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DIOS HA NACIDO EN EL EXILIO, por Vintila Horia. Espasa-Calpe. Madrid, 1968. 215 pp. (Austral)
Muchas son las causas que se señalan como posibles en lo que respecta al destierro de Ovidio por orden del emperador Augusto. A ciencia cierta, no se sabe qué fue lo que indignó de tal manera al soberano, llevándolo a imponerle un castigo de esa magnitud. Invocando a sus padres, que fallecieron antes de que Ovidio fuera exiliado, les dice: “si se juzgan mis delitos ante eI infernaI tribunal, quiero que conozcáis la causa que me ocasionó el destierro: causa imprudente pero no criminal”. Así canta en sus Tristes, pero no brinda más información acerca del carmen (poema) del error nefasto.
Sus conceptos sobre la decisión del emperador no nos aclaran qué sucedió. Ovidio agrega: “La causa de mi sentencia fue tan conocida de todos que exime la confirmación de m testmonio. ¿Cómo contar la deslealtad de los amgos, las acusaciones de los siervos, las amarguras infinitas más crueles que el propio destierro?”.
El poeta había nacido en Sulmona en el año 43 antes de Cristo; se educó en Roma y perfeccionó su formación en Grecia. Entre sus obnras se destacan el Ars Amandi, las Heroidas y las Metamorfosis. Esta última obra ha ejercido gran influencia en la literatura posterior, ya que reúne una rica variedad de narraciones que pueden tomarse como arquetipos de la Humanidad. La primera fue la que quizás trajo hacia él la desventura.
Persiste el enigma
Algunos estudiosos señalan que el Ars Amandi fue el pretexto por el que se lo desterró, pero no parece haber sido la verdadera causa. Gaston Boissier, en cambio, afirma: “Por lo general, se supone que la aventura de Julia fue la razón única del castigo de Ovidio y que el arte de amar no era sino el pretexto; opino, por el contrario, que sus poesías fueron la verdadera causa de su destierro y que lo demás solamente fue la ocasión”. A criterio del académico francés, Augusto acusaba a ovidio de la corrupción general y, por desgracia, el poeta tenía que ver en los graves problemas que el emperador tenía con su hija y su nieta. Aunque admite que vidio había encubierto, con su silencio, al menos, la relación adùltera de Julia II, con Décimo Silano, considera este hecho más como un detonante de resentimientos anteriores que como una causa.
En un estudio sobre el tema, Jerome Carcopino señala diferentes hipótesis, algunas de las cuales se consideran faltas de sustento. En primer lugar, recuerda a Deville, quien afirma que Ovidio fue culpable de observara Livia mientras tomaba un baño en su piscina. Boissier recuerda acertadamente que “los que eso piensan olvidan que Ovidio habla de un crimen que ha visto perpetrar, y que el hecho de bañarse no es un crimen”.
Tras fuentes aseveran que la pena le fue impuesta por haber presenciado la desmedida cólera de Augusto al enterarse del desastre de Varus, o que fue acusado de testigo y cómplice del libertinaje de Julia I. EI propio Carcopino relaciona el exiIio con un acto de adivinación realizado por los neopitagoricos, a Ios que lo vincula. Sainz de Robles, por su parte, enumera algunas hipótesis además de las mencionadas, como haber presenciado Ovidio un acto incestuoso y criminal de Augusto -hipótesis que sostiene Voltaire y se apoya en los·delirios de Calígula-; los supuestos amores del poeta con Julia, hija,de Tiberio; haber sorprendido sin querer ciertos secretos de Augusto respecto al Fisco, o haber decidido al·emperador contra Tiberio y Livia, hecho que `podría haber suscitado el deseo de venganza de los afectados.
Estas son las causas que pueden alegarse, aunque no todas tienen la misma seriedad en sus fundamentos. Lo cierto es que Ovidio parte hacia Toms, donde muere en el año 17 de nuestra era. Ni Augusto ni su sucesor, Tiberio, se apiadaron de sus súplicas.
El poeta, protagonista
Ovidio protagoniza la novela del rumano Vintila Horia titulada Dios nació en el exilio, que fue distinguida con el Premio Goncourt en 1960. La obra, “imaginada en Chapadmalal y escrita en Madrid, surge como un eco del dolor del autor; su tristeza se asemejaba·en mucho a la del poeta latino. La de Horia es una novela de desarraigo; lo sufren·el autor, el protagonista, y ese Niño que ve la luz.
