez-Rial describe la llegada a la Argentina de Carlos Gardel y su madre: “Adormilada por el traqueteo del carro y la monotonía del paisaje, Berthe recordaba el agua espesa del río. Charles dormía, envuelto en una manta no muy limpia, encima de la carga informe del vehículo”. El hijo “era robusto, algo grueso, de piel muy blanca y pelo recio, y tenía una voz clara y redonda. Seguramente, era menor de lo que parecía” (10).

Foto

Acerca de Mireya (11), de Alicia Dujovne Ortiz, escribió Ivonne Bordelois: “Inspirado en una fantasía de Cortázar, este relato narra las vicisitudes de Mireya, una prostituta inmortalizada por Toulouse-Lautrec, que habría recalado en Buenos Aires, donde acaso inspirara el célebre tango que la recuerda. En la recreación de Dujovne Ortiz, la pelirroja Mireille, que se distingue de sus congéneres por un espíritu original y poético sumamente idiosincrático, es elevada por Toulouse-Lautrec al rango de modelo y musa predilecta de su atelier, que convoca a la bohemia más prestigiosa del París plástico y literario. Luego, presa del infaltable, sensual y depravado argentino de la época, se traslada a Buenos Aires, donde no sólo aprenderá a bailar tango, sino que inventará nuevos y memorables pasos, y acabará cotizando la gloria de iniciar sexualmente a un adolescente de pelo lacio y excesivo peso, llamado nada menos que Carlos Gardel. Incapaz de perder una sola ocasión de enlazarse proféticamente con la historia, Mireya -cuyo nombre ha sufrido la transformación fonética necesaria al emigrar a las tierras del Plata- llegará a conocer el eléctrico roce de los dedos de Jean Jaurés, entrevisto fugazmente en un apasionado alegato político. Dujovne Ortiz es una escritora en la plenitud de su oficio: es delicioso su vuelo en las escenas eróticas, tan delicadas como intensas. Las descripciones de las sesiones de tango, que acaban por desencadenar duelos mortales entre los malevos trenzados a Mireya, alcanzan una brillantez poética que sorprende a los agradecidos lectores, ya que se sabe que, en esos dominios, nuestra narrativa contemporánea suele alternar chatura con sordidez. Una ironía sagaz y desacralizadora permea su relato, lleno de alusiones inteligentes y citas sobreentendidas que no dejan de sonreír al lector. Sin embargo, en cierto sentido, la cuidadosa documentalista que dio obras tan espléndidas como la insuperada biografía de Eva Perón, traiciona en Dujovne Ortiz a la novelista. En efecto, si bien cronológicamente posible, el intento de crear una figura verosímil que, de un modo psicológico coherente, pueda enlazar, en trato íntimo sucesivo, a protagonistas culturales tan distintos como Carlitos Gardel y Toulouse-Lautrec, resulta un tanto forzado. Al enfrentar ese desafío, la autora corre el riesgo de distraer al lector de una sostenida atención por la trama misma del relato. Una vez leída esta novela, Mireya aparece ante nuestra memoria como una sucesión de brillantes y agudos posters, sintetizadores de una época rica y desgarrada, expuesta bajo el foco potente de un ojo despiadado y de una pluma tan ágil, humorística y lúcida como los bocetos del genial enano de Montmartre. No imprime, en cambio, esa huella profunda que dejan a su paso las historias con que podemos identificarnos más plenamente. Historias menos habitadas acaso por personajes y trasfondos culturales célebres o populares, pero en las cuales el hilo mismo de la narración nos va estrangulando de ansiedad por saber, no sólo lo que ocurre después, sino cómo pudo ocurrir lo sucedido antes. Historias donde los móviles misteriosos y absurdos del corazón de seres a veces mediocres, esnobs, cotidianos o provincianos (como Swann o Mme. Bovary) son los motores inconscientes del devenir, y no las fechas o los lugares del kitsch o el pop histórico que recogerán los investigadores del futuro. Más brillante y pictórica que íntima y profunda, Mireya podrá permanecer en nuestra memoria, sin embargo, como un talentoso fresco realizado con brío innegable por una de nuestras menos frívolas y mejores escritoras actuales” (12).

