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Indice
1. Inmigrantes
1.1 Títeres de San Carlino
1.2 Teatro Sicilia
1.3 Berta Finkel
2. Descendientes de inmigrantes
2.1 Javier Villafañe
2.2 Ariel Bufano
3. Notas
Algunos inmigrantes trajeron a la Argentina la tradición del títere. Aquí, los hijos de otros inmigrantes recibieron su legado.
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Títeres de San Carlino
El titiritero Sebastián Terranova “nació en Palermo en 1864. En 1890 partió hacia América. Estuvo primero en Brasil y allí casó con Carolina Ligotti, de su misma profesión. En 1910, vinieron juntos a Buenos Aires instalándose en el barrio de la Boca, donde Terranova dirigió el teatro de títeres San Carlino (que funcionó en 1910 en Olavarría al 600, y en 1919 en Necochea, entre Suárez y Brandsen). En dicho teatro, tuvo un gran ayudante en Camilo Verdine. Había reunido centenares de figuras y una gran variedad de escenografías y otros elementos para las representaciones teatrales, pero en 1940, un desbordamiento del Riachuelo arrasó con los muñecos de su teatro y destruyó prácticamente todo” (1).
Su esposa, Carolina Ligotti, “nació en Palermo, en 1874. Procedía de una familia de tradición titiritera. Se trasladó a Brasil donde casó con Sebastián Terranova, de su misma profesión. En la ciudad brasileña de San Pablo permaneció doce años, actuando siempre con títeres. En 1910, llegó a Buenos Aires con su esposo. Se instalaron en el barrio de la Boca, con el teatro San Carlino, y por último en el cine Irala, frente a la Plaza Brown, en la Vuelta de Rocha. Llegaron a tener centenares de títeres que encarnaban a los personajes de la caballería andante. La inundación de 1940 arrasó con casi todos ellos y con la utilería teatral. Carolina Ligotti era también pianista de género clásico y moderno; actuó en cines del barrio bonaerense de Villa Crespo, en los intervalos en que dejó el teatro de títeres” (2).
Teatro Sicilia
Vito Cantone “nació en Catania, en 1878. Proveniente de familia de titiriteros, su abuelo materno Cayetano Crimi, fue autor del prólogo de Jerusalem Libertada, adaptada al teatro de títeres. En 1895, al fallecer su padre, Vito Cantone vino con su madre a Buenos Aires. De inmediato, se instaló con los títeres en el Teatro Sicilia, en Necochea 1339. En ese local representó el más variado repertorio de la dramática titiritera. Su madre, Nazarena Crimi, participaba con su canto en estas representaciones. Entre los personajes que desfilaban en escena figuraron Orlando, Reinaldo, Carlos Martel, Carlomagno, la princesa Bradamante, Herminio, Rogelio del Aguila Blanca, otros
paladines de Francia, el emperador africano Agramonte. Asimismo, entre las obras que representó Cantone figuraron: El desafío de Barletta, Romeo y Julieta, Otelo, Don Juan Tenorio, El Romance de Tulio y Adelaida escrito por Juan Cantone, su padre (quien también había escrito las escenas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, que se representaba en las proximidades de Navidad). Vito Cantone fabricaba muñecos característicos de Catania, erectos y más altos que los de Palermo. Los primeros titiriteros de la Boca fueron sicilianos, y entre ellos, se contaron colaboradores de Cantone tales como Vito Correnti, José Macarigno, Salvador Costa, José Constancio Grasso, Felipe Puglionese, Nicolás Scuccimaro, Carmelo Nicostra, Leonardo Maccheroni y otros” (3).