EI texto se presenta como un diario apócrifo de Ovidio, en el que se evocan los últimos años·del escritor, cuando, en Tomis, se pregunta acerca del motivo que puede·haberle causado tan grande pesar, y cuando, sin renunciar a la idea de regresar a Roma, advierte en su espíritu una transformación gradual y·profunda.
El latino cree, en esta novela, que ha ·sido el escribir la causa de su-destierro, y dice en su descargo qué él no originó la degradación en la que se sumía·Roma, sino que sólo la constató y la reflejó en su·obra: 'Mis Amores·-Ie hace decir Horia- no son la causa de esta corrupción, sino tan sólo su reflejo. Mi crimen ha sido escribir sobre lo que mis ojos habían visto. Augusto, en su furor y su desilusión, ha confundido los efectos con la causa y he·sido yo la víctima propiciatoria de esa confusión”.
Ovidio es quien manifiesta esas palabras, pero su posición ante la realidad no coincide con la del novelista. A lo largo de las páginas nos damos cuenta de que la idea de Horia es bien diferente, y y entendemos que el rumano agrega un motivo, de índole ficcional, a cuantos han enumerado los historiadores interesados en el particular. Quizás los hechos que él describe tengan muy poco que ver con la realidad de Ovidio en Tomis; quizas le sirvan para pintar un momento crucial de la Humanidad, o le resulten posibles desde su personal punto de vista. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que Horia nos presenta un personaje que evoluciona hacia un destino superior, y llega a comprender que su exilio “es sólo una preparación”.
De ese modo, Augusto deja de ser el dueño de la vida y de la muerte para·convertirse en el medio de que Dios se vale para hacer que Ovidio transite un largo camino físico y espiritual. SóIo después de vivir Ias penurias que él vivió en tierra dacia, su alma se encuentra purificada y puede glorificar la lIegada deI Mesias. Entonces, exclama: “Formo parte de esos vencedores vencidos. Augusto me ha exiliado para hacerme sufrir;y he sufrido. Pero ya se que Roma, esa Roma que, al principio de mis sufrimientos, era el objetivo de todos mis pensamientos, no se encuentra ya en la encrucijada de todos los caminos terrestres, sino en otra parte, al final de otro camino. Y se tambien que Dios ha nacido en el exilio”.
Historia y ficcion confluyen·en esta bellísima novela. La·historia sirve como sustento a una teoria que se va desarrollando pagina tras pagina. Ya no importa si Ovidio fue capaz de un cambio tan radical, pues, transformado en personaje literario, adquirio vida nueva, y conocio un mundo de paz y sosiego. El Ovidio de ficción ha abandonado la realidad historica de la que partio, con sus minuciosas exactitudes, y ahora vive en el texto, mas puro y mas ejemplar que cuando escribio los poemas que le otorgaron la posibilidad de trascender el tiempo.
Nos preguntamos todavia porque fue desterrado. Sin duda, la de Vintila Horia es una excelente respuesta.
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A.D. EN EL AÑO DEL SEÑOR, por Kirk Mitchell. Barcelona, Planeta, 1988. 314 paginas. (Colección Contemporánea).
A.D, "fue en principio una serie televisiva, basada en el guión de Anthony Burgess y Vincenzo Labella; la interpretaron Ava Gardner, James Mason y Jennifer O'Neil, entre otros". Partiendo de esta exitosa realización, Kirk Mitchell escribió la novela que conserva, como era de esperar, muchos rasgos de su concepción originaria. El tema no es novedoso, por cierto, pero ha sido tratado con prolijidad y conocimiento por un novelista que se ha brindado por entero en esta colosal tarea.
Quizas parezca excesivo el calificativo que utilizamos, mas no lo es si pensamos en una narración que enfoca sucesos acaecidos poco después de la Resurrección de Cristo, vistos desde la múltiple perspectiva de romanos, judíos, griegos y nativos de provincias colonizadas por los latinos. Presenta, ademas, a estas nacionalidades interactuando; un logrado cuadro de epoca hará que no dejemos la lectura hasta haberla finalizado.