Carlos Enrique Pellegrini, padre del Presidente de la Nación, nació en Saboya en 1800 y falleció en Buenos Aires en 1875. “Realizó estudios de pintura y dibujo y luego, en 1825, se graduó de ingeniero. Convocado por Bernardino Rivadavia, llegó a la Argentina en 1828 para trabajar en el Departamento de Ingenieros Hidráulicos. (...) desplegó una gran actividad como ingeniero y arquitecto” (13).
El hijo, protagonista de La última carta de Pellegrini, de Gastón Pérez Izquierdo, manifiesta en esa obra que su padre era “un inmigrante. Inteligente y culto, sí, pero desprovisto de fortuna y de linaje, que llegó a esta tierra cuando el esplendor rivadaviano convocó a una gran conscripción de inteligencias para transformar el país. Crédulo de la estabilidad política que podría tener la incipiente nación desembarcó pensando en grandes obras públicas: puerto, alcantarillas, desagües y las demás ensoñaciones que un joven ingeniero de talento puede alojar en su cabeza. Pero Rivadavia cayó y con él los sueños de tecnificación y ornato; en realidad se convirtieron en una larga siesta colonial, que mantendría al país al margen de las calderas y el vapor. No trabajó como ingeniero y se debió ganar la vida con la paleta de pintor. Todo el gran mundo porteño intentó quedarse quieto delante de él para que perpetuara sus rasgos en un lienzo. El profesional cedió paso al artista que con el trabajo del pincel pudo fundar una familia, educarla con dignidad y por la aristocracia de su inteligencia y cultura –sólo por ellas- vincularse igualitariamente con las viejas familias del país” (14).

En La noche que me quieras, de Jorge Torres Zavaleta, un protagonista de avanzada edad recuerda su juventud, cuando, después de matar en un duelo al marido de una amante, decidio viajar a Paris. El presente de ese anciano que recuerda transcurre en 1988 y se altema con su rememoracion, que se inicia con episodios sucedidos a partir de 1928. La juventud de ese hombre, tan lejana ya, está unida indisolublemente a una figura mitica, Carlos Gardel, quien lo trata afectuosamente. Las paginas en que el protagonista se entrevista con El Zorzal para ofrecerIe las letras de tango que compuso brindan al lector una imagen vivida del cantor. Un personaje lo describe asi, recordando lo comentado por uno de los peones: «Gardel Ie hablaba en lunfardo, y como este muchacho era del interior y recien habia llegado a Buenos Aires, no Ie entendia ni medio. Dijo que siempre le hacía preguntas sobre su trabajo: si losyobacas dormian bien, como habian trabajado, Carlitos se interesaba por la gente, por eso lo adoraban».
Para algunos, hablar más de un idioma, era testimonio de su condición de inmigrantes. Para otro, en cambio, era un sello de clase. En La noche que me quieras, Torres Zavaleta muestra el conocimiento de otras lenguas vinculado a un estamento social: “Arturo era un muchacho educado, se vestía bien, por supuesto, se la arreglaba con los idiomas. Algo te ha quedado de tantas profesoras franchutas e inglesas de cuando eras borrego” (15).

Orellie Antoine de Tounnens “encontró la manera de convencer a los mapuche, y a un mes de haber llegado al territorio araucano decretó el nacimiento de la primera monarquía constitucional y hereditaria de La Araucanía. Según la interpretación del biógrafo más importante de Tounnens, Armando Braun Menéndez, los caciques lo aceptaron debido a que en él veían el símbolo de la resistencia frente al Estado chileno. Asimismo, por una leyenda mesiánica, influida por su cristianización colonial, que decía que la guerra y la esclavitud terminarían el día en que llegara un hombre blanco a la región. A su proclamación como Rey, muy pronto siguieron la promulgación de la Constitución de la Monarquía, su difusión en varios periódicos y las cartas de aviso al gobierno de Manuel Montt. El 20 de noviembre de 1860 decidió además incorporar la Patagonia a su reino, fijando los límites de la Monarquía en el río Biobío por el norte, la costa del Pacífico por el este, la costa atlántica desde el río Negro al sur por el oeste, y el Estrecho de Magallanes por el sur” (16).
El protagoniza El rey de la Patagonia (Orellie Antoine I), de Claudio Morales Gorleri (17). Transcribo unas líneas: “Esa noche empezaron los desplazamientos para iniciar los ataques al amanecer en forma simultánea. Orellie montaba junto a Catriel. Los dos ministros quedaron en el aduar. El objetivo de su columna de mil indios era el Azul. Se apostaron al sur del camino real desde donde se podían ver algunas luces del pueblo. El silencio era sorprendido por el grito de algún chajá. Al aclarar avanzaron al paso de sus caballos. Se fueron formando grupos para irrumpir por varias calles. Catriel levantó su lanza con el brazo derecho. Todos estaban pendientes de su orden. Cuando la bajó, la gritería fue infernal. Entraron al galope llevándose todo por delante. En cada comercio entraban de a cientos y rompían, quemaban o se llevaban lo que querían. A cuanto cristiano se cruzaba lo atravesaban con las afiladas lanzas. Era un baño de sangre en una borrachera de furia. A las mujeres las tiraban al suelo en un rincón, las amontonaban para llevarlas después. Al mediodía un capitanejo informaba a Catriel: 400 cristianos muertos, 500 cautivas y 300.000 animales en el arreo.Orellie vomitaba sosteniéndose en un palenque, mientras algunos indios enchastrados en sangre y con sus botines a cuestas, lo miraban con desdén”.