En ese teatro trabajó Juan de Dios Filiberto: “el 8 de marzo de 1885 nació el primero de los cuatro hijos que tuvo el matrimonio formado por Juan Filiberti y Josefa Roballo. Su primer contacto con la música lo tuvo a los seis años, cuando su padre lo llevó a la localidad de Lobos a visitar a un tío que era dueño de un local llamado ‘La Estrella’ (sí, el mismo donde murió Juan Moreira). Allí empezó a degustar el verdadero sabor a Tango. A los 9 años tuvo que empezar a ayudar en la manutención de la familia. Hizo de todo: trabajó en un bazar, vendió diarios, billetes de lotería, fue ayudante en una confitería, calderero en los establecimientos navieros de Mihanovich, obrero en la fábrica ‘La Platense’, carbonero, estibador, herrero y ‘tocador de organito’ en el teatro de títeres ‘Sicilia’ “ (4).
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Berta Finkel
La escritora y titiritera nació en Ucrania y se naturalizó argentina. “Es autora de los libros Tres poemas bíblicos y De luz y de barro. Fue directora del teatro de títeres ‘El gallito cantor’, con el que trabajó durante una década en unión de su esposo, Eliézer Spector, en escuelas, villas y centros de salud. El ministerio de Salud Pública de la Provincia de Buenos Aires los llamó para trabajar en la difusión sanitaria, realizando obras propias sobre diarrea infantil, rabia y otros problemas de salud, intercaladas con obras recreativas. En la Capital Federal dio funciones por cuenta de Extensión Universitaria, e hizo experiencias con títeres con niños desertores de la escuela y en las colonias de vacaciones. Se presentó en Mar del Plata, Bariloche y Córdoba. Hizo experiencias con cuentos titiriteados en una escuela diferenciada durante dos años. Es autora de numerosos cuentos infantiles, publicados en La Prensa, El Hogar, Billiken y Mundo Argentino. Mientras voy creciendo y Castillito de papel, libros para niños, fueron publicados en 1974 y 1976 y reeditados. Su obra El perro ante el espejo, para adultos, fue premiada en el concurso de teatro leído del Odeón, El árbol de cada cual en el Teatro Fray Mocho y La leona en Radio Nacional. Publicó El títere y lo titiritesco, 1981; ¡Chúmbale, Bob!, 1980; Brisita, 1981; Andanzas de Brisita, 1984, y Mensaje a Alex, y otros cuentos, 1984” (5).
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Descendientes de inmigrantes |
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Javier Villafañe
El titiritero, descendiente de españoles, nació en Buenos Aires en 1909, y falleció en esta misma ciudad en 1996. “Considerado como uno de los máximos exponentes de la actividad en el país, fue autor de obras como El gallo pinto y Maese Trotamundo por el camino de Don Quijote, entre otras. Además escribió Vida y meditaciones de un pícaro. Fue reconocido Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires” (6).
Armó su primer escenario “en su casa de Almagro con dos sillas y una frazada por telón – relata Jorge Göttling. Los títeres los armaba con medias y los argumentos surgían de su poder de observación. Javier Villafañe, nacido en 1909, asistió a las últimas funciones del payaso Frank Brown. Fue el pionero del oficio de titiritero cuyas claves descubrió en sus libros. Un buen titiritero hace títeres sin títeres. El teatro comienza por el corazón, se sube a la cabeza como un buen vino y se corporiza con las manos”.
“Usaba mameluco y zapatillas, como un reto o un desafío. En 1933 nace su máxima creación, Maese Trotamundos y habilita su carreta La Andariega, con la que recorrerá los caminos geográficos y sus rutas espirituales. Poeta, investigador, recopilador de las entrañables leyendas del país interior, Villafañe hizo de su vida la gran aventura. Comenzó en La Boca, pero como los genoveses inmigrantes, también él partiría con rumbo incierto” (7).
En diálogo con Pablo Medina, Villafañe evoca los teatros de tìteres a los que asistìan los italianos de La Boca: “Teníamos entre diecisiete y diecinueve años y descubrimos los títeres de La Boca, con Wernicke, José P. Correch y José Luis Lanuza. Era un teatro estable con muñecos de origen italiano –‘los pupi’- que hablaban y decían los textos en genovés... A ese ámbito llegué por primera vez a los diecisiete años. ¡Qué impresión, quedé maravillado! Estos marionetistas representaban episodios de obras que duraban hasta un año. En estos espectáculos de los títeres de San Carlino, las marionetas pesaban entre 20 y 30 kilos y eran manipuladas por una barra. Este descubrimiento de los títeres de La Boca, tal vez, selló mi camino”.