Si bien en algunos detalles, cuanto se narra difiere de las tradiciones que han llegado a nuestras manos, "debemos decir que en líneas generales se respetan documentos considerados hoy de capital importancia, como las biografías que escribió Suetonio. Obviamente, se han introducido personajes ficticios alrededor de los cuales girará la acción; ellos servirán como testigos y, a la vez, serán activos participantes en el relato.
Hay páginas de un patetismo estremecedor, como los ulltimos días de San Pedro, su arrepentimiento por haber negado a Dios y la valentía con que enfrentó la muerte. Merece destacarse tambien la lograda evocación de Pablo de Tarso en su primer tiempo de perseguidor de la nueva fe, y luego, ya decidido defensor de la creencia que abrazó con todas sus energías.
En otro orden, personalidades abyectas son retratadas con singular maestría; los emperadores Calígula, Tiberio y Nerón nos resultan terribles en su desmesura y su absoluto desprecio por la vida de sus súbditos. Frente a ellos, las enseñanzas de Cristo significarán una nueva y vivificante posibilidad; ante la injusticia y el dolor, los cristianos se alzarán con la unica arma de su amor y su esperanzado silencio.
La novela puede ser encarada por el lector como un bestseller, pero, a poco de comenzar a internarse en ella, se hará evidente que es mucho mas que eso. Se trata, sin temor a exagerar, de una confrontación entre el Bien y el Mal, entre lo Eterno y lo temporal, que hoy mas que nunca reviste interés para todo ser humano. Tradujo Enrique Hegewicz.
(EL TIEMPO, Azul, 28 de mayo de 1989)
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EL INQUISIDOR, por Henri Gougaud. Editorial Atlantida. Buenos Aires, 1985. 222 paginas.
En el año 1321, en Tolosa, una figura inspiraba el temor de aquellos que no profesaban el Catolicismo; era Jacques Novelli, el Inquisidor. El monje habia obtenido ese cargo merced a las influencias de su tio Arnaud Novelli, un cardenal ya moribundo, y lo desempeñaba con tanto rigor como incomprensión. No podemos decir que el hermano Novelli careciera de sentimientos -muy por el contrario, él había llorado al acompañar a un judio a1 cadalso, lamentando que el infiel no hubiera abjurado de sus creencias-; una fuerza superior lo impulsaba: su propia virtud, que lo alejaba de la Humanidad y le impedía comprender el dolor y las tentaciones que acosaban a quienes lo rodeaban. Su fama crecia dia a dia; se lo consideraba incapaz de pecar y, por ello mismo, un juez insobornable.
Pero no era éste el destino que le estaba reservado al Inquisidor; él, que habia desdeñado a quienes gozaban de los placeres mundanos, se enamoró perdidamente de su rehén Stephanie. Este amor lo transformó por completo, le hizo ver lo severo que había sido poco tiempo atrás; el Inquisidor abandonó su cargo, ya no se sentia capaz de juzgar a sus semejantes.
Este es, muy resumido, el argumento de la novela de Gougaud, publicada en Francia por la prestigiosa editorial Du Seil. El relato nos plantea muy diversas formas de vivir la religión: la del anciano Cardenal, la del joven Novelli, la de otros obispos y monjes que alternaban la práctica de su ministerio con el disfrute de los placeres que les estaban negados. Pero -a nuestro criterio- el valor de la novela reside en la confrontacion realizada entre las dos concepciones de la religión del mismo Novelli; la evolucion del protagonista es sugerida, en cierto modo, por un filosofo hebreo a quien habia hecho encerrar en la prision de l'Ecarlate. Este sabio lo conduce hacia una mayor humanidad en el juicio y hacia una humildad legitima.
La narración es agil, atrapa al lector. El tema es muy interesante, ya que presenta una faceta menos conocida de la controvertida institución. Contribuye en no poca medida al interés del libro la espléndida tarea de traducción llevada a cabo por Eduardo Gudiño Kieffer, quien ha respetado el sabor coloquial y la elegancia del estilo.
(LA NUEVA PROVINCIA, Bahía Blanca, 17 de abril de 1986)
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ANTES HIERE EL ESLABON, por Fernando de Querejazu. Editorial Plus Ultra. Buenos Aires, 360 paginas.