En La logia del umbral, de Ricardo Feierstein, narra uno de los personajes, que vivía en Villa Pueyrredón, a mediados del siglo pasado: “Por las mañanas, en la escuela pública donde todos concurríamos, conviví con el inglés Stanley y el italiano Badaracco, protagonistas de una pelea memorable donde vi correr sangre por primera vez; con el galleguito Pérez y un francés medio raro que se hacía dibujos en las manos con hojitas de afeitar” (18).

En El infierno prometido Una prostituta de la Zwi Migdal (19), Elsa Drucaroff demuestra su talento en la composición de los personajes, especialmente los femeninos. Muestra una Dina que evalúa los beneficios y los perjuicios de las decisiones a tomar. Ella sabe; es esa sabiduría la que la vuelve distinta de las demás. La protagonista puede escapar –o al menos, intentarlo-, pero no lo hace en un principio. Ahí es cuando se pone sobre el tapete la trama de intereses privados, familiares y sociales que permitían que estas mujeres llegaran en esa forma a la Argentina, eludiendo controles, con documentos falsos, burlando a la Asociación Judía para la Protección de Niñas y Mujeres. Porque -demuestra Drucaroff- las mujeres que trae el tratante de blancas, o ya saben a qué vienen, o cuando se enteran, son más seducidas por un plato de comida que atemorizadas por los golpes. La escritora ejemplifica esta aseveración mediante los personajes de Dina, sometida voluntariamente por temor a volver a su tierra, y Rosa, una mujer que creía haberse casado por poder y, ya en Buenos Aires, se niega a trabajar. A ella, le surtió más efecto una buena cena que el castigo físico y el encierro. En esta obra, la autora se refiere a las prostitutas francesas y polacas, destacando que las primeras eran mejor pagadas que las segundas.

Notas
1 López, Lucio V.: La gran aldea Costumbres bonaerenses. Buenos Aires, CEAL, 1980.
2 Frugoni de Fritzsche, Teresita: “En la sangre”, en Cambaceres, Eugenio: En la sangre. Buenos Aires, Plus Ultra, 1968.
3 Cambaceres, Eugenio: En la sangre. Buenos Aires, Plus Ultra, 1968.
4 Martel, Julián: La Bolsa. Buenos Aires, Huemul, 1979. Prólogo de Diana Guerrero.
5 Marechal, Leopoldo: Adán Buenosayres. Buenos Aires, Sudamericana, 1984.
6 Lusarreta, Pilar de: Niño Pedro. Buenos Aires, Guillermo Kraft Limitada, 1955.
7 Verbitsky, Bernardo: Un noviazgo. Buenos Aires, Planeta, 1994.
8 Zappietro, Eugenio Juan: De aquí hasta el alba. Barcelona, Planeta, 1971.
9 Giardinelli, Mempo: Santo Oficio de la Memoria. Buenos Aires, Seix Barral, 1991.
10 Vázquez-Rial, Horacio: Frontera Sur. Barcelona, Ediciones B, 1998.
11 Dujovne Ortiz, Alicia: Mireya. Alfaguara, 1998. 239 páginas.
12 Bordelois, Ivonne: “Peripecias de una musa de Toulouse-Lautrec y de Gardel Brillante fresco de época”, en La Nación, 26 de agosto de 1998. Reproducido en www.literatura.org.
13 Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarín, 2002.
14 Pérez Izquierdo, Gastón: La última carta de Pellegrini. Buenos Aires, Sudamericana, 1999.
15 Torres Zavaleta, Jorge: La noche que me quieras. Buenos Aires, Emece, 2000.
16 http://www.icarito.cl
17 Buenos Aires, Planeta, 1999.
18 Feierstein, Ricardo: La logia del umbral. Buenos Aires, Galerna, 2001.
19 Drucaroff, Elsa: El infierno prometido Una prostituta de la Zwi Migdal. Buenos Aires, Sudamericana, 2006. 336 pp. (Narrativas históricas).