“Desde ese momento visité reiteradamente a don Bastián de Terranova y a su mujer doña Carolina Ligotti –eran una pareja muy hermosa-, descendientes de antiguas familias marionetistas –titiriteros sus abuelos y sus padres-, quienes tenían en Sicilia uno de los más famosos teatros de marionetas. Representaban obras clásicas: Ariosto, de Torcuato Tasso, episodios de las aventuras de Orlando y Rinaldo, que duraban en episodios un año entero, y casi siempre, era su público –el mismo público- viejos italianos, nostálgicos marineros, obreros del puerto de La Boca y algunos curiosos como yo y como Raúl González Tuñón, que me había dedicado su libro El violín del diablo, en plena calle y con quien desde ese entonces, además de frecuentar el teatro de San Carlino, nos hicimos muy amigos”.
Recuerda la relación que lo unió a los titiriteros: “Estos viejos titiriteros de La Boca se convirtieron en grandes amigos míos. Los frecuentaba, y fui testigo de cómo, al igual que sus abuelos y padres, envejecieron y murieron al lado de sus marionetas. Conservo aún fresco en mi memoria el recuerdo imborrable de estos dos pioneros inmigrantes que despertaron en mí la pasión más perdurable por el teatro de muñecos. Desde ese instante y hasta hoy, con 80 años, sigo firme y fiel a ese mandato de la historia en constituirme en un humilde difusor de este arte milenario que es el títere” (8).
Como homenaje a la muerte de Villafañe, se publicó el artículo “Tristeza de Pinochos”, en el que se destaca la influencia que los italianos tuvieron en el descendiente de españoles: “A los 86 años falleció el maestro de titiriteros Javier Villafañe, que además supo ser dramaturgo, escritor y poeta. Fue en La Boca, barrio porteño de malandras y poetas, soñadores y pescadores, donde a sus 17 años y ayudado de sus amigos construyó el primer teatro de titeres. Sesenta y nueve años después, Ciudadano Ilustre de Buenos, falleció victima de un paro cardiaco en el Sanatorio Valle y fue velado en la Intendencia”.
“Dice la leyenda que en sus comienzos llevó sus historias como aquel titiritero de Serrat que iba de pueblo en pueblo, en un carro llamado 'La Andariega'. Corrían los años '30. Antes había estudiado con Don Bastián y Doña Carolina de Terranova, genoveses de La Boca. Saulo Benavente también le impartió lecciones y le aconsejó montar una carpa y convertirse en juglar medieval” (9).
En “Un poeta que recorrió el mundo contando historias con la ayuda de sus títeres” relata Bibiana Ricciardi: “Escribió su primera obra para títeres, Juan Farolero, cuando estaba haciendo el servicio militar en El Palomar. Pero, según él mismo confiesa, estuvo muy influida por el trabajo del grupo de la Boca Los Títeres de San Carlino, a los que Villafañe admiraba. Ellos trabajaban con marionetas muy grandes. (...) Cuando programaron el repertorio para La Andariega pensaron en marionetas como las de la compañía de la Boca, pero eran demasiado grandes para el carro. Fue entonces cuando se les ocurrió utilizar muñecos de guante. ‘Pero acá en el año 33 no había tradición de guante, entonces tuvimos que hacerlos nosotros sin tener a quien recurrir’. Desde entonces Villafañe construye los muñecos con los que trabaja” (10).
La obra El caballero de la mano de fuego, de Javier Villafañe, “fue inspirada por los títeres de un teatro de italianos que trabajaban en La Boca. La obra recoge varias leyendas de caballería que tanto abundaban en Palermo (Sicilia). Como todas las gestas de caballería, el tema es el rescate de una princesita por un valiente caballero” (11).