Fernando de Querejazu es arquitecto y se desempeña como profesor de Historia del arte en universidades, institutos superiores, centros culturales de diversas embajadas y museos. Realizó investigaciones sobre su especialidad en España e Italia, donde tambien estudió con importantes personalidades. Estos datos no son mero curriculum, sino que tienen. mucho que ver con la novela presentada por Plus Ultra.
La acción se desarrolla en la corte de Bruselas durante el Renacimiento; Flandes, entre los años 1504 y 1506, proporcionó al escritor la materia ideal para elaborar una obra en la que la ficción se enlaza con la realidad. Dos personajes imaginados por Querejazu -Claudio de Fornay y la condesa de Veghel- viven apasionantes episodios en una epoca en que se congregan importantes personalidades: los Reyes Católicos, los Borgia, Leonardo y Miguel Angel, Maquiavelo y Erasmo. El autor se apoya en una vasta documentación, que detalla al final del libro; ella ha hecho posible la verosimil reconstrucción de personajes y situaciones, tras la que puede advertirse a un verdadero conocedor.
La “Nota" que precede a la novela nos.informa que Querejazu sentía desde tiempo atras una poderosa atracción hacia Belgica; escribió su obra sin haber estado nunca en ese país y, cuando lo conoció, comprobó que no tenia que cambiar nada fundamental. Ello corroboraba que la investigación había dado sus frutos; la labor incluyó volumenes de la Biblioteca Nacional, del Congreso, de Bruselas, de Madrid y otras ciudades. Esa informacion, adecuadamente novelada, es la que brilla en cada pagina de esta impecable narración.
(EL TIEMPO, Azul, 13 de marzo de 1988)
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ESA DAMA, por Kate O'Brien. Sudamericana. Buenos Aires, 1987, 346 páginas.
Kate O'Brien nació en Limerick, Irlanda, en 1897; vivió unos años en Londres, durante los cuales escribió para distintos periódicos, y fue institutriz en España, país sobre el que escribió con frecuencia. Con su primera novela, titulada “Without a Cloak", obtuvo los premios Hawthornden y James Tait Black en 1931; escribió también teatro, libros de viajes y páginas autobiográficas. En 1947 fue elegida miembro de la Irish Academy of Letters y de 1a Royal Society of Literature; Falleci6 en 1974.
La nove1a que nos ocupa fue finalizada en Clifden, Corofin, en octubre de 1945. La protagoniza Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Eboli y duquesa de Pastrana, más conocida como "La Tuerta”. A los trece años, cuando ella suponía que se iba a desposar con Felipe II, sus padres la casaron con Ruy Gómez de Silva, secretario de Estado y favorito del soberano. El matrimonio sólo se consumaría seis años después, contando la dama diecinueve y el marido cuarenta y dos. De esa unión nacieron diez hijos, cuatro de los cuales murieron pequeños. Todo Madrid decía, no obstante, que Ana, era la amante del rey...
Kate O'Brien no se propuso escribir una novela histórica, sino que, con estos interesantes datos como punto de partida, forjó un relato absolutamente imaginario. Los personajes existieron, y los sucesos en que intervinieron tuvieron lugar en el pasado, pero tanto lo que ellos dicen como lo que sienten es materia ficcional, ya que la creación no pretende dar explicaciones que tampoco puede brindar la historia. Tradujo María José Rodellar.
(EL TIEMPO, Azul, 12 de junio de 1988)
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DONDE YO JUGABA, por Glyn Hughes. Buenos Aires, Sudamericana, 1985. 239 páginas.
En el año 1982, Glyn Hughes fue galardonado con dos importantes premios; su novela "Donde yo jugaba" ganó el Guardian Fiction Prize y el David Highan Prize for Fiction. El autor, nacido en Yorkshire, había publicado anteriormente "Fate prospects", un libro sobre Grecia y tres libros de poesia. La novela laureada le sirvió como punto de partida para la concreción de la obra teatral titulada "Mary Hepton's Heaven”.