En cuentos

"La escalinata de mármol (1852)" es uno de los cuentos de Misteriosa Buenos Aires, de Manuel Mujica Láinez. Lo protagoniza Monsieur Benoit, de quien se dice que era en realidad Luis XVII. En sus postreros instantes, el francés recuerda su vida: "¡Cuánto dibujó! ¡Cuántos planos nacieron bajo sus dedos hábiles! Desde que llegó a la Argentina, en 1818, no cesó de dibujar. Dibujó flores y animales extraños para el naturalista Bonpland; dibujó bellas fachadas para el Departamento Topográfico: edificios neoclásicos con frontones y columnatas, proyectos de canales, de muelles, de puentes, un mundo fantástico surgió de su pluma finísima, en la trabazón aérea de las cúpulas, de las torres, de los arcos. Antes, en Francia, había sido marino. Sirvió en las cañoneras del Emperador y en las goletas del Rey. Antes estuvo en muchas partes, en las Antillas, en Oriente, en Inglaterra, en Calais... Antes... antes había una terrible enfermedad, dolores agudos, una neblina que le sofocaba... Por más que se afanara en despejar las sombras que envolvían a su infancia, nada conseguía ver. Sin duda aquella enfermedad esfumó su memoria. Lo único que como un solitario peñón emergía en mitad del lago negro, era la escalinata de mármol" (1).

En “Trampa”, escribe Elías Carpena: “Don Julio Sosa era patrón de una tropa de carretas y trabajaba con los hornos y con las quintas de los franceses”. Alberto Oscar Blasi, autor de las notas, explica: “En la Loma Verde de Morón, las quintas de melones y espárragos, y los montes de duraznos, pertenecían a familias francesas” (2).

En “El piola”, Adolfo Pérez Zelaschi presenta a un individuo que se quiere hacer pasar por francés: “Monsieur Gastón lo esperaba en un barcito cercano, donde la mayoría de los clientes se ocupaban más o menos de lo mismo, en mayor o menor escala, muchos de ellos como simples comisionistas de ignotos monarcas del mercado negro que operaban desde lejos, más allá del bien y del mal. Otros parecían trabajar por su cuenta, como este indescifrable Gastón, que se hacía pasar por francés acentuando algunas oes, pero que quizás era griego, o persa, o portugués. Vestía siempre anónimos trajes grises y usaba un eterno bastón, a tal punto que los iniciados lo llamaban también Monsieur Bastón. Según era fama, a veces lo había manejado con destreza en el azaroso curso de su actividad” (3).

El ingeniero civil Alfredo Ebelot nació en Saint Saudens en 1837 y falleció en Toulouse en 1929. “Secretario de redacción de la Revue des Deux Mondes, publicación francesa dedicada a Europa y América, se radicó en Buenos Aires en 1871. En 1875 dirigió la construcción de la llamada ‘zanja de Alsina’, pensada por el ministro Adolfo Alsina para contener a los malones indígenas. Posteriormente acompañó al general Julio A. Roca en la Conquista del Desierto” (4).
Ebelot es el protagonista de “El francés de la zanja”, cuento de María del Carmen García, quien escribe: “El ingeniero Alfredo Ebelot llegaba con su andar de trancos largos, sombrero de fieltro curiendo su rubia y rizada cabellera, botas altas y un poncho pampa cubriendo el hombro izquierdo. El francés se sumaba con frecuencia a beber unas ginebras y a oír y narrar los avatares de un día más en ese confín del mundo en América. Lo había contratado el ministro Alsina, al que conoció en una cena en casa de alguna de las familias distinguidas de Buenos Aires.Su conversación franca y sencilla, su prodigiosa imaginación y sobre todo su espíritu de aventura, convencieron al ministro de Avellaneda de que ése era el hombre indicado para realizar su absurda cruzada contra el indio: la construcción de una gran fosa de cien leguas de extensión que detuviera las incursiones de los malones que asolaban fortines y pioneros. Partiría desde Bahía Blanca y sería completada con la construcción de ochenta fortificaciones. Alsina, enfermo y exaltado, deseaba sellar con una gran obra sus funciones como ministro de guerra” (5).