“También por esos años –relata Pablo Medina- descubrió (Villafañe) el teatro de Vito Cantone, de Catania, Italia, que se instaló en La Boca, en la calle Necochea 1339, sobre el ‘camino viejo’. Ahí estaba el Teatro Sicilia: teatro de títeres, seres de ficción construidos en madera, vestidos y ornamentados con terciopelo, seda y otras telas de múltiples colores. Cantone provenía de una dinastía aggiornada y muy antigua de la historia de los títeres sicilianos. Llegó a la Argentina con la gran inmigración de 1895”.
A Cantone, “Javier lo evoca con afecto: ‘El Teatro Sicilia, si mal no recuerdo, representaba viejos romances como ‘Carlo Magno Imperatore’, textos sobre los Paladines de Francia y tantos otros actos fantásticos del teatro. Cantone poseía además una voz muy grata, dulce, con inflexiones sonoras unas veces y marciales otras, según fuera el personaje representado” (12).
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Ariel Bufano
Ariel Bufano, hijo de un inmigrante francés, nació en Mendoza en 1931 y falleció en Buenos Aires en 1992. “A los 9 años fabricaba sus propios títeres. Discípulo de Javier Villafañe, llevó a escena dos de sus obras: La calle de los fantasmas y El burlador burlado (1957). En los años 50 creó el Teatro Rodante de Marionetas, presentando una versión completa de Romeo y Julieta. En 1977 asumió el cargo de director del Grupo de Titiriteros del Teatro General San Martín, donde estrenó algunos de sus más recordados espectáculos: La bella y la bestia, El gran circo criollo, Pequeño varieté y Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín” (13).
En “Ariel Bufano, el discípulo que fue maestro”, leemos: “Ariel Bufano aprendió su oficio de titiritero junto a Javier Villafañe: ‘Le llevaba la valija, lo ayudaba a armar el teatro y a calzarse el títere en la mano –recordaba-. Paulatinamente, pude empezar a mover alguno a su lado’. Bufano había nacido en 1931 en San Rafael, Mendoza, donde desde los nueve años fabricó sus propios títeres. En una de sus giras, Villafañe pasó por la ciudad y conoció las cabezas modeladas por Ariel, cuyo padre era amigo del ya veterano titiritero. Bufano admitía que se las había mostrado con cierto temor, pero no podía evitar la emoción cuando recordaba: ‘A la noche, cuando fui a ver su espectáculo El caballero de la mano de fuego, vi en el escenario la cabeza que yo había construido. Desde ese momento quedé ligado a los muñecos para siempre’ ".
“En 1957, Bufano realizó su primera presentación profesional en Buenos Aires, con las obras La calle de los fantasmas y El encuentro, ambas de Villafañe. Junto a Sergio De Cecco, montó un ambicioso proyecto: recorrer la Capital Federal y el Gran Buenos Aires con muñecos de más de un metro de altura, representando obras como Romeo y Julieta, de William Shakespeare, y Abajo Polichinela!, de De Cecco. El grupo trabajó durante tres temporadas consecutivas”.
“Poco tiempo después, Bufano comenzó su tarea docente en el Instituto Vocacional de Arte (ex Lavardén), como profesor y vicerrector. En 1977 asumió el cargo de director del Grupo de Titiriteros del Teatro Municipal General San Martín. Así se convirtió en uno de los primeros titiriteros profesionales que trabajaba en forma estable para un teatro”.
“En un frío currículum podría hablarse, entre otras cosas, de su participación en el Instituto Interamericano de la Marioneta (Unima); de sus giras por Francia, Alemania, España, Uruguay, Puerto Rico y Canadá; del premio UNESCO; de algunas de sus obras más importantes, como La bella y la bestia (1981) y El gran circo criollo (1983);de sus adaptaciones, como El amor de don Perlimplín con Belisa en el jardín (1979), de Federico García Lorca”.