“Donde yo jugaba" es una novela de tema histórico; la acción transcurre en Inglaterra durante el siglo XVIlI, epoca convulsionada por los problemas religiosos. El protagonista es William Grimshaw, pastor protestante que agobió a la comunidad con su particular manera de entender la religion. Muchas biografías se escribieron sobre su persona -señala Hughes-, pero la única basada en una investigación profunda es la elaborada por Frank Baker, "William Grimshaw", (Epwroth Press, 1963); el estudioso tuvo gran incidencia en la composicion del protagonista –afirma Hughes-, como así también numerosos tratados que menciona. Como vemos, la novela goza de un nutrido y serio apoyo bibliográfico; en la redacción de la misma tuvo importancia el hecho de que al escritor se le otorgara, entre los años 1979 y 1981, una beca del Bishop Grosseteste College de Lincoln.
William Grimshaw habia abrazado la carrera pastoral porque -según confesaba-, proveía un seguro bienestar material; estas fueron en principio sus motivaciones, al igual que las de su hermano. En el año 1733, el pastor llega a Yorkshire, donde conoce a Sarah Lockwood, con quien vive un apasionado romance que culmina en matrimonio. La joven sufria de tuberculosis -debido a las malas artes de los enemigos de su padre, comentaban- y falleció al poco tiempo de casada, dejando dos hijos pequeños. El pastor, que en vida de su mujer habia sido un hombre normal y feliz, quedó desolado. Le resultaba imposible sobreponerse a la tragedia de haber perdido a su esposa; se lo veía indeciso y nervioso. Pero un día, Grimshaw creyó ver que un rayo de luz alumbraba el libro que leia; asombrado, lo cerró, y al volverlo a abrir, el rayo nuevamente iluminó las páginas. Este fue el inicio de un cambio fundamental en la psicología del pastor: se volvió totalmente obsesivo con la idea de la muerte y del mas allá; comenzó a dedicarse a hacer observar los preceptos religiosos, para lo que utilizaba inclusive un látigo.
Desde el momento en que el "milagro" cambió la vida de Grimshaw, fue pecado cantar, beber, reír, en dia domingo. Paralelamente, el hombre, totalmente enajenado, recurria a subterfugios a veces demasiado pueriles para obtener la obediencia de los ingenuos aldeanos. En una oportunidad, llegó a disfrazarse de demonio, y asustaba a los feligreses por las noches, exhortándolos a volver a la buena senda. Grimshaw, sin embargo, no era cariñoso ni comprensivo con quienes lo rodeaban; muy por el contrario, lanzaba sermones en los que humillaba desmedidamente al pueblo, y en los que resaltaba que lo unico importante era estar preparado para morir.
Llama la atención la repercusión que esta atroz manera de educar tuvo en las mentes infantiles. A los nueve o diez años, el hijo del pastor se entretenia ayudando a matar cerdos y torturando ranas; este niño, pasados unos años, seria un joven disoluto que dilapidaría la herencia recibida de su abuelo. Su hermana, debil y enfermiza, murió a muy corta edad, sin haber conocido jamás el cariño de su padre, el calor de un hogar. Mas significativo es lo sucedido a dos jovenes que, educados en esa atmosfera de fanatismo, llegaron a provocar su muerte, con el objeto de unirse a Dios. En todos los casos se hablaba de "estar preparados" para morir. Nárrase en la novela que, con motivo de hacer temer al chico los horrores del infierno, un padre le propinaba metódicas palizas para que comprendiera cuál seria su castigo. En este ambiente vivía Inglaterra durante el siglo XVIII, bajo la dominacion del Reverendo Grimshaw quien, acosado por sus deseos reprimidos, se había erigido en guardian del culto debido a Dios.
Esta atmosfera de muerte y agonia hallaba tambien su origen en la situacion que el pais atravesaba durante esa epoca. La peste asolaba las casas, produciendo innumerables muertes; los niños pequeños -relata el novelista- ahorraban un penique por semana, para contribuir a pagar su propio ataúd. La novela refleja un tiempo pasado en sus particulares aspectos: la miseria a que se veian sometidos los aldeanos; las maniobras políticas de los pañeros, deseosos de conservar su poderío, hallan cabal expresión en la obra. Hughes recuerda tambien las circunstancias en que se trabajaba dentro de las minas, donde los niños permanecían dias enteros en zonas humedas y oscuras. Las mujeres no recibían mejor trato que sus hijos; cuando el marido así lo decidía, podía "rematarlas". Esta practica consistía en conducir a la esposa, con un lazo al cuello, a través de la ciudad, hasta llegar a un entarimado donde se la ofrecía en venta; ganaba, como es de suponer, el mejor postor, quien se retiraba con la nueva adquisición.