En “Unico testigo”, Jorge Alberto Reale se refere a una inmigrante: “Manón, Griseta, La Francesita, eran los nombres de la misma mujer. Su aspecto absurdo, de melena recortada y la cruz de su boca bien roja, acompañaban la soledad de aquel lugar. Aquel lugar era el rincón del Bar 103. (...) Llegó a nuestro país engañada por un paisano suyo, con la ilusión de casarse, formar un hogar, tener hijos. Duval parecíaun buen hombre. En Francia, se habían conocido. Ella vivía pobremente con la esperanza de un buen matrimonio y cambiar de rumbo. La inestabilidad social cada vez másaguda y el rumor de una posible guerra con Alemania, la impulsaron a apresurar su viaje a Sudamérica. Cuando llegó, comprobó su error tardíamente. Su hombre cambióde actitud hacia ella. Pasó días extraños, agónicos, sórdidos. Sufrió hambre, vejaciones y finalmente ante la necesidad de sobrevivir tuvo que ceder. Su fe se fue agostando hasta llegar a secar las lágrimas de su corazón y convertirse en una cualquiera. ¡Cómo añoraba su país! -¡Su querido París!- ¡Su Barrio Latino! Cuando llegaban los 14 de Julio lloraba desconsoladamente” (6).

En "Mujer de facón en la liga", escribe Edgardo Cozarinsky: "El nombre del viejo Kutschinski era impronunciable para nosotros; de allí derivó que a su farmacia la llamáramos la farmacia de K. y a su hija Irene K. Sabíamos que eran franceses, los habíamos oído hablar francés entre ellos, aunque otros juraban que en aquella casa hablaban una especie de dialecto alemán. Nos desorientaba la consonancia eslava del apellido. ‘Habrán venido de Francia nomás, pero para mí que son judíos’ murmuraba mi padre antes de añadir, cabizbajo, ‘están en todos lados...’ " (7).

Notas
1 Mujica Láinez, Manuel: Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires, Sudamericana, 1977.
2 Carpena, Elías: Los trotadores. Buenos Aires, Huemul, 1973.
3 Pérez Zelaschi, Adolfo: “El piola”, en Varios autores: El cuento policial. Buenos Aires, CEAL, 1981.
4 Varios autores: Enciclopedia Visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarín, 2002.
5 García, María del Carmen: Cuentos de criollos y de gringos, en colaboración con Fanny Fasola Castaño. Buenos Aires, Editorial Vinciguerra, 1996.
6 Reale, Jorge Alberto: “Unico testigo”, en el grillo, Buenos Aires, N° 37, Mayo-Junio de 2004.
7 Cozarinsky, Edgardo: “Mujer de facón en la liga”, en Tres fronteras. Buenos Aires, Emecé, 2006.

En cuentos infantiles y 

juveniles

Carlitos Gardel protagoniza una historia de Graciela Beatriz Cabal, quien relata que el pequeño ”se había ido por esas calles de Dios, colgado del pescante de algún carro lechero. Cuando aparecía de vuelta en el conventillo, la madre lo corría por el patio, con la chancleta en lo alto, las peinetas a medio salir y los pelos tapándole los ojos. -¿Dónde anduviste metido, desgraciado?- parece que quería decirle. Pero como estaba muy enojada se lo decía en francés (idioma rarísimo pero que era el de ella). Y entonces los vecinos, que habían sacado las sillitas a la puerta de las piezas para observar todo con detalle (sin intervenir porque una madre es una madre), se quedaban en ayunas” (1).

En “El ovillo del destino”, escribe Emilio Saad: “no podía negarse que Buenos Aires progresaba. Ya tenía ferrocarril, calles empedradas y alumbrado público. La aduana proveía riquezas y al puerto llegaban cada vez más inmigrantes. Algunos llamados por el propio gobierno, como Monsieur Duclós, el otro habitante de la casa. Un biólogo que tenía la misión de estudiar la flora de la provincia. Era un caballero alto y distinguido y al hablar, apenas se notaba su acento. A Lina lo que mas le sorprendia era su sencillez” (2).