“Pero Ariel Bufano -que falleció en 1992- fue, ante todo, un maestro de titiriteros. Afirmaba: ‘El titiritero que no asume relegarse a la sombra y volear toda su capacidad expresiva en el objeto, no será jamás un titiritero. Su narcisismo pasa por otro lado por su tarea entre bambalinas. Siempre será así’ ” (14).
En 1992, escribió Carlos Pacheco: “Ariel Bufano, director del Taller de Titiriteros del Teatro Municipal General San Martín, acaba de regresar de la India, donde desarrolló una amplia actividad docente con el fin de formar un elenco estable similar al que conduce en Buenos Aires. La primera propuesta de trabajo fue crear un espectáculo sobre la vida de Mahatma Gandhi. Su experiencia en Oriente le permitió conocer los valores de un arte milenario, además de confirmar la rigurosidad de su tarea”.
“En la India –relata Bufano- existe el Indira Gandhi National Center for the Art, un centro dedicado al desarrollo y preservación de todas las artes que se desarrollan en el país. Recibí una invitación de ellos para hacer una puesta sobre la vida del Mahatma Gandhi, con teatro de sombras”. En ese país, “el teatro de títeres tiene características estrictamente religiosas. El trabajo se desarrolla en pequeñas comunidades, con dos textos básicos: el Mahabarata y el Ramayana. Son formas folclóricas tradicionales, con una estructura ritual muy cerrada, lo que implica que vaya desapareciendo. De allí que ellos se propongan revitalizar este teatro, algo nada sencillo porque está muy ligado a la tradición, y además porque los títeres no sólo representan a Dios, sino que son Dios. En el 86 yo conocí en Grecia a Pulavar, el más antiguo titiritero hindú, a quien denominan Gurú Ji (gran maestro), y él es uno de los que me recomendó para desarrollar esta actividad en su país (15).
En el Teatro San Martín, en el invierno de 2003, se repuso El gran circo, obra acerca de la cual manifestó la crítica: “El Grupo de Titiriteros repone la pieza creada por Ariel Bufano 20 años atrás. Una de las obras que más público convocó en la historia del teatro local y que homenajea a los orígenes del teatro nacional y sus pioneros, los Podestá. El show está integrado por números circenses tradicionales: desde malabarista, acróbatas y payasos hasta animales amaestrados, equilibristas y trapecistas. Todo junto a la magia infaltable de los títeres” (16).
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Dando vida a títeres, los inmigrantes y quienes de ellos descienden contribuyeron al desarrollo del teatro argentino.
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1. Petriella, Dionisio: en www.dante.edu.ar/diccionario.htm
2. ibídem
3. ibídem
4. S/F: “Homenaje. Juan de Dios Filiberto”, en Sucesos semanales.htm.
Foto: pupis en el Museo del Títere.
5. Sosa de Newton, Lily: Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas. Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
6. S/F: Enciclopedia Visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarín, 2002.
7. Göttling, Jorge: “Biografías de Buenos Aires”, en Clarín, Buenos Aires, 7 de agosto de 2003.
8. Medina, Pablo: “Historias de ida y vuelta”, en Villafañe, Javier: Antología. Obra y recopilaciones. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
9. S/F: en Microsemanario Año: 6 Nro: 233 del 25 de marzo al 7 de abril de 1996
10. Ricciardi, Bibiana: “Un poeta que recorrió el mundo contando historias con la ayuda de sus títeres”, en La Maga, Buenos Aires, 12 de enero de 1994.
11. S/F: en La Voz del Interior on line.htm. Córdoba, 3 de octubre de 2002.
12. Medina, Pablo: op. cit
Foto de J. V.: http://www.imaginaria.com.ar/19/9/titeres.htm
13. S/F: Enciclopedia Visual de la Argentina. Buenos Aires, Clarín, 2002.
14. La Maga, 1° de abril de 1994.
15. Pacheco, Carlos: “Ariel Bufano confirmó en la India la ritualidad del arte del títere”. La Maga, 11 de marzo de 1992.
16. Ciudad Internet
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