En esta novela, cuyo título surge de un poema de William Blake, Hughes retrata una etapa del pasado de su país. Si bien comprendemos que, como artista, ha reelaborado algunos de los hechos y creado otros, en su obra persiste una tenaz voluntad de evocar una epoca dificil en la que religión, superstición e intereses creados se mezclaban peligrosamente. Aunque vertebrada a traves de la personalidad de Grimshaw, la narración trasciende la esfera personal y familiar de este singular personaje y abarca un mundo mucho mas rico y complejo. Tradujo Lucrecia Moreno de Saenz.
(LA NUEVA PROVINCIA, Bahía Blanca, 3 de abril de 1986)
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LA MISION, por Robert Bolt. Buenos Aires, Emecé, 1987. 267 páginas.
La historia comienza en el año 1738, cuando el bote de Alvaro Mendoza es encontrado sin su tripulante en el puerto de Cádiz. Dos hijos dejaba este hombre: Rodrigo y Felipe. Rodrigo, de catorce años de edad, amaba a su hermano, de tres, y no vacilaba en hacer cualquier sacrificio con tal de procurarle bienestar. Esta fue la primera idea que acudió a su mente al enterarse de la muerte de su padre, ¿qué haría con el chico? Ante él surgían dos posibilidades: podía continuar con el oficio de su progenitor, que alcanzaría para ambos, o podía vender cuanto poseía, llevar a su hermano a un colegio y volver por él cuando pudiera cuidarlo personalmente. La diferencia era fundamental: en el primer caso, Felipe sería un iletrado que viviría de su trabajo en el mar; si Rodrigo se embarcaba, podría brindarle la educación más refinada, ya que dispondría de dinero para ello.
Habiendo optado por la segunda alternativa, vende el bote y, con esa suma, deja a su hermano en el internado; el resto le sirve para procurarse algunos objetos que necesita. Rodrigo era un chico ingenuo, al que burlaron repetidamente; lo tomaban como ayudante y, una vez expirado el plazo acordado, se negaban a pagarle. Esto fue despertando en el joven cierta conciencia acerca de la maldad humana, pero todo padecimiento le parecía poco, comparado con la dicha de saber que Felipe sería un hombre de bien. Por esta época, Rodrigo comente su primer asesinato, eliminando a uno de sus patrones que negaba la deuda.
El monto que ganaba trabajando alcanzaba, a duras penas, para enviar a la Superiora del Colegio la suma requerida para educar a Felipe. Otra ocupación parecía mucho más provechosa: la caza de esclavos en la zona de las cataratas del Iguazú. Como trabajo, era innoble y cruel, pero convertía al ingreso anual de quince dineros en una suculenta ganancia de doscientos o trescientos por cada tanda de prisioneros. La diferencia, como vemos, era notable. Dejando de lado los lógicos escrúpulos que cualquier hombre debería sentir, el tratante de esclavos tenía otro inconveniente: salvo contadas personas, ningún súbdito de la Corona intercambiaba una palabra con él; se lo aislaba a causa de la función que desempeñaba. Nada de esto importó a Rodrigo. Cabe destacar que muchos de los españoles de aquellos tiempos hablaban eufemísticamente de la institución; no se trataba de esclavos capturados contra su voluntad, sino de dóciles indios que aceptaban ser reclutados como “encomiendas"'. Esta mentira hacía que sus conciencias pudieran gozar de la calma que caracteriza a los católicos de recto proceder.