Notas
1 Cabal, Graciela Beatriz y Contarbio, Delia: Carlitos Gardel. Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1991.
2 Saad, Emilio: “El ovillo del destino”, en Varios autores: La ultima rebelion y otros cuentos de nuestra historia. Ilustraciones: Graciela Sennes. Buenos Aires, Amauta, 2006. 112 paginas. (Narrativa infantil argentina)
 

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En poesías

En su poema “En el día de la recolección de los frutos“, Alfredo Bufano –nacido en Córcega- canta a la inmigración francesa: “Salud, hijos de las Galias gloriosas/ que sabéis abrir surcos y leer a Ronsard,/ hijos de aquella tierra que oyó la voz de Hugo/ y que derrama pródiga su vasta claridad./ ¡Salud, hijos del Arco de Triunfo, hijos magníficos/ de la sabiduría y de la libertad!” (1).

En uno de los poemas reunidos en Monsieur Jaquin (2), José Pedroni evoca, a partir del relato de una colonizadora, la muerte de Ana Esser en el litoral, al desembarcar: "Por bajar mirando al cielo/ cayóse de la planchada/ con todo el pelo rubio,/ con toda su carne blanca./ El Paraná, boca arriba,/tres días que la miraba,/ los ojos llenos de peces,/ ofreciéndole naranjas".

César Fernández Moreno es el autor del poema "Argentino hasta la muerte", en el que se refiere a su condición de descendiente de franceses: "a buenos aires la fundaron dos veces/ a mí me fundaron dieciséis/ ustedes han visto cuántos tatarabuelos tiene uno/ yo acuso siete españoles seis criollos y tres franceses/ el partido termina así/ combinado hispanoargentino 13 franceses 3/ suerte que los franceses en principe son franceses/ si no que haría yo tan español" (3).

Notas
1. Bufano, Alfredo: "En el día de la recolección de los frutos", en Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.
2. Pedroni, José: Hacecillo de Elena.
3. Fernández Moreno, César: "Argentino hasta la muerte", en Varios autores: La poesía argentina. Buenos Aires, CEAL, 1979.

En letras de tango

En ‘Griseta’ (1), tango de 1924, con música de Enrique Delfino y letra de José González Castillo, se evoca a la inmigrante de ese origen:

Mezcla rara de Museta y de Mimí
con caricias de Rodolfo y de Schaunard,
era la flor de París
que un sueño de novela trajo al arrabal...
Y en el loco divagar del cabaret,
al arrullo de algún tango compadrón,
alentaba una ilusión:
soñaba con Des Grieux,
quería ser Manon.

Otra francesa aparece en el tango "Madame Ivonne" (2), musicalizado por Eduardo Pereira, con letra de Enrique Cadícamo:

Mamuasel Ivonne era una pebeta
que, en el barrio posta del viejo Montmartre,
con su pinta brava de alegre griseta
animó las fiestas de Les Quatre Arts.
Era la papusa del Barrio Latino
que supo a los puntos del verso inspirar...
pero fue que un día llegó un argentino
y a la francesita la hizo suspirar.

Notas
1. González Castillo, José: "Griseta" (fragmento), en www.todotango.com.
2. Cadícamo, Enrique: "Madame Ivonne" (fragmento), en F. García Jiménez, H. Manzi, C. Castillo y otros: Tangos antología. Volumen 2. Selección, prólogo y notas por Idea Vilariño. Buenos Aires, CEAL, 1981. (Capítulo, vol.121).

En teatro

En ¡Al campo!, comedia en tres actos de Nicolás Granada, aparece una modista francesa de quince años. La joven habla castellano con dejos de francés, como se podrá observar en estas frases: "Pardon, monsieur, pero yo no tieng la culp...", "Merci, monsieur... La otr companier viendrá luego a probar los vestids de las senioras", "Sí, monsieur, los vestids de conciert" (1).

Armando Discépolo y Rafael José De Rosa son los autores de Mustafá. En ese sainete, estrenado en 1921, don Gaetano destaca el clima amistoso del conventillo, en el que viven franceses: "E lo lindo ese que en medio de esto batifondo nel conventillo todo ese armonía, todo se entiéndano: ruso co japonese; francese con tedesco; italiano co africano; gallego co marrueco. ¿A qué parte del mondo se entiéndono como acá: catalane co españole, andaluce co madrileño, napoletano co genovese, romañolo co calabrese? A nenguna parte. Este e no paraíso. Ese ne jauja. ¡Ne queremo todo!" (2).