Mientras Rodrigo Mendoza cazaba guaraníes, una fúnebre comitiva llevaba a cabo un acto ritual; Julien Dupleix, padre jesuita, es ejecutado a instancias del brujo de la tribu. Sus postreros momentos tienen una honda. slgnificación religiosa: "Llevaban una cruz sobre sus cabezas, de modo que las ramas inferiores de los árboles que pasaban golpeaban la cara del padre Julien Dupleix, atado a ésta, desnudo, con sogas de fibras retorcidas. Con el rostro inexpresivo y los ojos cerrados, parecía muerto. En la cabeza llevaba una corona de espinas de la jungla". Además de las influencias del brujo, había otra razón para esta despiadada muerte: los guaraníes creían que, detrás de los hombres de Jesús, venían los hombres de rapiña. Los hechos, lamentablemente, confirmaban esta aseveración.
Una vez en la orilla del río, los indígenas consuman el ritual: "La cruz ganó velocidad. El padre Julián abrió los ojos. Aún no había muerto cuando, con el rostro lleno de horror, cayó al abismo. Dando varias vueltas, la cruz fue arrastrada por la cascada de noventa metros para luego perderse en la húmeda niebla que surgía de la efervescente superficie del fondo". Encontramos así las dos caras de una misma moneda: los “conquistadores", encabezados por Mendoza, perseguían a los nativos; ellos, aterrados, ejecutaban a los jesuitas. Una vez conocida la noticia del martirio del sacerdote, el padre Gabriel marcha a reemplazarlo; lleva con él una insólita compañía: Rodrigo Mendoza, habiendo matado a su hermano en un duelo, quiere expiar su culpa y, para ello, ofrendará su vida a los salvajes a quienes tanto mal causara.
Lleva atado a su cintura un pesado hato con sus pertenencias; con la armadura pendiendo de su soga realizará el camino señalado por el padre Gabriel. No acarrea sus posesiones por codicia, sino que esa carga es una forma de mortificarse, ofreciendo a Dios su sufrimiento. La idea del hermano muerto lo obsesiona.
De allí en más, Mendoza será el brazo derecho del sacerdote, cuando se cierna sobre la misión la negra sombra de los intereses mundanos; el antiguo traficante será una ayuda inestimable para el jesuita cuando haya que defender, ante el poder temporal, la libertad de los nativos, que se brindaron a quienes los trataban con cariño. La conversión de Mendoza es completa e irreversible, pero no parece inverosímil; Bolt ha sabido llevar el relato de modo que ella surja como una consecuencia lógica. El padre Gabriel, en tanto, cuenta con el apoyo de un hombre que, más que un religioso, parece un soldado; su bravura lo llevará a elegir la lucha cuando se trata de la seguridad de la misión. Mendoza muere, en una escena patética, junto a los guaraníes; lo matan los hombres blancos, los que manifiestan amar a Dios.
Pero Dios está también –o quizás más- en la selva poblada de indígenas, que siguen con amorosa devoción a los jesuitas; la bondadosa obra de los sacerdotes es evocada por Bolt en esta magnífica novela, profunda y bien escrita, en contraposición con los intereses creados del clérigo del lugar, que no vacila en perdonar a cuantos lo favorezcan.
(La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 1° de octubre de 1987)
Imagen: www.educahistoria.com
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LA GRECIA PERDIDA, por Philipp Vandenberg. Javier Vergara Editor. Buenos Aires, 1985. 332 paginas.
Una idea obsesionaba al arqueólogo aleman Heinrich Schliemann: encontrar los lugares cantados en los poemas homericos. Con este fin, y a sus expensas, se trasladó a Troya, hoy Turquia, para comenzar las excavaciones. Guiaba su empresa la obra de Homero; con la sola guia de sus versos descubrió los nueve estratos de Troya en la colina de Hissarlik, entre los años 1870 y 1882. Merced al empeño de Schliemann conocemos tambien las tumbas de Micenas, excavadas entre 1874 y 1876, el tesoro de los Minias en Orcomenos de Beocia y el Palacio de Tirinto. Paralelamente, un renombrado cientifico berlines, Ernst Curtius, buscaba las huellas de la ciudad de Olimpia. Estos son los dos grandes protagonistas de la novela de Vandenberg, en la que se recrea una epoca de gran importancia para la ciencia y para la cultura occidental.
Una gran distancia separaba a estos investigadores; Curtius habia recibido una cuidada educación, mientras que Schliemann había logrado cuanto poseía -inclusive su erudición sobre temas griegos- por sus propios medios, restandole horas a su descanso para emplearlas en una intensa labor autodidacta. Esta desigualdad en la trayectoria de ambos arqueólogos motivaba que el berlines desdeñara la tesis sostenida por el comerciante, quien afirmaba que Troya, la antigua Ilium cantada en el primero de los poemas homericos, se encontraba, en realidad, cerca de Bunarbashi. Hasta el momento en que transcurre la acción -segunda mitad del siglo XIX- tanto la historia relatada por Homero como la existencia misma de la ciudad se consideraban meras fantasías literarias, sin ningun asidero. Pero Schliemann sorprendió a los intelectuales de su tiempo, al afirmar que tales referencias se correspondían con hechos de la historia helenica y con lugares geograficos perfectamente ubicables.
En esa epoca, el ingeniero vial Carl Humann se encontraba dirigiendo un trabajo de su especialidad en las proximidades de Bergama. A fines del siglo pasado, la villa era habitada por turcos, griegos, armenios y judios. Excavando el terreno, llamó la atención del ingeniero de Essen una losa de marmol de un metro de alto, en una de cuyas caras podia advertirse un bajorrelieve. Poco despues, Humann comprobó con ira que la plancha habia sido destruida para usar el material en la construcción de la escalera; este hecho le llevó a pensar que, casi con seguridad, invalorables testimonios de epocas preteritas estaban siendo utilizados como simples materiales para las obras. En los dias siguientes, el ingeniero encontró no sin sorpresa, muchas losas de identicas proporciones, adheridas a una muralla conocida como el "muro bizantino". Estos incidentes llevaron al ingeniero a pensar que se hallaba ante las ruinas de Pergamo, ciudad sobre la que habia sido emplazada la actual población de Bergama. Pergamo era renombrada en la antigüedad por la magnitud de su biblioteca, y de ella recibió el nombre el pergamino.
La obra de Vandenberg tiene una sólida base histórica, obtenida a partir de la frecuentacion de los diarios de los estudiosos y de los informes de las excavaciones realizados por los arqueólogos. Contar con estos datos ha permitido al novelista elaborar un relato pormenorizado, sumamente detallado y que, por lo general, describe los hallazgos efectuados dia a dia con exactitud cronológica. Por otra parte, el autor estudió Germanistica e Historia del Arte, conocimientos que se hallan reflejados en esta ambiciosa novela.
Curtius, Schliemann, Humann y Dörpfeld -heredero cientifico del descubridor de Troya y continuador de su obra- son los protagonistas del relato; pero no se los evoca restringidamente, en su faceta de investigadores, sino que tambien los encontramos en las vicisitudes cotidianas de su vida laboral y familiar. No era facil excavar en Grecia y Turquia a fines del siglo pasado; la malaria era una temible amenaza, y cobraba victimas principalmente entre los europeos, desacostumbrados al clima. Por otra parte, los constantes altercados entre los arqueólogos y el gobierno turco, griego y aleman, estaban muy lejos de crear la atmosfera que todo trabajo de ese tipo requiere. En cuanto a la vida familiar, los estudiosos, aunque apoyados por sus esposas e hijos, eran conscientes de que su actividad era un serio obstáculo para el normal desarrollo de su descendencia.
En el aspecto domestico, Vandenberg hace especial hincapie en las excentricidades del viejo Schliemann, abocado a construir para él y sus descendientes un fastuoso palacio con deidades griegas en el techo y varias docenas de sillas doradas en un salon de baile que jamas seria utilizado. El novelista retrata al arqueólogo en sus ultimos años, epoca en la que habia prohibido el uso de palabras indefinidas como "quizas" y, en cambio, amaba escuchar la palabra "higiene".
Pero la obra no concluye con las muertes de estos cientificos; el autor avanza en el tiempo hasta la epoca de Evans y sus magnificos descubrimientos. La narracion se extiende, a traves de ambas guerras mundiales, hasta el año 1945, en el que el Tesoro de Priamo desaparece de un refugio antiaereo de Berlin, sin que se haya vuelto a saber nada mas sobre su paradero.
La novela de Vandenberg, uno de los autores alemanes de obras de divulgación mas traducidos, es altamente ilustrativa, tanto por la accesibilidad de su texto cuanto por la profusión de fotografias y dibujos que la enriquecen. Tradujo Maria A. Gregor.
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