En Mishiadura & Metejón, obra teatral con guión de Faruk y Tito Rivadeneira, "La Ñata y Pepino viven en una pieza de conventillo. Ella ama a su hombre y él, un vivillo mantenido, hace lo imposible para no trabajar y a la vez demostrarle su amor. La Ñata decide dejarlo, y un posterior encuentro los muestra en otras condiciones. Ella es alternadora en un cabaret y Pepino ha modificado notablemente su vida. Viste bien, maneja dinero, y todo a causa de su proximidad con negocios no muy santos. Una francesita, como en todo tango característico de la época, se cruza entre ellos. Pero la nostalgia por los años vividos los hace recuperar los tiempos del conventillo" (3).

Notas
1. Granada, Nicolás: ¡Al campo!, en Varios autores: El teatro argentino 3.Afirmación de la escena nativa. Buenos Aires, CEAL, 1980.
2. Discépolo, Armando y De Rosa, Rafael: Mustafá, citado en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.
3. Pacheco, Carlos: "Amor de milonga, tango y conventillo", en La Nación, Buenos Aires, 10 de octubre de 2004.

En cine

Aller simple: Tres Historias del Río de la Plata se estrenó en video en Buenos Aires en 1998, en el cine Cosmos. Es una coproducción francoargentina de 1994, de 82 minutos de duración, codirigida por los franceses Noel Burch y Nadine Fischer y el uruguayo Nelson Scartaccini –a quien pertenece la idea original-, presentada por la productora Cine-ojo, de Marcelo Céspedes y Carmen Guarini.
Acerca de este film, escribió Diego Lerer: "El documental ficción es un registro que pocas veces encuentra salida comercial en la Argentina. Es por eso que el estreno en video de Aller Simple: Tres historias del Río de la Plata, un filme que indaga en las peripecias de la inmigración en la Argentina y el Uruguay, es motivo de celebración".
"Aller Simple (Pasaje de ida) elige un peculiar sesgo narrativo para adentrarse en esta larga historia. La cámara se planta fija en una calle cualquiera de Buenos Aires y vemos pasar gente mientras una voz describe la dura situación económica que atraviesa el país, haciendo pie en el peso de la deuda externa sobre cada uno de los argentinos. En un momento, la cámara se detiene y quedan tres rostros, elegidos al azar, que nos enfrentan. Dos hombres y una mujer. A partir de esas caras, la película se adentra en las ficticias historias familiares de cada una".
"Presuponen, los realizadores, que uno es francés, el otro italiano y la tercera española. Y arman mediante fotografías de época, películas históricas del cine argentino (como Pampa bárbara y Su mejor alumno) y material documental antiquísimo, una suerte de rompecabezas de la inmigración en la Argentina en el siglo que va de 1830 a 1930. Aller simple presenta, una por una, las historias familiares. La del francés, que se convirtió en un rico integrante de la Sociedad Rural; el italiano, que se fue al Uruguay y le costó levantar cabeza pese a la solidez económica comparativa de ese país respecto del nuestro; y, por último, la española, que se integró a la clase media cuentapropista poniendo una carnicería".
"Si bien hay que tener en cuenta que es un material francés y no puede dar ningún dato como presupuesto, a la película no la favorece su excesivo didactismo y su algo arquetípico dibujo del trío de historias (reflejando, cada una, una diferente clase social y una distinta extracción política). Allí donde debería soltar la imaginación que ha puesto en la selección del material visual, la película prefiere ceñirse al tono educativo, casi de material escolar".
"Pero aún así, es un material de alto interés, que consigue amalgamar –y esto es su mérito más interesante- las pequeñas historias con la gran historia, las penurias económicas individuales con los grandes eventos sociales y políticos de ese siglo. La historia de la familia francesa, italiana y española es modificada por acciones como la guerra de la Triple Alianza, la Campaña del Desierto, la llegada del radicalismo, la gran crisis del 29 y el golpe militar del ’30".
"El gran mérito del filme, sin embargo, está en conseguir que el espectador se identifique, que ‘suspenda la incredulidad’ que propone la ficción, cuando en realidad sólo está viendo una narración de fotografías y textos fílmicos ajenos y jamás accede a los rostros cuyas historias se están contando. Acaso, porque la historia (la pequeña) se permite jugar con la Historia (la grande) de una manera provocadora y, por momentos, ambigua".
"Aller simple, codirigida por un uruguayo (Nelson Scartaccini) y dos franceses (Noel Buch y Nadine Fischer), es una presentación de la productora Cine-Ojo, de Marcelo Céspedes y Carmen Guarini, los responsables de Jaime de Nevares: último viaje y La noche eterna. Y se inscribe en la misma búsqueda social que la mayoría de sus filmes propone: encontrar las raíces profundas de lo que damos, cotidianamente, por supuesto. Así, detrás de ese plano de tres rostros que cruzan una tarde cualquiera una calle de Buenos Aires, puede esconderse la historia de un país" (1).
Ricardo García Olivieri considera que la película "se engalana con un portentoso trabajo de montaje a partir de una no menos notable búsqueda de imágenes. Entre tantos documentos, no son menos valiosas algunas ficciones de la época de oro del cine argentino: así Francisco Petrone en Pampa bárbara (se entera con desagrado que debe transportar mujeres a la frontera) y Angel Magaña en plena batalla de Curupaytí en Su mejor alumno. El filme va de sorpresa en sorpresa y salta permanentemente de un personaje a otro y de época en época. Al final, imágenes de la Buenos Aires actual, llena de gente. El narrador dice: ‘Y allí están los descendientes, esperando que Menem cumpla las promesas que llevaron hasta allí a sus antepasados’. Y, sí, hacerse la América nunca fue fácil" (2).

Notas
1. Lerer, Diego: "Tres caras de la historia", en Clarín, Buenos Aires, 4 de julio de 1998.
2. García Olivieri, Ricardo: "Un documental de excepción", en Clarín, Buenos Aires, 31 de julio de 1997.

En televisión

En 2006 se vio en la Argentina la miniserie Vientos de agua, una coproducción del canal Telecinco de España, Pol-Ka y Cien bares (la sociedad de Campanella y el autor Eduardo Blanco. La dirigen Juan José Campanella, Sebastián Pivotto, Paula Hernández y Bruno Stagnaro (1).
Sandra Russo entrevistó a Campanella: "La coproducción argentino-española, una historia de exilios cruzados entre inmigrantes de las primeras décadas del siglo XX y los argentinos que huyeron en el 2001 admite, según Campanella, una clara connotación: "Tenemos la fantasía de ser ‘apolíticos’, pero hacemos política permanentemente, hasta cuando miramos televisión".(...) Cuenta Campanella que para los trece capítulos de Vientos de agua trabajaron dos años y medio. "Escribimos los dos primeros guiones cuatro autores juntos: Aída (Bortnik), Juan Pablo (Domenech), Aurea (Martínez) y yo. Fueron ocho meses. No sólo había que recrear la génesis de los personajes, sino el modelo de estructura sobre el que descansaría la historia. Mucho ida y vuelta, mucha reescritura.
El resto de los guiones se llevó adelante desde marzo de 2004." La idea de entrecruzar a un inmigrante asturiano analfabeto que abandona su tierra natal perseguido por la Guardia Civil con la de su propio hijo, un arquitecto que en 2001 cruza el Atlántico hacia España buscando cómo rearmar su vida y mantener a su familia, se le ocurrió al director mientras vivía en EE.UU., donde residió 18 años. "Un día, en Nueva York, me desperté a las cinco de la mañana para leer todos los diarios argentinos antes de ir a filmar, y pensé ‘pobre el abuelo, que no podía hacer esto’, pero después, destruido por la realidad argentina, me dije: ‘bueno, qué suerte que el abuelo pudo olvidarse de todo y empezar de cero’. O sea, el desarraigo, antes y ahora, es tremendo." Y sobre el desarraigo cabalga Vientos de agua, porque tanto en el barco "Aquitaine", que trae al asturiano Andrés Olalla a la Argentina, como en el piso madrileño en el que se hospeda muchas décadas más tarde su hijo, hay cubanos, húngaros, franceses, italianos, gente que por un motivo u otro tuvo que dejar su tierra y se hace mutuamente una compañía precaria pero al mismo tiempo férrea: la compañía que se hacen los desesperados. Allí nacen esas amistades que se mantendrán de por vida y los roces inevitables de los que intentan permanentemente mantener algún tipo de equilibrio" (2).

Notas
1. Lamazares, Silvina: "DETRÁS DE ESCENA DE LA GRABACION DE ‘VIENTOS DE AGUA’ Una historia de inmigrantes en dos tiempos", en Clarín, Buenos Aires, 2 de setiembre de 2005.
2. Russo, Sandra: "Vientos de agua", la miniserie dirigida por Juan Jose Campanella "Antes y ahora, el desarraigo es tremendo", en www.pagina12.com.ar, 11 de Junio de 2006.

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Así vivieron los franceses en la Argentina. En la opulencia o en las condiciones más precarias, con formación académica o sin ella, se forjaron un destino en el país que los recibió.

 

 
 

 

 
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